Al concluir la conferencia en el Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela en España,
me comentaron sobre la plataforma “Yosísanidaduniversal” y acerca de
este reportaje publicado originalmente en eldiario.es, cuyo enlace me
enviaron luego por correo electrónico, acompañado de las siguientes
observaciones:
“Yosísanidaduniversal” es una plataforma de profesionales
sanitarios y usuarios del sistema sanitario público español que lucha
por conseguir la derogación del Decreto 16/2012 por el que se retiró el
derecho a la asistencia sanitaria pública de los inmigrantes sin permiso
de residencia.
Los ciudadanos cubanos a los que se refiere esta noticia sí tienen
permiso de residencia, pero al ser autorizados a residir en España por
reagupamiento familiar, debido a las modificaciones legales que
introdujo en el año 2012 el gobierno del Partido Popular, el INSS
(Instituto Nacional de la Seguridad Social) no les reconoce el derecho a
la asistencia sanitaria pública e indica que deben contratar un seguro
sanitario privado para no ser “una carga al sistema sanitario público
español”.
Como los ciudadanos cubanos son de una edad avanzada y además tienen
enfermedades crónicas, las compañías privadas de seguros sanitarios no
les dan cobertura al no ser rentables económicamente, por lo que la
única opción que les queda es acudir a médicos privados pagando cada
consulta y asumiendo el coste de los medicamentos.
Es muy llamativo que Lázaro, el ciudadano cubano residente en España y
que consiguió el reagrupamiento familiar de sus padres, sea calificado
en la noticia como “refugiado”. Al mismo tiempo, denuncia y se indigna
con toda razón por la falta de cobertura sanitaria a sus padres, pero es
paradójico que diga que necesita que “sus amigos, cuando viajan a Cuba, les traigan medicinas porque allí son más baratas”.
Durante muchos años era una tradición fomentada por los medios de
comunicación comerciales españoles insistir en la necesidad de que los
turistas españoles llevasen medicamentos a la población cubana cuando
viajasen a Cuba por las “tremendas carencias que sufrían los cubanos” y ahora resulta que un “refugiado” cubano en España precisa que le traigan medicinas desde Cuba.
VIVIR EN ESPAÑA LEGALMENTE PERO SIN SANIDAD: “MI MADRE SE MUERE Y NO PODEMOS PAGAR LOS MÉDICOS”
Gabriela Sánchez (el diario.es)
Lourdes tiene osteorporosis, diabetes e hipertensión y no tiene
tarjeta sanitaria a pesar de que cuenta con residencia legal por
reagrupación familiar. La reforma del Gobierno español rechaza a
personas que han obtenido un permiso de residencia no laboral después
del 24 de abril de 2012. No sabe si la cantidad de insulina con la que
se está medicando es la adecuada.
Lázaro y su familia viven con miedo. “Mi madre se está muriendo poco a
poco porque no sabemos cómo está, no sabemos la insulina que necesita,
no sabemos nada. Solo que cada vez está peor”, explica con impotencia.
Lourdes, sufre diabetes, hipertensión, osteoporosis y unos dolores que
aumentan cada día. No está segura de que su medicación sea la adecuada
pero parece que de momento un médico tampoco va a solucionar su
preocupación. Aunque reside de forma legal en España, le han
negado el acceso a la sanidad pública, y casi no le ofrecen
posibilidades para asegurarse en la privada: tiene 71 años, tres
enfermedades y muy baja rentabilidad para un sistema de pago.
Lázaro es cubano, llegó a España como refugiado y, por tanto, tiene
permiso de residencia. Sus padres, Lourdes e Hilario, llegaron
reagrupados en febrero de este año. Ambos han solicitado la tarjeta
sanitaria en oficinas de la Seguridad Social en cuatro ocasiones, y en
cada una de ellas se les ha rechazado, según denuncian desde Médicos del
Mundo. La razón: la reforma sanitaria del Gobierno no solo excluye a
inmigrantes en situación irregular, también rechaza a personas que han
obtenido un permiso de residencia no laboral después del 24 de abril de
2012.
Estas características apuntan a los padres de inmigrantes que han
llegado por reagrupación familiar como principales víctimas de esta
forma de exclusión casi invisible. Dada su edad, no solo no pueden
trabajar, sino que verán muy difícil encontrar un seguro médico privado a
un precio asequible. “Se trata de una de las formas de exclusión más
agresivas, les dejan en la estacada”, señala Verónica García, activista
del colectivo Yo Sí, Sanidad Universal.
