sábado, 3 de noviembre de 2012

Un premio de Columbia

Un reciente premio concedido por la Universidad de Columbia, Nueva York, me ha traído el recuerdo de un sonado escándalo ocurrido en 1955, cuando esa casa de estudios concedió un Doctorado Honoris Causa al dictador guatemalteco coronel Carlos Castillo Armas.

El asunto resultó grotesco, pues el personaje carecía de todo mérito intelectual, salvo el de haberse entrenado en la base militar de Fort Leavenworth, en Kansas, EE.UU. Pero lo que le faltaba de intelecto le sobraba de contactos con la CIA, a cuyas órdenes intentó derrocar al presidente Juan José Arévalo, quien había dictado un código de trabajo y emprendido una campaña de alfabetización. Luego, tras fracasar en su intento golpista, Castillo fugó en 1951 hacia Honduras.

Desde allí comandó en 1954 la invasión militar contra Guatemala montada por la United Fruit y la CIA, para derrocar al nacionalista gobierno del presidente Jacobo Árbenz, sucesor de Arévalo, al que acusaban de “comunista”, ya que había puesto en marcha un programa de reformas moderadas, que incluía una reforma agraria beneficiosa para los campesinos y perjudicial para la empresa bananera.

La invasión fue brutal. Los aviones mercenarios bombardearon a la población civil, buscando sembrar el terror. Al fin, Árbenz renunció y salió al exilio, mientras Castillo Armas era consagrado dictador y desataba una salvaje persecución contra todo lo que oliera a democracia. Encarceló a 10 mil opositores y torturó o asesinó a otros miles, a la vez que suprimía la reforma agraria y la alfabetización, disolvía los sindicatos y cooperativas agrarias y disponía la quema de millones de libros.

Poco antes de la invasión, y para prepararla, el secretario de Estado John Foster Dulles, que era también abogado de la United Fruit, había pedido en la X Conferencia de Cancilleres de la OEA una sanción política contra Guatemala. Ante la resistencia de algunos países, Dulles se prodigó en amenazas y chantajes. Según Guillermo Toriello, canciller de Árbenz, “al canciller de Bolivia lo amenazaron con cancelar un crédito de 14 millones de dólares. Al canciller del Ecuador lo chantajearon también, amenazándolo con no darle a su país el crédito pendiente de 8 millones de dólares para la construcción de carreteras”.

En ese marco, la Universidad de Columbia premió con su doctorado a Castillo Armas, nuevo “campeón de la democracia”. Entonces, justamente indignado, alzó su voz de protesta el notable escritor y ex presidente de Venezuela doctor Rómulo Gallegos. En una memorable carta al presidente de esa universidad, expresó: “Me niego a compartir honores con Castillo Armas” y devolvió el doctorado de igual tipo que le había sido otorgado por Columbia en 1948.

Castillo Armas moriría en su ley en 1957, asesinado por uno de sus guardias, mientras crecían la buena fama y el mérito intelectual de Rómulo Gallegos. Su nombre sería dado al más prestigioso Premio Internacional de Novela de nuestra América, en 1965, así como a un afamado Centro de Estudios Latinoamericanos creado en 1972.

Por  Jorge Núñez Sánchez

Primer Dirio Público, Guataquil, Ecuador

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