Mucho
ruido y pocas nueces. El 90 % de los españoles asegura que
personalmente no han notado síntoma alguno de mejora económica, mientras
que un 75 % duda que el país esté empezando a salir de la crisis, según
un sondeo realizado por la compañía Sigma Dos por encargo del diario
nacional El Mundo.
El
actual esfuerzo del Gobierno español por mostrar que su política
económica empieza a dar frutos, aunque estos aún no sean suficientes, ha
tenido por el momento escaso éxito. Rajoy dice ser consciente de que
los indicadores macroeconómicos que ya marcan en positivo no inciden
todavía en la vida de los españoles, pero mantiene que en el 2014 esta
situación cambiará y los efectos de las medidas adoptadas durante la
primera mitad de su legislatura se notarán mejor que ahora.
Ni
siquiera los que votaron al Partido Popular en las elecciones
parlamentarias del 2011, considerándolo una panacea contra la crisis
económica, parecen estar de acuerdo con el optimismo de Rajoy. El 80 %
se suma a los que no ven en su vida cotidiana señales que llamen al
optimismo, y un 53 % añade no creer aún en la recuperación.
"Para
saber cómo marcha la economía solo hay que caminar por las calles y ver
los comercios casi vacíos y, sobre todo, bares y restaurantes casi
incluso los fines de semana. En España no hay recuperación y, además,
hemos perdido algo muy importante como es la alegría y el optimismo que
teníamos. Yo veo a España como un país sin ilusión, triste y muy
cabreado", escribió un lector de El Mundo en su comentario.
No
es de extrañarse dado que el principal sacrificio del Partido Popular
ha sido la clase media. Según los datos oficiales, hasta una cuarta
parte de la población activa española actualmente no tiene forma de
ganarse la vida. La situación es aún peor entre los menores de
veinticinco años, de los que más de la mitad no encuentra trabajo.
El
creciente desempleo y bajas salariales han cambiado hasta el mapa de
los hogares en España y en el último año se ha llevado por delante unos
ochenta mil hogares como consecuencia de la pérdida de población y del
reagrupamiento familiar. Se han agrupado muchas familias o individuos
con problemas para pagar su alquiler o la hipoteca. El número de hogares
en los que la persona de referencia es un jubilado aumentado desde que
comenzó la crisis. Hay también quien hace las maletas y emigra a otro
país, quien las coge y regresa al suyo, están los que cogen sus trastos
para regresar al hogar paterno y los que buscan compañeros de piso.
La
disminución de los núcleos familiares adquiere la condición de
anomalía. "Todos conocemos a gente que ha vuelto a casa de sus padres
porque ha perdido el trabajo y no puede mantenerse, pero también pesan
todos esos hogares que no se han creado por los jóvenes que, por
ejemplo, no tienen capacidad para emanciparse", explica Ángel Laborda,
director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros, en un
artículo publicado por el diario El País.
Menos
consumidores implica menos demanda interna para la economía española,
pero el efecto de reagrupamiento familiar sí es incierto opina José
García Montalvo, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra. "La
economía de escala que se logra cuando un parado se va a vivir a casa de
sus padres, por ejemplo, implica menos gasto en vivienda, alquiler,
etcétera, pero también le deja más renta disponible para otros tipos de
bienes y servicios", explica.
Los
españoles parecen por tanto apuntarse a la tesis de que el dinero, para
rendir, debe estar en manos de la ciudadanía y no en las de la
Administración. En definitiva, que la mejor manera de arrancar el motor
del consumo interno es devolverle el combustible de más que ahora le
resta Hacienda. Dicho de otra forma, la mayoría de los votantes exige el
cumplimiento de una de las propuestas estrella de Rajoy que hizo en el
2011: bajar los impuestos.
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