LUIS POSADA CARRILES, ETERNO
PROTEGIDO DEL FBI (II)
Con su evasión de la prisión
venezolana de San Juan de los Morros, en la medianoche del 18 agosto de 1985,
Luis Posada Carriles iniciaría el capítulo centroamericano de las drogas y el
terror. Sabiéndose impunemente libre, de inmediato se trasladó a Coro, luego a
Vela y, posteriormente, a Aruba, portando un revólver Smith & Wesson y
cerca de 4 700 dólares. Este último intento de fuga vio coronado sus esfuerzos
y el de sus cómplices, tras el fracaso en dos oportunidades anteriores. Al fin
se sintió el criminal nuevamente libre y protegido, carcomido su corazón por
las nacientes expectativas, y gozoso de que la CIA y el FBI no se hubieran
olvidado de él. Sin embargo, pensativo sobre el uso venidero que le darían sus
jefes de la CIA en los próximos tiempos, especuló que esta vez debería ser más
cuidadoso en cada paso que diera.
Su arribo a El Salvador
ocurrió tras haber contactado a la CIA y al FBI, de quienes recibió inmediato
apoyo: una avioneta bimotor, del tipo Cessna 310, con la que realizó breves
escalas en Panamá y Costa Rica. Durante el trayecto hacia su nuevo destino,
recibió del piloto, el capitán Roberto Leyva, subordinado a Félix Rodríguez
Mendigutía, las documentaciones necesarias para penetrar a territorio
salvadoreño con la identidad de Ramón Medina Rodríguez, nombre que usaría
posteriormente y de manera alternativa para ejecutar sus fechorías. No podía
imaginar Posada, que el documento recibido era una adulteración hecha por la
CIA del número de identidad de una salvadoreña nombrada Mercedes Flores Funes.
Félix Rodríguez Mendigutía,
“El Gato”, involucró de inmediato a Posada Carriles en la Operación Calypso,
siniestro operativo de la CIA contra la Revolución Sandinista, creado al
sustituir ésta al hatajo de especialistas argentinos, quienes operaban desde
Tegucigalpa, Honduras, enviados por la dictadura militar en apoyo de la contra
nicaragüense. Después vendría el traslado para la base de Ilopango, nuevo
centro operacional en El Salvador, a donde arribaría Posada. Ya instalado,
empezó a recibir su salario de la CIA, usando una fachada como Support Director
del Nicaraguan Humanitarian Assistance Office (NHAO).
A Posada, cosa que él no
puede negar, siempre le traicionó su afán de protagonismo y la necesidad de
reconocimiento, aún a costa de violar la rigurosa compartimentación establecida
por la CIA. Indiscretamente, estableció contactos con varios de sus congéneres
de correrías como Armando López Estrada, René Corvo Lorenzo, residentes en
Costa Rica; así como con Juan Pérez Franco, Rolando Mendoza, Gaspar Jiménez
Escobedo, Ramón Font y otros, quienes lo visitaron a su base de operaciones,
abriendo una peligrosa brecha de seguridad, que sería criticada por sus jefes.
No podría durarle mucho su
nuevo trabajo con la CIA. El escándalo Irán-Contras se destapó con la denuncia
del Viceministro del MININT de Nicaragua, Luis Carrión, el 15 de octubre de
1986, luego del derribo de la avioneta de Eugene Hassenfus. A partir de ese
instante, salió a luz pública, en toda su dimensión, el rol de la CIA como
soporte de la contra nicaragüense y la implicación de Posada Carriles y otros
terroristas de origen cubano en esas actividades.
Posada Carriles permaneció
en la base de Ilopango hasta fines de octubre de 1986, fecha en la que inició
un proceso de continuos viajes en la sombra en espera de las consecuencias del
escándalo Irán-Contras. Escondido en Xanadú, un lugar turístico de El Salvador,
cercano a El Zunzal, esperó el incierto desenlace de la descubierta operación.
En marzo de 1987 se movió hacia Panamá en donde recibió la visita de Gaspar
Jiménez Escobedo, al que manifestó estar disgustado con la FNCA, pues creía que
los jefes de la misma lo habían abandonado a su suerte, distanciándose de él
como de un apestado. Tres meses después. Aquejado por el abandono, enfermo y con
falta de recursos, se trasladó a Honduras, bajo la tutela del embajador yanqui
en ese país, Everett Brigs. Allí se incorporó como instructor, aún sin ocultar
su desazón, a los entrenamientos que recibía un grupo de la Brigada 2506. La
suerte, sin embargo, pareció no abandonarlo del todo cuando se encontró allí
con Hermes Rojas y a otros de sus ex socios de la DISIP venezolana, quienes lo
introdujeron dentro del círculo de asesores del presidente José Napoleón
Duarte. Para ese entonces usó el seudónimo de Ignacio Castro y contaba con el
apoyo de varios jefes policiales y militares centroamericanos.
Para nadie hoy es un secreto
que Posada supo establecer fuertes vínculos con sicarios, militares y
terroristas de origen cubano asentados en Centroamérica, los que usaría con
total impunidad desde su arribo a El Salvador en 1985, hasta su cuestionado
indulto en el 2004 por la ex presidente panameña Mireya Moscoso. Su red de
cómplices y colaboradores se extendió a Honduras, Costa Rica, Nicaragua,
Guatemala y El Salvador.
