“Juba” era el apodo dado por las fuerzas estadounidenses
invasoras/ocupantes a un fenómeno pop iraquí; un francotirador que llegó
a ser legendario por sus víctimas en el sur de Bagdad. Era un fantasma.
Nadie conocía su nombre, su apariencia, incluso si era iraquí o no.
No tuvo importancia que los abogados de Routh –y su familia–
insistieran en que sufría psicosis, causada por trastornos por estrés
postraumático (PTSD). Fiscales en Texas fácilmente lo descartaron
“probando” que los episodios de PTSD de Routh eran provocados por
alcohol y marihuana.
Francotirador –la película– no pudo dejar de convertirse en un
fenómeno de la cultura pop en EE.UU. Kyle, representado por Bradley
Cooper, es Harry el sucio en uniforme de combate – un especialista en la
deshumanización del “enemigo” anónimo mientras los extirpa uno tras
otro. Sucede que el “enemigo” estaba defendiendo su patria contra una
fuerza invasora/de ocupación.
Interviene la justicia poética y el máximo Francotirador se deshumaniza él mismo. Le diagnostican PTSD.
En un cruel vuelco del destino, termina por ser extirpado en su país,
en un polígono de tiro, por alguien a quien trataba de ayudar; un
soldado con –adivinasteis– PTSD.
Por cada soldado estadounidense muerto en 2014, no menos de 25
veteranos cometieron suicidio. Por el segundo año sucesivo, el Pentágono
ha perdido más soldados por suicidio que en combate. Ah, pero en Texas,
ese asunto es tema para afeminados.
Kyle, según su propia versión, mató a más de 300 soldados enemigos
como francotirador del Team 3 de los SEAL. Después de abandonar las
fuerzas armadas, su expiación fue ayudar a veteranos de guerra con PTSD,
llevándolos a –qué iba a ser– disparar.
Clint Eastwood es mucho más matizado de lo que se reconoce – y lo que
pueden implicar sus engañosamente superficiales entrevistas publicadas
durante años. Podría ser solo que, apelando a los instintos más
primitivos, puede haber consagrado a otro héroe estadounidense para
presentar mejor una cinta contra la guerra.
Lo que nos lleva al ejemplo opuesto de Francotirador: Juba,
Apuntando a ese tiro solitario
“Juba” era el apodo dado por las fuerzas estadounidenses
invasoras/ocupantes a un fenómeno pop iraquí; un francotirador que llegó
a ser legendario por sus víctimas en el sur de Bagdad. Era un fantasma.
Nadie conocía su nombre, su apariencia, incluso si era iraquí o no.
Juba se convirtió en una leyenda en el mundo árabe porque solo
apuntaba a soldados de la “coalición” – de las tropas
invasoras/ocupantes, todas fuertemente protegidas por vehículos
blindados, blindaje corporal y cascos. Traducción: solo mataba a
estadounidenses que habían sido llevados a creer –por el Pentágono y la
maquinaria de los medios corporativos de comunicación– que estaban
“liberando” Irak de Sadam, quien estaba aliado con al-Qaida y “nos atacó
el 11-S”. Lo oí directamente de muchas bocas de soldados – sin tratar
de ser irónico.
Juba mataba desde una distancia de 200 metros – algo que el Francotirador” difícilmente podría lograr.
Juba era infinitamente paciente, y devastadoramente exacto. Disparaba
solo un tiro – y cambiaba de posición. Nunca hacía un segundo disparo.
Apuntaba a la brecha más pequeña en el blindaje corporal del soldado, y a
la parte más baja de su columna vertebral, costillas, o por sobre su
pecho. Ningún equipo de especialistas francotiradores estadounidenses
logró rastrearlo.
Esto explica, en pocas palabras, por qué Juba se convirtió en una
leyenda urbana en Bagdad, el triángulo suní, y más allá. Lo que es
virtualmente seguro es que era miembro del Ejército Islámico en Irak
(jaysh al islāmi fī’l-’irāq). Un héroe de la resistencia contra los
invasores, por cierto, pero lejos de ser salafista-yihadista.
