El Tribunal noruego condenó a Anders Breivik a 21 años de prisión.
¿Cuál podría ser el efecto de este veredicto en la política migratoria y de integración de los Gobiernos europeos? Ocurre que el “asesino noruego” se atrevió a abusar de un asunto demasiado delicado.
Los expertos opinan que Breivik no podrá convertirse en un héroe de la lucha de los representantes de la derecha por los valores tradicionales y por el mantenimiento inalterable en Europa de la identidad cultural y religiosa. No obstante, tampoco se dejar sentir la actual crisis del multiculturalismo que está atravesando el espacio comunitario.
¿Unas conclusiones incorrectas?
El caso Breivik está formalmente cerrado: el juzgado de Oslo le sentenció a la condena máxima, 21 años en la cárcel, por un atentado terrorista doble cometido en verano del año pasado.
¿Cuál podría ser el efecto de este veredicto en la política migratoria y de integración de los Gobiernos europeos? Ocurre que el “asesino noruego” se atrevió a abusar de un asunto demasiado delicado.
Los expertos opinan que Breivik no podrá convertirse en un héroe de la lucha de los representantes de la derecha por los valores tradicionales y por el mantenimiento inalterable en Europa de la identidad cultural y religiosa. No obstante, tampoco se dejar sentir la actual crisis del multiculturalismo que está atravesando el espacio comunitario.
¿Unas conclusiones incorrectas?
El caso Breivik está formalmente cerrado: el juzgado de Oslo le sentenció a la condena máxima, 21 años en la cárcel, por un atentado terrorista doble cometido en verano del año pasado.
Renunciando a encontrar justificación alguna a la monstruosa acción
cometida por Breivik, intentemos evaluar la posible influencia de este
asesinato en el desarrollo de las ideas ultraderechistas en Europa.
Breivik, reconocido como una persona cuerda, es un sociópata racional con ideas propias que no aceptó límites de ningún tipo en la persecución de su objetivo y optó por cometer un grave crimen. “Fue declarado cuerdo, pero la gente se da cuenta de que no está del todo bien, la prueba de ello es el mero hecho de intentar convertirse en el foco de la atención común”, señaló a RIA Novosti Irina Dettman, coordinadora del programa ‘Diálogo Internacional’, de la filial rusa de la Fundación Heirich Boll.
Pero, ¿qué objetivo se planteaba realmente Anders Breivik? Según sus propias y confusas palabras, era la lucha contra la influencia cada vez más creciente de las culturas “ajenas a la tradición europea” traídas en primer lugar por los flujos migratorios provenientes de Asia y del Norte de África, donde se profesa el Islam. La claramente insatisfactoria política de integración de los inmigrantes únicamente empujó a los países europeos a “rendirse ante los musulmanes”.
Habría que reconocer que en rasgos generales el aumento del número de los inmigrantes que acuden a Europa ha generado una serie de fenómenos bastante desagradables: el crecimiento de los barrios de residencia de comunidades no asimiladas, una situación demográfica que a largo plazo podría amenazar a la población autóctona con convertirla en una minoría étnica y religiosa, la asignación de considerables fondos para la seguridad social de la que disfrutan las numerosas familias de los inmigrantes, entre los cuales el porcentaje de población activa no suele percibirse como alto.
Con su espeluznante crimen Breivik sensibilizó hasta el máximo a la población europea en la percepción de dichos problemas. De hecho, de una manera desafiante y abierta traspasó el límite, que ya impide seguir ignorando las mencionadas dificultades.
La pregunta es, por lo tanto, ¿qué postura adoptarán respecto al asesino de Oslo los representantes de la derecha y ultraderecha europeas, principales críticos de la política migratoria europea de los últimos 20 años? Breivik no hizo sino ponerles las cosas más difíciles, dado que de aquí en adelante el objetivo de sus críticas estará estrechamente ligado a las 77 víctimas de su crimen y cualquier comentario desfavorable de la política migratoria será asociado al nombre de Breivik.