Por citar un ejemplo, Posada
estableció una red de terroristas en el territorio tico integrada por los
hermanos Gustavo, Armando y Claudio Lora Hernández, naturales de Cienfuegos
como él y vinculados a Posada Carriles durante sus actividades en el MRR y la
Brigada 2506. Uno de ellos, Gustavo, trabó vínculos en Fort Benning con Posada,
Jorge Mas Canosa, José Basulto León, Félix Rodríguez Mendigutía, Armando López
Estrada y otros muchos importantes contrarrevolucionarios. A su vez, Armando
López Estrada también había apoyado a Luis Posada Carriles desde que se vio
involucrado con él en actividades patrocinadas por la CIA en Guatemala,
Nicaragua, Honduras, Costa Rica y El Salvador. También en Costa Rica, Posada
contó con el apoyo de Moisés Núñez Ruíz, dueño de los frigoríficos Punta Arenas
S.A. y su grupo de amistades de origen cubano, integrado por varios terroristas
como René Corvo Lorenzo, Orfilio Palacios, Eduardo Paz y Héctor Alfonso. Casi
todos mantenían relaciones con el cabecilla dirigente de Cuba Independiente y
Democrática (CID), Hubert Matos.
En noviembre de 1988, Posada
Carriles participó desde El Salvador en la organización de un plan de atentado
contra Fidel Castro, elaborado por éste en complicidad con Gaspar Jiménez
Escobedo y el contrarrevolucionario Orlando Mendoza. El plan contemplaba
asesinar al mandatario cuando éste realizara una visita a Brasil. Sin embargo,
dando muestras de una obcecada y enfermiza beligerancia contra Cuba,
particularmente hacia Fidel, se vio envuelto junto a Orlando Bosch, Gaspar
Jiménez Escobedo, Pedro Corzo Eves y otros individuos, en otro plan de atentado
contra el líder cubano, a realizarse en diciembre de 1988, cuando éste
asistiera a la toma de Posesión de Carlos Andrés Pérez, en Caracas, Venezuela.
Su involucramiento en estas
actividades, volvió a ponerlo ante el centro de atención de sus ex socios de la
FNCA, aunque él nunca olvidó sus desatenciones y guardó en su corazón un oculto
rencor hacia ellos, sabiendo importante mantener contacto con esta jugosa fuente
de financiamiento. Posada tenía bien claro, a pesar de todo, que el que quiere
comer no puede pelearse con el cocinero. La FNCA, por su parte, estaba
interesada en disponer de él para sus futuros planes contra Cuba, entre los que
estaba la preparación de la oleada terrorista contra instalaciones turísticas
en la Isla y realizar otros intentos magnicidas contra Fidel.
Viajero incansable, realizó
un periplo por varios países, con breves estancias en Guatemala, El Salvador y
Honduras, hasta que se radicó finalmente en Ciudad Guatemala, en abril de 1989,
convirtiéndose de inmediato en jefe de seguridad de la empresa telefónica
estatal Guatel. Este trabajo lo obtuvo gracias a la ayuda de Francisco Ramírez,
en ese entonces director de dicha empresa de comunicaciones guatemalteca.
Acostumbrado a relacionarse con gentes de escasa valía, Posada Carriles ignoró
deliberadamente que Ramírez se hallaba involucrado hasta los tuétanos en
actividades de narcotráfico y lavado de dinero, actividades que lo llevaron a
prisión en octubre de 1994, en Nueva Orleans. Allí, en Guatemala, contó con el
apoyo de varios funcionarios del gobierno guatemalteco, entre ellos el de
Rolando Castro, director de Aduanas, uno de quienes lo ayudó a convertirse en
asesor personal de investigaciones del presidente Marco Vinicio Cerezo Arévalo.
Poseedor asimismo de fuertes
contactos con las redes de narcotráfico y tráfico de armas desde su estancia en
Ilopango, Posada Carriles fortaleció sus vínculos de amistad con Mario
Delamico, quien se convertiría en uno de los principales sostenes de sus planes
terroristas en años posteriores. Con este individuo, obtuvo las armas
necesarias para tramar nuevas intentonas magnicidas contra Fidel y otros
objetivos cubanos, lo que incluyó a los planes de atentado contra Fidel Castro
durante una posible visita a El Salvador durante la toma de posesión del
presidente Reina, el atentado frustrado contra el líder cubano en Cartagena de
Indias, en Colombia e, incluso, uno de los tres planes preparados contra Fidel
durante su visita a República Dominicana en 1998.
SUS NUEVOS CONTACTOS CON EL
FBI A PARTIR DE LA DECADA DE LOS 90.
Por primera vez en su vida
debió experimentar miedo Luis Posada Carriles cuando el 26 de febrero de 1990
fue atacado en la Colonia Vista Hermosa, Ciudad Guatemala, por combatientes
revolucionarios centroamericanos, en plena calle, en un intento por
ajusticiarlo y hacer que pagara sus culpas. Nunca antes la muerte había estado
tan cerca de él, reclamándole sus crímenes y poniéndole en dudas su tan acostumbrada
impunidad. Recibió, sin esperarlos, dos tiros: uno cerca del corazón y otro en
el rostro, en la zona de la mandíbula y que le seccionó la lengua, cuando se
desplazaba en una Suzuki de color negro. Grande debió ser el susto de sus
cómplices y protectores ante este suceso.