El Ejército Islámico en Irak, a mediados de los años 2000, era el
principal grupo de resistencia contra los estadounidenses, como afirmaba
el ex vicepresidente iraquí Tariq al-Hashemi. Eran todos ex baasistas
–suníes, chiíes y kurdos– trabajando en conjunto. Y lo mismo hacía Juba –
de quien se pensaba que era suní. Pero eso no fue nunca totalmente
confirmado.
En esos días, la resistencia no podía dejar de ser popular – la
“liberación” significó que más de 50% de los iraquíes estaban
desnutridos; por lo menos 1 de cada 3 moría literalmente de hambre; y
por lo menos un 50% de toda la población vivía en la pobreza más
absoluta.
A fines de 2005, el Ejército Islámico en Irak publicó un video de 15
minutos de duración sobre los Mayores Éxitos de Juba. A mediados de 2006
circulaba toda clase de cifras sobre la verdadera cantidad de sus
víctimas. Incluían a un equipo de cuatro francotiradores de los marines
en Ramadi, en el “triángulo de la muerte”, cada uno de un solo tiro a la
cabeza.
Los francotiradores estadounidenses siempre operaban en equipos de
por lo menos dos, un tirador y un rastreador. Un rastreador tenía que
ser extremadamente experimentado, utilizando un cálculo muy complejo
para considerar, por ejemplo, variaciones del viento y coeficientes de
arrastre. Juba, en cambio, trabajaba solo.
Rebelde con un Dragunov
El Ejército Islámico de Irak gustaba de alardear de que Juba –y otros
francotiradores– habían sido esencialmente entrenados según el libro El
óptimo francotirador: un manual avanzado de entrenamiento para
francotiradores militares y policiales (Paladin Press, 1993; edición
expandida en 2006); escrita por el francotirador estadounidense en
retiro John Plaster.
Qué fabulosa historia posterior a la Guerra Fría; es posible que las
tácticas hayan sido prestadas por el invasor (estadounidense); pero el
arma elegida era rusa.
El “nido” usual de Juba –donde se atrincheraba antes de un ataque–
estaba invariablemente decorado por una colección de colchones, que
amortiguaban el sonido de su rifle Dragunov de francotirador, conocido
también como SVD; un semiautomático diseñado por Evgeniy Dragunov en la antigua URSS a fines de los años 1950. El SVD
ha sido apreciado como el primer rifle militar de precisión hecho
específicamente para francotiradores. Por lo tanto, considerando las
estrechas relaciones entre la URSS y el Irak de Sadam, no es
sorprendente que los militares baasistas hayan estado familiarizados con
el Dragunov.
El “souvenir” de marca de Juba también llegó a ser tan legendario
como su persona de Hombre Invisible: un solo cartucho, y unas pocas
palabras escritas en árabe: “Lo que ha sido cobrado en sangre no puede
ser recuperado excepto mediante sangre. El francotirador de Bagdad.”
Hubo una época a fines de 2005, comienzos de 2006, cuando yo seguía
de cerca la resistencia iraquí, incluso cuando no estaba en terreno, en
la que jugaba con la idea de escribir un drama sobre Juba. Era una
especie de héroe al estilo de Camus para muchos iraquíes; un rebelde
existencial, pero con un Dragunov. Finalmente descarté la idea, por
considerar que solo un iraquí podría examinar en toda su dimensión la
psicología del francotirador de Bagdad.
Hoy en día, el francotirador de Bagdad puede sobrevivir solo como el
fantasma de una desvanecida leyenda urbana. El propio Bagdad ha cambiado
su estatus de principalmente suní a principalmente chií – y sus nuevos
temores se centran en el ficticio Califato ISIS/EI/Daesh. El
Francotirador, por su parte, viaja por el planeta como un célebre héroe
digital, incluso si derechistas estadounidenses se quejan ruidosamente
de que ni la cinta de Clint Eastwood ni Bradley Cooper no hayan recibido
ningún Oscar. Solo muestra –una vez más– que desde Vietnam, el Imperio
del Caos solo gana sus guerras en Hollywood.
*Pepe Ecobar
*Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is
Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a
snapshot of Baghdad during the surge (Nimble Books, 2007), y Obama does
Globalistan (Nimble Books, 2009). El nuevo libro de Pepe Escobar es
Empire of Chaos.
Tomado de http://www.tercerainformacion.es
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