Para
cuando el actual presidente de la república guatemalteca el militar y
genocida Otto Pérez Molina, andaba en festín de propaganda política
recuerdo muy bien que varios letrados salían en su defensa tratando de
dar de baja mis artículos que hablaban de memoria histórica, conciencia
e identidad. Como otros miles yo también no quería que un militar
llegara a ser el presidente de Guatemala, no uno de la calaña suya:
violador, torturador y asesino.
GENOCIDA RÍOS MONTT
En aquella ocasión los comentarios a mis
artículos eran del tipo de: “No hubo genocidio, tal vez excesos pero
genocidio nunca.” Me lo dijo una catedrática de la universidad Francisco
Marroquín. “Prefiero un presidente militar a un narcotraficante.”
Catedrático de la universidad de San Carlos. “Es mejor tener una
vicepresidenta ladina que una indígena.” Doctor egresado de la Landívar.
“No se ofusque que mire, es mejor tener un militar que ponga orden y
no un payaso”. Árbitro Internacional de Fútbol. “Pero fueron indios a
los que mataron y con esto nos hicieron un favor hay que exterminarlos
porque hay que mejorar la raza.” Palabras salidas del ronco pecho de una
licenciada en Pedagogía egresada de la Landívar. “El conflicto armado
ya pasó, hay que olvidarlo.” Docente de la Escuela de Psicología de la
universidad de San Carlos.
Poco se puede decir de la gente de pies
descalzos que desconoce lo que sucedió en Guatemala, esa plebe que
sufre de hambruna en la extrema pobreza de un país socavado y en los
puros huesos, a éstas parvadas que solo utilizan en tiempos de
elecciones presidenciales y les regalan una bolsa de comida, una pala o
una piocha para comprarles el voto, gente que no sabe que por una bolsa
de abono está dando el permiso a docenas de mafias para que gobiernen
el país. Estas multitudes que se mueren de hambre en el olvido total
de un sistema corrupto, manipulador y asesino. ¿Cómo culparlas? Si
dicha es la que sienten cuando llegan las caravanas con las bocinas y la
música y las bolsas de comida a alegrarles las penas y a arrebatarles
con el voto: la voz, el poder y la libertad que no saben que los tienen
porque el sistema se ha encargado de mantenerlos en total nulidad.
Para nada sorprende el punto resolutivo
del Congreso de la República en el niega la existencia del genocidio
en Guatemala en la época del conflicto armado interno. ¿Qué esperar
de algunos egresados de universidades que han tenido la valiosa
oportunidad y el privilegio de beneficiarse con la educación
superior? Si lo que hacen con esto es traicionar el suelo que los
parió. Estos que saben perfectamente que colocando a un genocida en la
silla presidencial se les facilita el camino al desfalco, a la trata de
personas con fines de explotación sexual y laboral, a la expropiación de
tierras, a los crímenes sin castigo porque la justicia es manipulable
por la impunidad, misma que ellos mantienen vigente. ¿Qué clase de
hijos con estos? Ciudadanos corruptos y deshonestos.
GENOCIDA OTTO PÉREZ MOLINA
Ahí están las consecuencias de un voto
que favorece a unos cuentos y lapida a millones. Un voto que deja carta
libre al crimen organizado que de clandestino no tiene nada porque se
lía perfectamente con el sistema de justicia del país.
¿Qué sigue ahora? ¿Qué por decreto
castiguen con cárcel a quien se atreva a decir que sí hubo genocidio? Y
peor que comiencen las desapariciones de personas. ¿Qué vuelva la panel
blanca? Si ya está, en otro color y en trasporte militar que no utiliza
placas. En mafias operadas por Cacif , policía y ejército. En limpieza
social. Nos están matando a la juventud en un disfraz de violencia
común y nosotros; como pueblo nauseabundo aplaudimos los feminicidios
porque, “de seguro en algo andaban.” “A nadie lo matan por gusto,”
“dicen que andaba en malos pasos.” La pregunta es, ¿cuáles son los
malos pasos en un país gobernado por mafias y genocidas y un pueblo que
solapa?
Un país en el cual los hijos se atreven a
escupir el vientre que los parió. Hoy son los legisladores, ayer los
togados de la Corte Suprema de Justica, en otra ocasión los de la Corte
de Constitucionalidad, qué decir del puñado de abogados lanzando
piedras a colegas justos y honrados. Pero, ¿y nosotros? Los ciudadanos
comunes y corrientes que trabajamos honradamente para ganarnos el pan
del día a día, estamos peor que ellos porque avalamos con nuestro
silencio lo que estas mafias hacen. No nos da por dónde informarnos,
leer, investigar, preguntar. Estudiantes universitarios que por
haraganes se quedan con lo que dice el catedrático y no se dignan a
cuestionarlo, a debatirlo, a exponer un punto de vista distinto. A
pensar por sí mismos.
Cómplices somos, por solapar. Y todavía
con el descaro de apedrear a quien se atreve a pensar distinto. De
señalarlo, de tratar de bajarle el ímpetu, de meterle zancadilla y si
se puede de descalificar su capacidad de raciocinio. No somos mejores
que los traidores confesos. Lo nuestro es por callar y disimular, por
comodidad. Me refiero a quienes saben lo que ha sucedido en Guatemala y
aun así con su silencio dejan las puertas de par en par para que pasen
los transgresores del sistema de justicia. Ser cómplices de esta
barbarie es traicionar a nuestros ancestros, a nuestra juventud, a
nuestros niños y a los que están por venir a este mundo de miseria. A
quienes murieron defendiendo el ideal de hacer de Guatemala un país
digno, próspero y en libertad.
Sigamos aplaudiendo goles de equipos de
fútbol en ligas extranjeras, soñando con que no somos guatemaltecos
porque nos causa vergüenza el color de piel, nuestra variedad de idiomas
y nuestra pluriculturalidad. Dejémosle el camino libre a quien quiera
hacer con nuestra voz y nuestros derechos lo que se le ronque la gana.
Total, a nosotros con que nos den circo nos alegran la existencia.
Sí hubo genocidio y los hijos que lo
nieguen son unos infames. Qué la justicia de sus ancestros les reclame
la honra y los haga pagar la traición.
Guatelmateca, corresponsal de Resumen Latinoamericano en EEUU
Tomado de http://clarindecolombia.info
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