John Roselli |
Percy
Francisco Alvarado Godoy
12
de diciembre de 2011
El 8 de octubre 1976, fue enviada una solicitud de Condado Dade al Departamento de Seguridad de la CIA
con vista a solicitar apoyo para el esclarecimiento del ciudadano Johnny Roselli. El documento fue elaborado por
Curtis R. Ríos, a nombre de la Oficina del Sheriff del Condado de Dade.
Según
dicho documento, en el que parecen referencias a las indagatorias sobre varios
contrarrevolucionarios cubanos residentes en La Florida, entre los que se
encontraban Rolando Masferrer, Luciano Nieves Mestre, José de la Torriente, José
Quintana, Joaquín Antonio Cortizo, Manuel Artime, entre otros, los que podían
haber estado involucrados en el asesinato de Roselli o, al menos, tener
vínculos de actividades con el mismo.
Varios
antecedentes relacionados con Roselli lo vincularon con la Cosa Nostra, el FBI,
la CIA, el asesinato del presidente John F. Kennedy y, directamente, a un grupo
de la CIA denominado Operación 40, un
grupo especial creado por la Agencia Central de Inteligencia como complemento
de la Brigada 2506, con funciones operativas independientes a la misma, con las
siguientes misiones específicas:
1)
La infiltración de saboteadores dentro de Cuba, previo a la invasión de Playa
Girón, para organizar grupos de apoyo a los invasores.
2)
Durante el desarrollo de la invasión, los miembros de Operación 40 penetrarían
la retaguardia de las fuerzas revolucionarias con misiones de asesinatos de
dirigentes, búsqueda de inteligencia, así como otras misiones de sabotaje.
3)
De existir un resultado positivo en la acción mercenaria, los 53 hombres de la Operación
40 se ocuparían de realizar la "limpieza general", de todas las
personas comprometidas con la Revolución Cubana.
En
un Memorándum a Richard Goodwin, firmado por Arthur Schlesinger, Jr., y emitido
el 9 de junio 1961, con denominativo SSCIA 157-1002-10057 MRD, la CIA reconoció
que el grupo Operación 40 debió dedicarse a "matar comunistas", para lo cual fue preparado en los métodos interrogatorio
de tercer grado, tortura y terrorismo en general.
Los
jefes de la CIA a cargo de este grupo eran David Atlee Philips, Howard Hunt y
David Sánchez Morales, así como el jefe
directo del mismo, Joaquín Sanjenis. Los más renombrados miembros de este
operativo CIA fueron Luis Posada Carriles, Orlando Bosch Ávila, Félix Rodríguez
Mendigutía, los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampoll, José Dionisio Suárez
Esquivel, José Basulto León, Pedro Luis Díaz Lanz, Gaspar Jiménez Escobedo,
José Miguel Battle, Antonio Veciana Blanch, Ricardo Morales Navarrete, Rafael
Quintero Ibarbia, Eugenio Rolando Martínez, Frank Sturgis (Frank Fiorini),
Eugenio Rolando Martínez, Porter Gross, Herminio Díaz, Eduardo Arocena Pérez,
Rolando Masferrer Rojas, Bernard Barker, Pedro Remón Rodríguez, Barry Seal,
Antonio Cuesta del Valle, Manuel Artime Buesa, Jorge Mas Canosa, Alberto Blanco
Romariz, Virgilio Paz Romero, Alvin Ross Díaz, Andrés Nazario Sargent, entre otros. Por
supuesto, no faltó en la lista John Roselli, conocido por todos por el mote de “Handsone
Johnny”, quien había fungido como enlace de la CIA con la mafia de Santos Trafficante.
Documento sobre el prontuario criminal de Roselli |
LAS
CULPAS DE ROSELLI
Tal
vez su culpa principal, la que lo condujo a convertirse en un cadáver descuartizado y descompuesto metido
dentro de un tonel metálico que fue encontrado flotando el 9 de agosto de 1976, en las aguas de la
Bahía de Biscayne, cerca de Miami, fue hablar más de la cuenta, según el criterio
de sus jefes de la CIA, ante un Comité
del Congreso encargado de investigar el asesinato del presidente Kennedy y los planes
magnicidas contra Fidel Castro.
De
nada le sirvió para encontrar una muerte tan horrenda haberse cambiado su
nombre originario, Filippo Sacco, y sus orígenes en Esperia, en Frosinone,
Italia, para morir a manos de sus propios empleadores. Tampoco le valió de
mucho su ascenso lento y difícil en el bajo mundo de la Cosa Nostra, iniciándose
como gánster de poca monta en Los Ángeles,
bajo las órdenes de Jack Dragna, hasta convertirse en representante de la Cosa Nostra de Chicago y
de Los Ángeles, en 1954, nada menos que en la floreciente ciudad de Las Vegas.