Luego de debatirse entre la
vida y la muerte, salió del hospital guatemalteco y, al punto de recibir de sus
socios de la FNCA la suma de 22 000 dólares para su recuperación, se trasladó a
San Pedro Sula, en Honduras, a la casa de Rafael Hernández Nodarse, antiguo
socio de correrías y uno de los miembros de su red terrorista en Centroamérica.
Sobre esa estancia, relató en “Los caminos del Guerrero”: “La gente de Miami se
comunica con Rafael Nodarse para que me dé apoyo. Rafael me lleva al mejor
hotel de San Pedro Sula, el Copantl. Allí permanezco durante dos meses. Rafael
paga los gastos. Sus hijos, Tadeo y Joaquín, me protegerán mientras dure mi
lenta convalecencia. Rafael siempre estará cerca de mí.”
Es por esos años que Posada
Carriles fue citado el 7 de febrero de 1992 por dos investigadores del FBI,
quienes llevaban a cabo una investigación del Congreso norteamericano sobre el
caso Irán-Contras. La entrevista, que duró casi siete horas, tuvo lugar en la
embajada yanqui de EE UU en Tegucigalpa. Uno de los oficiales era George
Kyszinski, con el que mantenía viejos lazos de amistad. El otro oficial
acompañante era Michael Foster.
Posada no dudó en informar a
los investigadores del FBI de todos los detalles de la Operación Irán-Contras,
sobre todo lo relacionado con los intercambios de drogas por armas, dirigidos
por el Coronel Steele, uno de los subalternos de Oliver North. Es en esta
oportunidad que Posada explicó que, al ser derribado en Nicaragua el avión de
Eugene Hassenfus en octubre de 1986, informó inmediatamente al coronel James
Steele y a Félix Rodríguez Mendigutía sobre el suceso. El primero de estos
acudió de inmediato al aviso con vistas a crear una cortina de humo que evitara
la implicación de la CIA en este operativo. Lo absurdo de todo es que el FBI no
tomó acción alguna contra él, lo que corroboró una vez más su permanente rol de
informante de los Feds.
Que Kyszinski le tendió la
mano a Posada Carriles no fue nada extraño. Kiszynski había sido cómplice del
dispositivo CIA en Ilopango, lo que salió a luz pública cuando se dio a conocer
que este oficial del FBI entregó a Oliver North, el 24 de marzo de 1986, un
documento interno del Buró sobre la actividad de los contras en relación con el
tráfico de drogas y contrabando de armas. Al haber alertado a un cabecilla del
complot de Nicaragua, Kyszinski cometió un serio delito de deslealtad con su
organización, pero nunca fue juzgado por esta traición.
Cinco meses después de su
entrevista con el FBI en la embajada norteamericana en Tegucigalpa, fue
visitado por Gaspar Jiménez Escobedo el 15 de julio de 1992, con la finalidad
de coordinar un nuevo atentado contra Fidel Castro. De acuerdo con este plan
magnicida, Posada Carriles se encargaría de conseguir un lanzacohetes RPG-7, de
fabricación soviética, para atentar contra el avión del mandatario cubano
durante su visita a España, en ocasión de celebrarse allí la II Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado. Otra vez los vínculos entre Posada y la FNCA
se volvían a materializar en una nueva conspiración contra Fidel. Otra vez la
sádica perseverancia sería premiada con el fracaso.
En 1993 Posada Carriles,
totalmente recuperado de sus heridas, pero con permanentes secuelas, organizó
un ataque contra un carguero cubano que realizaba operaciones entre el puerto
de Cienfuegos, en Cuba, y varios puertos hondureños.
En enero de 1994, cuando se
instaló en el apartamento 401 del Edificio Moncada, ubicado en la Avenida Juan
Lido, Colonia Ninites, en Tegucigalpa, Posada Carriles preparó un nuevo
atentado contra Fidel Castro, esperando la participación del jede de estado
cubano en la toma de posesión del electo presidente Carlos Roberto Reina. Para
ejecutar este plan, la FNCA desembolsó 20 000 dólares y planificó el empleo de
un francotirador quien dispararía contra ambos mandatarios con un fusil dotado
de mirilla telescópica. Junto a Posada Carriles estuvieron involucrados Roberto
Martín Pérez, Ramón Orosco, Gaspar Jiménez Escobedo y Francisco Castro Paz.
Incansable en sus intentos
de destruir a la Revolución Cubana, Posada Carriles viajó a Costa Rica el 15 de
junio de 1994. Su misión, en este caso, era preparar un atentado contra un
barco cubano que tocaba con relativa frecuencia el Puerto de Limón. Para esta
misión y muchas otras, contó con el apoyo de sus colaboradores de la red
terrorista centroamericana en Costa Rica, entre los que se encontraban Miguel
Mariano Merino Márquez y los hermanos Lora Hernández.
Por esa época acababa de
adquirir fraudulentamente el pasaporte a nombre de Franco Rodríguez Mena, en
Tecapán, Usulután, haciendo uso de una fe de bautismo de otra persona ya
fallecida. Esa nueva identidad le permitirá desplazarse por diversos países de
la región, incluyendo los Estados Unidos, con total impunidad. La dirección de
residencia de Mena Franco, que consta en este nuevo pasaporte salvadoreño, es
Calle San Salvador Nro. 219, Colonia Centro América, San Salvador, detectándose
posteriormente que la misma es inexistente.
