jueves, 16 de agosto de 2012

¿Y si Yoani Sánchez fuera española?


Ella camina por las calles, con aparente desenfado, buscando el más mínimo motivo para escribir un corto tweet,  casi siempre cargado de venenosa manipulación, de sugerencia insana, para vender al mundo mediático, el que la sostiene artificialmente, la visión de caminar por cualquier arteria de una ciudad destruida por la guerra y donde apenas se puede sobrevivir entre las ruinas. Esa visión de cataclismo fabricado, de  frustración y lamento, es parte del producto que trata de vender. Por ello busca y rebusca. Observa a dos policías en una esquina, vigilando el tráfico o cumpliendo cualquier rutina de trabajo y ella, simplemente, twittea sobre una enorme movilización policial en la ciudad.

Ella está ávida, enfermizamente ávida, de  cumplir el precepto goebeliano de que una mentira mil veces repetida puede convertirse en verdad, aunque la misma esté sostenida por pilares débiles y quebradizos. Por ello, escrúpulo aparte, transforma la alegría de las gentes en miradas vacías; hace de su agitado caminar hacia el trabajo, al estudio y el compromiso, un deambular sin rumbo por la desazón y el pesimismo. Ella sabe mentir, ella sabe fabricar un embuste, ella sabe sacar partido de la supuesta desgracia ajena.

La fuente de sus twetts, es cierto, está en la calle, en el ajetreo cotidiano y, sobre todo, en su argucia para montarse en nuestras propias debilidades. De denunciar honestamente, merecería admiración y respeto. Empero el leiv motiv de sus comentarios es la búsqueda del poderoso don dinero, el cual fluye a sus manos como caudales en forma de premios, de envíos de sus patrocinadores, de pagos por el detestable oficio de mentir y por deformar su propia realidad. Ese dinero no se lo ofrece una institución de su país u órgano de prensa nacional. Todo ese dinero procede del exterior, de aquellos que cuestionan a su propia Patria y le atacan enfermizamente, cargados de odio irracional e intolerancia. Ella lo sabe y se presta, deliberadamente, para beneficiar a sus gerentes de la difamación.

Al principio se vendió al mundo con una imagen que a duras penas trata de mantener: la cubana de a pie. Hoy dista mucho de serlo. Con más de un cuarto de millón de euros en sus bolsillos, no resiste a la tentación de distinguirse de los demás. Por ello, para no ser cuestionada, se oculta de sus compinches para llevar una vida de comodidades, tratando de parecerse a los que critica. Ya no puede vender la historia del refrigerador vacío, de las horas de espera por un ómnibus, de la imposibilidad de acceder a hoteles y hermosas playas, de saborear en restaurantes opíparos manjares. Por obra y gracia del redimensionamiento mediático, su oportunismo y egolatría, la han convertido en una aristócrata de la contrarrevolución, en quien solo se compromete a medias, sin cruzar la línea que puede conducirla a un calabozo o a un juicio por sus actividades rayanas en la traición. Obviamente, la SINA la cuida y la aconseja: el trabajo sucio es para los demás, debe haberle dicho Charles Varkclay.

Otras de sus facetas es la de conspirar. Lo hace a diario. Visita embajadas extranjeras donde recibe órdenes y abundante dinero; recibe emisarios del exterior con indicaciones para subvertir el orden y luego convoca a otros de su estirpe para promover actividades contra el orden constitucional. Devenida, aparentemente, en cerebro pensante, su misión es orientar a quienes van a delinquir, sugerir maneras de actuación, buscar el rebote mediático, vender un falso mundo represivo y excluyente. Promete dinero y da dinero, incluso orienta a los otros cómo conseguirlo. De esta forma, como no vive en Madrid, no se preocupa de que un  juez le aplique el Artículo 17 del Código Penal español, que “se da cuando dos o más sujetos deciden realizar un tipo delictivo, y llevan a cabo su ejecución de manera efectiva. La doctrina ha establecido que este delito exige que los sujetos activos, los conspiradores, decidan todos ellos la efectiva realización de la conducta con firmeza, aunque existen corrientes doctrinales que no exigen la participación del sujeto activo como coautor del delito, sino simplemente un influjo en la decisión de la resolución criminal en los demás.”

