sábado, 23 de junio de 2012

Los Rosenberg espiaron para la URSS pero apenas pasaron secretos importantes

El 19 de junio de 1951 se ejecutó la condena del Tribunal Federal de Nueva York contra Julius Rosenberg y su esposa Ethel Greenglass Rosenberg, acusados de espionaje a favor de la Unión Soviética y sentenciados a la pena de muerte.
Una descarga eléctrica de 2.700 voltios puso fin a uno de los acontecimientos históricos más impactantes de la época del “macartismo”.
El macartismo y la lucha contra este fenómeno dejaron una profunda cicatriz en la democracia estadounidense, y a pesar de los más de 50 años transcurridos desde entonces, siguen causando dolores fantasmas. No en vano la película algo simplona y de bajo presupuesto  de George Clooney ‘Buenas noches y buena suerte’ fue recibida con increíble entusiasmo por el público y nominada a seis premios Oscar.
La caza de brujas, promovida por el senador Joseph McCarthy entraba en contradicción con los postulados básicos de la vida en Estados Unidos. El presidente de la nación, Harry Truman, escribió al respecto “En un país libre castigamos a uno por los delitos que comete, pero nunca por sus convicciones”. Difícilmente se podría sospechar a este estadista de simpatizar con los comunistas, más bien parafraseó la famosa cita de la obra de Margaret Mitchell ‘Lo que el viento se llevó’, donde el capitán Butler insistía en que vivían en un país libre y cada uno tenía derecho de ser un villano, si así se sentía a gusto.
A primera vista, el caso del matrimonio Rosenberg no puede ser clasificado como caza de brujas, dado que eran figuras muy reales. Ethel y Julius eran unos comunistas convencidos y espiaban a Estados Unidos a favor de la URSS, pasando a la parte soviética importante información científica y técnica.
Sin embargo, hay un ‘pero’. Se les sentenció a la pena capital por haber revelado secretos nucleares de Estados Unidos, lo que permitió al régimen de Iosif Stalin crear su propia bomba atómica, poniendo de esta forma a EEUU, por primera vez en la Historia, bajo la amenaza de una completa destrucción física. Los historiadores actuales están seguros de que precisamente estas acusaciones fueron injustas.

Un buen organizador
Ethel Greenglass conoció a su futuro marido en una escuela para niños judíos, donde Julius era un aplicado estudiante, esforzándose con especial esmero en el conocimiento del judaísmo. Se casaron en 1939 después de que Julius se graduara como ingeniero eléctrico. De acuerdo con la versión oficial, fue reclutado por el Servicio de Inteligencia soviético en plena Segunda Guerra Mundial, en 1942, aunque los representantes del propio Servicio de Inteligencia aseguran que había ocurrido cuatro años antes.
 “Desde estudiantes eran militantes activos de las Juventudes Comunistas del Partido Comunista de EEUU”, cuenta el experto en la historia del Servicio de Inteligencia soviético, Alexander Kolpaquidi. Alrededor de los Rosenberg se formó un círculo de sus compañeros de estudios e ingenieros que luego se dispersaron por empresas muy diferentes. Julius Rosenberg era el líder del grupo, benefició en sumo grado nuestra industria militar. No se sabe a ciencia cierta si sus informadores sabían que era un espía o creían que actuaba en interés de su célula del Partido”.
Julius recibía fondos de la URSS: se pasaba el día viajando y recopilando información y su mujer lo mecanografiaba todo, preparando la información para el envío. Para ellos era un empleo pagado, tenían que sobrevivir y mantener a dos niños pequeños. No obstante, los informadores no estaban motivados por el dinero, sino por la idea.
Según Kolpaquidi, Rosenberg por sí mismo no tenía ninguna posibilidad de obtener datos secretos. No presentaba interés como ingeniero y su única función consistía en reunir información facilitada por otros ingenieros. No cabe la menor duda de que ningún miembro de su grupo tuvo acceso a los planos de la bomba atómica. Era claramente otro nivel de información clasificada.
“Ahora los historiadores conocen muchos nombres de personas que realmente estaban pasando información sobre proyectos nucleares, instalaciones estratégicas y demás. No eran los Rosenberg, sino otra gente, por ejemplo, el eminente físico austríaco Engelbert Broda, el físico estadounidense Theodore Hall y otros”, explica el experto.
Merecería la pena señalar también al físico teórico alemán Klaus Fuchs que trabajó en el Reino Unido en el ‘Proyecto Manhattan’ bajo la dirección del profesor Max Born. Se considera que, debido a sus convicciones políticas y dándose perfecta cuenta del extremo peligro del monopolio nuclear al que aspiraba Estados Unidos, el científico alemán informó desinteresadamente a la Unión Soviética sobre los trabajos de la creación de la bomba atómica. Más tarde entregó a la parte soviética algunos datos sobre su composición.
En 1950, en el Reino Unido se le sentenció a 14 años de prisión, máxima condena por el delito del espionaje a favor de un Estado aliado. Ocurre que en el momento de la revelación de los secretos británicos, la URSS y el Reino Unido todavía eran aliados. Precisamente en base a los testimonios de Fuchs el FBI consiguió desmantelar otra cadena de informadores y atrapar al matrimonio Rosenberg.
Todo parece indicar que Julius y Ethel Rosenberg consiguieron informar a la Unión Soviética de un único dato de gran valor: el esquema del detonador de la bomba que había explotado en la ciudad japonesa de Nagasaki.
Nunca asumieron del todo su culpa y negaron cualquier dato sobre la presunta cooperación con el Servicio de Inteligencia soviético, lo que no hizo sino enfurecer a los representantes del sistema judicial estadounidense.