En ningún momento fueron informados de que no iban a tener cobertura
sanitaria cuando solicitaron la reagrupación familiar. “Nunca nos
avisaron de nada. Aunque verdaderamente no tenía opción de dejarles en
Cuba. Allí estaban solos y mi madre necesitaba que la cuidásemos; lo que
no sabía es que no iba a poder hacerlo en España”, lamenta Lázaro.
Su rostro no está envejecido pero refleja cansancio y mucho dolor.
Lourdes intenta ser amable, pero está agotada. Tiene 71 años y padece
diabetes, osteoporosis, dolores intensos de huesos e hipertensión
arterial. Necesita a diario insulina, metformina, calmantes y relajantes
musculares, entre otros. Un gran botiquín que eleva el coste mensual a
más de 100 euros, un precio excesivo para una casa de seis habitantes
con un ingreso fijo de 460 euros al mes. No tiene medidor de glucosa,
necesario para controlar las subidas y bajadas de azúcar en sangre, por
lo que el suministro de insulina se lo hace ella misma sin saber la
cantidad exacta que debe inyectarse.
La primera vez que acudieron a urgencias fue atendida, aunque todo
gracias a una pequeña mentira fruto de la desesperación de su hijo.
“Tuve que decir que se me había olvidado la tarjeta sanitaria en casa, y
funcionó. Le inyectaron insulina y le hicieron unos análisis”,
reconoce. La segunda vez que los dolores obligaron a Lourdes a acudir al
hospital no fue posible recibir asistencia: les derivaron a una clínica
privada cuyo coste es de 65 euros por consulta, al que se suman otros
400 para su seguimiento, junto con el precio de los análisis y las
pruebas… “El único dinero que entra en casa es el salario de mi hijo,
que no llega a los 500 euros”, dice Lourdes. “¿Qué vamos a hacer
entonces?”
Sus hijos se pusieron en marcha, no iban a permitir que su madre
fuese ignorada de tal forma. Estaban dispuestos a pagar otro seguro
médico privado; ya encontrarían la forma de financiarlo. No obstante,
los precios eran inalcanzables. “La oferta que me hicieron es casi
hiriente. Dicen que con 71 años no pueden asegurarla pero lo harían a
cambio de incluir a cuatro personas más menores de 35 años por 600
euros”.
“Estamos viviendo de la solidaridad, si no…, no sé cómo llegaríamos”,
lamenta Lázaro. La familia de su mujer y algunos conocidos están siendo
un gran sustento para ellos. Cuando algunos amigos viajan a Cuba, les
traen las medicinas que en España no pueden comprar. Allí son más
baratas. La situación está derivando en la automedicación de Lourdes.
“Empecé a tomar unas pastillas que me regaló una amiga, pero no sé si me
van bien”, llega a reconocer. No nota mejoría con ninguna de la
medicación que toma. “El otro día leí en un prospecto que, si tomo una
medicina y no noto nada, tendría que visitar a mi médico… ¿A qué
médico?”, se pregunta.
Cada día, cuenta su familia, Lourdes está un poco peor que el
anterior. “No me encuentro bien, siempre estoy malita. Tengo muchos
dolores, desde la cabeza hasta los dedos de los pies… Estoy muy malita
todos los días”, lamenta. Está preocupada. Los que la quieren aseguran
que la batalla por encontrar un médico de cabecera le está pasando una
factura mayor de la que ya le cobran sus enfermedades. “Está bastante
deprimida”, dice Hilario, mientras su mujer se limpia de nuevo los ojos
con un pañuelo que no separa de sus manos.
“¿Cómo se va a sentir hacia esta indiferencia? Se siente
desamparada”, salta Lázaro, inundado en rabia. Con palabras más
calmadas, casi sin fuerzas, Lourdes responde. “Se me quitan las ganas de
vivir…”. De nuevo arrastra rápidamente su mano hacia sus ojos, pero un
pañuelo no es suficiente para cubrir todo su rostro. Rompe a llorar.
Sufre al sentirse como una víctima. Ella es fuerte, siempre lo fue,
dicen los tres familiares que la rodean. “Con lo que era ella…, siempre
activa, siempre feliz, y dando comida a todo aquel que lo necesitaba… No
paraba quieta”, se apresura a decir uno de sus hijos para intentar
arrancar la sonrisa de su madre. Y los dientes se asoman, aunque de
forma tímida, como si reír también doliese.
“Nadie puede imaginar cómo es ver a tu madre morir en vida y no poder
hacer nada. Que a nadie le importe. Uno siente impotencia. Solo
queremos que un médico le haga un seguimiento. ¿Es eso tan caro para el
Estado?”, dice Lázaro mientras su madre le mira y sus ojos vuelven a
humedecerse.
(Tomado de La pupila insomne)
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