Tampoco le preocupa proponer a aquellos con los que se encuentra en su departamento, en la calle o casa de otros, el inicio de campañas desestabilizadoras. Ella promete sobredimensionarlos, darlos a conocer al mundo, tener una fama como la de ella. Como no vive en Madrid, un juez no puede aplicarle el Artículo 17.2 que “supone que el sujeto activo, el proponente, que ha resuelto la comisión de un delito, invite a otro a ejecutar el mismo. Este tipo penal no requiere que el proponente realice materialmente la ejecución de la conducta, por lo que cabe calificar como proposición la inducción intentada, que se produce cuando el inducido desiste voluntariamente de la realización del delito, o cuando sencillamente la inducción no ha conseguido hacer surgir en el inducido la resolución de realizar el tipo penal.”

Tampoco le preocupa la irreverencia y el irrespeto hacia el gobierno apoyado por cerca del 97 % de la población. Simplemente cuestiona, no muchas veces en forma culta, y sí escapándosele alguno que otro epíteto solariego, a los principales líderes de su país. Siempre habrá una cámara y un micrófono disponible para ella, siempre habrá un medio de prensa internacional dispuesto a escucharla para sostener la guerra mediática mantenida contra los que ya no son suyos, simplemente ajenos y diferentes, aunque conviva con ellos. Como no vive en Madrid, juez alguno puede aplicarle el Artículo 18 del Código Penal español, sobre la actividad provocadora “el cual indica, que se considerarán como tal las conductas dirigidas a incitar a través de imprenta, radiodifusión, o cualquier otro medio de eficacia semejante, la perpetración de un delito. Así, este tipo penal exige, a diferencia de la proposición, que vaya dirigida a una pluralidad de personas indeterminadas y que ésta se haga efectiva a través de los medios expuestos, u otros análogos. Queda incluida dentro del mismo precepto, la apología del delito, que se produce cuando, empleando los mismos medios que exige la provocación, se difundan ideologías que homenajeen la comisión de delitos o a sus autores”. La subversión, la desobediencia social y la ofensa contra las instituciones gubernamentales, señora mía, son delitos contemplados en cualquier Código Penal.

De mucho podría ser acusada, particularmente con el tipo de delito descrito en el Capítulo IV de dicho Código Penal “De las circunstancias que agravan la responsabilidad criminal” el cual en su Artículo 22, reconoce como circunstancia agravante, en su 3.ª circunstancia agravante, “Ejecutar el hecho mediante precio, recompensa o promesa.”

Todo el mundo sabe que ella no es una luchadora social sino, simplemente, una asalariada más de la difamación. Pero ella se condena a sí misma, según el Código citado, en su Título XI, Capítulo I: “De la calumnia”, en sus Artículo 205 y 206, donde podría recibir penas de seis meses a dos años o multa de doce a 24 meses, de vivir en España, si se propagaran con publicidad y, en otro caso, con multa de seis a 12 meses. 

Prueba de ello es lo dicho por ella en la  siguiente entrevista a página digital del programa Estudio uno, del canal P1, de la Radio pública sueca publicado el pasado  10 de agosto de 2012 a las 11:51, en el que participó junto a  Mileydi Fougstedt, editora de la revista Misceláneas de Cuba, y Arón Modig, presidente de la Juventud democristiana sueca.

En un breve fragmento de la entrevista dice nuestro personaje: “En el caso personal mío, sigo siendo una persona vigilada, observada, mi teléfono intervenido, y cuando salgo a la calle siempre alguien me persigue. Por suerte no me han arrestado en los últimos tiempos, creo que mis entradas en el blog y en Twitter me protegen, por cuanto me conocen fuera de Cuba, pero eso no me da inmunidad. Un buen día me recoge la policía y me meten en prisión, y Twitter no podrá detener eso, aunque evite que pase precisamente ahora.

La locutora: ¿Tienes miedo?

Sí, yo tengo mucho miedo siempre, claro, porque sé que vivo bajo un gobierno totalitario todo el tiempo, que no solamente tiene la legalidad, tengo miedo de a la policía y las calumnias.

Su paranoia barata es toda una mentira. Ella nunca ha sido golpeada ni maltratada, tampoco irrespetada, aunque es la artífice de la irreverencia hacia nuestro gobierno.
Uno de sus recientes twitters demostró su falta de escrúpulos e irrespeto para quien es una de las personas más amadas y admiradas en Cuba, en ocasión del reciente 86 cumpleaños del mismo:

“¿Se ha convertido Fidel Castro en una figura virtual?”, escribió en Twitter. “No aparece, pero nos dicen que sigue vivo!!!”.

