Rusos en Cuba: la emigración romántica
© Photo Cortesía de Violeta Sherbina
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“La
humanidad ha emigrado por disímiles razones: políticas, económicas,
religiosas. Pero la emigración rusa a Cuba es la única de esta magnitud
que ha sido por amor”, dice Violeta Sherbina, una rusa que se enamoró de
un cubano hace ya tres décadas.
En Ciego de Avila, ciudad donde reside desde 1987, Violeta puntualiza
las cinco olas migratorias que sufrió Rusia en los últimos 150 años.
“La primera, por motivos religiosos entre finales del siglo XIX y
principios del XX, otra después de la Revolución de Octubre, la tercera
en la Segunda Guerra Mundial, después la de los disidentes en los años
60-70 y por último, la de la Perestroika. Nuestra diáspora en Cuba no
encaja en ninguna de ellas”, asegura.
Los primeros rusos que vivieron en Cuba lo hicieron allá por el
lejano 1762, cuando un medico de esa nacionalidad se asentó en La
Habana. Las guerras de independencia vieron luchar a tres mambises
rusos junto a los cubanos y hasta el más destacado escritor cubano,
Alejo Carpentier, es hijo de una rusa. Pero no fue hasta después de la
Revolución de 1959 en que esta migración tomó carácter masivo.
Lo cierto es que entre los años sesentas y noventas del pasado siglo,
decenas de miles de cubanos fueron a estudiar a la antigua URSS. Muchos
de ellos volvieron casados.
“Son los años de la juventud y las ilusiones, y es lógico que se
formaran muchas parejas mixtas, en su mayoría de hombres cubanos con
mujeres rusas. A la inversa hubo algunos casos pero no era común, y casi
todos se quedaron a vivir allá”.
© Photo Cortesía de Violeta Sherbina
Rusos en Cuba: la emigración romántica
Es muy difícil cuantificar la cantidad de matrimonios mixtos que se
formalizaron en esos años. Algunos regresaron a Rusia o emigraron a
terceros países, otros no aprobaron el examen de la vida. Pero sí se
puede deducir por las huellas que dejaron y la cantidad de rusos que
aún hoy viven en la isla.
“Hoy somos unos tres mil, contando a descendientes. Nos integramos a
la sociedad. Jamas existió un guetto ruso. Aceptamos la cultura, la
enriquecimos y aprendimos a vivir con ella. Casi todos somos graduados
universitarios o de nivel medio superior y realizamos grandes aportes a
la economía cubana”, dice Violeta. Ella misma, matemática de profesión,
al igual que su esposo, impartió clases de esa materia durante mucho
tiempo y aun hoy ayuda a preparar a los participantes en olimpiadas
internacionales, a la vez que colabora con la Embajada y otras
instituciones rusas. Pero buena parte de su tiempo y su esfuerzo lo
dedica al Consejo de coordinación de compatriotas rusos en Cuba, del que
es vicepresidenta.
“Desde el 2007 hemos sido reconocidos por el Estado Ruso, que bajo el
gobierno de Putin ha comenzado a valorar a la diáspora, que somos más
de 40 millones de personas. Nos reunimos cada año a nivel nacional,
regional y global, en el Consejo Mundial de los Compatriotas Rusos. Uno
de los temas que tratamos es el de la repatriación, que es propiciada
desde Rusia, ya que nuestro país está perdiendo población y quien mejor
que los propios rusos y sus descendientes para repoblarla”, dice
Sherbina.
“En Cuba llevamos el control de nuestros miembros, conocemos sus
necesidades y los ayudamos en la medida posible. Estamos trabajando
ahora en 48 casos de personas que perdieron su ciudadanía, por
ejemplo.”, cuenta. “También difundimos la cultura rusa, hacemos
distintas actividades, colaboramos con la Embajada y con las Cátedras de
Ruso de la Universidad de La Habana y la de Ciego de Avila.”
Después de casi una vida en la Isla, con dos hijos cubanos de 28 y 23
años, Violeta y muchas otras como ella, comparten su amor entre dos
patrias.
“No diría jamás que soy cubana, sigo siendo rusa, pero con mucho orgullo digo también que tengo aquí el corazón plantado”.
Natasha Vázquez
Ria Novosti
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