Disidentes cubanos |
“Quiero
homenajear y recordar a esos periodistas independientes, activistas y
opositores pacíficos. Ellos crearon un camino que nosotros continuamos ahora
(…) Hicieron una oposición de la que nos sentimos herederos a pesar de toda la
censura y represión”.
Con esas palabras, el pasado 18 de marzo, la
bloguera cubana Yoani Sánchez -durante su gira por Estados Unidos- recordaba, en
sintonía con muchos medios internacionales, el décimo aniversario de la llamada
‘Primavera negra’ cubana, es decir, ese 18 de marzo del 2003 cuando varias
investiagciones de las autoridades cubanas llevaron al encarcelamiento de 75
ciudadanos de la Isla,
quienes fueron condenados a largas penas carcelarias bajo la acusación de
colaborar con una potencia extranjera y enemiga con el fin de perjudicar los
intereses vitales del país, de conformidad con el artículo 91 del código penal
cubano que -reflejando lo jurídicamente establecido prácticamente por todos los
países del mundo- afirma: “El que, en
interés de un Estado extranjero, ejecute un hecho con el objeto de que sufra
detrimento la independencia del Estado cubano o la integridad de su territorio,
incurre en sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte”.
Paradójicamente, aunque no mucho ya que se
trata de la ‘dictadura cubana’, esos delincuentes, que atentaron contra la
seguridad de su propio país, fueron inmediatamente convertidos en prisioneros
políticos o de conciencia por la mayoría de los medios internacionales -que desde
entonces han llevado a cabo una gigantesca campaña mediática en apoyo a dichos
presos- y todavía hoy son utilizados por los llamados disidentes cubanos, como
las Damas de Blanco, esposas y madres
de esos criminales, o la citada bloguera, quienes pretenden destacar el legado
pacífico de esos prisioneros. Veamos entonces de que herencia se trata.
Emblemático es el caso del más mediático y
popular integrante de este grupo, el doctor Óscar Elías Biscet para el cual el
respaldo político internacional se ha extendido hasta asegurarle la Medalla Presidencial
de la Libertad
concedida por el Gobierno de Estados Unidos (2007), una nominación para el Premio
Príncipe de Asturias de la
Concordia (2009) y dos nominaciones para el Premio Nobel por la Paz (2010 y 2011).
A pesar de ese enorme respaldo mediático para
construir la imagen de un disidente pacífico que lucha contra un régimen
represivo por la libertad de su pueblo, no es difícil enterarse del verdadero
carácter de Elías Biscet y de ahí entender definitivamente quienes eran esos
llamados presos políticos y, sobre todo, quienes son los que hoy en día afirman
actuar siguiendo sus herencias y sus caminos.
En ese sentido, en primer lugar, sólo hace
falta echar un vistazo en su cuenta de twitter para darse cuenta de que se
trata de un extremista político y religioso -casi fanático- con delirios de
superioridad moral y con una clara connotación anticubana. Veamos unos pocos
ejemplos.
El 15 de noviembre (2012), pocos días tras la
votación casi unánime de la Asamblea General
de Naciones Unidas que pidió por vigésimo primer año consecutivo el
levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por
Estados Unidos contra el pueblo de Cuba y que afecta dramáticamente la vida de
todos los cubanos, Biscet celebraba los únicos tres votos contrarios al
levantamiento y escribía: “EUA, Israel y
Palaos condenan la política dictatorial del régimen Castro-estalinista. Ellos
apoyaron la libertad del pueblo de Cuba”.
El 24 de febrero (2013) publicaba este
mensaje: “Mario, Armando, Pablo y Carlos
en nuestros recuerdos. Pilotos
humanistas asesinados por los Castro. No al indulto de los espías
castristas”. El
escrito se refería al aniversario de derribe de las dos avionetas de la
organización terrorista miamense Hermanos Al Rescate que violaron el espacio aéreo
cubano y fueron abatidas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Con ese post, Biscet apoyaba claramente los que
violaron el espacio aéreo cubano y, al mismo tiempo, pedía al gobierno
norteamericano mano dura contra los Cinco antiterroristas cubanos, es decir,
agentes cubanos -infiltrados en organizaciones terroristas radicadas en Estados
Unidos- que intentaban evitar atentados contra su propio país, como los que
sufrió Cuba en la década de los noventa.
