El FBI de Miami entre el
dilema de cazar “espías” y terroristas de origen cubano
Quien lee la historia del
FBI en Miami no puede menos que dolerse de que el esfuerzo legítimo de un grupo
de valerosos hombres y mujeres, dedicados a combatir el crimen organizado, los
delitos significativos y el narcotráfico, haya sido mancillado por la actividad
complaciente y cómplice de algunos de sus agentes y jefes los cuales,
respondiendo a los dictámenes de la ultraderecha norteamericana y de los grupos
y organizaciones mafiosas que controlan la política de la ciudad, hayan
convertido al Buró en un sórdido instrumento de sus maquinaciones y lo hayan
sumergido en oscuras componendas y compromisos, transformándolo en tácito
compinche de delitos como el terrorismo y el narcotráfico.
Para vergüenza de la memoria
de agentes fallecidos en el cumplimiento del deber en Miami, como Jerry Dove y
Benjamin P. Grogan, muertos el 11 de abril de 1986, mientras enfrentaban a dos
delincuentes comunes, así como la de sus cinco compañeros heridos en dicho
tiroteo, otros oficiales se han dedicado a falsificar pruebas para inculpar a
antiterroristas con falsos cargos de espionaje, a proteger sistemáticamente a
sospechosos de terrorismo y a favorecerlos con una detestable colaboración. Es
por ello que al leer la presentación de la Unidad del FBI de Miami, aparecida
en su sitio web, y donde se expresa: “Nuestra gente en Miami posee una
mezcla de talento y experiencia que nos permiten ayudar a proteger a ustedes,
sus familias y sus lugares de trabajo de una amplia gama de amenazas a la
seguridad nacional y los principales problemas del crimen”, no puede uno
menos que experimentar sentimientos encontrados entre los que se entremezclan
la admiración y el repudio.
La historia del FBI en Miami
se remonta a octubre de 1924, cuando un agente especial a cargo nombrado Howe,
inició su actividad combatiendo diferentes delitos que incluían la prostitución
y el robo de automóviles. Luego la unidad de Miami cobraría notoriedad en 1929
al capturar al gánster Al Capone, por faltar a una citación federal.
Ya en 1937 el FBI instaló su
propia oficina en Miami bajo el mando del Agente Especial a Cargo Robert L.
Shivers, quien capitaneó una profunda cruzada contra la corrupción pública, el
crimen organizado, los secuestros y la prostitución interestatal.
En 1942 el FBI de Miami se
anotó un importante triunfo al capturar a un grupo de saboteadores nazis en
Ponte Vedra Beach, Florida, recuperando una gran cantidad de armas y
explosivos. Para los años 50, el FBI de Miami contaba con cerca de 150 agentes
especiales y otros colaboradores.
Sin embargo, por arte y
magia del diferendo impuesto por Estados Unidos a Cuba a partir del primero de
enero de 1959, el FBI se supeditaría a la guerra sucia implementada por las
administraciones norteamericanas contra la Isla. A pesar de que el Buró
continuaría la lucha contra el delito como se demostró en el arresto del roba
bancos Jerry Clarence Rush en 1963, en la detención de John Wesley Davis y Joel
Leo Vedder, quienes planeaban sabotear el East Florida Ferrocarril en
1964; y la captura del terrorista Henry Kiter Jr. en agosto de 1969,
quien amenazó con sabotear aviones de la compañía Delta Airlines; así como el
combate a la delincuencia de cuello blanco, la corrupción, sobornos, malversación
de fondos, pornografía infantil, otras actividades ilegales como el
narcotráfico y el fraude en las décadas siguientes, su función principal fue
investigar las actividades de las organizaciones terroristas de origen cubano
en el propio territorio norteamericano en una vasta investigación denominada
FREIGHTBOM, la que les permitió identificar a numerosos terroristas y
organizaciones que desarrollaban acciones violentas contra Cuba, en abierta
violación de la Ley de Neutralidad. No obstante, como analizaremos en los dos próximos
artículos, nunca se tomaron medidas radicales contra estos grupos extremistas,
protegidos por las administraciones de turno y la CIA.
