Fue Halloween hace diez días en los Estados Unidos. Después de haber
pasado los últimos 11 años en prisión de EE.UU. en Guantánamo, Cuba, he
aprendido bastante sobre la cultura estadounidense. Entiendo que es
habitual que las personas se vistan con máscaras y abracen diferentes
identidades durante una noche. En el Campo 5 de Guantánamo, las máscaras
rara vez se caen.
Veamos, por ejemplo, a uno de nuestros guardias militares aquí. Con 195
cm de alto y 114 kilos, Biggie es el nombre que los presos le han dado.
Soldado joven de unos 20 años, Biggie puede ser muy cortés y servicial.
A menudo hace mandados para nosotros y nos habla con respeto. Pero
Biggie es también el más brutal de los guardias.
En febrero de este año, mis compañeros de prisión en Guantánamo y yo comenzamos una huelga de hambre para protestar por el encarcelamiento indefinido sin cargos. Yo también, rutinariamente, he participado en estas protestas pacíficas, negándome a salir de mi celda o ir a la zona de recreo.
Un procedimiento conocido como “Forced Cell Extraction” (Extracción Forzada de la Celda, FCE) se utiliza para transportar a los presos que protestan. Una extracción típica comienza con el equipo de FCE golpeando mi cara contra el suelo. Cuatro hombres me agarran las piernas y los brazos y un quinto toma mi cabeza. El líder del equipo pone mis pies y mis brazos junto a mi espalda en un solo punto, mientras los otros guardias presionan sobre mí, en ese mismo lugar, con todo su peso.
Biggie es el líder del equipo de la FCE en mi pabellón. Él es el que casi rompe mi espalda en cada extracción forzada. Él es también quien me pone las esposas todo lo apretado que puede, corta las ligaduras de plástico y luego me somete a un cacheo humillante. Tengo suerte si Biggie y el equipo de FCE me manejan solo como a un saco de papas.
Recientemente le pregunté a Biggie sobre esta contradicción de su personalidad. Su única respuesta es que él “simplemente hace lo que le dicen”.
A menudo reflexiono sobre cómo Biggie refleja las contradicciones de su país. Los funcionarios estadounidenses electos me han tildado a mí y otros prisioneros aquí como “lo peor de lo peor”. Nos llaman “terroristas”. Sin embargo, a pesar de estas afirmaciones, no he sido acusado de un crimen ni se ha presentado ninguna prueba que apoye mi encarcelamiento estos largos años. De hecho, las administraciones de Bush y de Obama han ordenado mi liberación.
Por supuesto, Guantánamo no me define. Llegué aquí atado de manos y pies, con unos extraños espejuelos cubriendo mis ojos y esperando la muerte. Hasta ese momento, había sido solo un profesor de Inglés, un traductor, un voluntario de un grupo humanitario residente en Gran Bretaña, un marido y padre de cuatro hijos .
Yo sé quién soy. Pregunto al pueblo estadounidense cuál es el verdadero rostro de su país – el bueno o el malo. Rezo para que los estadounidenses no sigan permitiendo que sus semejantes sufran tales atrocidades en nombre de la seguridad. Sueño con que van a encontrar la fuerza para desafiar pacíficamente el poder. Y espero que en sus acciones muestran más humanidad que la que nosotros hemos visto.
(Traducido por Cubadebate)
En febrero de este año, mis compañeros de prisión en Guantánamo y yo comenzamos una huelga de hambre para protestar por el encarcelamiento indefinido sin cargos. Yo también, rutinariamente, he participado en estas protestas pacíficas, negándome a salir de mi celda o ir a la zona de recreo.
Un procedimiento conocido como “Forced Cell Extraction” (Extracción Forzada de la Celda, FCE) se utiliza para transportar a los presos que protestan. Una extracción típica comienza con el equipo de FCE golpeando mi cara contra el suelo. Cuatro hombres me agarran las piernas y los brazos y un quinto toma mi cabeza. El líder del equipo pone mis pies y mis brazos junto a mi espalda en un solo punto, mientras los otros guardias presionan sobre mí, en ese mismo lugar, con todo su peso.
Biggie es el líder del equipo de la FCE en mi pabellón. Él es el que casi rompe mi espalda en cada extracción forzada. Él es también quien me pone las esposas todo lo apretado que puede, corta las ligaduras de plástico y luego me somete a un cacheo humillante. Tengo suerte si Biggie y el equipo de FCE me manejan solo como a un saco de papas.
Recientemente le pregunté a Biggie sobre esta contradicción de su personalidad. Su única respuesta es que él “simplemente hace lo que le dicen”.
A menudo reflexiono sobre cómo Biggie refleja las contradicciones de su país. Los funcionarios estadounidenses electos me han tildado a mí y otros prisioneros aquí como “lo peor de lo peor”. Nos llaman “terroristas”. Sin embargo, a pesar de estas afirmaciones, no he sido acusado de un crimen ni se ha presentado ninguna prueba que apoye mi encarcelamiento estos largos años. De hecho, las administraciones de Bush y de Obama han ordenado mi liberación.
Por supuesto, Guantánamo no me define. Llegué aquí atado de manos y pies, con unos extraños espejuelos cubriendo mis ojos y esperando la muerte. Hasta ese momento, había sido solo un profesor de Inglés, un traductor, un voluntario de un grupo humanitario residente en Gran Bretaña, un marido y padre de cuatro hijos .
Yo sé quién soy. Pregunto al pueblo estadounidense cuál es el verdadero rostro de su país – el bueno o el malo. Rezo para que los estadounidenses no sigan permitiendo que sus semejantes sufran tales atrocidades en nombre de la seguridad. Sueño con que van a encontrar la fuerza para desafiar pacíficamente el poder. Y espero que en sus acciones muestran más humanidad que la que nosotros hemos visto.
(Traducido por Cubadebate)
Tomado de http://www.radiosantacruz.icrt.cu
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