Sin cejar en su permanente
intento de agredir a la Revolución Cubana y de asesinar a su máxima figura,
Posada Carriles, en unión de cinco terroristas fracasó una vez más en la
realización de un atentado contra Fidel en Cartagena de Indias, Colombia,
durante la celebración de la IV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado.
Celebrada entre los días 14 y 15 de junio de 1994. Previsto a realizarse cuando
el jefe de estado cubano realizara un paseo por la ciudad en compañía del
escritor colombiano Gabriel García Márquez, este plan contó con abundante
soporte monetario, cerca de 50 000 dólares, proveniente de los jefes de la
FNCA. Asimismo, serían empleados diversos medios de guerra entre los que se
encontraban bazookas, armas largas y explosivos. El plan contemplaba el empleo
de un fusil Barrett, calibre 50, enviado desde Miami, presumiblemente aportado
por Pepe Hernández, con el que se dispararía contra el mandatario cubano.
Posada Carriles contó, en esta oportunidad, con la ayuda de Alberto Hernández,
Félix Rodríguez Mendigutía, Gaspar Jiménez Escobedo, Ramón Orosco Crespo,
Roberto Martín Pérez y Raúl Valverde.
Otro plan terrorista
desarrollado por Posada Carriles por esa época, involucró a uno de los altos
personeros del ejército hondureño, amigo suyo y de Mario Delamico, el Inspector
de las FF.AA., coronel Guillermo Pinel Cálix, en ese entonces jefe de la
inteligencia militar de Honduras. El plan consistió en crear un campamento
secreto en esa nación centroamericana para emplearlo como campo de
entrenamiento de contrarrevolucionarios cubanos y como base de agresiones
terroristas contra la Isla. Una gran cantidad de dinero fue entregado a manera
de sobornos a jerarcas militares hondureños, con independencia del cuarto de
millón de dólares que costaría el establecimiento de la base operativa. Para
concretar estos planes, el coronel marchó a Miami donde se reunión con altos
miembros de la FNCA.
Mientras Posada Carriles
preparaba desde Honduras la oleada de atentados contra instalaciones turísticas
en la Habana y Varadero, se le vio inmerso en la preparación de terroristas del
auto titulado Gobierno Provisional en Costa Rica, contando con el apoyo de
contrarrevolucionarios residentes en ese país, en una abierta injerencia para
usar ese país como base de operaciones contrarrevolucionarias. El FBI tuvo
conocimiento de estos hechos, pero tampoco le molestó.
LA PROTECCION A POSADA
CARRILES POR EL FBI: LA OLEADA TERROSITA DE 1997
Matar a Fidel y revertir el
proceso revolucionario cubano fueron por estos años, como en toda su vida, su
principal razón de existir. La ancianidad que se apoderaba de él no le hizo
frenar y buscar un retiro tranquilo. Por el contrario, acrecentó sus odios
personales y fortaleció a su empecinado carácter, acentuando su impiedad y su
irracionalidad.
Para 1997, el terco e
incansable Posada Carriles logró crear la infraestructura necesaria para llevar
a cabo la oleada terrorista contra Cuba que había planificado, no sin
tropiezos, la Fundación Nacional Cubano Americana. Contaba, por un lado, con
incontables recursos provenientes de la FNCA y de las autoridades
norteamericanas, sabiéndose protegido por la CIA y el FBI, así como varios
gobiernos de la región. Organizador tenaz y viajero frecuente, ha desandado
toda Centroamérica para cumplir este propósito. Creó, sin mucho esfuerzo, una
numerosa red de colaboradores en Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Costa
Rica, Honduras, Venezuela, República Dominicana, El Salvador y otras naciones
de la región, para obtener financiamiento, apoyo logístico y armas. Siempre
dispuso de un potencial grupo de mercenarios centroamericanos, identificados
por sus cómplices en esos países, debidamente desinformados sobre la realidad
cubana y con disposición de arriesgarse por irrisorias sumas de dinero, que
constituyen una fortuna en sus empobrecidos países.
La oleada de atentados
terrorista con la que siempre soñó Posada Carriles se inició el 9 de abril de
1997, cuando Francisco Chávez Abarca arribó a Cuba por el Aeropuerto
Internacional “José Martí”, empleando su pasaporte salvadoreño Nro. 816604. La
primera de las bombas la colocó este terrorista centroamericano en los baños de
la discoteca “Aché” del Hotel Meliá Cohiba y detonó, como un mal presagio, a
las 3.53 de la madrugada del día 12 de abril. Contenía 600 gramos de C-4. La
suerte ayudó esta vez a los cubanos, pues ninguno se encontraba en esos
momentos en el local siniestrado.
En ocasión de otro de sus
viajes, realizado 18 días después de la colocación de la primera bomba, el 30
mayo, Chávez Abarca colocó otro artefacto explosivo en una maceta ornamental
del piso 15 de ese mismo hotel habanero. Contenía 401 gramos de C-4, que se
activarían mediante un mecanismo de relojería acoplado a una calculadora marca
Casio, Modelo QA-100. También esta vez, descubierto a tiempo el artefacto de
muerte, se pudo evitar la muerte y la destrucción.
