La sospecha de que el presidente venezolano Hugo Chávez murió en
marzo último de un cáncer inducido concede actualidad al viejo oficio de
eliminar a líderes en cualquier partes del mundo, incluso mediante lo
que podríamos llamar "crimen tecnológico".
Junto a la (re)aparición de informaciones sobre la existencia de
métodos científicos para matar, se ha generado un debate tras el anuncio
de Caracas sobre una investigación profunda para determinar si fue
transmitido el tumor que mató a su líder.
La posibilidad de que puedan ser inducidas de modo programado ese tipo de enfermedades acapara el momento científico y político, mediante declaraciones que apuntan hacia anteriores y no muy conocidos estudios sobre el tema, en particular en Estados Unidos.
Aunque la suspicacia respecto a esas prácticas en dicho país no es cosa nueva, renuevan su vigencia denuncias como la de Julian Assange, quien se remitió a ciertos aportes científicos estadounidenses en un lugar llamado Fuerte Detrick.
Assange, conocido por la difusión de documentos comprometedores a través de WikiLeaks, aseguró en marzo de 2012 que esa sección especial del Departamento Virus del Centro para la Investigación de Guerra Biológica se emplea desde 1975 para ese tipo de ensayos.
El lugar se conoce como "Instalaciones Fredrick para la Investigación del Cáncer" y es supervisado por el Departamento de Defensa, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Instituto Nacional del Cáncer, asegura Assange en una entrevista con Globo News.
FABRICADO EN LABORATORIO
Según esas investigaciones ultrasecretas citadas por la fuente, es posible desarrollar programas sobre virus del cáncer sumamente agresivos, letales y además inmunes. Su nombre científico es Virus Humano de la célula T de Leucemia (Htlv).
Mediante esos proyectos, son creadas de modo artificial células malignas sumamente invasivas, capaces de propagarse en el organismo a través de la sangre o de la linfa, inhibir cualquier defensa y causar una metástasis incontenible.
Se trata, dicho de otro modo, de una alteración del material genético de las células humanas para provocar el tumor mediante inoculaciones que pueden emplear diversas vías, según el investigador y periodista guatemalteco Percy Alvarado Godoy.
Entre los recursos de esos laboratorios que funcionan hace más de 40 años figura el de células madres (stem cells), procesadas mediante mutaciones y monitoreadas para convertirlas en fenotipos malignos más heterogéneos y de rápido desarrollo, según la fuente.
La agencia estadounidense The Associated Press, por su parte, publicó en 2007 un informe basado en documentos desclasificados a los que consideró como "uno de los secretos más duraderos de la Guerra Fría".
"El Ejército de Estados Unidos exploró -aseguraba al respecto el informe- la posibilidad de utilizar venenos radioactivos para asesinar a personas importantes, militares o civiles".
¿CUÁNTOS DIRIGENTES HABRÁN MUERTO DE ESE MODO?
El propio presidente Chávez fue en Venezuela en una especie de hado premonitorio, quien primero aludió en declaraciones, el 28 de diciembre 2011, a posibles enfermedades inducidas, al asombrarse del padecimiento simultáneo en varios líderes latinoamericanos.
La posible responsabilidad de Washington fue sugerida por el extinto presidente al referirse a la aparición de cáncer en los brasileños Dilma Rousseff y Lula da Silva, la argentina Cristina Fernández, el paraguayo Fernando Lugo y en él mismo.
"No sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora", comentó Chávez, sin conocer entonces ciertos detalles sobre el asunto que sí manejan ahora quienes ordenaron la investigación.
Las interrogantes del líder, de cuya aplastante respuesta todo parece indicar que él fue dolorosa víctima, pueden ampliarse en proporciones ilimitadas en tiempo y espacio:
¿Cuántos líderes, revolucionarios, progresistas o personas inconvenientes a un gobierno o poder habrán sido en el curso de la historia víctimas de crímenes basados en esas inescrupulosas fórmulas para construir la muerte?
500 MAGNICIDIOS IMPORTANTES EN LA HISTORIA
La respuesta a esa pregunta en lo cual respecta al asesinato inducido sería ya tan vasta que requeriría virtualmente de cálculos matemáticos, porque se extendería a enfermedades como el infarto y a personas no líderes como artistas y religiosos.
Pero si ampliamos el diapasón a la eliminación en general de personas relevantes de un sector que "no convienen a otros" con suficiente falta de escrúpulos como para acudir al crimen por cualquier vía, en la actualidad existen estadísticas preliminares.
Unos 500 magnicidios han sido ejecutados en los últimos 21 siglos, según la investigación para el libro Magnicidios de la historia, de Pedro González-Trevijano, rector de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, publicado en noviembre pasado. El texto, que recoge crímenes por conspiraciones, ideologías, poder, venganzas, odios, fanatismos y extremismos recopilados durante dos años por el autor, enfatiza en los 10 asesinatos de líderes que considera más importantes.
