Hace 16 años atrás,
el 29 de diciembre de 1996, luego de más de tres décadas de dolorosa guerra
interna, se suscribía los “Acuerdos de Paz”, entre el Estado/ejército y la
Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), como “una solución política
al enfrentamiento armado…, para superar las causas de dicho enfrentamiento y
sentar las bases de un nuevo desarrollo”.
Aquel promisorio
Acuerdo generó exorbitantes expectativas en la comunidad internacional que
impotente observó el asesinato de cerca de 250 mil guatemaltecos/as, cientos de
miles de desplazados, y comunidades mayas completamente arrasadas por la
política de “limpieza étnica”. Las y los guatemaltecos directa o indirectamente
involucrados en el enfrentamiento armado asumieron dichos Acuerdos de Paz con
diferentes ánimos, víctimas, en su gran mayoría, de la propaganda mediática
político militar emprendido por el Ejército que criminalizaba a los cuatro
grupos guerrilleros alzados en armas.
A 16 años de aquel
Acuerdo de Paz, que en teoría finalizaría el derramamiento de sangre en
Guatemala, ahora, cada 84 minutos se sigue asesinando a bala a un o una
guatemalteca en algún rincón del país (un promedio de 17 asesinatos por día).
Esto, sin contar las muertes por desnutrición o a falta de asistencia médica.
Durante los 36 años de guerra interna se asesinaron un promedio de 19
guatemaltecas/os por día.
¿Cuáles fueron las
causas que obligaron a guatemaltecos/as, indígenas y campesinos en su gran
mayoría, a tomar las armas?
El prometido
desarrollo que jamás llegaba. Por cerca de
siglo y medio se prometió progreso y desarrollo que jamás llegaba para las
grandes mayorías. Incluso la Revolución Liberal afianzó y legalizó el despojo de
las tierras comunales indígenas. Para 1960, más del 50% de la población
guatemalteca sobrevivía sin derechos a tener derechos: analfabetos, desnutridos,
sin servicios básicos, aislados y sin caminos. Prácticamente subsistían como
indeseados entenados para un Estado que jamás los asumió como ciudadanos plenos,
sino como una incómoda carga.
Sistemático y
violento despojo de las tierras. Las cuatro
fuerzas insurgentes estaban conformadas, en su gran mayoría, por campesinos e
indígenas indignados por el descarado robo, no sólo de sus tierras, sino también
de sus fuerzas de trabajo. Si la Colonia pre republicana estuvo asentada en el
despojo y en el trabajo servil de los originarios, la República fue aún mucho
más brutal con campesinos e indígenas, porque, ahora, los herederos de la
Colonia. “ley en mano”, se apropiaron de las tierras, utilizando al Estado
nación como su policía privada.
De este modo, el
Estado “independiente” se convirtió en el instrumento más eficaz para despojar,
explotar (sin eliminar), criminalizar y empobrecer con “soberanía” a las grandes
mayorías del país.
Permanente y
violenta depredación de la democracia participativa. Todos los
intentos de la democratización integral de Guatemala fueron violentamente
interrumpidos por la intervención norteamericana, con la colaboración de la
obtusa oligarquía nacional. El ejemplo más patético fue la depredación violenta
de los intentos de la democratización de la tierra que impulsó el proceso
revolucionario de 1945 al 1954.
El Gobierno de los
EEUU implantó en América Latina la Doctrina de Seguridad para acelerar la
ocupación de las tierras, y demás bienes naturales, por empresarios
norteamericanos y aliados. Recurrió sistemáticamente a las dictaduras militares
y masacres para aniquilar cualquier intento de consolidación de la democracia
participativa (a esta democracia denominaban comunismo los capitalistas), y el
fortalecimiento de estados dignos y soberanos en
Latinoamérica.
