miércoles, 15 de agosto de 2012

Arabia saudita manipula para expulsar a Siria de la Organización de Cooperación Islámica (OCI).

Mientras el Gobierno y los terroristas armados protagonizan un macabro juego del gato y el ratón, ni el estado del frente en Alepo ni las iniciativas diplomáticas parecen en condiciones de variar significativamente. Y, entre estas últimas manda, como siempre, la incongruencia. Arabia Saudí, la antítesis total de un Estado que respete los derechos humanos, lideraba una iniciativa para expulsar a Siria de la Organización de Cooperación Islámica (OCI).

GARA | DAMASCO 12 agosto 2012
Los dirigentes del mundo musulmán se reunieron ayer bajo los auspicios de Arabia Saudí con un punto sobre la mesa, la expulsión de Siria de la Organización de Cooperación Islámica.

El lugar y el momento elegidos tienen una fuerte carga simbólica. La cumbre arrancó a última hora de ayer en la primera ciudad santa (para los musulmanes) de La Meca y durante la «Noche del Destino», la más sagrada del mes de ayuno del Ramadán porque durante la misma y, según la tradición musulmana, el Corán fue revelado al profeta Mahoma.

El secretario general de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI), Ekmeleddin Ihsanoglu, confirmó que los ministros de Exteriores de la organización adoptaron por mayoría absoluta el lunes en una reunión en Jeddah un proyecto de resolución, promovido por la dinastía de los Saud, para expulsar a Siria.

En espera de que se cumpliera el formalismo de la votación de los jefes de Estado y de Gobierno de los países musulmanes, estaríamos ante la segunda expulsión de Siria de un organismo regional, después de que fuera apartada de la Liga Árabe.
Con todo, y vista la división entre los 57 países que forman la OCI, y que agrupan a 1.500 millones de habitantes, el resultado de la cumbre tampoco pasará del puro simbolismo.

Irán y Argelia

Y es que los debates se anunciaban tensos. Irán, aliado del Gobierno de Damasco, se opuso frontalmente a tal medida.

«Estoy radicalmente en contra de la suspensión de cualquier país, sea el que sea», declaró el ministro iraní de Exteriores, Ali Akbar Salehi, quien añadió que «expulsar a un país no conlleva a resolver el problema. Al actuar así, lo único que haces es eludir la cuestión».

Otro de los pesos pesados de la OCI, Argelia, mostraba grandes reservas ante una decisión de este tipo, según avanzaron varios participantes.

El jefe de la diplomacia saudí, el príncipe saud al-Faysal, denunció la política de «tierra quemada» del Gobierno de Damasco y aseguró que la violencia que ensangrienta Siria «es consecuencia de que ha ignorado las demandas de su pueblo».

Contundencia paradójica por boca de un miembro de la dinastía de los Saud, que dirige con mano de hierro la teocracia más retrógrada del Planeta y que no ha dudado en reprimir a sangre y fuego la revuelta de la minoría chií del este de la Península Arábiga y que tampoco pestañeó a la hora de enviar a su Ejército a aplastar la revuelta de la mayoría chií y demócrata de la vecina satrapía de Bahrein.

«La dolorosa situación» que vive el mundo islámico por el conflicto sirio «abre la vía al debilitamiento de nuestra Umma (comunidad musulmana mundial) y da pretextos a la injerencia en nuestros asuntos», añadió el portavoz del régimen saudí, el mismo que está interviniendo directamente, y junto con Qatar y otros países, en la actual guerra civil siria, suministrando armas, dinero y apoyo logístico a los terroristas armados. Todo ello sin olvidar que a nadie se le oculta que, con la convocatoria y el orden del día de la cumbre islámica, Arabia Saudí espera mantener y reforzar su posición preminente en el mundo árabe y musulmán, posición de la que es totalmente deudor de EEUU.

El Gobierno sirio no fue invitado a la cumbre, según confirmó el secretario general de la OCI. Quizás por ello no habían decidido, por lo menos hasta el pasado domingo, convidar al opositor Consejo Nacional Sirio.

Quien sí seguía muy de cerca los trabajos era EEUU, de la mano de su enviado especial ante la OCI, Rasdhad Hussain, quien reiteró su compromiso para trabajar con sus «socios de la comunidad internacional para apoyar las aspiraciones del pueblo sirio e incrementar la presión sobre el Gobierno de Bashar al-Assad».

SOS desde Alepo

Mientras los líderes musulmanes debatían en La Meca, y conscientes de la imposibilidad no ya de vencer sino de incluso resistir militarmente al régimen, los terroristas armados sirios elevaban el tono y exigían abiertamente una intervención extranjera aérea bajo la forma de una zona de exclusión.

«¿Por qué el Gobierno de tu país no hace nada por ayudarnos?», espetaba a un fotógrafo de AFP Abu Hamad, un combatiente del batallón de Shuhada al-Atareb (Los Mártires de Atareb) en el cuartel terroristas de Sukkari, en Alepo. «En Libia ayudaron a hacer caer a Gadafi, pero en Siria nos dejan morir», se quejaba el combatiente.

El SOS está justificado, toda vez que las tropas del Gobierno seguían avanzando lenta pero inexorablemente en su ofensiva para recuperar la capital económica siria. Ya el lunes, los soldados entraron en Seif al-Dawla, un barrio del oeste en manos de los terroristas, como hicieron días antes en Saladino.

El diario «Watan» analizaba ayer la batalla de Alepo, que comenzó la semana pasada, afirmando que el Ejército «solo utiliza una ínfima parte de sus fuerzas desplegadas alrededor de la ciudad» y añadiendo que «la reconquista del emblemático barrio de Saladino es solo una etapa antes del control de todas las zonas en manos» de los terroristas.

Según el diario, «las unidades del Ejército han adoptado la táctica del desgaste en lugar de un enfrentamiento general, con el objetivo de evitar víctimas civiles que son utilizadas como escudos humanos». En paralelo, y en la capital, Damasco, el Ejército sirio proseguía ayer con los registros y detenciones.

En medio de este panorama, el escritor francés de origen judío Bernard-Henri Lévy lanzó ayer un llamamiento a una acción militar en Siria en una carta pública titulada «Aviones para Alepo» y publicada en el diario «Le Monde».
Promotor de la intervención francesa y occidental en Libia, el filósofo compara Alepo con Bengasi y apoya claramente el plan de imponer desde las bases de la OTAN en Izmir y en Incirlik una zona de exclusión aérea.

Lévy apela finalmente a que el Estado francés mantenga durante dos semanas más la presidencia de turno del Consejo de Seguridad de la ONU, que acaba en agosto. «No se entendería que, en estas circunstancias, el presidente de la República, recién elegido y poseedor, por tanto, de una autoridad moral incuestionable, no utilice los recursos que le ofrece la situación».

El llamamiento del filósofo proisraelí coincide con una ola de críticas desde la derecha francesa por la supuesta tibieza de François Hollande respecto al dossier sirio. Su antecesor, Nicolas Sarkozy, y el ex primer ministro François Fillon lideran esta ofensiva.

Frente a ella, el actual ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, inicia hoy una gira por la zona que le llevará a Jordania, Líbano y Turquía, países estos últimos que acogen a decenas de miles de refugiados.

Pero el Gobierno sirio tiene también quien le apoye, o por lo menos le escuche, y el emisario especial del presidente al-Assad, Buthaina Chaaban, llegó ayer a China para ser recibido por el ministro de Exteriores del Gobierno de Pekín, Yang Jiechi.

Salomónico, el Gobierno chino aseguró que tiene previsto invitar a miembros del opositor Consejo Nacional Sirio.

Fuente : Gara

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