Aunque las escuchas sean prohibidas, los servicios de espionaje encontrarán la manera de burlar las prohibiciones.
La información filtrada por el excontratista de la Agencia de
Seguridad Nacional de EEUU (NSA), Edward Snowden, sobre las escuchas de
las conversaciones telefónicas de la canciller alemana, Ángela Merkel,
por los servicios secretos estadounidenses, es la gota que colmó la
paciencia de la comunidad internacional.
Aunque Snowden no logró poner fin al espionaje, al menos obligó a los
servicios secretos a cambiar de actitud. A las agencias de inteligencia
de EEUU les ha sido prohibido espiar las comunicaciones en la sede de
Naciones Unidas.
Con este motivo viene a la mente el viejo chiste de un empleado a
quién le redujeron el salario y su hija le pregunta: “Papa, ¿vas a tomar
menos alcohol?”.
“No, hija mía, tú vas a comer menos”, le respondió.
Lo mismo ocurre con las escuchas. Es difícil predecir si se reducirá
el salario a algún empleado de la NSA a causa de las filtraciones de
Snowden y las respectivas instrucciones del presidente estadounidense,
Barack Obama. Pero está claro que los servicios secretos de EEUU no
reducirán su actividad de espionaje a largo plazo. Y es que cada cual
hace lo que le corresponde, una víbora muerde porque es una víbora y los
servicios secretos espían y escuchan conversaciones porque su trabajo
consiste en hacer lo que para otros está prohibido.
Ilegales e inevitables
Todos los políticos de todos los países del mundo lo saben
perfectamente y consideran que las escuchas ilegales son inevitables.
Así describe el exministro británico de Exteriores, Jack Straw, su
visita a Israel en 2001: “El concepto de conversación privada no existe
en Israel, salvo cuando uno habla al aire libre con un fuerte ruido de
fondo o en una habitación especial protegida contra escuchas. Todo lo
demás, incluidos los automóviles, se espía. Por eso Sherard
[Cowper-Coles, el entonces embajador de Gran Bretaña en Israel] y yo
sostuvimos una rápida conversación en la pista de despegue y aterrizaje
del aeródromo. En el coche concedido por el Gobierno israelí, hablábamos
con más cautela”.
Estas eran las medidas de precaución aplicadas por el ministro
británico en 2001. En aquel momento, Snowden acababa de cumplir 18 años y
no podía imaginar que se convertiría en un famoso filtrador de
información confidencial. Pero Jack Straw –un clásico representante de
la élite diplomática de Occidente- ya se comportaba como si Snowden
hubiera revelado de antemano todos los secretos.
¿Ha denunciado Snowden algo nuevo?
En el libro de memorias del famoso cabildero estadounidense Robert
Winter-Berger, publicado en EEUU en 1972, el autor describe cómo conoció
al entonces líder del Partido Republicano en la Cámara de
Representantes del Congreso de EEUU, Gerald Ford, posteriormente,
presidente del país. “Creo que podríamos trabajar juntos”, le dijo Ford.
“Pero si cometes un error, nuestras relaciones se darán por terminadas,
independientemente de lo buenas que sean. Diré a todos que no te
conozco”, sentenció.
Al final, así fue. Tras una larga y exitosa carrera conspirando en la
sombra, Robert Winter-Berger cometió un error y sus dudosas actividades
salieron a la luz. Y no sólo Gerald Ford sino también muchos otros
amigos de Winter-Berger empezaron a declarar que no le conocían o nada
sabían de sus intrigas.
Los agentes de los servicios secretos -y no sólo ellos- cumplen una
regla obligatoria: se puede hacer casi de todo siempre que no te pillen.
Snowden sorprendió a los servicios secretos estadounidenses con las
manos en la masa. Es casi seguro que Ángela Merkel se suponía que su
teléfono celular podía ser espiado. La canciller nació en Alemania
Oriental, donde se escuchaba todo. Pero no es lo mismo suponer que tener
pruebas de algo que además ya saltó a los titulares de la prensa. En
una situación así es ya imposible hacer la vista gorda, por lo cual
Alemania se ve obligada a estar sorprendida y ofendida, igual que los
Estados Unidos fingen estar arrepentidos.
¿Qué efecto tendrán las restricciones delas escuchas aprobadas en EEUU?
Al principio, se cumplirán a rajatabla. Luego, con el paso del
tiempo, las filtraciones de Snowden pasarán al olvido ´hasta que una
nueva denuncia vuelva a irritar a la comunidad internacional.
Las restricciones se irán relegando a segundo plano y siempre se
encontrará la forma de esquivarlas. Por ejemplo, está prohibido
interceptar las conversaciones de un parlamentario, pero nada se dice
sobre el teléfono de la persona con quién habla este diputado o senador.
Y al pinchar su teléfono se podría escuchar al diputado o senador sin
violar las normas.
Mientras los agentes de los servicios secretos tengan imaginación,
personas como Snowden no serán más que quijotes luchando contra molinos
de viento. Pero también es cierto que un mundo sin quijotes sería
aburrido.
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