viernes, 29 de junio de 2012

Yoani Sánchez o el lado intelectual de la farándula

Por Ernesto Sierra
  La primera quincena de junio se me va, ocupado en la presentación de mis más recientes libros y me detengo ahora a revisar el correo. Como suele ocurrir en estos tiempos de internet, mi bandeja de entrada abunda en todo tipo de noticias que no solicito y entre estas se desliza -con destinatario colectivo- un texto firmado por Yoani Sánchez: “La intelectualidad cubana: debatir o esconderse”.

  Leo con curiosidad; no es frecuente un texto de Yoani en mi ordenador y el título es atractivo. Sin embargo, ninguna de las dos circunstancias logra apartar el tedio que me provocan sus escritos y las noticias en torno a su persona cada vez que rozan mi mundo. No suelo involucrarme en polémicas; las más de ellas me parecen estériles y poco elegantes. Por tanto no voy ahora a inaugurar una práctica que no me complace. Con total honestidad escribo que no es Yoani Sánchez el interés de mi comentario. Lo que motiva mis palabras es ver -una vez más- como la ignorancia y el intrusismo profesional, respaldados por una delirante difusión mediática, pretenden fabricar “la verdad” categórica sobre Cuba, sea cual sea el tema a tratar y en muchas ocasiones -como es el caso-, con el absurdo añadido de no dejar bien parado al país, al tema tratado y, menos aún, a la persona que escribe.

  Yoani afirma -y demuestra sin mucho esfuerzo- no saber qué es un académico y un intelectual, sin embargo, le ha sido posible conocer varios eruditos sin título universitario ni libros publicados, en oposición a un mundo intelectual cubano que no se estructura sobre la sabiduría, sino en la fidelidad política, usa barbitas puntiagudas, gafas a media nariz o boinas ladeadas. Y le sobran ejemplos de “honoris causa” otorgados a la militancia política y no a las aptitudes profesionales.

  Resulta difícil entender las asociaciones que intenta establecer la autora de “La intelectualidad cubana: debatir o esconderse” pero me parece que, en primer lugar, no logra distinguir entre una intelectualidad nacional y la colorida farándula existente en cualquiera de nuestros países modernos. Y de paso, o desconoce o simplifica de un modo que en nada la favorece, que vive en un país que ha aportado tres premios Cervantes a la comunidad literaria en lengua española; un país cuyos escritores, dramaturgos, investigadores y científicos sociales han recibido, en su conjunto, más de una veintena de Premios Casa de las Américas y, por citar algunos ejemplos recientes en el ámbito literario, ha recibido en la obra y la persona de Fina García Marruz el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, el Premio de Poesía Federico García Lorca y el Premio Reina Sofía de Poesía; como recientemente recibió el novelista Leonardo Padura el Premio Roger Caillois en literatura latinoamericana y el Premio Carbet del Caribe y el Mundo, a la par que la poetisa Nancy Morejón acaba de ser galardonada con el Premio LASA que otorga, en los Estados Unidos, la Asociación de Estudios Latinoamericanos. Una nómina breve, sin duda, pero de un reconocídisimo y bien ganado prestigio, con una fuerte impronta en la comunidad intelectual cubana e internacional y a los que, por más que lo intentara, no imagino recibiendo honoris causa por otra razón que no sea la calidad de su obra.

  En un salto malabar el texto cambia de rumbo y propone como característica esencial de nuestra intelectualidad la incapacidad para dialogar con personas que no pertenezcan a las instituciones oficiales y menciona el caso de un académico que ha viajado recientemente a la reunión de LASA 2012. Parece tener la autora del texto mucha información sobre esta persona pero, a pesar de que se sigue mencionando su ejemplo para generalizar una actitud de la intelectualidad cubana toda, no se dice nunca de quién se trata, ni se ofrecen datos más concretos. Con lo cual Yoani Sánchez -quizá no se percate- se ubica en la actitud que ella critica, en la cual no es la honestidad la principal virtud. Y termina regalándonos una joya del pensamiento al revelar en su “muy subjetiva lista”, la característica que encabeza su concepto de qué es una persona culta: “se trata del arte para la polémica y la controversia que tenga cada quien”, y no se despide sin antes dejar un irritado regaño a la intelectualidad nacional por, “no usar el verbo y las ideas en el debate, y evadir su compromiso científico de buscar la verdad teniendo en cuenta todas las variables”.

  Me desconcierta el texto de Yoani Sánchez. No sé cuál pueda ser el alcance de su ignorancia o la necesidad de falsear la realidad para continuar justificándose ante quienes la financian. Sospecho que ambas cosas vayan juntas. La nuestra -como ninguna- no es una sociedad perfecta pero estoy seguro de que tampoco es ese desierto del pensamiento y la opinión que intenta describir Yoani, como tampoco nuestra intelectualidad es esa caricatura que ella dibuja. Nuestros intelectuales han vivido las consecuencias de políticas culturales erradas, es cierto, pero son temas bien debatidos dentro y fuera de Cuba en los tiempos que corren; esos intelectuales han protagonizado enjundiosas polémicas públicas que han movido la dinámica social y, por sobre todas las cosas, crean y fundan. Desconozco si la autora del mencionado artículo ha leído textos tan diversos y diferentes entre sí como: “Polémicas culturales de los 60”, -volumen antologado por la Dra. Graziella Pogolotti-; “Llover sobre mojado, las memorias de Lisandro Otero o, Canción de amor en tierra extraña”, biografía novelada de Guillermo Rodríguez Rivera. No sé si lee la revista Temas o está al tanto de las publicaciones y debates que genera el Centro Cultural Criterios. No sé si recuerda la llamada “guerra de los emails” ocurrida en 2007, sus pormenores y consecuencias, o si lee otros blogs cubanos que no sean el suyo, en los cuales circulan debates, ideas, conocimientos. Y me pregunto, después de leer y releer este texto suyo, sobre qué se sostienen los numerosos premios que ha recibido. Desde luego no pueden ser por pensar y escribir bien.

  ¿Estará destinado “La intelectualidad cubana: debatir o esconderse” a aleccionarnos con la clarificación de los conceptos de académico, intelectual, ilustrado y sabio? No lo creo, pues la autora se advierte más confundida que muchos de sus posibles lectores y nos deja con las ganas de conocer los nombres de los sabios sin títulos ni libros que ella tiene el privilegio de conocer: ¿Será este texto una invitación (provocación) al académico participante en LASA a polemizar con Yoani Sánchez? Quizás, pero ella decide esconderse tras su texto y no llama a su posible contrincante (si existe) por su nombre. ¿Pretende legarnos un concepto de persona culta y, de paso, dar lecciones de civismo y cultura de diálogo a los intelectuales cubanos? No lo creo tampoco pues, con la información que oculta y con la que demuestra ignorar, es tarea casi imposible convencer a un verdadero intelectual.

  En algo sí concuerdo con la articulista. Es cierto que hay personajes que circulan por nuestro mundo académico, mostrando poses y modas que creen es la indumentaria de un intelectual y nada tienen que ver con el conocimiento; personajes que en lugar de ayudar a que nuestros debates públicos se desenvuelvan dentro de una cultura de diálogo, los entorpecen y sabotean. Es cierto que esto irrita y decepciona. Quizá Yoani Sánchez recuerde a esta señora, nada académica, nada intelectual a la cual nada más le faltó llevar en su indumentaria la barbita puntiaguda.

Imagen agregada RCBáez

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