Una pacotilla de mercenarios periodistas de Miami, algunos de ellos,
reincidentes de la práctica del periodismo canalla, fue condenada en
Cuba y los Estados Unidos por los mismos delitos: se acoplaron al ritmo
de sus intereses mezquinos y prefirieron (una y otra vez, como siempre)
ser atrapados por la balanza del dólar (antes que expresar la verdad).
Utilizaron la revancha contra cinco cubanos antiterroristas
condenados injustamente a catorce años de prisión en cárceles
norteamericanas, para optar por ganancias inmediatas de una partida
colosal de cientos de miles de dólares, aparecer como hijos de crianza
en la nómina de pagos del gobierno de Estados Unidos y desarrollar una
descomunal operación propagandística, según lo planificado por las
transnacionales de la comunicación y agencias políticas mercenarias
Esto ha originado un patrón indefinido de noticias falsas y
comentarios en los medios locales, publicando infundios de la peor
calaña, garrapateados a la medida de la mentira, el escarnio, la
desenfrenada competencia por degradar moralmente y aprovechar las
facilidades de la tecnología global en una lucha desmedida por legitimar
el control áspero de la repetición, que consistió en repetir noticias
falsas para azuzar y desgastar, distorsionando los hechos verdaderos
con el propósito de confundir y asustar, y así repetir hasta descabezar
conciencias con el afán de tergiversar todo (porque la práctica de la
repetición para mentir impone una fuerza devastadora).
Este gigantesco montaje de una operación de miedo, odio, hostilidad y
chantaje inició en The Miami Herald y El Nuevo Herald entre el 27 de
noviembre de 2000, día que empezó el juicio, y el 8 de junio de 2001.
Como un dato que ilustra semejante patraña de la llamada prensa
independiente, se publicaron en espacios destacados más de cinco
noticias por día, algo nunca antes visto en medios impresos
norteamericanos.
Estos oficiosos del periodismo, siempre dijeron reportear como
miembros de la prensa independiente. Lo cierto es que el periódico
Liberación reveló que existen más de mil 200 páginas de contratos del
Gobierno con corresponsales de Miami, de Radio y TV Martí, por una
petición de la Ley de Libertad de Información. La prensa libre en
Florida es una falacia más.
El tema de los cinco, como se les conoce, es político, y forma parte
de las agresiones del Gobierno norteamericano contra Cuba. El juicio a
los cinco es un hecho trágico, revelador de la hipocresía del Gobierno
de Estados Unidos. Un proceso ridículo, porque los que tratan de revelar
el terrorismo son encarcelados. Gerardo Hernández, Fernando González,
Antonio Guerrero y Ramón Labaniño, fueron juzgados por un delito que
nunca cometieron, el de espionaje al interior de los Estados Unidos.
Juicio parcializado y amañado, como lo señalan juristas de diversas
partes del mundo. Washington pagó a mercenarios y otras personas para
montar una campaña mediática adversa a los cinco héroes cubanos, bandera
de lucha de la solidaridad internacional.
Noam Chomsky, politólogo y escritor norteamericano, afirma: “La ley
en los Estados Unidos es un asunto solemne y majestuoso”. El mundo sigue
demando a la jueza de Miami que desestime los cargos contra los cinco
cubanos condenados en 1998. Igual demanda al Tribunal para que permita
la exhibición de documentos con nuevas evidencias sobre la mala conducta
del Gobierno norteamericano frente al proceso judicial.
Basta ya de periodismo canalla, porque no corre en sus venas ni un
gramo de dignidad. Ricardo Alarcón de Quesada, dice: “Los profesionales
del periodismo y los medios de prensa más allá de Miami no fueron
responsables de este crimen cuando se produjo. Pero ahora que ya saben
lo que ocurrió no pueden evadir su responsabilidad. El silencio ahora
sería complicidad”.
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