La actividad terrorista de
Chávez Abarca, como miembro de la red centroamericana del terror y por
orientaciones de Posada Carriles, lo llevó a colocar una bomba en las oficinas
de la corporación Cubanacán, en Ciudad México el 25 de mayo de 1994, a las 6 de
la tarde de ese día. Con este hecho se quiso revivir la ofensiva terrorista
contra intereses y representaciones cubanas en el exterior, modus operandi de
Posada Carriles y sus cómplices en la década de los 70. Estaba claro que este
centroamericano sin escrúpulos se había convertido en un eficaz aliado para la
FNCA y Posada.
Por esos días de agosto de
1997, su jefe Luis Posada Carriles realizó un viaje en el que recorrió a varios
países de Europa y África, empleando el pasaporte falso a nombre de Franco
Rodríguez Mena, enviado por algunos de sus protectores dentro del gobierno
salvadoreño y con la finalidad de adquirir cuantiosas cantidades de armas de
manera ilegal. Un hecho curioso tuvo lugar por esa fecha: el 25 de mayo de 1997
tuvo lugar un golpe de estado en Sierra Leona que derrocó al gobierno civil del
Presidente Ahmad Tejan Kabbah, país en el que se encontraba en esos momentos.
Ante los confusos acontecimientos corrió a refugiarse a la embajada de Estados
Unidos, donde recibió cobija y refugio seguro, cuando portaba una identidad
falsa y tenía sucios antecedentes relacionados con su fuga de una prisión en
Venezuela y con el escándalo Irán-Contras. Sus amos del Norte le tendieron la
mano otra vez de forma solapada y este hecho trató de ocultarse a la opinión
pública. Los agentes de la CIA y del FBI en Sierra Leona volvieron a cubrirle
las espaldas.
El gobierno salvadoreño de
ARENA también hizo lo suyo. Tanto el Ministro de Seguridad salvadoreño,
Francisco Bertrand Galindo, como el viceministro de Seguridad en ese entonces,
Hugo Barrera, ex antiguo líder de ARENA; como Rodrigo Ávila, director de la
Policía Nacional Civil y Mauricio Eduardo Sandoval Avilés, Director del
Organismo de Inteligencia del Estado; así como Julio Eduardo Villatoro Monteagudo,
un abogado que enfrentó a partir del 2008 un proceso de deportación en Estados
Unidos, luego de su captura, y quien le apoyó con dinero y recursos para sus
actividades terroristas en la década de los noventa, le protegieron de
cualquier acción ilegal. Esta protección a Posada se extendió también a
Francisco Chávez Abarca, lo que se demostró mediante las reiteradas negativas
del pasado Ministro de Seguridad Pública de El Salvador y vicepresidente de
ARENA, René Figueroa, a enjuiciar a Francisco Chávez Abarca por los actos de
terrorismo cometidos por éste. Años después Figueroa, encargado de la seguridad
de la recientemente celebrada XVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estados
en El Salvador, se lavó las manos ante las denuncias del presidente venezolano
Hugo Chávez sobre un plan de atentado contra su persona cuando asistiera a la
misma. Era tal el contubernio entre Posada y los burgueses de ARENA, que el
gobierno salvadoreño ignoró un informe sobre este terrorista hecho llegar al
entonces presidente Francisco Flores, el 5 de octubre de 1999, sobre sus
criminales actividades.
La complicidad de Posada
Carriles con las élites del poder en El Salvador, se puso de manifiesto hace
poco cuando fue recomendado por Lincoln Díaz Balart para que participara desde
Miami en las componendas para impedir la ascensión del FMLN si éste ganaba las
elecciones o, de lo contrario, realizar maniobras para impedir el triunfo de
esta organización en las urnas. La inusual recomendación hecha por el
representante de la ultraderecha miamense tuvo lugar en un encuentro secreto en
los Ángeles con el entonces presidente Antonio Saca, celebrado en abril del
2008. Como premio a su “ayuda”, Lincoln Díaz Balart recibió la Orden Nacional
José Matías Delgado apenas un mes después. El 3 de mayo de 2008, en Miami, se
consumaba la estrecha relación entre estos representantes de mafia
cubanoamericana de la Florida y la ultraderecha salvadoreña.
Cansado de arriesgarse
innecesariamente y a instancias de Posada Carriles, Abarca se dedicó a reclutar
mercenarios centroamericanos para continuar la oleada de atentados en Cuba. Uno
de sus escogidos fue el joven salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, en ocasión de
contactarlo en la agencia "Geo Rent A Car", en San Salvador. No fue
difícil para él reclutar a este individuo dotado de una personalidad
sociopática y un fuerte interés por el dinero. Ante la promesa de recibir $3
700 dólares, Raúl Ernesto Cruz León viajó a la Habana con la finalidad de
realizar los atentados terroristas comprometidos con Chávez Abarca. El 12 de
julio, tres meses después de la detonación de la primera bomba en la discoteca
del Meliá Cohiba, colocó al mismo tiempo una bomba el Hotel Capri y otra en el
cercano Hotel Nacional, alrededor de las 11.35 de la mañana. Ya en San Salvador,
hizo alarde de su reciente aventura, sin importarle las cuatro personas heridas
durante el suceso terrorista.