González-Trevijano asegura entre esa decena de grandes víctimas que la muerte por 23 puñaladas de Julio César fue "el primer gran magnicidio de la historia", y detalla otras como la del indio Mahatma Gandhi (1948) y la del francés Jean-Paul Marat (1793).
El autor dice simpatizar con Abraham Lincoln, el primero de los cuatro presidentes estadounidenses asesinados (1865), y por el último de ellos, John Fitzgerald Kennedy (1963). Los otros dos fueron James A. Garfield (1881)y William McKinley (1901).
Aunque el libro no olvida el envenenamiento del francés Napoleón Bonaparte (1821) o la del zar Nicolás II (1917), no menciona los casos del dirigente palestino Yasser Arafat (2004) y la del escritor chileno Pablo Neruda (1973), ambos ahora en investigación.
"ENFERMEDADES INDUCIDAS" DESDE LA ANTIGÜEDAD
Pero las "estadísticas" sobre magnicidios aumentarían todavía más si se les añadiera los intentos frustrados en la historia, entre ellos contra siete jefes de estado estadounidenses en ejercicio y contra un octavo que ya había cesado en el cargo.
Los presidentes fueron Andrew Jackson (1835), Franklin Delano Roosevelt (1945), Harry S. Truman (1950), Richard Nixon (1974), Gerald Ford (1975), Jimmy Carter (1979) y Ronald Reagan (1981), y el expresidente fue Theodore Roosevelt (1912).
Entre los intentos de asesinato fracasados, arrojan cifras récord los planeados contra el líder cubano Fidel Castro, que superaron los 600, todos ellos orquestados por gobiernos estadounidenses.
Cuenta el historiador y novelista italiano Valerio Massimo Manfredi (1943), en su obra Alexandros, que el rey (356-323 a.n.e.) rechazó la propuesta de sus generales de asesinar a su principal enemigo en filas persas, el comandante mercenario Memnón de Rodas.
Alejandro conoció, por cierto, sobre "enfermedades inducidas" ya en su época, hace dos mil 300 años, cuando sus generales solicitaron a espaldas suyas a Macedonia a través del historiador Calístenes (360-328 a.n.e) un veneno para el asesinato del militar.
Un soldado llegado desde la distante patria le entregó a Calístenes, que acompañaba la tropa, una cajita metálica enviada por Aristóteles (384-322 a.n.e.), tío del historiador y maestro de Alejandro y, junto a ella, la siguiente esquela:
"Este fármaco causa la muerte al cabo de diez días con síntomas semejantes en todo a una grave enfermedad. Destrúyelo cuando hayas hecho uso de él. Y si no lo has hecho destrúyelo igualmente. No lo toques por ningún motivo ni aspires su olor".
La posibilidad de que puedan ser inducidas de modo programado ese tipo de enfermedades acapara el momento científico y político, mediante declaraciones que apuntan hacia anteriores y no muy conocidos estudios sobre el tema, en particular en Estados Unidos.
Aunque la suspicacia respecto a esas prácticas en dicho país no es cosa nueva, renuevan su vigencia denuncias como la de Julian Assange, quien se remitió a ciertos aportes científicos estadounidenses en un lugar llamado Fuerte Detrick.
Assange, conocido por la difusión de documentos comprometedores a través de WikiLeaks, aseguró en marzo de 2012 que esa sección especial del Departamento Virus del Centro para la Investigación de Guerra Biológica se emplea desde 1975 para ese tipo de ensayos.
El lugar se conoce como "Instalaciones Fredrick para la Investigación del Cáncer" y es supervisado por el Departamento de Defensa, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Instituto Nacional del Cáncer, asegura Assange en una entrevista con Globo News.
FABRICADO EN LABORATORIO
Según esas investigaciones ultrasecretas citadas por la fuente, es posible desarrollar programas sobre virus del cáncer sumamente agresivos, letales y además inmunes. Su nombre científico es Virus Humano de la célula T de Leucemia (Htlv).
Mediante esos proyectos, son creadas de modo artificial células malignas sumamente invasivas, capaces de propagarse en el organismo a través de la sangre o de la linfa, inhibir cualquier defensa y causar una metástasis incontenible.
Se trata, dicho de otro modo, de una alteración del material genético de las células humanas para provocar el tumor mediante inoculaciones que pueden emplear diversas vías, según el investigador y periodista guatemalteco Percy Alvarado Godoy.
Entre los recursos de esos laboratorios que funcionan hace más de 40 años figura el de células madres (stem cells), procesadas mediante mutaciones y monitoreadas para convertirlas en fenotipos malignos más heterogéneos y de rápido desarrollo, según la fuente.
La agencia estadounidense The Associated Press, por su parte, publicó en 2007 un informe basado en documentos desclasificados a los que consideró como "uno de los secretos más duraderos de la Guerra Fría".
"El Ejército de Estados Unidos exploró -aseguraba al respecto el informe- la posibilidad de utilizar venenos radioactivos para asesinar a personas importantes, militares o civiles".