Se conocen los secretos de los Rosenberg
Alexander Kolpaquidi está seguro de que los Rosenberg no tuvieron mucho que ver con el robo de secretos atómicos. “Aquellos agentes que podrían comunicarles algo sobre el tema no eran del debido nivel. A nadie se le ejecutaba por este tipo del espionaje”, precisa el experto.
Kolpaquidi lo da por hecho desde que hace dos años, todos los documentos relacionados con el caso fueron robados del archivo del Servicio de Inteligencia de Rusia por el ex empleado del organismo, Alexander Vasíliev, entregados a la biblioteca del Congreso de Estados Unidos y publicados abiertamente en Internet. Ahora, el que lo desea, puede enterarse de todas las actividades de los Rosenberg.
Los documentos evidencian que el grupo liderado por Julius Rosenberg facilitaba a la URSS información de gran valor que, sin embargo, no tenía nada que ver con el proyecto nuclear de EEUU.

La paradójica situación de un observador
Hasta el día de hoy se sigue debatiendo en Estados Unidos sobre si Julius y Ethel Rosenberg se merecían la pena de muerte. Para muchos su historia sigue siendo un ejemplo de la persecución de la gente por sus convicciones y su procedencia judía, a pesar de que el Fiscal y el Juez del proceso también eran judíos. A diferencia del aspecto pragmático del caso, los aspectos morales podrían tener múltiples interpretaciones.
Sin lugar a dudas, eran espías y causaron daño al sistema de defensa de su país. Pero por otra parte, en los años de mayor intensidad de cooperación Estados Unidos y el Reino Unido eran aliados de la URSS en la lucha contra la Alemania nazi. Washington tampoco reparó en su estatus del aliado, escondiendo de Moscú información de tanta importancia.
Los estadounidenses partían de los intereses nacionales, teniendo muy claro que después del triunfo sobre un enemigo común, dos sistemas que aspiraban a convertirse en un modelo a nivel mundial inevitablemente acabarían colisionando.
De modo que los miedos del senador McCarthy no eran del todo infundados: en aquellos tiempos, las ideas del comunismo conquistaban en Occidente muchas mentes cultivadas y nobles. La gente veía únicamente la miniatura lacada de la vida en la URSS, servida con mucha maestría por la propaganda soviética, no sabían nada de la esencia real de un régimen totalitario o no se fiaba de los medios de comunicación nacionales.
Y en Rusia los cónyuges Rosenberg siguen siendo unos héroes, a los que deberíamos, en opinión de Alexander Kolpaquidi, instalar un monumento. Y es que quien es agente del Servicio de Inteligencia para Rusia, para Estados Unidos no es más que un espía. Y viceversa.

Ilyá Ber, RIA Novosti

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