Siguiendo el concepto de
internacionalización del terrorismo contra Cuba, mercenarios al servicio de la
FNCA detonaron un artefacto explosivo en las afueras de las oficinas de
Havanatur en Nassau, Bahamas, sobre las 9 de la noche del día 3 de agosto de
1997. No se ha podido esclarecer hasta ahora quiénes fueron los ejecutores
directos de esta explosión, pero no se descarta la implicación de la Fundación.
Otro de los terroristas
contratados por Francisco Chávez Abarca y Luis Posada Carriles fue Otto René
Rodríguez Llerena, quien laboraba en ese entonces como Gerente de Seguridad y
Protección en la firma automotriz Didea S.A. Movido por una mezcla de intereses
monetarios e ideológicos, arribó a la Habana el 3 de agosto de 1997 y colocó,
al día siguiente una bomba en el vestíbulo del Hotel Meliá Cohiba. El día 4 de
agosto, como ya señalamos, entre las 7 y las 8 de la mañana, el artefacto
explotó causando varios daños materiales. La composición de la mezcla
explosiva, según los peritos, contenía TNT y Hexógeno. Para realizar tales
acciones, Rodríguez Llerena transportó 1.519 kilogramos de explosivo plástico
C-4, distribuidos y enmascarados en un pomo de shampoo, uno de pasta dental y
otro de desodorante. Traía, además dos relojes marca Casio y dos detonadores.
Un tiempo después sería
capturado este mercenario al entrar al país, a la 2 de la tarde del 10 de junio
de 1998, procedente de Guatemala. Su misión de abastecer con explosivos a un
supuesto terrorista radicado en Cuba nombrado Juan Francisco González Gómez,
quien colocaría una bomba en el Mausoleo al Che Guevara en Santa Clara. El
supuesto terrorista al que contactaría en Cuba era un experimentado agente de
la seguridad cubana.
Mientras estos hechos se
sucedían, el 2 de agosto de 1998 Posada Carriles ofreció una entrevista a la
cadena CBS, la que en su programa Polos Opuestos transmitió unas declaraciones
del terrorista en las que reconoce su participación en las acciones violentas
que ocurrían en la Isla y declara realizar más de estos atentados con
explosivos. Por su parte, en una muestra de descarada hipocresía, la Fundación
Nacional Cubano Americana, solapada organizadora y financista de los mismos, apoyó
con total impudicia y desenfado una declaración en apoyo a sus ejecutores.
El 22 de agosto, apenas unos
días después, explotó una bomba en el hotel “Sol Palmeras” de Varadero. Fue
colocada en un pasillo cercano al bar lobby. Este atentado fue realizado por
los guatemaltecos Marlon Antonio González Estrada y Jorge Venancio Ruíz,
contratados también por Francisco Chávez Abarca.
El 4 de septiembre de 1997,
fueron colocadas cinco bombas simultáneamente en los Hoteles Comodoro, Chateu
Miramar, Tritón y Copacabana, así como en la Bodeguita del Medio, otra vez por
Cruz León. La primera se colocó en un área cercana a un salón donde se
celebraba un evento infantil de Ajedrez y la misma no detonó al ser desactivada
por un niño que recogió los componentes y los trasladó a su casa. Meses después
fueron entregados a las autoridades. Por supuesto, Raúl Ernesto Cruz León,
quien había regresado sabiéndose impune, nunca reconoció la existencia de esta
bomba.
Las bombas colocadas por
este terrorista centroamericano provocaron cuantiosos daños materiales y el
lamentable deceso del ciudadano de origen italiano Fabio Di Celmo. Hoy purga
prisión junto a otros terroristas de origen centroamericano por los delitos
horribles que cometieron, en espera de que se consume la sanción de pena
capital a la que fue sentenciado en compañía de Rodríguez Llerena.
Paralelamente a los
atentados con bombas que ocurrían en la Isla, Francisco José Hernández Calvo
trató de ampliar dicha oleada mediante el empleo de aviones teledirigidos y
cargados de explosivos, a un precio de 50 000 dólares cada uno, los que se
lanzarían contra algunos de los objetivos de los que yo, supuestamente agente
de la FNCA, había identificado en 1994 con el GPS. Ante estos hechos, fue
citado por el FBI en septiembre de 1997 sin que fuera procesado por ello. Nadie
en Miami molestaría a uno de los prominentes jefes de la Fundación.
El 19 de octubre de 1997 fue
encontrado, en el interior de un microbús Toyota del servicio de taxis Autos
Havana, en las cercanías de la Ciudad Deportiva, en Ciudad de la Habana, un
poderoso explosivo oculto en una tanqueta, con su respectivo detonador y un
reloj digital marca Casio.
Otra bomba fue colocada el
día 30 de octubre de 1997, en un depósito de basura aledaño a un quiosco, en un
salón de la Terminal Nro. 2 del Aeropuerto Internacional José Martí. Tanto esta
bomba, como la encontrada unos días antes en un microbús, fueron colocadas por
los guatemaltecos Marlon Antonio González Estrada y Jorge Venancio Ruíz. Ambos
terroristas suplantaron las identidades de dos de sus compatriotas, a saber
nombrados Nery de Jesús Galicia Hernández y José Luis Castillo Manzo para
realizar su viaje de octubre de 1997. Hoy es conocido que ambos terroristas
pertenecían a la célula terrorista guatemalteca de Luis Posada Carriles,
integrada por José Burgos, Juan Jiménez, Mario Delamico y José Álvarez. Marlon
Antonio González Estrada apareció muerto con un disparo en la cabeza el 2 de
mayo de 1998, fruto de una venganza entre ladrones de carros.