Sin embargo los ‘aforismos’ de Biscet que haría
falta recordar son numerosísimos y es prácticamente imposible reproducirlos
todos. Hagamos entonces un rápido recurrido por los más atractivos de los
últimos tiempos, es decir, los que más llaman la atención sobre su mentalidad.
“Jerusalén,
capital eterna del Estado Judío de Israel. Su protección asegura la estabilidad
del mundo Occidental. Dios la bendiga.” (16 de julio 2012)
“Felices los que esperaron en ti. Netanyahu debe concluir su obra de
judaizar Jerusalén, la eterna e indivisible capital fundada por David”. (25
de enero 2013)
“¿Por
qué los Presidentes latinos quieren a la dictadura castro-estalinista? ¿Añoran
su posición de autócrata? Gracias Canadá y USA”. (14 de abril 2012, cuando
Cuba fue excluida de la Cumbre
de Cartagena)
“Moderar
las leyes Libertad, de Ajuste y Posición Común vivifica la dictadura de Castro,
y estimula las violaciones de los Derechos Humanos”
Claramente se trata de pensamientos
personales y solamente pueden ser condenados moralmente como indecentes y
repugnantes, aunque sería bastante lógico preguntarse cómo es posible que
alguien que denuncie falta de libertad y extrema represión en un régimen castro-estalinista goce de semejante
libertad para poder hacer afirmaciones tan fuertes y críticas o bajo cuál
sentido común alguien que apoya la judaización
de Jerusalén, es decir, una auténtica limpieza étnica por parte del
genocida y neocolonial Estado de Israel, pueda definirse un pacífico defensor
de los derechos humanos.
Pero más que su fanática postura
antiprogresista, antiárabe y pro-imperialista, vale la pena destacar un acontecimiento
que enseña sin duda alguna el definitivo odio anticubano que caracteriza a ese
‘hombre pacífico’ y, quizás, a los actuales seguidores de su camino. Se trata
de un evento que tuvo lugar el 16 de febrero de 2012, cuando Biscet intervino
por vía telefónica en una sesión del Congreso de Estados Unidos. Sus
declaraciones son verdaderamente aclaradoras.
En esa ocasión, Biscet así se presentó frente
a los congresistas: “La Cuba en que yo vivo es una sociedad del miedo.
Está dirigida por un régimen totalitario de tipo comunista-estalinista del año
1959 que tiene como característica esencial de ser antisemita, antiamericano y
anti-negros.
Tras denunciar -sin pruebas ni huellas
alguna- torturas, golpes e intentos de asesinarlo, continuó con elogios a las
leyes injerencistas norteamericanas, como la Ley Helms-Burton, una ley que
recrudeció el bloqueo contra Cuba para provocar el fracaso del proceso
revolucionario tras el derrumbe del campo socialista, y solicitó una más activa
presencia internacional: “Ustedes
aprobaron la Ley
de la Libertad Cubana
y Solidaridad Democrática con Cuba (Ley Helms-Burton) en 1996. Este magnifico
instrumento jurídico-político, aplicado en todos sus capítulos y artículos,
estimularía a todas las naciones libres a la solidaridad y a la búsqueda de
cambios que convienen a la libertad y democracia del pueblo cubano”.
Luego pasó a contar un largo y escandaloso
panfleto para describir la peligrosidad de la política exterior del gobierno
cubano y luego hacer un llamado claro y abierto a una intervención militar
preventiva de Estados Unidos contra Cuba: “La
dictadura de los hermanos Castro ha estado en todos los eventos mundiales
condenables. (...) Apoyo incondicional a la invasión del imperialismo soviético
en Checoslovaquia en 1968 y en Afganistán
en 1979. (...) La expansión de Rusia a Georgia. Defensa de los regímenes
despóticos de Milóshevich, Saddam Hussein y Ghadaffi. Entrenamiento militar y
logístico a las narco-guerrillas de Colombia. La presencia de bases de
operaciones de los extremistas musulmanes de Hazebolá y Hamás en Cuba. De continuar
esa política de indiferencia ante la jerarquía comunista cubana, me temo que en
pocos tiempos tendremos una nueva crisis de los cohetes, al estilo del octubre
de 1962, entre Irán, Venezuela, Cuba y Estados Unidos. Mañana celebraremos cono
orgullo el cuarto aniversario de la independencia de Kosovo. (...) Ustedes los
americanos le prometieron a los albano-kosovares su decidido apoyo a la
independencia. Lo hicieron con tanta firmeza, honor y amor que sumaron a muchos
países en esta justa causa y triunfaron. Este es el apoyo que yo pido de
ustedes para que mi pueblo sea libre y soberano. Dios siga bendiciendo a ustedes,
a sus familias y a América”.