Tampoco le fueron de utilidad sus actividades como productor de películas de
gánsteres en Hollywood, para evitar la muerte horrenda que le tocó.
Su
destinó lo marcó el triunfo de la Revolución Cubana el primero de enero de 1959,
la que dio al traste con el juego mafioso, y el haberse involucrado en los planes de Sam
Giancana, capo mafioso de Chicago, y de Santo Trafficante, jefe de la mafia de
Tampa, quienes lo emplearon como enlace con la CIA para asesinar al dirigente
cubano, Fidel Castro.
La
CIA contactó a Roselli a través del ex-agente del FBI, Robert Maheu, en 1960. Esta
orientación vino directamente de Richard Helms, recién estrenado subdirector de
la CIA, a cargo de Acciones subversivas. Luego de los contactos entre Maheu y
los dos capos jefes de Roselli, comenzó la confabulación para asesinar a Fidel.
Primero intentaron hacerlo con píldoras de veneno suministradas a Roselli por
la CIA, con el fin de introducirlas en los alimentos de su importante objetivo.
Un
año después, en 1961, Roselli se dedicó a entrenar a varios tiradores en una
base secreta de la CIA en Cay Sal Bank, con vistas a asesinar a Fidel. Ya
Roselli estaba involucrado en la Operación 40, como uno de sus principales operativos
en su estación de Miami, JMWAVE.
Nuevos
planes y fracasos de la CIA en sus planes magnicidas contra Fidel lo
vincularían a los principales jefes y operativos de la CIA como William King
Harvey, David Atlee Philips, Howard Hunt y David Sánchez Morales.
La
CIA, a través de William Harvey, jefe de su fuerza tarea, pidió al coronel
Edwards que contactara a John Roselli, propiciándose una entrevista entre ambos
en Miami, en la que Harvey le orientó
contactar a los contrarrevolucionarios cubanos asentados en esa ciudad. Corría
el año 1962 y, en esta ocasión, Harvey le solicitó mantener al margen a sus jefes
de la Cosa Nostra, así como al impredecible Maheu. Luego tuvieron tres
reuniones más en las que planearon diversos planes de atentados contra Fidel Castro,
usando principalmente a Tony Varona, en los que se incluía el uso de veneno y
de distintos tipos de armamento. Roselli fue el receptor de los artilugios
letales.
Más
adelante se conocería el premio a la incondicionalidad de Roselli por parte de la CIA en cerca de tres oportunidades, en los años 1966, 1967 y 1971. El Informe
del Comité Church puso sobre el tapete que la Agencia evitó que éste fuera
procesado por sus actividades gansteriles. Este destape propiciado por el Comité
Church propició otras investigaciones del Comité Especial de la Cámara de
Representantes sobre el asesinato del presidente Kennedy, que pusieron al
desnudo los vínculos de la CIA con la mafia terrorista de Miami y la Cosa
Nostra. Sin embargo, todo quedó allí. Un oscuro manto de tolerancia,
confabulación y sucio compromiso acalló la verdad, hasta que el prontuario
criminal de Roselli fuera sacado a la luz en 1971 por Jack Anderson, un reportero del Washington
Post, quien abrió las puertas para que la propia CIA se hiciera el harakiri en
el año 2007, al desclasificar importantes documentos vinculados a estos
sucesos.
No
obstante, la CIA, particularmente William
Harvey, vio en Roselli un operativo de experiencia para introducirlo en la
conspiración que, con el FBI, la Cosa Nostra y otras élites ultra conservadoras
norteamericanas, estaba dirigida a la eliminación física del presidente
Kennedy. Varios elementos prueban esta aseveración:
- Roselli se reunió con Jack Ruby en el
otoño de 1963.
- Hay quienes le vincularon, junto a Charles
"Chuckie" Nicoletti, otro mafioso vinculado a la CIA y posteriormente
asesinado, como dos de los gatilleros que atentaron contra Kennedy. Así lo afirmó otro miembro de la CIA nombrado
James Files.
- Un mafioso que compartió celda con
Roselli, el capo de New York, Bill Bonanno, afirmó en su autobiografía que le
confesó haber disparado un tiro desde un alcantarillado localizado en Elm
Street, en Dallas.
- Un ex piloto de la CIA,
"Tosh" Plumlee, afirmó que
condujo a Roselli desde Tampa a Dallas, en la mañana del fatídico 22 de
noviembre de 1963.
- Roselli fue usado para vender la falsa
versión de que el asesinato de Kennedy había sido planeado por Cuba.