La oleada de casi medio
millón de cubanos dio un giro diferente a la soleada Miami. Los viejos males de
la seudo república derrotada, se “exiliaron” junto a los miles de
lumpen, funcionarios corruptos, criminales de toda laya, asesinos y
sicarios, así como mafiosos enriquecidos a costa de expoliar a su propio
pueblo, convirtiéndola en nuevo centro del vicio y el delito en EE. UU. Es tal
la magnitud de los delitos que cometen ciudadanos de origen cubano que Timothy
Delaney, agente especial adjunto a cargo de la oficina del FBI en Miami y jefe
del programa nacional contra el fraude a los servicios médicos entre el 2000 y el
2004, declaró asombrado al iniciar su gestión en esa ciudad: “Yo sabía que
en Miami la situación era mala, pero cuando llegué quedé asombrado”. (…) “Aquí
hay fraude como en ninguna otra parte del país. Los Ángeles está en segundo
lugar, pero a mucha distancia’”.
La base principal de las
actividades delictivas en aumento en Miami estuvo en el auto titulado exilio
cubano, quienes promovieron de inmediato el narcotráfico, los juegos ilegales
de azar, las corruptelas, el robo y particularmente, el terrorismo y los
asesinatos violentos. Una prueba de ello es que ya el 19 de abril de 1965, por
citar un ejemplo, un cubano que alcanzaría funesta notoriedad por sus crímenes,
Luis Posada Carriles, se vio involucrado en Miami, junto al ricachón
guatemalteco Roberto Alejos Arzú, dueño de la Finca Helvetia en la que se había
preparado en 1961 la derrotada Brigada invasora 2506, en una operación
subversiva contra el gobierno de Guatemala, contando por supuesto con el apoyo
de la CIA y del FBI, de los que era activo colaborador.
Un documento del FBI,
desclasificado en virtud de la Ley Pública 102-526. Con fecha de 28 de abril de
2005, referido al Archivo Nro. 2-380 y emitido por el Buró el 17 de mayo de
1965, acusó a Roberto Alejos Arzú, guatemalteco, residente en el 180 Palm
Drive, en Palm Island, Miami Beach, de conspirar junto a Posada Carriles, el
cubano Luis Sierra López y otros de sus co nacionales, de poseer un vasto
arsenal compuesto por dos ametralladoras calibre 30, M-1919A4; 1 fusil automático
Browning, 1 lanza llamas, con tanques y fusil No. M2A1, 6 carabinas M-1,
1 subametralladora Thompson calibre 45, modelo 1928; 1 pistola Colt automática
calibre 45, 10 fusiles Grease M-3 calibre 45; 1 lanzacohetes de 3.5 pies, M-20
(bazooka); 2 morteros de 60 mm, M-5, con trípode, placa de base y cañón; 2
cureñas, con trípode, calibre 30, M-2; 2 cureñas, con bípode, calibre 30, M-2;
15 fusiles Garand, miles de cartuchos para estas armas; 28 adaptadores de
granadas, fusil Garand M-1; 32 bloques de C-4 (2½ libra cada uno) 80
libras; 12 bloques de C-3 (2½ libra cada uno) 28 libras; 24 bloques de TNT (1
libra cada uno) 24 libras; 8 bloques de Pinolite (1 libra cada uno ) 8 libras;
2 latas de Napalm (3 galones cada una) 6 galones; 16 proyectiles de bazooka (de
3.5 pulgadas de diámetro, de alto poder explosivo); 44 barras de TNT
(utilizadas por el ejército) 1 libra cada una, 44 libras; 46 cartuchos,
proyectiles de morteros de 57 milímetros; 51 granadas de mano M-21 (de
fragmentación): 3 granadas de gases lacrimógenos; 6 fusiles lanza granadas; 5
rollos de mecha Orange-wax, marca Clover (170 pies en total); 20 encendedores
de mecha; 2 detonantes de gran potencia (de una libra cada uno); 1 caja de
detonantes y encendedores (100 de cada uno); 53 detonadores; 1 rollo de cable
para detonadores, aproximadamente ¼ de milla; 1 bolsa de municiones, fusil
Garand M-1; 1 rifle Winchester semiautomático, calibre 12; así como otros
medios de guerra.
A pesar de todas las pruebas
en su poder y pleno conocimiento de la conspiración, el FBI solo se limitó a
recoger el armamento y a exonerar de cargos a los implicados, lo que se
convertiría en un hábito en los próximos años. Bastaría saber que entre 1959 y
el año 2001, el Buró tuvo conocimiento de cerca de 360 actos terroristas
realizados en suelo norteamericano, 186 de ellas afectando directamente
intereses estadounidenses y, sin embargo, solo una mínima parte de los
ejecutores fueron capturados y recibieron tan solo bochornosas condenas.
La posición contemplativa del
FBI ante el asesinato de 35 personas en suelo norteamericano, incluidos
nacionales de ese país; de 14 atentados contra aeropuertos norteamericanos,
como los de La Guardia y John F. Kennedy (Nueva York), el Miami Internacional
Aiport y el de Newark, Nueva Jersey; así ataques contra oficinas
gubernamentales como las propias sedes del FBI y del INS en varias ciudades, la
sede de las Naciones Unidas (ONU), embarcaciones de varias nacionalidades,
aeronaves y otros objetivos como consulados de Nicaragua, México, Venezuela y
otras naciones; agencias de viajes y centros nocturnos, prueba esta
aseveración.
Aunque el Buró se vanagloria
de haber llevado a cabo varios casos graves de terrorismo como el que involucró
a José Padilla, el 22 de noviembre de 2005, así como la captura en el 2006 de
siete hombres de la Florida acusados de conspiración para proveer apoyo
material a Al Qaeda, lo cierto es que se ha hecho de la vista gorda en relación
con las decenas de terroristas de origen cubano que han actuado y actúan con
total impunidad en Miami. Adempero, sí ha hecho el Buró una fijación enfermiza
sobre un supuesto espionaje cubano en La Florida, sobre todo a partir de la
década de los 90, ante la imposibilidad de haber podido capturar con
anterioridad a alguno del numeroso grupo de combatientes anónimos que enfrentan
en Miami al terrorismo contra Cuba.
Si el FBI cumpliera a
cabalidad su papel contra el terrorismo de la mafia anticubana, incluso cuando
Cuba le ha facilitado abundante información al respecto, como lo ha hecho en
varias oportunidades, no fuera necesaria la presencia de los luchadores de la
Seguridad del Estado en EE UU. Eso es una verdad de Perogrullo.
La batalla cubana por su
defensa en las entrañas del monstruo
Uno de los primeros valiosos
compañeros infiltrados dentro de los grupos terroristas de Miami,
particularmente Alpha 66, fue José “El Chino” Fernández Santos, quien inició su
labor, apenas triunfó la Revolución, en las filas del Departamento de
Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER) y, posteriormente, dentro del
Departamento de Seguridad del Estado (DSE). Su largo historial como agente, que
lo hizo merecedor de la Medalla Al Valor “Eliseo Reyes”, tuvo sus inicios en
1961 cuando infiltró en Cuba a varias organizaciones contrarrevolucionarias, entre
ellas el Movimiento de Renovación Revolucionaria (MRR).
A partir de 1968, ya en
Miami, trabó contacto con Andrés Nazario Sargén, quien lo incorporó a Alpha 66,
donde logró identificar los principales centros de entrenamiento de este grupo
terrorista. En 1974, por encargo de Sargén y ascendido a capitán, dirigió una
expedición integrada por Hugo Gascón, Roberto del Castillo, Ramón Cala, Jesús
Vega, Santiago Acosta, y Mario Bello, la cual fue interceptada en Gran Inagua,
en las Bahamas, el 12 de octubre de 1974. Comprometida su filiación
revolucionaria, pudo escapar a Cuba burlando al FBI y a los propios sicarios de
Alpha 66.
Su caso alcanzó renombre
cuando Fernández testificó ante el “Tribunal Contra el Imperialismo”, en la
Habana y parte de su historia fue presentada en una de las obras de Luis Adrian
Betancourt, titulada “Aquí las arenas son más limpias”.
El FBI investigó varios
casos de supuesto espionaje cubano, siendo uno de ellos el relacionado con René
Valdés, representante de Alpha 66 en la ciudad de Los Ángeles, así como el de
Edith Reinoso Hernández, quien más tarde lograría retornar a Cuba y publicar
sus experiencias en un libro titulado “Testimonio de una emigrada”. Otros casos
monitoreados por el FBI en los que los supuestos agentes cubanos involucrados
actuaban en Miami fueron los de Julio César Ramírez, Emérito González, Mario
“El Gago” Estévez y Néstor López Molina, aunque luego se comprobó lo infundado
de sus sospechas, principalmente en los tres últimos individuos.
Carlos Rivero Collado también
fue espiado por los Feds hasta que regresó a Cuba en 1974, donde puso al
desnudo el rol terrorista de la mafia miamense y publicó un libro titulado “Los
sobrinos del tío Sam”.
Otra pléyade de compañeros
entre los que se encuentran Noel Salas Santos, Manuel Hevia Cosculluela, Juan
Pablo Roque, así como el que escribe este artículo, estuvimos alguna vez
infiltrados dentro de los grupos terroristas o vinculados a la actividad de la
CIA, defendiendo en un terreno hostil la seguridad de nuestro pueblo, a la
par que burlando las acechanzas del FBI, de la DIA y de la CIA. Por suerte, la
labor abnegada de nuestros jefes, la orientación precisa y oportuna, así como
el respeto a las medidas de compartimentación y seguridad, nos permitieron
salir indemnes en nuestro avatar como revolucionarios en este campo de
trabajo. Otros compañeros, dolorosamente, no corrieron la misma suerte, pues
algunos murieron en este combate silencioso y anónimo, alejados de sus seres
queridos y del privilegio de ser enterrados y llorados por los suyos, mientras
que otros purgan injusta prisión por el simple hecho de defender a su Patria.
HÉCTOR PESQUERA, EL
CASO DE LOS CINCO Y SU MANIPULACION POR EL FBI.
Es precisamente en la década
de los 90, cuando Estados Unidos se duele con desesperación de la permanencia
de la Revolución Cubana a pesar del derrumbe del campo socialista y cuando les
fallan una tras otras otra las conspiraciones de asesinato contra Fidel y otros
planes de atentado, luego de la oleada terrorista de 1997, que el FBI prioriza
su labor de contra inteligencia contra un vasto y supuesto espionaje cubano en
Miami. Otro elemento fue el bochorno sufrido ante las denuncias de los agentes
Orión, Fraile, Olga, Félix y Julito, sobre el incremento de las actividades
terroristas anticubanas desde Miami, que involucraban a la FNCA, al Ex Club, el
CID y otras organizaciones extremistas ubicadas en la ciudad floridana, al
amparo de la CIA y del FBI.
Para cumplir este sucio rol
de promover una campaña mediática contra supuestos espías cubanos en La
Florida, los mafiosos de la FNCA acudieron a Héctor Pesquera, promovido a jefe
del FBI de Miami, en un intercambio de favores luego de que éste los
protegiera, en octubre de 1997, durante los sucesos relacionados con el juicio
que se les seguía por intentar asesinar a Fidel Castro en Isla Margarita.
Pesquera propició la captura de la Red Avispa a pesar de las reticencias de la
entonces Fiscal General, Janet Reno, de hacerlo, sabiendo la misma que no
existían fundamentos de peso para elaborar la trama de espionaje que montó
Pesquera. Su obcecado empecinamiento para favorecer a la mafia miamense, lo
hizo caer en una trampa: Fue tal su empecinamiento en perseguir a los agentes
cubanos, que descuidó a los grupos islámicos asentados en La Florida que,
posteriormente, estarían directamente involucrados en el atentado a las Torres
Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Las oscuras artimañas y
complicidades de Pesquera con los poderosos jefes de la FNCA, luego de la
captura de los terroristas del yate “La Esperanza”, en las aguas borinqueñas,
el 27 de octubre de 1997, quien accedió al expediente manipulando pruebas y
ocultando hechos comprometedores, condujeron a la bochornosa absolución de los
terroristas implicados, entre ellos Francisco José Hernández Calvo, presidente
de la FNCA.
El premio de Pesquera no
demoró el tiempo en que se chasquea un dedo: los poderosos representantes
floridanos en el Congreso “solicitaron” a Louis Freeh, entonces jefe del
FBI, el traslado de Pesquera como Agente Especial a Cargo de la Unidad del FBI
en la ciudad de Miami, en mayo de 1998. A partir de allí, la mafia contaría con
otro aliado más para desarrollar sus campañas anticubanas y para proteger sus
negocios sucios.
La primera acción anticubana
del estrenado jefe del FBI en Miami fue la captura de los integrantes de la
llamada Red Avispa, a las 5 de la madrugada del 12 de septiembre de 1998,
acción que comunicó previamente a su ejecución a sus benefactores en la ciudad
floridana, Ileana Ros Lehtinen y Lincoln Díaz Balart, así como presumiblemente
a alguno de los jefes de la FNCA.
El egocéntrico jefe del FBI
montó, en contubernio con la mafia anticubana, un sonado show mediático, en
torno a la captura de una red de espías cubanos, la primera en la historia del
FBI en Estados Unidos. En el propio cuartel general del Buró, situado en el
16320 NW 2nd Avenue, en North Miami Beach, Pesquera se regodeó con su momento
de gloria. Parecía dejar atrás su oscura trayectoria en Tampa, Montevideo
(Uruguay), Washington, las Islas Vírgenes y Puerto Rico, sin poder percibir que
otro enemigo mayor y más peligroso, la red Al Qaeda, actuaba silenciosamente
ante sus propias narices. Cegado por la vanidad y el odio contagiado a él por
sus nuevos cómplices mafiosos, se ensañó en los antiterroristas cubanos,
edificando falsas pruebas y acusaciones.
No pudiendo soportar el
bochorno de su victoria pírrica en el campo del espionaje, ante su ceguera en
cuanto a la actividad de los terroristas islámicos, renunció en el año 2003,
siendo despedido en una opípara cena en la que participaron muchos de sus
socios de la FNCA y de otras agrupaciones terroristas y mafiosas de Miami.
Posteriormente, el 1 de abril 2004, Pesquera pasó a trabajar en el condado de
Broward como enlace de la Oficina del Sheriff (OBS) con otras agencias
locales, federales y del estado, bajo las órdenes del alguacil Ken Jenne.
El 14 de abril de 2004
fue ridiculizado por la prensa en Port Everglades, sobre su papel para prevenir
los nefastos sucesos del 11 de septiembre y sus declaraciones ante la Comisión
9/11 en Washington, DC., cuestionado por haber usado solo a un agente del FBI
para monitorear a los grupos de AlQaeda y no descubrir sus actividades
preparatorias de los atentados, mientras destinada incontables recursos y agentes
para monitorear a un grupo de cubanos a los que no se les pudo probar realmente
cargos de espionaje.
Con desfachatez sin parangón
dijo desconocer la nota de un agente de campo de Phoenix, Arizona, del 10 de
julio 2001, en la que se recomendaba al FBI de Miami que investigara a un grupo
de árabes entrenándose en escuelas de aviación en su ciudad.
Hoy, tras 12 años de estos
bochornosos sucesos montados por el FBI, tiempo que nuestros hermanos llevan
purgando inmerecida prisión, los funcionarios de la DIA como Chris Simmons y
otros supuestos expertos en espionaje cubano, siguen especulando sobre la
llamada la Red Avispa. Es evidente que no se ponen de acuerdo, pues la
invención de espionaje fue tan absurda y apresuradamente elaborada, que
recurrieron a falacias de las que ellos mismos no se acuerdan totalmente.
Según Simmons, por ejemplo,
la Red Avispa contaba con 27 agentes, mientras las fuentes del FBI en Miami
sustentan que el número de sus integrantes era de entre 13 y 16 miembros. Lo
cierto es que 10 personas fueron capturadas con un aparatoso montaje de fuerzas
en la madrugada del 12 de septiembre de 1998. De inmediato, fueron conducidos
al Headquarter del FBI en Miami, donde fueron presionados con vistas a que se
plegaran al montaje de supuesta actividad de espionaje preparado por Pesquera.
Un tiempo después fueron trasladados al Federal Detention Center, situado en el
Downtown de Miami.
Las presiones sicológicas,
el burdo chantaje y todo tipo de amenazas surtieron efecto en cinco de los
detenidos: Alejandro Alonso, Linda Hernández, Nilo Hernández Mederos, José
Santos Cecilia y Amarylis Silverio García de Santos, quienes se prestaron al
juego de Pesquera de intentar edificar un caso de espionaje a toda costa, aun
teniendo que fabricar todo tipo de patrañas y acusaciones improbables. El
premio a la traición cometida por estas personas, no solo por cooperar con el
FBI y la Fiscalía reconociendo como válidas muchas de las quiméricas
imputaciones, sino también por favorecer las falsas acusaciones contra sus
compañeros, fueron reducidas sanciones y el ser agraciados por el
Programa de Protección de Testigos luego de purgar sus breves condenas.
Otro grupo de los detenidos,
integrado por René González Sehwerert, Antonio Guerrero Rodríguez, Manuel
Viramontes (Gerardo Hernández Nordelo), Luis Medina (Ramón Labañino Salazar) y
Rubén Campa (Fernando González Llort), con total entereza y dignidad, se
negaron a cooperar con el FBI y las falsas imputaciones que debían aceptar a
cambio de un deshonroso acuerdo.
Olga Salanueva, esposa de
René, fue también acusada de pertenecer a la célula con el seudónimo de Ida,
sin que se haya podido probar su participación real en la misma. Lo mismo
ocurrió con Adriana Pérez O´Connor, esposa de Gerardo, a quien acusaron de ser
la agente Bonsái y de actuar en Miami con una falsa identidad. Tales improbados
argumentos sirven de dudosa base para impedirles que puedan visitar a sus
esposos en prisión durante todos estos años.
Para las febriles
manipulaciones de Pesquera y sus agentes, otros cuatro agentes de la red
pudieron escapar a Cuba, entre los que se encontraban Juan Pablo Roque, Ricardo
Villareal (Horacio) y Remigio Luna (Remi/Marcelino). A partir de allí y,
siguiendo las instrucciones del gobierno norteamericanos y de la mafia miamense,
Pesquera lanzó dos nuevas acusaciones: la primera de ellas estaba dirigida a
comprometer a varios funcionarios diplomáticos cubanos de la Misión ante la ONU
en Nueva York y de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, en un
claro intento de enrarecer las relaciones entre ambas naciones, lo que llevó a
la inmerecida expulsión del primer secretario Eduardo Martínez Borbonet y de
otro compañero. Por otro lado, Pesquera mantuvo latente la supuesta amenaza del
espionaje cubano en Miami y la histeria anticubana, al decir que había otros
agentes actuando y que su actividad estaba monitoreada por el FBI.
Dos hechos significativos
marcaron el papel del FBI y del gobierno norteamericano en relación con los
cinco miembros de la Red Avispa que no se plegaron a los chantajes y las
presiones a que fueron sometidos.
En el primer caso, estos
compañeros sufrieron permanentes maltratos y presiones sicológicas de todo
tipo. Con total ensañamiento, luego de apenas dos días de su captura en que el
agente Raúl Fernández entrega a la corte un amplio dossier de dudosas y
fabricadas imputaciones, los Cinco son trasladados el día 29 de septiembre a la
Special House Unit, burda forma de llamar al “hueco”, una diminuta celda
en la que se confina a peligrosos criminales y donde se les puede mantener solo
por un período de 60 días. Los intransigentes y valientes cubanos son
encerrados allí, en franca violación del Reglamento del Buró de Prisiones del
Departamento de Justicia, por un término de 17 meses.
Una vez que el FBI y el gobierno
movieron todo los resortes necesarios para montar un show mediático destinado a
satanizar a los “espías” cubanos, con el pleno apoyo de los intolerantes
Ileana Ros Lehtinen y los hermanos Díaz Balart, así como los principales capos
de los grupos mafiosos y terroristas de La Florida, el 2 de octubre de 1998 se
radicó la causa ante un Jurado Federal, acusándolos falsamente de los delitos
de “cometer actos de espionaje, conspiración, conspiración para cometer
actos de espionaje y de ser agente extranjero”.
El compañero Alarcón,
Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba desnudó en su
momento esta macabra conspiración, cuando expresó: “La Fiscalía no acusó a
ninguno de ellos de espionaje en sí por una razón muy simple: no existió nada
semejante y por lo tanto nunca pudiera ser probado.” (…) “Lo único que tenía
que hacer la Fiscalía era “convencer” a los miembros del jurado que los
acusados eran personas realmente malas capaces de concebir un intento de poner
en peligro la Seguridad Nacional de los Estados Unidos en algún momento de un
hipotético futuro.”
En segundo lugar, y
siguiendo la dirección denunciada por Alarcón, el FBI y la Fiscalía se
dedicaron a montar una increíble trama de espionaje encaminada a desvirtuar la
real misión de los agentes cubanos, presentándolos como amenaza para la
seguridad nacional por su pretendida actividad de indagación sobre objetivos
militares norteamericanos. De acuerdos con estos febriles inventos, se trató de
incriminar a los compañeros con las siguientes acusaciones:
En el caso de Gerardo
Hernández Nordelo (Giro/Giraldo), bajo la identidad falsa de Manuel Viramontes,
se dijo ser poseedor en su casa de Miami Beach de una computadora y disquetes
con información comprometedora, grabadoras y cámaras fotográficas de alta
sensibilidad. Como el FBI dijo monitorear la actividad de la red desde 1995,
expresó disponer de pruebas suficientes de su papel como líder del grupo,
obtenidas mediante vigilancia electrónica y visitas subrepticias a su morada,
donde accedieron a mensajes codificados y las claves de decodificación. Se le
acusó igualmente de disponer documentos falsificados obtenidos ilegalmente por
el gobierno cubano a nombre de dos cubanos residentes en Broward y West Palm
Beach, Osvaldo Reina y Daniel Cabrera. Se dijo que Gerardo usó la primera falsa
identidad y destinó la otra a Fernando González Llort. Otras falsas identidades
correspondieron a dos niños fallecidos en California en los años 60.
En el caso de Ramón Labañino
Salazar (Alan), para el FBI el sub jefe de la Red Avispa, éste era el encargado
de ejecutar y dirigir el supuesto espionaje contra instalaciones militares de
Estados Unidos en el sur de la Florida, tales como el Comando Sur, la base
aeronaval de Boca Chica, en Cayo Hueso, así como la base de la fuerza aérea
McDill, en Tampa. Otra burda acusación del FBI era que Labañino era el contacto
entre la Red y los diplomáticos cubanos de la Misión de Cuba ante la ONU.
En el caso de Rubén Campa o
Fernando González Llort (Vicky/Oscar), éste fue acusado de ser enlace con otros
agentes de la Red y de monitorear la actividad de grupos extremistas en Miami,
buscando la manipulación de información para denigrarlos ante la opinión
pública. Esta absurda acusación es insostenible ante el grado de deterioro de
imagen que padecen los principales grupos mafiosos por sus propias
cuestionables acciones.
Antonio Guerrero fue acusado
falsamente de espiar en la base naval y aérea de Boca Chica, donde era un
simple empleado civil, imputándole igualmente un aparente interés por acercarse
a personal militar y de poseer cientos de direcciones de militares asentados en
Boca Chica.
Por su parte, René González
Sehwerert (Castor), tenía como misión, de acuerdo con el FBI, de monitorear las
actividades de organizaciones extremistas radicadas en La Florida como
Hermanos al Rescate, Movimiento Democracia, Militares y Profesionales por la
Democracia, Comando Unidos para la Liberación, Partido Unido Nacional
Democrático (PUND), Comisión Nacional Cubana y la Asociación de Pilotos Cubano
Americana. En su rol de colaborador del FBI en relación con actividades de
narcotráfico, el FBI lo acusó de usar esa condición para denigrar a los grupos
del “exilio” en Miami.
El 20 de septiembre del 2001,
Héctor Pesquera quiso sobresalir para paliar su infortunado y cuestionado papel
en relación con las redes de AlQaeda en La Florida, al declarar el arresto de
otros dos agentes de la Red Avispa: Gerardo Gari (Luis) y Marisol Gari
(Margot), quienes dijo eran colaboradores de Fernando González Llort en la
actividad de “espionaje”. El primero de ellos fue acusado de intentar infiltrar
el Comando Sur en La Florida, particularmente en la base MacDill, en Tampa. Por
su parte, Marisol fue acusada de usar su empleo en el Servicio Postal de
Estados Unidos en el Miami International Airport, para recabar información
confidencial, así como monitorear la actividad de la FNCA. Fueron acusados de
espionaje con las sanciones de 7 años de prisión para Gerardo Gari y 3 años y
seis meses para su esposa Marisol.
