Cuando apenas le quedan tres días para abandonar su cargo como Secretaria de estado, Hillary Clinton ha cometido una de sus últimas utópicas profesías, al augurar un “pronto final” para la Revolución Cubana, cosa que llevan intentando vanamente los EE UU por más de cinco décadas. Le faltó es escrúpulo de decir todas las oscuras maniobras y componendas en las que se involucró a los participantes de un encuentro con medios de comunicación y jóvenes de todo el mundo. Lamentándose y usando la manipulación de costumbre, declaró: “Desafortunadamente, aún hay una dictadura en Cuba, aunque tenemos la
esperanza de que esa situación cambie pronto, y quedan retos
democráticos en otros países, pero la evolución y la consolidación de
las libertades en América Latina es muy positiva y creo que ese es el
camino que hay que continuar”
Desconociendo que América Latina busca sus propios derroteros de integración y se ha cansado de ser el traspatio del Imperio; desconociendo la injerencia permanente de su país para promover golpes de estado, urdir conflictos y desarticular a las fuerzas progresistas, la Clinton también declaró con cinismo: “Tenemos una relación muy estrecha
con América Latina y quiero que sea todavía más estrecha. Estoy
trabajando con el presidente Obama para cerrar acuerdos en el segundo
mandato que tengan mayor relevancia”. Obviamente, desconoció que Estados Unidos mantiene solo estrechas relaciones con escasos países que le sirven como punta de lanza para minar la unidad de las naciones latinoamericanas. Ignora, pues, que la época de la genuflexión, ha ido quedando atrás.
En sus declaraciones, dejando a un lado los principales conflictos bélicos que han generado las intervenciones militares norteamericanas en diversos rincones del mundo, quiso vender la manida imagen de ser una defensora a ultranza de los derechos de la mujer. Al respecto, declaró: “Haré todo lo
posible para garantizar que la mujer compita a los niveles más altos,
no sólo en EE UU, sino en todo el mundo. Cuando se ponen barreras a la
mitad de la población, se está deteniendo el propio desarrollo”. ¿Incluirá en ese deseo, me pregunto, a las miles de mujeres asesinadas en Afghanistán, Libia, Siria, Mali, Irak, Palestina y otro oscuros rincones del mundo por los drones, bombas y misiles Made in USA? ¿Incluirá, acaso, a los millones de mujeres, quienes junto a sus hijos, son pasto del hambre, la pobreza y la insalubridad en el mundo? ¿Incluirá también a los millones de latinas que son discriminadas en EE UU y penden del peligro de ser deportadas, mientras esperan por una reforma migratoria que no parece ser aprobada? ¿Incluirá también a las jóvenes violadas por las tropas yanquis en Japón, Colombia y otras naciones con total impunidad?
La Clinton, aunque lo niega, aspira a la presidencia en 2016. Para dar los primeros pasos en esa dirección se ha creado un grupo de trabajo denominado Ready for Hillary, encargado de recabar, desde ahora, sus fondos para la futura campaña. Mientras tanto, ha dejado al ya juramentado John Kerry una enorme "papa caliente" en asuntos de política exterior, la que no podrá ser resuelta ni con la ayuda del mago Merlin. Ella lo sabe: el mundo es cada vez más anti hegemonista y rechaza la injerencia de su nación; el mundo busca, mal que bien, en cada país, dentro de sus propias particularidades, la ansiada solución a la subsistencia; el mundo busca un futuro mejor, cuya expresión ha tenido múltiples manifestaciones como el crecimiento de los movimientos sociales, la búsqueda de la independencia, el rechazo al noeliberalismo, al endeudamiento y a las crisis, fuentes del desempleo y la pobreza. ¿Cambiará ella este status quo imperante si llega alguna vez al despacho oval de La Casa Blanca? Evidentemente, no.
Ella ignora la verdadera razón de la inestabilidad política en varias naciones del Oriente Medio, la propia Europa e, incluso, en su propia nación, en la que prolifera el descontento mediante el movimiento Ocuppy Wall Street. Ella ignora las causas de la Primavera Árabe y otras explosiones sociales de descontento. Lo ignora, porque prefiere ignorar que ella es culpable directa de estos hechos.
La Clinton exige a los pueblos el papel de borregos y que hagan gala de la resignación. Toda protesta es para ella sinónimo de terrorismo. Con desfachatez, declaró:
“Tras la Primavera Árabe, muchos han optado por la violencia y no por
las vías democráticas para defender sus ideales. Esa violencia es, ante
todo, una amenaza para los propios ciudadanos de África”, ha indicado.
“Las democracias no se construyen de la noche a la mañana, se necesita
paciencia y perseverancia para consolidar una democracia estable”. ¿Qué democracia capitalista devolverá a los oprimidos sus plenos derechos o les garantizará una vida mejor, sin exclusiones sociales y sin pobreza? Esa democracia propugnada por EE UU es pútrida y añeja, devenida en callejón sin salida para los pueblos y convertida en sostén de la dependencia y la sumisión.
Con la Clinton siempre estuvo en peligro la Paz y siempre estuvieron en peligro las reservas naturales que, aún escasas, le quedan a la Humanidad. La intervención militar de EE UU en cualquier lugar del planeta tiene como motivo la apropiación de los recursos naturales como el petróleo, el uranio, el agua y otros valiosos recursos de la naturaleza. Hillary apostilló: “Si no hacemos algo, en 10 años la lucha
por los recursos naturales se convertirá en un problema”. ¿Y qué hará su país para resolver este entuerto? Seguir interveniendo militarmente para apropiarse de lo poco que aún le queda a los pueblos del planeta para garantizar el consumismo desenfrenacio de su gran nación.
Por último, la Clinton confesó, casi llorosa, que lo que más le afectó en su cargo fue la muerte de su buen amigo Chris Stevens durante el ataque al consulado yanqui en Bengasi. No dijo, empero, que este embajador era un experimentado agente de la CIA y que misión era coordinar el envío de armas y espías para desestabilizar a países como Siria, Irán y Egipto. No dijo tampoco que Stevens era el principal reclutador de mercenarios y uno de los principales responsables de la muerte de miles de personas inocentes.
Una verdad está sobre el tapete: Hillary ha dejado la Secretaría de Estado, pero eso no cambia la política de Estados Unidos hacia el mundo. Podrá Kerry ser más astuto y diplomático, podrá vender más promesas, pero las pretensiones hegemónicas seguirán para desgracia de nuestros pueblos.
Percy Francisco Alvarado Godoy.