¿CUÁNTOS DIRIGENTES HABRÁN MUERTO DE ESE MODO?
El propio presidente Chávez fue en Venezuela en una especie de hado premonitorio, quien primero aludió en declaraciones, el 28 de diciembre 2011, a posibles enfermedades inducidas, al asombrarse del padecimiento simultáneo en varios líderes latinoamericanos.
La posible responsabilidad de Washington fue sugerida por el extinto presidente al referirse a la aparición de cáncer en los brasileños Dilma Rousseff y Lula da Silva, la argentina Cristina Fernández, el paraguayo Fernando Lugo y en él mismo.
"No sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora", comentó Chávez, sin conocer entonces ciertos detalles sobre el asunto que sí manejan ahora quienes ordenaron la investigación.
Las interrogantes del líder, de cuya aplastante respuesta todo parece indicar que él fue dolorosa víctima, pueden ampliarse en proporciones ilimitadas en tiempo y espacio:
¿Cuántos líderes, revolucionarios, progresistas o personas inconvenientes a un gobierno o poder habrán sido en el curso de la historia víctimas de crímenes basados en esas inescrupulosas fórmulas para construir la muerte?
500 MAGNICIDIOS IMPORTANTES EN LA HISTORIA
La respuesta a esa pregunta en lo cual respecta al asesinato inducido sería ya tan vasta que requeriría virtualmente de cálculos matemáticos, porque se extendería a enfermedades como el infarto y a personas no líderes como artistas y religiosos.
Pero si ampliamos el diapasón a la eliminación en general de personas relevantes de un sector que "no convienen a otros" con suficiente falta de escrúpulos como para acudir al crimen por cualquier vía, en la actualidad existen estadísticas preliminares.
Unos 500 magnicidios han sido ejecutados en los últimos 21 siglos, según la investigación para el libro Magnicidios de la historia, de Pedro González-Trevijano, rector de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, publicado en noviembre pasado. El texto, que recoge crímenes por conspiraciones, ideologías, poder, venganzas, odios, fanatismos y extremismos recopilados durante dos años por el autor, enfatiza en los 10 asesinatos de líderes que considera más importantes.
González-Trevijano asegura entre esa decena de grandes víctimas que la muerte por 23 puñaladas de Julio César fue "el primer gran magnicidio de la historia", y detalla otras como la del indio Mahatma Gandhi (1948) y la del francés Jean-Paul Marat (1793).
El autor dice simpatizar con Abraham Lincoln, el primero de los cuatro presidentes estadounidenses asesinados (1865), y por el último de ellos, John Fitzgerald Kennedy (1963). Los otros dos fueron James A. Garfield (1881)y William McKinley (1901).
Aunque el libro no olvida el envenenamiento del francés Napoleón Bonaparte (1821) o la del zar Nicolás II (1917), no menciona los casos del dirigente palestino Yasser Arafat (2004) y la del escritor chileno Pablo Neruda (1973), ambos ahora en investigación.
"ENFERMEDADES INDUCIDAS" DESDE LA ANTIGÜEDAD
Pero las "estadísticas" sobre magnicidios aumentarían todavía más si se les añadiera los intentos frustrados en la historia, entre ellos contra siete jefes de estado estadounidenses en ejercicio y contra un octavo que ya había cesado en el cargo.
Los presidentes fueron Andrew Jackson (1835), Franklin Delano Roosevelt (1945), Harry S. Truman (1950), Richard Nixon (1974), Gerald Ford (1975), Jimmy Carter (1979) y Ronald Reagan (1981), y el expresidente fue Theodore Roosevelt (1912).
Entre los intentos de asesinato fracasados, arrojan cifras récord los planeados contra el líder cubano Fidel Castro, que superaron los 600, todos ellos orquestados por gobiernos estadounidenses.
Cuenta el historiador y novelista italiano Valerio Massimo Manfredi (1943), en su obra Alexandros, que el rey (356-323 a.n.e.) rechazó la propuesta de sus generales de asesinar a su principal enemigo en filas persas, el comandante mercenario Memnón de Rodas.
Alejandro conoció, por cierto, sobre "enfermedades inducidas" ya en su época, hace dos mil 300 años, cuando sus generales solicitaron a espaldas suyas a Macedonia a través del historiador Calístenes (360-328 a.n.e) un veneno para el asesinato del militar.
Un soldado llegado desde la distante patria le entregó a Calístenes, que acompañaba la tropa, una cajita metálica enviada por Aristóteles (384-322 a.n.e.), tío del historiador y maestro de Alejandro y, junto a ella, la siguiente esquela:
"Este fármaco causa la muerte al cabo de diez días con síntomas semejantes en todo a una grave enfermedad. Destrúyelo cuando hayas hecho uso de él. Y si no lo has hecho destrúyelo igualmente. No lo toques por ningún motivo ni aspires su olor".
Por Antonio Paneque Brizuela *
*Periodista de la redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina.
PL
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