Por: Jorge Gómez Barata
www.cubano1erplano.com
Barack Obama y su nuevo Secretario de Estado John Kerry tienen las razones perfectas para dar pasos al encuentro con Cuba.
Aunque
los cambios introducidos por la administración del presidente Raúl
Castro se realizan de modo soberano, en interés del pueblo cubano y no
para complacer al imperio, de hecho cubren prácticamente todos los
pretextos invocados por los sucesivos gobiernos norteamericanos para
justificar la hostilidad contra la Revolución Cubana.
Cuba,
un entorno real-maravilloso en el cual hoy se asume que el socialismo y
el mercado son compatibles y donde se cambian las políticas sin
desdecirse ideológicamente y contra viento y marea se preservan las
conquistas sociales y la cohesión del pueblo, pueden proclamarse ciertas
verdades evidentes:
No hay
un solo militar cubano en suelo extranjero, en sus arsenales no existen
armas ofensivas ni en sus cárceles presos políticos. En la Isla que no
es santuario para terroristas y traficante ni paraíso fiscal los nativos
viajan libremente y regresan, cambian sus pesos por divisas, obtienen
créditos bancarios, subsidios estatales, tierras en usufructo y reciben
remesas (algunos ya las envían), trabajan por cuenta propia, se asocian
en cooperativas, montan sus propios negocios, compran y venden
viviendas, autos, terrenos, aseguran sus propiedades, testan sobre su
patrimonio, reciben herencias, hacen tratos entre ellos y facturan sus
servicios.
Como
existen potentados con dinero bien habido, hay lugareños que se alojan
en hoteles de varias estrellas y no se necesita ser uno de ellos para
disponer de un teléfono móvil. Los isleños pueden ahora viajar a Estados
Unidos, aplicar para la Ley de Ajuste Cubano, trabajar allí y luego
regresar al país y en, lugar de reclamar la “tarjeta blanca”, exhibir su
“Green Card”.
En un sitio
donde sin grandes batallas ni movilizaciones gay, el sexo se despenalizó
cada cual elige libérrimamente con quien practicarlo y aquellos que se
sienten atrapados en un cuerpo equivocado, en hospitales públicos, a
cuenta del contribuyente pueden cambiar de género. El Estado que antes
era ateo e intolerante es laico ahora y considera la fe un asunto
privado.
Los criollos y las
criollas, ajenos al conflicto de civilizaciones, se casan por la Iglesia
y se divorcian por lo civil, abortan gratis, asisten a misa, luego a un
“toque de santos” y puede que también a un plante abakuá. Han elegido
varios líderes religiosos y laicos católicos para el Parlamento,
recibido a dos papas en la misma generación, disfrutan del feriado por
navidad, festejan la Virgen de la Caridad y el Cardenal les habla por
televisión.
Hace años la
Nación depuso sus objeciones y se reconcilió con la emigración y aunque
todavía hay cosas que no se les permiten, los que viven fuera son bien
recibidos y aquellos que emigran no lo hacen “definitivamente”, tampoco
tienen que entregar un inventario, ceder sus propiedades ni dormir su
última noche en la Patria bajo techo ajeno.
Los
disidentes pasaron de prohibidos a obligatorios y no hay manera de
abrir el correo electrónico o acceder a INTERNET sin recibir sus
andanadas; Yoani la bloquera laureada tiene pasaporte, la lideresa de
las Damas de Blanco se dispone a viajar y planea regresar y a Fariñas se
le ha abierto el apetito. Todos pueden ir y venir porque deambular por
el mundo ya no es pecado ni permanecer en la Isla excusa para notoriedad
inmerecida.
De hecho Cuba ha
cambiado, no para complacer a los americanos sino a pesar de ellos que
ahora tienen un presidente que parece mejor motivado, al cual el
mandatario cubano Raúl Castro ha tendido no una sino varias ramas de
olivo, no para pedirle perdón ni exigirle concesiones, sino para
proponerle dialogar en pie de igualdad y procurar avenencia.
Antes
que ninguna otra cosa Cuba y Estados Unidos deberían hablar porque tal
vez, hablando se entiendan y abrir las manos porque con los puños
cerrados nadie puede estrechar la mano a otro.
Es
cierto que hay todavía obstáculos, pero no son ideológicos ni políticos
y tampoco se asocian a la seguridad nacional mutua. Tal vez no haga
falta complicadas tratativas y baste un guiño para que los Cinco y Alan
Gross, a la vez, desanden el camino y vuelvan todos a casa. Quizás
despolitizando el asunto y colocándolo en un terreno humanitario con las
familias como protagonistas, se encuentre mejor respuesta.
Cuba
ha hecho lo suyo y quienes querían que “Castro moviera fichas” están
servidos. La Isla avanza para mejor y las mutaciones son irreversibles.
Hace falta también mover al imperio anclado en la Guerra Fría. No es
necesario cambiar de cabeza la manzana ni de manos el arco. La pelota
está del lado norteamericano. Allá nos vemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario