El sistema político que EEUU diseñó hace más de doscientos años para las trece colonias existentes en aquella época, evolucionó hasta devenir en una compleja administración de lo que actualmente es ese país: la única superpotencia, integrada por cincuenta estados, el distrito de Columbia, y cinco territorios de ultramar: Puerto Rico, las Islas Vírgenes de EEUU en el Caribe, Samoa Americana, Guam y las Islas Marianas del Norte en el Pacífico.
No obstante, tras intentar
establecer un sistema de organización política diferente del régimen
monárquico y colonial, buscando implementar un modelo de democracia
representativa que garantizara la delegación de soberanía del pueblo a
sus gobernantes y representantes, EEUU concibió un sistema electoral que
hasta hoy perdura y que poco o nada ha evolucionado.
Hablamos
del Colegio Electoral o Sistema de Votación Indirecta de EEUU. Las
elecciones presidenciales en este país tienen una historia repleta de
curiosidades que derivan precisamente de ese sistema. Suele suceder que
un candidato que haya perdido las elecciones a nivel nacional, pueda
acceder a la presidencia gracias a la votación indirecta.
Valga
como ejemplo de ello lo que ocurrió por última vez en 2000, cuando el
demócrata Al Gore ganó el voto popular por una diferencia de 489 480,
pero el republicano George W. Bush ganó la presidencia. Los republicanos
Rutherford B. Hayes en 1876 y Benjamin Harrison en 1888 también ganaron
en el Colegio Electoral a pesar de que perdieron la votación popular.
Para
precisar, el Colegio Electoral de EEUU es un proceso para elegir al
presidente y vicepresidente del país, en el que participan quinientos
treinta y ocho compromisarios o representantes de los electores
primarios. Para ganar la presidencia, un candidato debe obtener los
votos de al menos doscientos setenta compromisarios o delegados. Si
ningún candidato presidencial alcanza ese número de votos, la elección
se decide entonces en la Cámara de Representantes, en la que cada estado
tiene un voto.
La cantidad de delegados equivale al
número de legisladores en el Congreso: cuatrocientos treinta y cinco en
la Cámara de Representantes, cien en el Senado (dos por cada uno de los
cincuenta estados) y tres por el Distrito de Columbia. El número de
representantes de los electores primarios en cada estado es igual a su
número de miembros en la Cámara de Representantes, más uno por cada uno
de sus dos senadores.
Los ciudadanos estadounidenses
confían a los compromisarios su voto para elegir al candidato de su
preferencia como presidente del país. Los delegados son libres de votar a
favor de cualquier persona en las presidenciales, pero no lo deberían
hacer puesto que están comprometidos a votar por los candidatos de los
electores primarios.
Basándose en esa precisión, en
los materiales publicados por la prensa estadounidense, en las
documentaciones de los institutos de derechos humanos, la Comisión
Electoral Central (CEC) de Rusia publicó un informe sobre los defectos
del sistema electoral estadounidense que los defensores rusos de los
DDHH criticaron. Esto demuestra que los defensores rusos están más
preocupados por defender los intereses de las trasnacionales, solapados
por la etiqueta de “los intereses de EEUU”, que de los valores
democráticos, ya que dependen de su financiamiento, dijo el presidente
de la CEC, Vladímir Chúrov.
De acuerdo con el
informe, el sistema electoral estadounidense se basa en las
disposiciones de la Constitución de EEUU, la cual permite que una
persona ocupe un cargo que supuestamente debe ser asumido tras el voto
popular, hecho que es inaceptable para un estado democrático; el uso de
las tecnologías de la información para sufragar en algunos estados del
país tales como los teléfonos móviles e Internet, facilita expresar la
voluntad del pueblo, pero no garantiza el voto secreto.
Además,
en el informe la organización de DDHH Advancement Project constata que
unos diez millones de latinoamericanos se verán impedidos de votar en
las elecciones presidenciales; otras fuentes señalan que apenas serán
unos 219 000, debido a leyes aprobadas en varios estados que exigen
mostrar documentos de identidad para votar o para inscribirse en el
padrón electoral.
Cabe destacar que la comunidad
latinoamericana (cincuenta millones de hispanos que representan
solamente el 16 % de la población estadounidense), es una de las más
numerosas en EEUU que aspira obtener como resultado de este proceso
electoral una representación sin precedentes en el Congreso, pues ya es
consciente, al igual que otras comunidades, que la única manera de
defender sus intereses es participando activamente en la vida política
del país.
En la actualidad hay seis millones de
latinoamericanos a punto de convertirse en ciudadanos estadounidenses y
hay otros seis millones que no están registrados. En total doce millones
de latinoamericanos, entre el 26-28 % más en comparación con el número
de votantes en 2008, podrían sufragar en las elecciones del 6 de
noviembre.
Analizando el informe de la CEC podemos
llegar a la siguiente conclusión: el fraude electoral es inminente si
Barack Obama gana las elecciones por voto popular, puesto que puede
perderlas en el Colegio Electoral donde Goldman Sachs jugará su papel
decisivo para influenciar en los votos de los compromisarios a fin de
evitar no tanto que el actual presidente estadounidense sea reelecto,
sino que las mayorías cobren más fuerza y así poder mantener el statu quo en el país, es decir sostener el gobierno de las transnacionales y no de los presidentes.
Autor: Ricardo Zedano, para La Voz de Rusia
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