Los
turbios negocios en Las Vegas lo llevaron a juicio en 1968, en el cual se le
condenó por delitos migratorios, al carecer de la ciudadanía norteamericana,
por lo que se ordenó su deportación a Italia por el Servicio de Inmigración y
Naturalización. La CIA usó todas sus influencias e Italia se negó a aceptarlo.
Memorandum sobre Roselli |
LA
SENTENCIA DE LA CIA
Sin
poder escurrirse, Roselli se vio obligado a testificar ante el Comité del
Senado estadounidense en Actividades de Inteligencia (SSCIA), presidido por el
senador Frank Church, en los días 24 de
junio y 22 de septiembre de 1975. Elocuente y sin medir los riesgos que
contraía, Roselli develó los planes de
la CIA para asesinar a Fidel Castro y el
contenido de la secretísima Operación Mangosta. Ignoraba el pobre hablador que
su jefe, Sam Giancana había sido asesinado apenas 48 horas antes.
Desvalido
y asustado, Roselli sabía que había llegado su hora y que la CIA nunca
perdonaba. Se refugió entonces en Miami hasta que recibió una nueva citación
para testificar el día 26 de abril de 1976, esta vez en relación con la
conspiración por asesinato del presidente Kennedy. Acudió al citatorio y, tal
vez creyéndose protegido, habló por los codos. Fue llamado tres meses después,
pero no apareció. Era el 28 de julio de 1976 y ni la SSCIA ni el FBI pudieron
encontrarlo.
Roselli,
en realidad, ya estaba muerto y descuartizado. Su cadáver flotaba dentro de un
tonel, putrefacto, en las aguas de la Bahía de Biscayne.
EL
SILENCIO FORZOSO DE LOS IMPLICADOS EN LA MUERTE DE KENNEDY
La
CIA, el FBI, la Cosa Nostra y la ultraderecha norteamericana trató a toda costa
de borrar todas las trazas que pusieran sacar a la luz, aunque ello implicara
el asesinato o la muerte sospechosa de decenas de personas. El objetivo fue
obstaculizar cualquier acercamiento a la verdad y todavía, aún, se mantiene un
oscuro silencio y un anuncio tácito de peligro para el que intente desentrañar
lo sucedido. Los peones fueron cayendo, uno tras otro, sobre el sórdido tablero
de ajedrez.
John
Roselli no fue la única víctima. Algunas de las muertes de personas
relacionadas con el caso evidenciaron esa aún latente amenaza.
En
mayo de 1964 fue asesinado Gary Underhill, un agente de la CIA, quien dijo conocer
la participación de la CIA en el asesinato de Kennedy, aunque su deceso fue
visto como un suicidio. Otra persona, un ex agente del FBI nombrado Guy
Bannister, sufrió un sospechoso ataque al corazón en junio de 1964. Asimismo, Mary
Meyer, una amante de JFK cuyo ex esposo, Cord Meyer, pertenecía a la CIA, fue asesinada
en octubre de 1964 en un parque de Washington, DC.
Igualmente,
David Ferrie, un miembro de la Operación 40, murió de dudosa embolia cerebral en febrero de
1967. También su amigo, Eladio del Valle, recibió un disparo a corta distancia
el día después de la muerte de Ferrie. Otro agente de la CIA, Clay Shaw, murió de un
inesperado cáncer en febrero de 1974.
Otro
de los involucrados en los planes de asesinato contra Kennedy y Fidel Castro,
el capo mafioso Sam Giancana, fue asesinado en el sótano de su casa, amparado
supuestamente en el Programa de Protección a Testigos Federales, en junio de 1975. No podía desnudar a la CIA
ante el Comité de Inteligencia del Senado.
Otro
enlace entre la CIA y la Cosa Nostra, al igual que Roselli, Charles Nicoletti, también fue asesinado en Chicago en marzo de 1077.
El
tufo de la sospecha también cuestionó el aparente suicidio del ex presidente
cubano Carlos Prío Socarrás, en abril de 1977.
Todos
estos decesos dudosos y muchos no mencionados en esta lista, se suman a las
muertes de Lee Harvey Oswald y de Jack Ruby, quienes sí estuvieron en el lugar
adecuado y en la hora precisa en que se asesinó a Kennedy, aquel 22 de
noviembre de 1963 en la Plaza Dealey, en Dallas, Texas. Otros, al menos
pusieron su granito de arena para el éxito del magnicidio y de la macabra
conspiración.
Todos,
como Roselli, fueron piezas descartables
para la CIA. De esta forma se cerró, ante los ojos del mundo, otro capítulo
siniestro hasta ahora imposible de develar.
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