Alrededor de esos días,
Posada Carriles viajó a Estados Unidos, específicamente el 26 de agosto de
1997, rumbo a Nueva York en el vuelo 730 de la aerolíneas centroamericana Taca
Internacional, empleando el pasaporte a nombre de Franco Rodríguez Mena. Ni el
FBI, ni el INS, ni alguna otra agencia norteamericana, le molestaron al entrar
a EE UU.
Los últimos terroristas
centroamericanos fueron capturados unos meses después, el 4 de marzo de 1998.
Fueron los guatemaltecos: Nader Kamal Musalam Barakat y María Elena González
Meza. El primero de ellos fue detenido en la terminal aeroportuaria en el punto
aduanal mientras transportaba los explosivos. La segunda, portadora de los
detonadores, logró escabullirse y fue capturada horas después en el barrio
habanero de El Vedado.
El esposo de María Elena,
Jazid Iván Fernández Mendoza, fue arrestado por las autoridades cubanas unos
días después al arribar al país con la misión de averiguar la situación de su
cónyuge. En sus manos existían trazas de explosivo plástico C-4. Jazid fue liberado
tras cumplir su condena el 15 de diciembre de 2006, mientras María Elena salió
de prisión y marchó a Guatemala el 9 de julio del 2008.
Por ese entonces, Luis
Posada Carriles se encontraba en Honduras empleando la falsa identidad de Ramón
Medina. Podía ser localizado por sus cómplices en el celular 011 503 886 2953.
No se ocultaba esta vez, se sabía protegido por las autoridades de ese país, a
muchos de cuyos jefes militares había conocido en las décadas anteriores. Llegó
al extremo de verse involucrado, el 13 de octubre de 1997, en dos atentados con
bomba contra el presidente Carlos Roberto Reina, demostrando que no respetaba
ni a sus protectores.
La ola de atentados a
hoteles cubanos en 1997 y las posteriores declaraciones del connotado asesino
Luis Posada Carriles a The New York Times, pusieron en entredicho a los órganos
de la inteligencia y contrainteligencia norteamericanos. "A mí no me
molesta ni la CIA ni el FBI", expresó Posada al rotativo un tiempo
después, mientras que artículos aparecidos en Washington por los archivos de
Seguridad Nacional, apoyaron la insinuación de Posada de que el FBI y la CIA
tenían conocimiento detallado de sus operaciones contra el Gobierno de Cuba
desde principios de los años sesenta.
Un hecho que demuestra la
complicidad del FBI con Posada Carriles tuvo lugar cuando el empresario Antonio
Jorge Álvarez (Tony), residente en Carolina del Sur, quien dirigía la empresa
WRB Enterprises en Guatemala y tuvo en ese país contactos con Posada Carriles y
otros terroristas de origen cubano, suministró información al FBI en 1997 sobre
los preparativos de atentados contra el Presidente de Cuba durante la Cumbre
Iberoamericana en Isla Margarita, Venezuela, y sobre la campaña de bombas que
se gestaba contra hoteles en la Isla, pero el FBI demostró poco interés en la
denuncia. La verdad, sin embargo, era otra: quien atendió la denuncia de
Álvarez fue George Kiszynski, quien no dio curso a las acusaciones del
empresario contra Posada.
LA CONFABULACION DE PESQUERA
Y DEL FBI EN MIAMI.
El 27 de octubre de 1997 fue
capturado en Puerto Rico el yate “La Esperanza”, propiedad del
contrarrevolucionario José Antonio Llamas, en aguas cercanas a esta isla, cerca
del Cabo Rojo, por el barco Barnoff de la Guardia Costera de los Estados
Unidos. Sus cuatro ocupantes. Ángel Manuel Alfonso Alemán, Juan Bautista
Márquez, Ángel Hernández Rojo y Francisco Secundino Córdova, planeaban realizar
un atentado contra Fidel, durante su asistencia a la VII Cumbre Iberoamericana
de Jefes de Estado, a realizarse entre los días 8 y 9 de noviembre, en Islas
Margarita, Venezuela.
El operativo implicado en
este magnicidio había realizado estudios previos sobre el terreno con vistas a
detectar aquellos puntos factibles para realizar disparos con dos sofisticados
fusiles semiautomáticos calibre 50, marca Barret y modelo 82A1, dotados con
miras telescópicas, contra la aeronave que transportaría al jefe de estado
cubano o contra los carros blindados que lo transportarían. Contaban además con
siete cajas de proyectiles para estas armas, cada uno con 10 cartuchos, así
como varios uniformes militares, 6 radios portátiles, un teléfono satelital,
visores nocturnos, y miras telescópicas, un total de cerca de mil dólares.
La preparación de este
atentado contó con la organización inicial del mismo por Posada Carriles y
Arnaldo Monzón Plasencia, otros directivos de la FNCA, así como grupos
contrarrevolucionarios radicados en Venezuela y Miami. Entre los primeros se
encontraban Salvador Romaní, Ricardo Koesling, Francisco Pimentel, Hermes Rojas
Peralta, Pedro Morales y Nelly Rojas, esposa de este último. Entre los
contrarrevolucionarios radicados en la Florida, vinculados todos a la FNCA, se
encontraban Alberto Hernández, Francisco José Hernández Calvo, Alfredo Domingo
Otero y otros.