De esta manera, la
rústica y obnubilada oligarquía nacional, y los diferentes gobiernos
norteamericanos, empujaron a campesinos, indígenas, obreros e intelectuales
conscientes a la clandestinidad. Y en las montañas los persiguieron, los
torturaron y masacraron. Familias y comunidades enteras fueron asesinados por
los militares para aleccionar y escarmentar a los sobrevivientes del hambre para
que nunca más desobedeciesen a los patrones.
¿Qué contenían los
Acuerdos de Paz firmados en 1996, y qué fue lo que se cumplió?
“La paz firme y
duradera” se lograría con los siguientes acuerdos:
Retorno de los
exiliados. El Estado se
comprometió a asegurar el retorno y reasentamiento seguro y digno de los
desplazados por la guerra. Además, se comprometió a garantizar el
esclarecimiento de la violación de los derechos humanos durante el conflicto
armado.
A 16 años de
aquella firma, los desplazados volvieron, pero, al ver que el Estado militar
durante la guerra había repartido sus tierras a los nuevos patrones, se vieron
obligados a migrar a las ciudades para sobremorir en la miseria y el
hacinamiento. Más de un millón de guatemaltecos, luego del Acuerdo de Paz,
fueron expulsados como “mojados” para los EEUU, y desde allí envían jugosas
remesas, con sabor a esclavitud, para financiar al Estado que los expulsó. En
cuanto a la investigación, pues, los militares inmunes mandaron a matar a
muchos/s defensoras de derechos humanos que se atrevieron a investigar y a decir
que “el 93% de las violaciones de derechos fue de responsabilidad del
Ejército”.
Desarrollo
socioeconómico para el bien común. “La paz firme y
duradera debe cimentarse sobre un desarrollo socioeconómico participativo
orientado al bien común…” “Lograr la justicia social y crecimiento económico con
la participación efectiva de ciudadanos/as de todos los sectores… elevar la
recaudación tributaria y priorizar el gasto público hacia la inversión social”,
eran algunas de las promesas.
Desde la
perspectiva de los excluidos, y sobrevivientes de la guerra, la firma de los
Acuerdos de Paz, en buena medida sólo sirvió para acelerar y afianzar el sistema
neoliberal recargado en Guatemala, impuesto después de dicho Acuerdo.
En estos 16 años,
las magnitudes de las desigualdades socioeconómicas recrudecieron a niveles
jamás antes vistas, a favor de los ricos. Casi la totalidad de los bienes
comunes (naturales, empresariales y de servicio) fueron transferidos a manos de
los mega latifundistas de Guatemala.
Las y los
empobrecidos, en la actualidad, bordean casi el 70% del total de la población,
con la diferencia de que antes de los Acuerdos de Paz por lo menos había tierras
para alquilar y hacer la milpa (cultivar maíz), playas y ríos para pescar.
Ahora, los patrones no sólo acaparan las tierras, sino que ocupan playas, matan
ríos, lagos y montañas. Lejos de elevar la recaudación tributaria, Guatemala se
convirtió en un territorio de “zona franca” en la que la “inversión privada”
está exenta de pagar impuestos como un estímulo para invertir, dejando para el
país secuelas de sobre explotación laboral y masacre
ambiental.
Redistribución de
la tierra. “El Estado y los
sectores organizados de la sociedad deben aunar esfuerzos para la resolución de
la problemática agraria y el desarrollo rural…”, decía el Acuerdo. Pero, la Ley
del Desarrollo Rural Integral sólo quedó en una promesa electoral incumplida por
los diferentes gobiernos. Los mega latifundistas aglutinados en el CACIF (Comité
Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras)
que manejan al Estado guatemalteco como su finca privada, lograron subordinar a
sus intereses a todos los gobiernos y congresistas. Campesinos e indígenas post
Acuerdos de Paz sostienen que “en Guatemala es mejor haber nacido como palma
africana o caña de azúcar, porque estos monocultivos tienen tierra, agua y vida
legalmente aseguradas”.
