El Pentágono sigue aumentando el volumen de compras de helicópteros
rusos para incorporarlos a los arsenales la Fuerza Aérea de Afganistán.
Y mientras tanto, políticos y funcionarios estadounidenses acusan a
Rusia de suministrar armas al régimen del presidente sirio Bashar Asad y
piden al Pentágono que deje de cooperar con Rosoboronexport,
exportadora estatal de armas rusa.
La ambigüedad de esta conducta se explica por las posibilidades
restringidas del mando estadounidense para elegir al suministrador de
material bélico a Afganistán y por un fuerte lobby por parte del sector
militar industrial.
Regreso del Mi-8
La Secretaría de Defensa de EEUU planea comprar a Rusia una partida
adicional de diez helicópteros Mi-17 para suministrarlos a la Fuerza
Aérea de Afganistán. Esta será la segunda partida de aparatos aéreos de
fabricación rusa que compra Washington a quien fue su rival en la guerra
fría.
Rosoboronexport y el Departamento militar de EEUU acordaron en mayo
de 2011 un contrato sin precedentes para el suministro por parte rusa de
21 helicópteros
Mi-17B5 a Afganistán, por valor de 375 millones de dólares.
El Mi-17B5 es la versión del helicóptero Mi-8MTV-6 (de la familia del
famoso Mi-8) destinada a la exportación. Después de muchos años de
explotación en la URSS y otros países, los helicópteros Mi-8 se
convirtieron en un cierto estándar de helicóptero polivalente fiable y
eficaz. Estos aparatos resultaron apropiados para las complicadas
condiciones climáticas de Afganistán durante la estancia del contingente
militar soviético en este país.
El contrato entre Rosoboronexport y la Secretaría de Defensa de EEUU
fue suscrito con opción a compra de doce helicópteros adicionales por un
total de 217 millones de dólares. Según la información disponible, un
suplemento sobre el suministro de dos aparatos como estos ya se ha
firmado. A juzgar por todo, al comprar diez helicópteros más, EEUU ha
decidido cumplir el contrato entero. Evidentemente, había una razón para
esto.
Los helicópteros siguen cumpliendo sus misiones a pesar de los cambios en el Gobierno
“Si uno viene a Afganistán y vuela en el Mi-17 entenderá por qué este
aparato es tan importante para este país”, declaró al diario
estadounidense The Washington Post el general de la Fuerza Aérea de EEUU
Michael Boera, responsable de la modernización del Ejército del Aire
afgano. “Olvidad que [los Mi-17] son rusos. Vuelan perfectamente en
Afganistán”, agregó.
Michael Boera tiene razón. Los Mi-17, de hecho, vuelan muy bien. El
contingente canadiense de la Fuerza Internacional de Asistencia a la
Seguridad en Afganistán (ISAF), alquiló estos aparatos a las empresas
rusas para usarlos en el sur de Afganistán y quedó satisfecho.
Es evidente que EEUU eligió los helicópteros rusos después de sopesar
todos los pros y los contras. En realidad, esto refleja la situación en
la que se encontraron los protectores del nuevo Gobierno afgano
“democráticamente elegido”, cuando tuvieron que realizar la tarea de
dotación y adiestramiento de las Fuerzas Armadas de Afganistán.
Fracasaron en su intento de encontrar un número máximo de los Mi-8 en
los países en vías de desarrollo. Hacia 2011, se logró incorporar a los
arsenales de la Fuerza Aérea afgana unos 15 aparatos de este tipo
provenientes en su mayoría de la República Checa y Eslovaquia. Esto fue
insuficiente.
Además, los contratos de entrega de los Mi-17 usados se firmaron de
manera no transparente, a través de terceras empresas, y su importe
equivaldría al precio de un contrato directo con el fabricante ruso para
el suministro de nuevos aparatos.
Casi todos los pilotos afganos fueron adiestrados en la época de
cooperación militar iniciada por la URSS con el fin de apoyar al régimen
afgano. Conocen muy bien la familia de helicópteros Mi-8 a la que
pertenece el Mi-17. El general Abdul Wahab Wardak, jefe del Estado Mayor
de la Fuerza Aérea de Afganistán, que pasó su adiestramiento en el
territorio de la URSS para pilotar helicópteros Mi-8, calificó de
“óptimo” el modelo ruso Mi-17.
Los pilotos heredados del Gobierno prosoviético de Najibullah por el
Gobierno proestadounidense del presidente de Afganistán, Hamid Karzai,
ya han envejecido tras unos diez años de anarquía y un período en el que
las riendas del poder en Afganistán estuvieron en manos de los talibán.
Para que pudieran continuar trabajando es necesario entregarles los
helicópteros a los que están acostumbrados.
Según los expertos estadounidenses, la Fuerza Aérea afgana puede
recuperar su capacidad combativa hacia 2015 ó 2016, mientras que hasta
este período la carga principal en hipotéticos ataques aéreos la
asumirán los pilotos de EEUU. Y esto conllevará gastos inútiles y
pérdidas entre los efectivos.
En esta situación parecía oportuno entregar a los pilotos afganos
helicópteros conocidos para que pudieran hacer algo y asimismo adiestrar
a los jóvenes. Así las cosas, EEUU decidió firmar contrato con Rusia
basándose en consideraciones prácticas. Pero posteriormente otros
pragmáticos intervinieron en el asunto.
Senadores de EEUU proponen revisar el contrato con Rusia
El Senado estadounidense sirve para defender los intereses de varios
individuos, desde los ciudadanos comunes y corrientes hasta las empresas
financieras e industriales.
Fue lógico que los fabricantes estadounidenses de armamento y
material bélico se indignaran cuando se anunció la compra de los
helicópteros rusos Mi-17.
El senador del estado de Alabama, Richard Shelby, defensor de la
industria aeronáutica nacional, fue el primero que intentó torpedear el
contrato. Se esgrimió los argumentos que los aparatos rusos estaban
dotados de equipo inapropiado, que son incapaces de cumplir misiones
vitales, etc.
Cuando se dio cuenta de que los militares estadounidenses, que
entienden bien lo que necesitan, no querían cambiar de estrategia, se
recurrió a otros métodos. En la primavera de 2012, diecisiete senadores
estadounidenses decidieron que no se debería comprar los helicópteros a
Rosoboronexport porque el monopolio ruso suministra armamento al régimen
sirio del presidente Bashar Asad “quien lanza ataques sistemáticos
contra la población de su país”.
Tras señalar en el mensaje enviado al Pentágono que el dinero de los
contribuyentes estadounidenses se gasta en adquirir helicópteros rusos,
en vez de comprar máquinas estadounidenses, los senadores de los dos
partidos estimaron que de este modo se subvenciona indirectamente las
muertes masivas de civiles sirios.
Mientras crezcan las discrepancias entre Washington y Moscú con
respecto a Siria se harán más frecuentes las declaraciones sobre la
inadmisibilidad de la cooperación con los “mercaderes de la muerte”
rusos.
En esta coyuntura, es difícil evaluar la presión del lobby del
Congreso sobre la Casa Blanca, que intenta resolver varios problemas:
desde el apoyo al fabricante nacional hasta el reforzamiento de sus
propias posiciones.
Pero los protectores del nuevo Afganistán no tienen otro surtido de
aparatos. Si lo tuvieran sería poco probable que los Mi-17 rusos
volvieran a volar en el aire polvoriento de Afganistán al que están
acostumbrados.
Konstantín Bogdánov, RIA Novosti
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