martes, 25 de diciembre de 2012

Historias de espionaje: México en la Segunda Guerra Mundial

Cuando el 28 de mayo de 1942 el gobierno de México declaró el estado de guerra y tomó la trascendental decisión de responder a las agresiones de los países del Eje Berlín-Roma-Tokio —concretamente de Alemania, país con el que se fueron agriando aquellas desde 1940— y tras intentar por todos los medios de preservar su neutralidad, aún firmando acuerdos con Estados Unidos que lo iban orillando a la confrontación con aquellos países del Eje, dio un paso significativo para posicionarse no solamente dentro del bando aliado, que a la postre ganó la contienda, sino que con ello pudo situarse en primera fila en los subsecuentes procesos diplomáticos mundiales que recompondrían al mundo tras el conflicto armado librado entre 1939 y 1945. 

Los sucesos de mayo del 42 fueron asaz significativos para el desarrollo del México contemporáneo, de allí su importancia y merecen rememorarse.

No fue cosa menor aquella intervención y nuestras fuerzas armadas supieron estar a la altura de la emergencia nacional, defendiendo nuestra libertad y nuestra soberanía en casa y en el exterior, al impulsar la participación de México en el plano de la colaboración abierta y decidida que, con valor y sin arredrarse, alcanzó a colocarlo en el mapa de las decisiones mundiales. No fue una medida sencilla la de participar en la guerra cuando que nos apegábamos a una política pacifista y la decisión asumida por el presidente general Ávila Camacho fue grave y acorde a los tiempos comprometedores que ponían en riesgo nuestra seguridad nacional, y hay que decir que fue tomada in extremis, al fallar la diplomacia y confundirse la condura de nuestro gobierno pretendiendo a cambio, mancillar nuestra soberanía y nuestra independencia, al insultarse a nuestra bandera y atacar barcos inermes por parte de otro país con el cual no existía una declaración de guerra de por medio.

Cuando la Gran Bretaña y Francia comunicaron el estado de guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939 en apoyo de Polonia, los Estados Unidos declararon su neutralidad, si bien mantuvieron una triple política al unísono: de rearme, de vigilancia de su seguridad nacional y hemisférica y sosteniendo una política diplomática que mantenía relaciones con todos los actores involucrados. La neutralidad estadounidense condicionó la postura de los países latinoamericanos, pese a que es bien sabido y está perfectamente documentado que en la América Latina existía una germanofilia muy acendrada derivada tanto de la presencia de las comunidades alemanas avecindadas en la zona, como de un antiyaquismo bien ganado por décadas de agresiones a la región; producto a su vez, del Gran Garrote y por supuesto, del activismo diplomático del Tercer Reich. México en particular, fue un perfecto semillero de espionaje y contraespionaje de todos los bandos. Ciertamente que la Segunda Guerra Mundial, así llamada precisamente desde el año 1942, terminó siendo una guerra que aunque lejana y bien difundida por la prensa y la radio mexicanas, era vista al inicio como un acontecimiento que nos quedada muy a la distancia, después de todo. El presidente Cárdenas declaró la neutralidad mexicana. Así nos transcurrió el año 39 y el año 1940, plazo en que Francia cayó derrotada y se libró la Batalla de Inglaterra que terminó en un pis pas, y sin que Gran Bretaña fuera derrotada ni se rindiera ni admitiera acuerdo alguno con Berlín.

El nuevo presidente de la República, el general Ávila Camacho, tomó posesión del cargo el 1 de diciembre de 1940 mientras Gran Bretaña apremiaba a Estados Unidos a sumarse a la contienda y pactaba una serie de acuerdos que permitieran dar un respiro a su participación en la guerra gracias a apoyos soterrados de Estados Unidos contra los alemanes, en tanto los estadounidenses afrontaban negociaciones con Japón sobre el futuro del Pacífico y establecían un embargo de venta de chatarra a ese país, para frenar tardíamente su rearme. Cuando Japón finalmente atacó a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, a lo que siguió la declaración de guerra de los Estados Unidos a las potencias del Eje al día siguiente, América Latina se vio en la tesitura de tenerse que definir. Unos países optaron por secundar a Estados Unidos, otros lo hicieron gradualmente del lado estadounidense y algunos más sostuvieron la neutralidad. México decidido mantener la neutralidad, pero rompió relaciones diplomáticas con los países del Eje dado que no cesaban las agresiones a nuestras embarcaciones. Tras del sonado hundimiento de los cargueros Faja de Oro y Potrero del Llano a inicios de 1942, México optó por declarar el estado de guerra en mayo del 42.

El presidente Ávila Camacho expresó: “El ’estado de guerra’ es la guerra”. Y a renglón seguido apuntó: “Sí, la guerra, con todas sus consecuencias; la guerra, que México hubiera querido proscribir para siempre de los métodos de la convivencia civilizada, pero que, en casos como el presente y en el actual desorden del mundo, constituye el único medio de afirmar nuestro derecho a la independencia y de conservar intacta la digni¬dad de la República”. Testigos de la época me cuentan como sus conocidos se enrolaron en ambos bandos y nunca volvieron a saber de ellos. Mi madre recuerda vagamente siendo niña, la alegría del fin de la contienda y como todo mundo se abrazaba al saberse el desenlace.

Pero en el 42 el jefe del estado contó con el apoyo de la fuerzas armadas y de la clase política al completo. La nación se volcó en apoyo al primer mandatario aun expresando su enfado contra alemanes e italianos residentes, como era natural. Ya en el año 1943 se estableció enviar un contingente de aviación: el Escuadrón 201, a cuyos sobrevivientes rendimos merecido homenaje aquí, que sacaron la casta y defendieron nuestra bandera en Filipinas y el Pacífico Sur.

La Guerra Mundial permitió industrializarnos y nos posicionó en el mundo colocándonos en el bando vencedor. Nos abrió las puertas de las conferencias mundiales organizando la de Chapultepec — ella supuso un frente común latinoamericano de cara a las nuevas circunstancias internacionales— y acudiendo a la conferencia de San Francisco, en que se fundó la Organización de las Naciones Unidas, México fue uno de los 51 países que conformaron el organismo en su inicio y perteneció a su primer Consejo de Seguridad. El reconocimiento mundial se tradujo en el desfile de la victoria, efectuado en Londres en 1946, poniendo muy en alto nuestras fuerzas armadas la bandera nacional. Aquello no fue poco y el país entró en una era dorada de crecimiento e industrialización.

Por Marcos Marín Amezcua

Tomado de  http://www.elimparcial.es

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