Vale la pena repetir que el pensamiento
personal, por cuanto pueda considerarse vergonzoso, queda en el ámbito íntimo de
cada quien, pero pedir públicamente intervenciones militares contra el propio
país sin que esta petición tenga consecuencias jurídicas muy duras, es una
muestra más de las exageraciones mediáticas internacionales contra la Revolución cubana y
quizás también una evidencia ineluctable de que en Cuba no se apliquen las leyes a la
letra, ya que días tras días asistimos a declaraciones como esta por parte de indecentes individuos que gozan de una libertad de expresión que tal
vez no encontrarían en ninguna otra parte del mundo.
A la luz de todo eso, se puede entender la increíble labor de manipulación que han cumplido -durante todos esos años- los poderosos medios internacionales para crear el carácter de conciencia de esos 75 contrarrevolucionarios que trabajaban para un país extranjero con el intento de destruir la soberanía del propio, la imagen pacífica de sus esposas, madres e hijas, las llamadas Damas de Blanco, quienes también se han caracterizado en el tiempo con aberrantes afirmaciones y actuaciones, como el respaldo al golpe de estado en Honduras o la celebración del natalicio del terrorista anticubano Jorge Mas Canosa, y la imagen moderna y entrañable de la bloguera Yoani Sánchez que, una vez más, ha sido manchada por la incoherencia de sus propias declaraciones: defensora de las libertades y de los derechos, por un lado, y seguidora del legado de violentos y fanáticos anexionistas, por el otro.
A la luz de todo eso, se puede entender la increíble labor de manipulación que han cumplido -durante todos esos años- los poderosos medios internacionales para crear el carácter de conciencia de esos 75 contrarrevolucionarios que trabajaban para un país extranjero con el intento de destruir la soberanía del propio, la imagen pacífica de sus esposas, madres e hijas, las llamadas Damas de Blanco, quienes también se han caracterizado en el tiempo con aberrantes afirmaciones y actuaciones, como el respaldo al golpe de estado en Honduras o la celebración del natalicio del terrorista anticubano Jorge Mas Canosa, y la imagen moderna y entrañable de la bloguera Yoani Sánchez que, una vez más, ha sido manchada por la incoherencia de sus propias declaraciones: defensora de las libertades y de los derechos, por un lado, y seguidora del legado de violentos y fanáticos anexionistas, por el otro.
Más
de 50 personas han fallecido y decenas han resultado heridas en una
serie de explosiones en Bagdad hoy, el día del décimo aniversario del
inicio de la campaña militar emprendida por EE.UU. y el Reino Unido para
derrocar a Saddam Hussein.
La agresión es otro eslabón más en la cadena de enfrentamientos entre
suníes y chiíes en el país, unos choques que se agravaron tras la invasión de EE.UU.
hace diez años. La invasión estadounidense y la posterior guerra civil
han hecho añicos la vida de decenas de miles de iraquíes.
Muchos intentan esconder en la rutina sus recuerdos más oscuros. "¿Que cómo estoy ahora? Yo vi crecer a mis hijos, los vi casarse y los mande a la universidad. Y también vi cómo los mataban", contó a RT Haji Muhammedm, propietario de una cafetería.
Fuentes gubernamentales calculan que cerca de 120.000 ciudadanos del país han sido asesinados en los pasados 10 años. Otras investigaciones van más allá y dicen que han muerto en torno a un millón de personas.
Sin embargo, desde el inicio de la invasión, Estados Unidos sacaba pecho.
"En esta batalla en Irak, Estados Unidos y nuestros aliados hemos vencido" afirmó el 1 de mayo de 2003 el entonces presidente, George Bush.
No fue tan sencillo. Al menos 4.500 soldados estadounidenses fallecieron en Irak. Visto desde el presente, parece que el guion establecido que impuso Bush no siguió los derroteros esperados.