En opinión del presidente del Instituto de la Estrategia Nacional, Mijaíl Rémizov, una posible idealización de la figura de Breivik podría distraer a la derecha europea de los principales problemas: el retorno a las raíces y la lucha contra la política migratoria. “La paradoja de Breivik consiste en que unos argumentos muy sensatos condujeron a conclusiones de carácter antisocial”, opina el experto.
¿Se convertirá Breivik en un ídolo?
A primera vista, Breivik es una figura muy cómoda para convertirlo en el foco del esfuerzo político de la derecha ultrarradical no oficial y en una especie del icono del renacimiento de las tendencias derechistas, un mártir por la causa de la restauración de los valores tradicionales. Sin embargo, el carácter de su crimen asusta a las fuerzas más moderadas.
“El fantasma de la revancha derechista en las esferas política y cultural está recorriendo Europa”, opina Mijaíl Rémizov, quien supone al mismo tiempo que los partidos y movimientos políticos de la derecha europea buscarán distanciarse de Breivik.
“Los seguidores de Breivik en Europa son numerosos y bien organizados, pero el atentando terrorista les causó un serio daño, porque desacredita dichas ideas”, explica Rémizov.
La ultraderecha noruega ha visto caer considerablemente su popularidad después de lo ocurrido en la isla de Utoya, señala el subdirector del Centro de las tecnologías políticas, Alexei Makárkin, dado que en las elecciones locales ha perdido parte de los votos. “El apoyo a Breivik colocará a cualquier fuerza política al margen del proceso institucional legal”, subraya.
El politólogo Pavel Sviátenkov considera que la figura de Anders Breivik servirá más en calidad del argumento en debates sobre el multiculturalismo que en calidad de icono propiamente dicho, como lo es por ejemplo Ernesto ‘Che’ Guevara para la izquierda.
“En Europa no hay ídolos de terrorismo de las derechas, quedaron neutralizadas por el legado de Hitler”, añade, precisando que hasta este momento la cultura de la derecha se reducía a una grotesca imitación del nazismo en su peor variante, que no hacía sino asustar a la gente.
“Los participantes en este tipo de debates habrán de tener más cuidado a la hora de formular sus ideas, para no provocar a los psicópatas”, opina Alexei Makarkin.
¿Y no sería mejor hacer caso omiso de los problemas?
A pesar de la delicada situación en la que los críticos del multiculturalismo europeo han quedado después del atentado de Breivik, el problema de la crisis que sufre la Europa actual, una gran Babilonia, sigue sin tener solución.
“La mayoría de los europeos conocerán las ideas de Breivik y se plantearán las perspectivas del futuro de Europa”, dice Mijaíl Rémizov. En su opinión, las conclusiones que sacará la gente dependerán de las posibilidades que tengan de defender su postura sin salirse de los límites de la educación. Muchos dependerán también de la postura de las autoridades.
“Los líderes europeos entienden que el multiculturalismo conduce a la ‘libanización’ de Europa, por así decirlo”, comenta Pável Sviatenkov. Y, por lo menos, a nivel de los debates han reconocido hace tiempo la existencia del problema”.
Así, a lo largo de 2010 y 2011, hablaron David Cameron en el Reino Unido, Ángela Merkel en Alemania y Nicolás Sarkozy en Francia sobre la crisis del multiculturalismo. Casi en todos los países con las mismas expresiones.
“De momento, no ha estallado la guerra civil ni los disturbios, pero los Gobiernos europeos tendrán que limitar o prohibir del todo la inmigración de los países musulmanes. La derecha europea, por su parte, después de haberse sumergido en lo más hondo con el crimen de Utoya, habrá de dar pasos hacia sus autoridades que poco a poco se están dando cuenta de la necesidad de corregir su política de integración”, con concluye Mijaíl Rémizov.
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