En la actualidad,
más del 80% de las tierras de cultivo se encuentran en manos del 2% de los
latifundistas. De este total de tierras, cerca del 70% es utilizada (destruida y
contaminada) para el monocultivo de palma africana, caña de azúcar y el hule. En
las zafras, las jornadas de trabajo no bajan de 12 y 14 horas diarias, con
salarios por debajo del mínimo legalmente establecidos. A las organizaciones
campesinas e indígenas movilizadas sencillamente se los expulsa de las tierras
para perseguirlos, criminalizarlos, depredar a sus dirigentes, y finalmente
masacrarlos delante de las cámaras fotográficas.
Lo más insólito es
que estos monocultivos, depredadores de los derechos humanos, son financiados
con fondos y préstamos de los países europeos que hace 16 aplaudieron la firma
de los Acuerdos de Paz, pero que ahora, urgidos por las circunstancias, demandan
agro combustibles para “bajarle” la temperatura a la Tierra e inyectar activos
frescos a sus sistema financiero en crisis.
Derechos de los
pueblos indígenas. Otro acuerdo
fundamental fue el reconocimiento y el fortalecimiento de las identidades y
derechos de los pueblos indígenas (mayas), xincas y garífunas. Estos pueblos,
hoy, como ayer, continúan sobremuriendo en la servidumbre, tanto en el campo,
como en las ciudades, sin derecho a tener derechos, mucho menos a protestar. Si
protestan, el Ejército no escatima balas para clavarles plomo como si se tratara
de una política de “limpieza social”. La propuesta de regulación de los
derechos indígenas como Ley de la República no pasó de ser sólo un anteproyecto
de Ley archivado.
El discurso
multiculturalista del Estado post Acuerdos de Paz sólo sirvió para acopiar
dinero de la “cooperación internacional” y comprar algunos dirigentes indígenas
para “legitimar” la venta del país a las multinacionales”. Ni tan siquiera los
idiomas indígenas fueron constitucionalizados como idiomas oficiales del país.
La autodeterminación y autonomía indígena continúan siendo catalogadas como
subversivos en el imaginario de los patrones políticos. La presencia indígena en
el territorio guatemalteco continua siendo asumido por el Estado ladino
monocultural como una desgracia y vergüenza milenaria.
Pero eso sí, el 13
B’aktún, fue comercializado y vendido por el gobierno mayafóbico como la pieza
de museo maya folclórico más apetecido para los ingenuos turistas del mundo.
Recuérdese que, según los indígenas sobrevivientes a la guerra interna, el Gral.
Otto Pérez Molina (actual Presidente de Guatemala) es el principal responsable
del crimen de “limpieza étnica” en el Triángulo Ixil, Quiché, ejecutado por el
Ejército durante la guerra interna.
¿Por qué el
Presidente Otto Pérez celebra el 16 aniversario de los Acuerdos de
Paz?
Aprovechando la
atención mundial sobre Guatemala, fruto de la folclorización del 13 B’aktún, el
Presidente Otto Pérez (uno de los militares firmantes del Acuerdo de Paz)
anuncia la festiva conmemoración del 16 aniversario de la firma de los Acuerdos
de Paz. La finalidad es embaucar al mundo con que “dichos acuerdos están siendo
cumplidos”, y simultáneamente liberar de la prisión a uno de los principales
responsables de las masacres durante la guerra, ahora encarcelado, como es el ex
presidente de Guatemala, Efraín Ríos Montt ¿Cómo podrán demostrar al mundo “la
paz firme y duradera pos Acuerdo de Paz” en una Guatemala en la que se asesina a
bala a 17 personas por día? ¿Qué harán para esconder el actual recrudecimiento
social de las causas que empujaron al país a la guerra
interna?
Además de intentar
limpiar su imagen ensangrentada, los culpables, ahora impunes, sienten cargo de
conciencia (en el fuero interno) por las atrocidades cometidas en contra de la
humanidad. Por eso quieren celebrar con grandezas el incumplimiento de los
Acuerdos de Paz. Lo triste es que muchos seudo indígenas mayas (supuestos guías
espirituales y dirigentes) se prestan para este otro teatro/ritual nacional.
