Ese primero de marzo de 2011, el presidente de las guerras
encubiertas, Barack Obama, anunciaba que "todos" podíamos dormir
tranquilos: Bin Laden está muerto con un tiro en la cabeza; gracias a
dios, está muerto.
Con
el asesinato de Bin Laden, el fachobarbudo formado por la CIA y
supuesto organizador del espectacular 9/11, las costuras comienzan a
emerger y los protagonistas empiezan, casualmente, a desaparecer o
quedar perdidos en el "retiro" deshonroso, como le sucede a uno de los
dos únicos sobrevivientes del grupo Navy Seals que cometió el acto
"heroico" de salvar a "humanidad" del salvaje cavernícola que amenazaba
con destruir el fecundo sueño americano.
En
la propaganda de guerra, la narrativa tiene que ser épica y construir
héroes y enemigos, pero sobre todo un nudo y un desenlace simple y
masticable onda fast food para colectivizar, entre líneas joliwudenses,
los intereses imperiales y esconder las costuras de las operaciones
psicológicas.
Asesinar un facho y festejar como si fuéramos unos fachos
Pocas
veces uno presencia el poder de una maquinaría mediática a todo lo que
da, como cuando la ve en acción y observa el efecto sobre sus conejillos
de indias.
Ese
primero de marzo de 2011, el presidente de las guerras encubiertas,
Barack Obama, anunciaba que "todos" podíamos dormir tranquilos: Bin
Laden está muerto con un tiro en la cabeza; gracias a dios, está muerto.
Frente
al televisor de un hotel de la capital de El Salvador, San Salvador, un
blondo surfista inglés, una tibia flaquita de piel dorada y colorada,
como cuando los gringos se queman con la ropa puesta, y un canadiense de
lentes y cara de nerd gritaban que no lo podían creer, llamaban a los
otros anglos de la casona, les contaban, y luego iban a sus computadoras
a conversar por skype con sus familiares sobre la protección de sus
frágiles "libertades", que les permitían gastar nada en un país
centroamericano y ser duques crónicos de la vagancia del viajar para
"vivir" del capitalismo mochilero
El
cierre de la operación psicológica estaba hecho y los conejillos de
indias aplaudían como focas, sin preguntarse sobre la intervención
descarada en Pakistán y la ejecución sin juicio del facho islámico, cuyo
cuerpo fue tirado en alta mar sin que nadie viera una foto de su
cadáver.
Glorificar y magnificar el "acto heroico"
Luego
a la operación psicológica le toco homogenizar el relato y esconder la
versión de que Bin Laden habría autoexplotado por los aires cuando
detonó un cinturón de explosivos o que habría sido detenido y después
ajusticiado.
No
importaba: "La verdad" era que unos 25 rambos de los Navy Seals
(escuadrón de elite de la marina estadounidense) ingresaron en
helicópteros a la mansión de Bin Laden en Abbottabad, Pakistán, se
llevaron por los cachos a plomo a todo lo que se les cruzase, y en pocos
minutos llegaron a donde estaba el "rey de las tinieblas", que usó una
mujer como escudo antes de recibir un tiro en el ojo izquierdo y que su
familia fuese baleada al estilo disparar primero, preguntar después.
Pero
a este hito en la historia post septiembre del 2001, el principal
viralizador de la Guerra contra el Terror intervencionista y cuyos
resultados son hartos conocidos, había que bañarlo de épica y también
humanizar la tortura de la CIA a yihadistas islámicos para encontrar el
paradero de Bin Laden, como hicieron con la película La noche más oscura
de la directora-propagandista Kahtryn Bigelow, que contó con un
guionista ex mercenario y la colaboración de agentes de la CIA.
En el tubo de ensayo, no había ninguna matiz y de pronto los que podrían contarlo empezaron a morir.
22 de los 25 Navy Seals se fueron a bucear con Bin Laden
Después
del acto heroico, los Navy Seals quedaron en Afganistán y en agosto de
2011 los talibanes supuestamente derribaron un helicóptero en el que
iban 22 de los 25 rambos, y Washington desistió de confirmar o no el
hecho, así como de hablar sobre la versión del "accidente". Lo cierto es
que la unidad era el Team 6, el mismo que ajustició a Bin Laden y nunca
más se supo de ellos, como tampoco de ningún otro matiz sobre la
operación.
Pero
los "accidentes", o coincidencias, continuaron cuando otro de los Navy
Seals, el marine Brett D. Shadle, se estrelló con su paracaídas en el
desierto de Arizona luego de chocar con un compañero en un salto a baja
altura, previsto en un ejercicio militar.
Luego
se conoció que la muerte de Shadle ocurrió un día después de que CNN
lanzara una nueva versión que se contraponía al del Navy Seals conocido
como "El Tirador", quien se atribuyó los tres tiros que mataron a Bin
Laden. Según la nueva historia, tres marines habrían entrado en la
habitación en la que estaba el fachoislámico y el único no identificado
habría realizado el disparo mortal.
Los
otros dos marines serían Matt Bissonnette, autor del libro No Easy Day
(que le valió la baja deshonrosa del wjército por revelar detalles de la
famosa Operación Gerónimo que planteó el asesinato de Bin Laden), y el
famoso "Tirador", que narró su "épica" historia en la revista Esquire,
que coincide en la mayoría de los aspectos con la propaganda-película
sobre la agente-heroína que descubrió el paradero de Bin Laden y lo
"mandó" a matar por expresa orden de Obama.
Ahora
Bissonnette y El Tirador son los únicos dos sobrevivientes de esa
operación. El segundo no tiene ni seguro médico ni trabajo por retirarse
antes de la fuerza, y cuenta que el ejército le ofreció "trabajar de
camionero, cambiar su identidad y no hablar nunca más con familiares ni
amigos". Aunque lo rechazó, piensa en cambiarse el nombre por miedo a
"represalias".
¿Por qué será?
Las costuras, siempre las costuras.
Otra
de las costuras ocultas e invisibilizadas selectivamente fue la
relación de Bin Laden con la CIA y el ISI, servicio de inteligencia
paquistaní, que le permitió ser formado con ayuda saudí, para
desestabilizar el gobierno comunista y pro soviético de Afganistán, cuyo
derrocamiento condujo al mismo gobierno de los talibanes que se negó a
entregarlo después del 11 de septiembre por la falta de "pruebas
contundentes" sobre la presencia de Bin Laden en Afganistán.
Desde
ese momento, Bin Laden, supuestamente muy enfermo se fue a vivir a
Pakistán, vagó por varios lugares hasta llegar en 2005 llegó a su
mansión de Abbottabad en la que existe una de las principales academias
militares del país. Por casi seis años vivió allí sin que nadie se diese
cuenta y con una esposa que no sabía quién era y pensaba que era un
simple multimillonario, igual que su familia saudí con probados vínculos
con la familia Bush.
Pero
lo más importante es que su supuesto asesinato fue el mismo replique
que se le aplicó a Saddam Hussein y Muamar Gaddafi para que no contaran
todo aquello que habían hecho sus circunstanciales aliados occidentales,
por aquello de borrar las huellas, tapar las costuras, con una nueva
operación psicológica.
Tomado de http://kaosenlared.net
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