La visita de Barack Obama a Oriente Próximo no ha dejado a
nadie satisfecho. Si bien las expectativas generadas tampoco eran excesivamente
optimistas –no llevaba consigo un plan de paz ni un acuerdo para firmar bajo el
brazo- lo cierto es que el máximo mandatario estadounidense tampoco ha logrado
lo que pretendía con esta "gira" personal, que no era otra cosa que restablecer
el feeling positivo con Palestinos e Israelíes por igual.
En el caso de sus aliados de Tel Aviv, la relación con Benjamin Netanyahu era poco menos que gélida desde la llegada del de Honolulu al poder. De hecho, ésta ha sido la primera vez que Obama ha pisado el territorio conflictivo desde que es Presidente. Por ese motivo, aprovechó la oportunidad para proclamar la fortaleza de la alianza entre Israel y Estados Unidos. Pero sin convencer demasiado. Especialmente porque al día siguiente, frente a los palestinos liderados por Mahmud Abás, declaraba que los asentamientos israelíes no le parecían "constructivos ni apropiados para la paz" y recalcaba que "Palestina merece un Estado propio y el fin de la ocupación". En definitiva, más de lo mismo. Palabras que no llevan a ninguna parte, ni ayudan de forma determinante a avanzar hacia la paz.
El viaje, que terminaba el viernes en Jordania con la visita al rey Abdalá II, le sirvió sin embargo para hablar largo y tendido con Netanyahu y Shimon Peres sobre las posturas estadounidenses hacia dos conflictos importantes que afectan a ambos países. El primero, la posibilidad de impacto de la guerra de Siria sobre Israel y la conveniencia o no de armar a los rebeldes contra Bashar al-Assad. Y el segundo, la postura norteamericana de diálogo y diplomacia ante Irán frente a la voluntad israelí de atacar sus centros neurálgicos para detener su programa nuclear. Dos asuntos candentes sobre los que tampoco se sacaron conclusiones novedosas.
El viaje de Obama, entendido como un gesto único y apartado de su agenda habitual, no arroja luz sobre la situación en Oriente Próximo. Sin embargo, si se trata del principio de una serie de viajes y negociaciones en busca de la paz, puede ser un buen punto de partida. Habrá que ver si el presidente tiene la solución al conflicto como una de sus prioridades en esta segunda legislatura, después de haber pasado de puntillas sobre el asunto durante sus primeros cuatro años en la Casa Blanca.
www.miguelangelrodriguez.net
En el caso de sus aliados de Tel Aviv, la relación con Benjamin Netanyahu era poco menos que gélida desde la llegada del de Honolulu al poder. De hecho, ésta ha sido la primera vez que Obama ha pisado el territorio conflictivo desde que es Presidente. Por ese motivo, aprovechó la oportunidad para proclamar la fortaleza de la alianza entre Israel y Estados Unidos. Pero sin convencer demasiado. Especialmente porque al día siguiente, frente a los palestinos liderados por Mahmud Abás, declaraba que los asentamientos israelíes no le parecían "constructivos ni apropiados para la paz" y recalcaba que "Palestina merece un Estado propio y el fin de la ocupación". En definitiva, más de lo mismo. Palabras que no llevan a ninguna parte, ni ayudan de forma determinante a avanzar hacia la paz.
El viaje, que terminaba el viernes en Jordania con la visita al rey Abdalá II, le sirvió sin embargo para hablar largo y tendido con Netanyahu y Shimon Peres sobre las posturas estadounidenses hacia dos conflictos importantes que afectan a ambos países. El primero, la posibilidad de impacto de la guerra de Siria sobre Israel y la conveniencia o no de armar a los rebeldes contra Bashar al-Assad. Y el segundo, la postura norteamericana de diálogo y diplomacia ante Irán frente a la voluntad israelí de atacar sus centros neurálgicos para detener su programa nuclear. Dos asuntos candentes sobre los que tampoco se sacaron conclusiones novedosas.
El viaje de Obama, entendido como un gesto único y apartado de su agenda habitual, no arroja luz sobre la situación en Oriente Próximo. Sin embargo, si se trata del principio de una serie de viajes y negociaciones en busca de la paz, puede ser un buen punto de partida. Habrá que ver si el presidente tiene la solución al conflicto como una de sus prioridades en esta segunda legislatura, después de haber pasado de puntillas sobre el asunto durante sus primeros cuatro años en la Casa Blanca.
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Tomado de http://www.elsemanaldigital.com
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