Con sus
deudas de calidad, aún el béisbol corre por las venas de Cuba y será así
mientras un niño quiera empuñar un bate en lugar de patear un balón. Irse o
quedarse será siempre una decisión personal, aunque arrastre compromisos y
decepciones. Por suerte la Patria hace rato no cuelga de un bate de béisbol.
Desde que el pasado lunes Cuba despertó con el suceso, la fuga de los
hermanos Yulieski y Lourdes Yunielki Gourriel Castillo se convirtió en viral.
Explotó en redes sociales, foros mediáticos y red callejera.
No es gratuito el boom. Esta es quizás la “fuga” más sonada del deporte
cubano, no solo por la connotación del apellido. Con detractores y seguidores
casi a la par Yulieski era junto a Frederich Cepeda uno de los íconos activos
del béisbol nacional.
Hasta para quienes se jactan de haberlo husmeado en este o aquel gesto,
privilegio, un viaje aquí y otro allá o por su negativa de asistir al Cuba de
Toronto, el “abandono” de Yulieski, calza los spikes de la sorpresa.
Más él mismo quizás lo confesó a Escambray en mayo de 2013 cuando dijo: “me ha faltado motivación, me gustaría probarme en otro béisbol”. Y se probó en la liga japonesa, aunque sus “swines” se enfilaban más allá. Después rompió con Japón cuando se gestaba un acercamiento con la MLB, incluso en 2015 casi se concreta la participación en equipos profesionales del Caribe pero la protesta de Puerto Rico al ser excluido, cerró las puertas.
Entramos así a jugar a la política, que es como decir a la pelota. Pese a
las buenas intenciones de directivos de las Grandes Ligas y la dirección
nacional de béisbol, la bola sigue del lado de allá. Las cláusulas de esa
organización, amparadas en la Oficina de Control Activos y Extranjeros del
Departamento del Tesoro, “obligan” a los cubanos a solicitar residencia
permanente en Estados Unidos, domiciliarse en un tercer país, proporcionar
evidencia de haber vivido dos años fuera de Cuba y otras condiciones.
Esta es la política. No importa si se van de un evento, si lo hacen en
lanchas ilegales o con la licitud de la ley migratoria. No es azaroso que sea
para peloteros, mientras músicos y artistas viajan de un lado a otro hace
tiempo. Estados Unidos apuesta a desangrar el béisbol, uno de los símbolos
identitarios de la nación.
El éxodo de los Gourriel es parte de un fenómeno que data de inicios de
siglo 20 y en 2015 impuso récord de más de un centenar de fugas. El asedio
invade a las categorías juveniles. Unos 70 de estos últimos tienen menos de 25
años, que es como decir el futuro.
No le aconsejo cotejos salariales con su bolsillo si es médico, maestro,
científico. En casi todo el mundo el deporte es un negocio. Por su etiqueta
ganada de deporte nacional la pelota goza de privilegios como entrega de
viviendas, teléfonos, transportación en Yutong y alojamiento en Isla Azul en la
Serie Nacional, reconocimiento social que abre puertas gratuitas.
¿Seguiremos subiendo salarios? Los últimos ejemplos dicen que aunque
mediara el Capitolio de regalo se irían si su proyecto de vida se concibe extra
fronteras. Cuba tiene pendientes necesidades más perentorias y la competencia sigue
siendo desleal pues los sueldos más altos aquí no superan los más bajos de
cualquier liga extranjera.
Las contrataciones foráneas han dado más ruidos que nueces con solo una
docena en tres años pues depende de lo que pida la franquicia. ¿Qué hacer? Habrá
que equilibrar la balanza de estímulos y convertir en recursos el
financiamiento para que no falten guantes, pelotas, trajes, comida, sin echar a
un lado los restantes deportes. Habrá que seguirle dando “boletos” a los
valores por más complicado que sea cuando Cuba habla otros idiomas beisboleros
y precisa de hombres que la defiendan incondicionalmente a cambio de aplausos.
Y así entramos en caminos cenagosos. La visita de las Grandes Ligas,
interpretada como síntoma de apertura, tuvo otras traducciones.
Si se recibió con alfombras rojas a José Dariel Abreu y compañía solo
tres años después de su fuga ilegal ¿Qué tan “traidores” serán quienes decidan
imitarlos? Si con tantas glorias e íconos que tenemos, hacemos clínicas para
niños con ellos. ¿Qué simbología estamos construyendo? ¿Fórmate aquí y juega
allá?
Dejar pasar el primer lanzamiento puede ser una jugada indicada. Con sus
deudas de calidad, aún el béisbol corre por las venas de Cuba y será así
mientras un niño quiera empuñar un bate en lugar de patear un balón. Irse o
quedarse será siempre una decisión personal, aunque arrastre compromisos y
decepciones. Por suerte la Patria hace rato no cuelga de un bate de béisbol.
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