En otra reciente entrevista, esta vez realizada por Radio Martí, el pasado 13 de agosto de 2012, a las 21:07 horas, dentro del programa 1800 on line, acompañada por los conductores  Juan Juan Almeida y Lizandra Díaz, manifestó:

JJA: Si ahora mismo el presidente de la República, el general Raúl Castro te llamara por teléfono y te pidiera consejos para solucionar los problemas de Cuba, qué le dirías?
 
YS: Salga del poder inmediatamente.

A pesar de las injurias, ataques, difamaciones, incitaciones y otros delitos, se le ha respetado su integridad física, no por temor al peso mediático que sostiene su insulsa figura, pues ella misma goza de escaso prestigio dentro del pueblo y dentro de la propia contrarrevolución, la que cuestiona su ambición y su egolatría sin parangón. Se le ha respetado, incluso, el dinero malhabido que obtiene a base de mentir y conspirar, dinero que bien sería utilizado para remodelar aquellos edificios en peligro de derrumbarse, que tanto "le preocupan". Mas la Revolución no quiere ese sucio dinero.

Ella manda a la gente a la calle a protestar, pero no corre riesgos. Ella solo reclama beneficios como viajar al exterior o comprar mediante PayPal. Parece importarle solo eso. Si fuera española y viviera, por ejemplo, en Madrid, podría ser juzgada por violar los Artículos 208, 209 y 210 del Código penal español, recibiendo penas de multa de seis a catorce meses y, en otro caso, con la de tres a siete meses, por hacer injurias públicas contra nuestros dirigentes.

Hay dos cosas extremadamente comprometedoras que realiza en estos últimos tiempos a las que quiero referirme y pueden cambiar su buena estrella, sostenida artificialmente por los grandes monopolios de la información.

En primer lugar, el trabajo que se encuentra realizando con jóvenes artistas, reclutándolos para desarrollar proyectos culturales auspiciados por el enemigo. Jóvenes ilusos, ansiosos de hallar un espacio para mostrar su talento en medio de la enorme gama de talentos existente en este país. La manipulación de los mismos, las falsas o maliciosas promesas, son delitos en cualquier Código Penal.

Por último quiero referirme al hecho más delicado en el que incurre nuestro personaje, que son los delitos que comprometen la paz y la independencia del estado, sobre todo cuando se mantienen vínculos sostenidos con representantes de varios países extranjeros inmersos en una guerra sucia contra su propia Patria. Si fuera española, cualquier juez de ese país no vacilaría en aplicarle el Artículo 592, el cual reza: “1. Serán castigados con la pena de prisión de cuatro a ocho años los que, con el fin de perjudicar la autoridad del Estado o comprometer la dignidad o los intereses vitales de España, mantuvieran inteligencia o relación de cualquier género con Gobiernos extranjeros, con sus agentes o con grupos, Organismos o Asociaciones internacionales o extranjeras.”

Sin embargo, Yoani Sánchez vive en Cuba y se cree impune. No es española, ni nunca tendrá el valor de los jóvenes del M 15. En todo caso, se alía ideológicamente al PP y las derechas más conservadoras.

Creo que son un craso error, por parte de ella, sus últimas actuaciones, tal vez movidas por el mismo sentimiento de impunidad que sostiene a sus socios terroristas de Miami, como el Consejo por la Libertad de Cuba, del cual recibió un bochornoso premio.

Por un lado ha andado con suerte pues pocos cubanos conocen sus canalladas y las ofensas cotidianas emitidas contra Fidel, Raúl y nuestra Revolución. De darse a conocer esto, no harían falta ni policías, ni las tan “amenazantes” Brigadas de Respuesta Rápida. Estoy seguro que cualquier viejecita le caería a sombrillazos en alguna calle habanera o una pequeña niña cubana la vapulearía por mentirosa.

Demasiado bueno se ha sido con Yoani, pero prefiero no meterme en cosas de política de Estado. Por mi parte, en mi modesta opinión, creo que se debe ser tan riguroso con ella, como se es con los provocadores de oficio cuyas campañas ella alienta y sobredimensiona. Simplemente, creo que al cántaro no le cabe una gota más. Nuestra soberanía no soporta ser nuevamente ofendida.

Realmente no soy un juez español, ni aquí aplica el Código Penal de ese país. Tenemos, sin embargo, nuestro propio  Código, el que ella vulnera a sus anchas. ¡Apliquémoslo!

Percy Francisco Alvarado Godoy



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