El periódico
austríaco Die Presse aseguró que el embajador de Estados Unidos en Austria fue
quien comunicó la falsa noticia de que el topo de la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA por sus siglas en inglés) Edward Snowden se encontraba a bordo
del avión del presidente boliviano Evo Morales. En una noticia publicada en la
edición del 3 de julio de ese diario se afirma que poco después que aterrizara
el avión de Morales “el Ministerio de Asuntos Exteriores de Viena recibió una
llamada telefónica”. Quien llamó no era otro que el embajador de Estados Unidos
en Austria, William Eacho.
Según Die
Presse éste “afirmó gran certidumbre de que Edward Snowden estaba a bordo del
avión boliviano.” Eacho también hizo mención a “una nota diplomática
solicitando la extradición de Edward Snowden”. Se despejan así las dudas que
habían rodeado las enigmáticas declaraciones de José Manuel García-Margallo,
ministro de Asuntos Exteriores de España, quien había dicho que “las reacciones
de los países europeos” de bloquear el vuelo de Evo Morales se produjeron
porque “nos dijeron que [los datos] estaban claros.” García-Margallo se negó a
revelar quiénes les habían proporcionado esos datos. Ahora lo sabemos.
El
presidente Barack Obama había designado a Eacho como embajador de Estados Unidos
en Austria en Junio de 2009, pese a que carecía por completo de experiencia
diplomática. Era el CEO de una gran empresa de desarrollos inmobiliarios, el
Carlton Capital Group –que, además, administra varios fondos buitre– y
vicepresidente de Alliant Foodservice Corporation, una empresa de servicios de
distribución de comidas. Sin embargo, su rotundo analfabetismo diplomático se
compensaba con los méritos que cosechó al ser uno de los principales
recaudadores de fondos (fundraisers) de la campaña presidencial de Obama. Una
vez instalado en la Casa Blanca, el insólito Premio Nobel de la Paz lo
recompensó enviándolo a Viena, sea para hacer negocios o para disfrutar del
esplendor de esa magnífica ciudad centroeuropea.
Todo este
incidente revela varias cosas: primero, que quien estuvo detrás de esta
gravísima violación a las reglas formales e informales de la diplomacia que
rigen las relaciones entre las naciones fue el Gobierno de Estados Unidos;
segundo, que los servicios secretos de los países europeos demostraron una
incompetencia fenomenal, al producir un incidente gravísimo, y de serias
consecuencias diplomáticas y políticas, a partir de una increíble impericia en
sus actividades de inteligencia que “compraron” la versión, no menos inepta,
propalada por los servicios norteamericanos.
Se les pasó
por alto, por ejemplo, que el avión de Evo Morales nunca estuvo en el
aeropuerto de Moscú donde se encontraba Edward Snowden “en tránsito” desde
hacía una semana. El presidente boliviano partió desde el aeropuerto Vnukovo,
que se encuentra a 43 kilómetros de distancia. ¿Cómo podría haberse trasladado,
sin que nadie de los numerosos servicios que seguramente deben estar saturando
todas las puertas y salidas del aeropuerto moscovita lo hubiera notado?
Tercero, que
los gobiernos europeos son marionetas manejadas a voluntad por la Casa Blanca.
A pesar de sus altisonantes declaraciones y sus alusiones a los más elevados
principios humanistas producidos por la ilustración europea, se trata de
gobiernos genuflexos y corruptos, que han dado repetidas muestras de una
rotunda incapacidad para negarse a perpetrar cualquier crimen o delito que les
ordene Estados Unidos. Un solo ejemplo basta: detuvieron y secuestraron el
avión presidencial boliviano –a quien antes habían autorizado a despegar desde
Rusia pese a que luego, en pleno vuelo, le denegaron ese permiso– poniendo en
riesgo la vida de Evo Morales y sus acompañantes, pero apoyaron logísticamente
los numerosos vuelos secretos de la CIA que transportaban sospechosos hacia países
donde podían ser torturados y asesinados con total impunidad y que, para llegar
a destino, necesitaban reaprovisionarse en aeropuertos europeos.
Cuarto y
último: resaltar los esfuerzos que hace Washington para desviar el eje de la
discusión en el affaire Snowden: el crimen no es espiar masivamente a
ciudadanos y gobiernos de países amigos, o a agencias noticiosas como la
Associated Press; o violar la privacidad de unos y otros; o transgredir las
normas y leyes que protegen los derechos y libertades individuales. El crimen
es revelar estos crímenes, darlos a conocer, alertar a la sociedad de que
estamos bajo un poder omnímodo, irresponsable e inmoral que se autodenomina
democrático y respetuoso de la ley, pero que es exactamente lo contrario.
Lo que no se
le perdona a Edward Snowden –como tampoco a Julian Assange o al soldado Bradley
Manning, por el asunto WikiLeaks– es haber demostrado que quienes ocupan la
Casa Blanca no son otra cosa que una gavilla de perversos impostores que en
nombre de la libertad están conduciendo a su país, y al mundo, hacia un
siniestro totalitarismo de nuevo tipo. Por eso merece universal reconocimiento
y gratitud el asilo que por razones humanitarias el presidente Rafael Correa le
concedió a Julian Assange en la Embajada ecuatoriana en Londres, así como la
reciente decisión del presidente Nicolás Maduro de hacer lo propio con Edward
Snowden. Preservar a estos hombres que con valentía se atrevieron a revelar los
secretos más inconfesables del poder imperialista honra tanto a ellos como a
los gobiernos que asumen la responsabilidad de protegerlos, sabedores de los
costos que acarrea el hecho de prestar tan noble servicio a la humanidad.
Por: Atilio
Borón
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