La célula venezolana de
Posada Carriles se encargó de realizar estudios en Isla Margarita que
contemplaban el descubrimiento y análisis de las medidas gubernamentales de
seguridad en la misma, examen del recorrido posible de la aeronave cubana que
transportaba a Fidel previo a su aterrizaje, sus vías de desplazamiento en el
lugar, así como otras importantes tareas logísticas.
Detenidos por el FBI, los
cuatro terroristas hicieron disparatadas y contradictorias versiones sobre el
plan. Más adelante se esclarecerían los hechos. Pocos días después, durante el
proceso investigativo, los fiscales federales se encontraron que el plan de
atentado no era un hecho realizado aisladamente por estos individuos, sino una
de las madejas de una conspiración.
Lo primero en aparecer fue
una cuenta bancaria a nombre de Juan Bautista Márquez en el CITIBANK, con un
depósito de $2,000. Sospechosamente, esta cuenta fue incrementándose en los
próximos días al recibir una transferencia inicial de $2,990 y un depósito
ulterior de $127.00. Hoy se ha comprobado que estas sumas de dinero fueron
entregados a Juan Bautista por Alfredo Domingo Otero, uno de los jefes de
operaciones del grupo paramilitar de la FNCA.
Las investigaciones
arrojaron que los dos fusiles Barret fueron comprados por Francisco
"Pepe" Hernández, presidente de la FNCA y Juan Evelio Pou, otro de
los integrantes de esta organización terrorista. Más adelante, el jurado de
instrucción comprobó que el dueño de la nave era José Antonio Llama, otro de
los directivos de la FNCA.
Todos los tripulantes
capturados por la embarcación “Barnoff”, de la Guardia Costera, tenían amplios
antecedentes que los vinculaban a acciones terroristas contra Cuba. Ángel
Manuel Alfonso Alemán estuvo condenado en Cuba por actividades terroristas y
pertenecía a la Asociación de Ex Presos Políticos en el Exilio. Francisco
Córdova participó en la derrotada invasión de Playa Girón en 1961.
A pesar de los delitos
cometidos, los acusados fueron liberados bajo fianza. Miles de dólares fueron
desembolsados por la FNCA para pagar las fianzas impuestas y los gastos de la
defensa. Sorpresivamente, cuando se esperaba que purgaran su crimen con
sanciones adecuadas a su delito, fueron acusados simplemente de dos delitos
menores. Por arte de magia, fueron escamoteados los delitos de más peso:
conspiración para cometer asesinato, tráfico de armas y falsos testimonios.
Era, sin lugar a dudas, una muestra más de la parcialidad de la justicia
norteamericana con los terroristas de origen cubano.
Las investigaciones
posteriores fueron viciadas por Héctor Pesquera, agente a cargo del FBI en
Puerto Rico, en contubernio con su primo, Ricardo Pesquera, defensor de los
acusados, quienes se dedicaron a ocultar evidencias para escamotear la verdad y
la magnitud de los hechos. Muchos implicados como José Francisco
"Pepe" Hernández, presidente de la FNCA, y Alfredo Domingo Otero, ni
siquiera fueron inquiridos. Otra vez la mafia fue protegida por el FBI, al
extremo que el propio Pesquera declaró, sin recato alguno el 29 de julio de
1998: "… a pesar del torrente de informes sobre ataques terroristas de
exiliados anticastristas, no planeo aumentar la prioridad de investigación para
tales acciones".
Tan evidente fue la
manipulación del caso que el propio The Miami Herald en español, en un artículo
firmado por Juan A. Tamayo, publicado el 23 de julio de 1998, reconoció:
"En medio de informes de que líderes del exilio cubano financiaron
atentados dinamiteros en La Habana, fiscales, conspiradores y policías
estuvieron de acuerdo en que las conspiraciones anticastristas en el sur de la
Florida no solo son comunes, sino casi toleradas". (…) "Durante años
la política tácita de las agencias policíacas ha sido espiar a los militantes
anticastristas y romper sus conspiraciones antes que enjuiciarlos”
Kendall Coffey, ex fiscal
federal en Miami, a la par que protagonista a favor de los mafiosos en el
juicio de los Cinco y también abogado de los secuestradores del niño Elián,
esclareció los compromisos de la justicia gringa con los mafiosos de Miami, al
reconocer sobre estos acontecimientos: "A través de los años hemos actuado
en cierto número de casos pero es muy difícil obtener un jurado en esta parte
de la Florida que halle culpables a personas que son presentadas como
combatientes por la libertad".
El propio nombramiento de
Pesquera tuvo visos de obedecer a influencias de la mafia y la extrema derecha
norteamericana. En cuanto llegó a Miami, bajo la anuencia de los representantes
extremistas floridanos y de los grupos de poder en esa ciudad, sostuvo reuniones
con dirigentes contrarrevolucionarios y reafirmó sus compromisos
incondicionales con ellos.
Cerrado el caso con la
absolución de los magnicidas y sus cómplices en diciembre de 1999, la mafia de
Miami encontró en Pesquera el aliado deseado para perpetuar su impunidad. Como
siempre, el FBI ignoró al verdadero terrorista y lo cubrió con las cortinas de
humo lanzadas desde sus oficinas en abierta y descarada confabulación.
Percy Francisco Alvarado Godoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario