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Varios medios involucrados en la guerra ideológica
anticubana han manejado astutamente la matriz de opinión de que el presidente
Obama “goza de una alto nivel de popularidad ante los cubanos, muy superior –incluso–
a la tienen los propios gobernantes cubanos”. Diario de Cuba y Martinoticias
han sido parte de este empeño por impostar tamaña falsedad.
A Obama se le respeta por su valentía por haber roto
con una política añeja hacia Cuba –aun cuando sus decisiones sean todavía
pálidas en medio de las presiones que recaen sobre él por parte de fuertes
sectores de la ultraderecha norteamericana, así como la nada equivocada percepción
de que es el artífice de una política más inteligente encaminada al derrumbe
del socialismo cubano por vías más sutiles–, pero sobredimensionar su nivel de
aceptación entre nuestro pueblo es un craso error.
Fidel y Raúl siguen gozando de alta estima entre
nuestro pueblo, al igual que los líderes de su generación aún activos dentro de
la gobernabilidad política. Lo mismo ocurre, aunque en menor grado, con los
dirigentes emergentes en los últimos años, cosa que no puede negarse. Cada uno
se irá ganando un mayor nivel de aceptación en correspondencia con su entrega y
compromiso hacia nuestro pueblo.
Lo que si bien es cierto es que los corruptos “líderes”
que aspiran impostar los enemigos de Cuba, procedentes de la contrarrevolución
interna, no tienen nivel de aceptación entre nuestro pueblo, el cual los
desprecia y conoce su vil mercenarismo.
Muestra de esa
manipulación es el siguiente editorial aparecido ayer en Diario de Cuba, bajo
el título “Barack Obama ante el viaje a
Cuba”, donde se expresa: “Obama
debería aprovechar esa popularidad
y, siendo fiel a los valores sobre los que los Estados Unidos se han erigido
como nación, transmitir de manera directa un mensaje prodemocrático que muchos
cubanos sabrán admirar tras 57 años de dictadura.”
"El presidente estadounidense podría explotar un raro
privilegio: hablar ante un pueblo que lo estima más que a sus propios
gobernantes, un pueblo consciente de que quien frena el desarrollo del país no
es él, sino los octogenarios al mando allí desde 1959".
Obama bien podría tener cierto grado de sinceridad al hablar sobre los
derechos humanos y ello será respetado por sus pares cubanos. Empero, no se
aceptará un discurso retorcido o manipulado en esta materia, cuando para todos
es sabido que EEUU –a través de la USAID y la NED– financia a un grupo de
oportunistas y falsarios para revertir nuestro proceso político. Ponga Obama
fin a esta “ayuda” para la subversión, anule estos programas secretos y
conspiraciones tras bambalinas, cierre las falaces emisoras como R/TV Martí,
deje atrás la ilusoria intención del golpe suave contra Cuba, elimine la Ley de
Ajuste Cubano como instrumento desestabilizador, cese los planes para alentar
descaradamente el robo de cerebros, así como otras oscuras intenciones y ganará
credibilidad entre nosotros. Solo así su liderazgo y su legado serán sólidos, a
la par que tener cierta influencia en nuestro pueblo.
Obama, ni los
cubanos, caerán en esa trampa. El mandatario .norteamericano conoce bien sobre
los errores de sus antecesores y sabe que el diálogo franco y las buenas
intenciones son parte de nuestras bases políticas. Cometer el error de
inmiscuirse burdamente en nuestros asuntos internos sin tino o diplomacia, no
está en su agenda. La hospitalidad para los cubanos tiene el límite de la
urbanidad y de la aceptación por su forma de pensar.
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