Hace exactamente diez años, la Casa Blanca orquestaba una operación militar supuestamente rápida en Irak. Lejos de ser así, se convirtió en una larga agonía. Un agujero negro del que el Ejército estadounidense salió en 2011.
Parte de la herencia que dejó la invasión del Pentágono fue el conflicto confesional. Una guerra civil en toda regla entre suníes y chiíes. En medio del desgobierno, Al Qaeda y otros grupos extremistas aprovecharon el caos para hacerse fuertes en el país.
En junio del 2006 se registraba una violencia sin precedentes. En esa época eran asesinados 100 iraquíes al día, cifras que han disminuido pero que siguen manteniendo en jaque a una parte de la población.
La guerra no solo dejó miles de muertos y heridos, además, en la actualidad, están en paradero desconocido más de 16.000 iraquíes, la mayoría desaparecidos hace ya varios años.
La esperanza de sus familiares de encontrarlos se va desvaneciendo con el paso de los meses.
"Ando agotada. Mis siete niños están en la escuela y necesitan un sustento y yo ya no puedo hacer otra cosa que mendigar", lamentó Sabiha Obeid Hamza, mujer de un iraquí desaparecido.
Una radiografía más amplia del país también revela la dimensión de esta crisis. Desde 2003, el 84% de las universidades nacionales han sido saqueadas o destruidas. Pero quizá, el dato más desolador es que nueve de cada diez iraquíes con menos de 30 años se quiere ir a vivir al extranjero, lo que deja no solo un pasado lúgubre sino un futuro más que incierto.
Muchos intentan esconder en la rutina sus recuerdos más oscuros. "¿Que cómo estoy ahora? Yo vi crecer a mis hijos, los vi casarse y los mande a la universidad. Y también vi cómo los mataban", contó a RT Haji Muhammedm, propietario de una cafetería.
Pérdidas
Fuentes gubernamentales calculan que cerca de 120.000 ciudadanos del país han sido asesinados en los pasados 10 años. Otras investigaciones van más allá y dicen que han muerto en torno a un millón de personas.
Sin embargo, desde el inicio de la invasión, Estados Unidos sacaba pecho.
"En esta batalla en Irak, Estados Unidos y nuestros aliados hemos vencido" afirmó el 1 de mayo de 2003 el entonces presidente, George Bush.
No fue tan sencillo. Al menos 4.500 soldados estadounidenses fallecieron en Irak. Visto desde el presente, parece que el guion establecido que impuso Bush no siguió los derroteros esperados.
Larga agonía
Hace exactamente diez años, la Casa Blanca orquestaba una operación militar supuestamente rápida en Irak. Lejos de ser así, se convirtió en una larga agonía. Un agujero negro del que el Ejército estadounidense salió en 2011.
Parte de la herencia que dejó la invasión del Pentágono fue el conflicto confesional. Una guerra civil en toda regla entre suníes y chiíes. En medio del desgobierno, Al Qaeda y otros grupos extremistas aprovecharon el caos para hacerse fuertes en el país.
En junio del 2006 se registraba una violencia sin precedentes. En esa época eran asesinados 100 iraquíes al día, cifras que han disminuido pero que siguen manteniendo en jaque a una parte de la población.
Crisis sin fin
"¿Cuánto tiempo continuará Irak así? Todos los días hay explosiones, todos los días hay muertos, todos los días hay terrorismo", se lamenta Samir Ismail, propietario de una tienda de ropa.La guerra no solo dejó miles de muertos y heridos, además, en la actualidad, están en paradero desconocido más de 16.000 iraquíes, la mayoría desaparecidos hace ya varios años.
La esperanza de sus familiares de encontrarlos se va desvaneciendo con el paso de los meses.
"Ando agotada. Mis siete niños están en la escuela y necesitan un sustento y yo ya no puedo hacer otra cosa que mendigar", lamentó Sabiha Obeid Hamza, mujer de un iraquí desaparecido.
Una radiografía más amplia del país también revela la dimensión de esta crisis. Desde 2003, el 84% de las universidades nacionales han sido saqueadas o destruidas. Pero quizá, el dato más desolador es que nueve de cada diez iraquíes con menos de 30 años se quiere ir a vivir al extranjero, lo que deja no solo un pasado lúgubre sino un futuro más que incierto.
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/89432-herencia-invasion-irak
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