En el marco de una comparecencia ante la Comisión de Asuntos Internos del Parlamento Británico, el director del diario The Guardian,
Alan Rusbridger, señaló que el rotativo a su cargo ha publicado sólo
uno por ciento de la información filtrada por el ex analista de la
Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) Edward Snowden y
atribuyó lo anterior a que
hemos hecho una valoración muy selectiva sobre qué publicar.
Cuestionado sobre si The Guardian había puesto en peligro los intereses de Gran Bretaña, Rusbridger señaló:
somos patriotas, y una de las cosas por las que somos patriotas es la naturaleza de la democracia y la naturaleza de una prensa libre, y el hecho de que uno pueda en este país discutir e informar de estas cosas.
El episodio da cuenta de un grave deterioro de los derechos a la
libertad de expresión y a la información en ese país europeo, como queda
de manifiesto con el hecho mismo de que el director de un diario tenga
que comparecer ante el Congreso de su país en el marco de una
investigación por terrorismo. Mucho más grave, en todo caso, es el acoso
y la criminalización sufridos en ese país por quienes han hecho
públicas las filtraciones realizadas por Snowden: debe recordarse que en
agosto pasado el propio Alan Rusbridger denunció que las oficinas del
diario a su cargo habían sido asaltadas por agentes de inteligencia
británica, con el objetivo de localizar archivos con información
filtrada por el ex contratista de la NSA, y que el episodio derivó en la
destrucción de varios discos duros.
Ese precedente basta para discrepar la afirmación del director de The Guardian
sobre la supuesta naturaleza democrática y respetuosa de la libertad de
prensa del régimen británico, y se suma a la censura y la persecución
férreas que han sido ejercidas por gobiernos como el de Londres y el de
Washington en contra de los actores que han sacado a la luz pública
numerosas tropelías cometidas al amparo del poder político: desde la
reclusión que vive Julian Assange desde hace casi año y medio en la
embajada de Ecuador en Inglaterra hasta el acoso denunciado por el
periodista estadunidense Glenn Greenwald –quien ha publicado las
filtraciones realizadas por Snowden–, cuyo novio, el brasileño David
Miranda, fue detenido e interrogado por agentes británicos en el
aeropuerto de Londres en agosto pasado, con base en la legislación
antiterrorista de ese país.
En suma, y pese a lo afirmado ayer por Alan Rusbridger, si algo ha
quedado de manifiesto a raíz de la publicación de filtraciones como las
realizadas por Snowden es el carácter antidemocrático y contrario a la
libertad de prensa y el derecho a información del régimen británico, el
cual, lejos de procurar el esclarecimiento de acciones gubernamentales
presumible o abiertamente ilegales –de las cuales la opinión pública
internacional sólo conoce un mínimo porcentaje, según lo señalado por el
propio director de The Guardian– ha decidido tender sobre ellas un manto de opacidad, de censura y de impunidad.
Tomado de http://www.jornada.unam.mx/
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