Otra vez Pesquera se
vanaglorió de su éxito cuando declaró ante la prensa: “no fueron arrestados
hace tres años porque tuvimos que ser selectivos. Esos arrestos fueron hechos
con premura, porque sabíamos que algunos de ellos habían recibido la orden de
regresar a la isla; en el caso de estos dos, teníamos la convicción de que no
escaparían, como vino a suceder”.
Los miembros de la Red
Avispa fueron sometidos a un juicio amañado en una ciudad llena de
animadversión contra ellos y sobre la base de inventadas acusaciones. Gerardo
Hernández Nordelo recibió dos cadenas perpetuas más 15 años, bajo los cargos de
conspiración por espiar y por el ilusorio cargo de asesinato premeditado en
relación con los pilotos de Hermanos al Rescate, derribados el 24 de febrero de
1996. Ramón Labañino Salazar fue sentenciado a una cadena perpetua más 18 años,
sin derecho a salida, por improbado espionaje contra bases militares
norteamericanas. Antonio Guerrero fue condenado a una cadena perpetua más 10
años. René González Sehwerert fue condenado a 15 años de prisión, mientras
Fernando González Llort a 19 años de prisión. Recientemente, por disposición de
una corte de apelaciones, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González
Llort recibieron nuevas condenas al ser re sentenciados por la misma jueza Joan
Lenard: al primero le cambiaron la sentencia inicial por 21 años más 10 meses
de prisión; Labañino fue re sentenciado, a su vez, a 30 años de cárcel. Por su
parte, Fernando recibió una modificación de condena de 17 años más 9 meses de
prisión, solo uno menos que la condena anterior. Tanto Gerardo como René fueron
excluidos de este beneficio.
Tal vez la prueba más
evidente de la politización del juicio a los Cinco por parte del FBI y del gobierno
norteamericano, así como de una justicia parcializada y de una actitud de
relativa falta de coherencia en los casos de espías capturados in fraganti, es
que otros casos de espionaje más peligrosos y dañinos para la seguridad
nacional estadounidense, se han caracterizado por la aplicación de penas menos
severas y condescendientes con los acusados.
Tres casos ilustran esta
aseveración:
● Khaled
Abdel-Latif Dumeisi, acusado de ser un agente no registrado del gobierno de
Saddam Hussein. Recibió una condena de 3 años y 10 meses de prisión en abril de
2004, en medio de la guerra de Estados Unidos contra Irak.
● Leandro Aragoncillo
fue hallado culpable en julio de 2007 de transmitir cerca de 800 documentos
clasificados relacionados con la defensa nacional de los Estados Unidos,
mientras era asistente militar de los vicepresidentes Al Gore y Dick Cheney.
Solo recibió una condena de 10 años de prisión. Su socio de labores de
espionaje, Michael Ray Aquino, purga una sentencia de 6 años y 4 meses.
● Gregg W. Bergersen,
funcionario del Departamento de Defensa, de suministró información de defensa
nacional por dinero y otros beneficios materiales en julio de 2008, siendo
sancionado solo a 4 años y 9 meses de prisión.
● Lawrence Anthony
Franklin, un coronel de la reserva en el Departamento de Defensa, vendió
información secreta a un gobierno extranjero y fue sancionado solo a 12 años y
7 meses de prisión.
El caso montado contra
nuestros Cinco Héroes, al que se le otorgó el número 98-3493, con 27 páginas
plagadas de mentiras que sustentan un apócrifa acusación de espionaje,
constituye, sin lugar a dudas, una prueba del execrable papel del FBI de Miami,
con Héctor Pesquera a la cabeza, para favorecer las apetencias anti cubanas de
la mafia de Miami y de la ultraderecha norteamericana.
Por su parte, los alegatos
de nuestros hermanos en su defensa, así como la actitud firme mantenida en
prisión, demuestran de qué lado está la verdad.
Percy Francisco Alvarado Godoy
12 abril 2010
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