Así, legitimados
por espectaculares ceremonias mayas quieren seguir convirtiendo el territorio y
los bienes nacionales en agro combustible para el sistema. Ellos se sienten
vencedores en esta lucha sangrienta, aunque su victoria anuncia la definitiva
derrota de toda la humanidad, pero su limitada capacidad de compresión no les
permite comprender la realidad suicida en su real
magnitud.
¿Cómo evalúa un ex
integrante de la guerrilla, sobreviviente a la represión estatal/militar, los
resultados del Acuerdo de Paz?
Don Mauro Vay
Gonon, de 58 años de edad, campesino indígena quiché, fundador y dirigente del
movimiento Comité de Desarrollo Campesino (CODECA, en este momento, la
organización campesina más numerosa en el país), en su humilde y acogedora
vivienda nos dio la siguiente valoración sobre los resultados del Acuerdo de Paz
firmados hace 16 años:
“Los Acuerdos de
Paz sirvieron para que la gente se diera cuenta de cuáles eran los objetivos
reales de la guerrilla. El Ejército, durante la guerra, tuvo la capacidad de
desprestigiarnos a los guerrilleros como cubanos, barbudos extranjeros y canches
(piel blanca). Pero, los Acuerdos de Paz demostró que los guerrilleros éramos
guatemaltecos conscientes luchando por la reforma agraria, derechos laborales,
derechos de los pueblos indígenas, reforma educativa y transformación del
Estado. Eso fue lo que se peleó en la mesa de negociaciones, con el respaldo de
la comunidad internacional y de la Iglesia.
La gente
medianamente inteligente se dio cuenta que nosotros buscábamos soluciones a la
problemática nacional, y que no habíamos sido cubanos, ni barbudos. Este tiempo
sirve para que la gente se desengañe.
Lo triste fue que
la población no supo, ni pudo legalizar, ni legitimar los objetivos del Acuerdo
de Paz. Como pueblo no supimos manejar el contexto. Fue una oportunidad perdida
para la maduración social. Muchos dirigentes de las organizaciones sociales se
acomodaron al Estado y desmovilizaron a sus
organizaciones.
En estos 16 años de
los Acuerdos de Paz, la derecha aprovechó las circunstancias para legalizar
todos sus intereses. Antes imponían sus caprichos fusil en mano, ahora, luego
que entregamos las armas, el CACIF, legitimados con las leyes creadas por ellos
mismos, se reparten las tierras de cultivo para sus monocultivos, criminalizando
y persiguiendo a los movimientos sociales.
Esto es un error
que ellos cometen, porque no se dan cuenta que con esta estrategia lo único que
están logrando es que se levante nuevamente el pueblo, y allí sí que ya nadie
podrá parar al pueblo. Ahora, ¿a quien está afectado los monocultivos, la
política de “mano dura”, la violencia? Es a la misma gente, a la clase media y a
los mismos empresarios.
Para nosotros, como
movimiento social, los Acuerdos de Paz sirvieron para mitigar la persecución
mortal a los dirigentes revolucionarios, aunque ahora seguimos perseguidos. Los
Acuerdos de Paz están allí, engavetados, esperando el momento en que el pueblo
se levante. Son herramientas que en su momento utilizaremos para implementarlos
en el proceso constituyente.
Para mí, los
Acuerdos de Paz sirvieron para el fortalecimiento de las organizaciones
sociales. Mi frustración es que yo pensé que esos acuerdos se implementarían en
un plazo más corto, pero algunos dirigentes de las organizaciones como Comité de
Unidad Campesina (CUC), Coordinadora Nacional Indígena Campesina (CONIC) y
Coordinadora Nacional de Pequeños Productores (CONAMPRO) se acomodaron, y no
logramos tomar el poder a corto plazo.
Como fundador de
CODECA veo que como organización tenemos que levantar al pueblo y refundar
Guatemala. En eso estamos. Llevará su tiempo, pero llegará el
momento.”
Ollantay
Itzamná,
Indígena quechua, abogado
y antropólogo
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