Chris Kyle, asesinado el pasado domingo 3 de febrero en un campo de
tiro en Texas, era un héroe para muchos de sus compatriotas.
Conocido como el francotirador más letal de la historia reciente de Estados Unidos, durante la guerra en Irak mató, según asegura él mismo, a más de 250 insurgentes entre 1999 y 2009, aunque son 160, de acuerdo a las cifras oficiales del Pentágono. Galardonado por su valentía, Kyle dejó la Marina en 2009 y volvió a su casa en Texas, donde domingo fue asesinado a tiros junto a su vecino, Chad Littlefield, por Eddie Ray Routh, también veterano de Irak.
“No me arrepiento”
El momento más difícil para Chris Kyle a las dos semanas de llegar a
Irak fue cuando, tras enfocar su mirilla telescópica, se encontró con un
objetivo que no esperaba: tenía en su punto de mira a una mujer con un
niño en brazos y una granada en la mano, dispuesta a lanzarla contra una
patrulla de soldados de EE UU. Primero dudó, relata Kyle en el libro
'American Sniper' en el que cuenta sus días como francotirador y cuya
salida al mercado el año pasado fue todo un éxito, luego disparó. “Era
mi deber disparar y no me arrepiento”, confiesa Kyle.
Los demás objetivos del francotirador fueron los insurgentes
uniformados, enemigos que no merecían compasión. Nunca más dudó antes de
apretar el gatillo para defender los valores estadounidenses en cuatro
misiones a Irak entre 1999 y 2009.
Apodado 'El Diablo' por los insurgentes iraquíes, era considerado una
verdadera leyenda por sus compañeros de armas a los que intentaba
mantener a salvo a toda costa. La pérdida de dos de ellos fue para el
muchacho pelirrojo de Texas una gran tragedia personal. “Dedico este
libro también a la memoria de mis hermanos del Navy Seal (fuerza de
operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos) Mark y Ryan
rindiendo homenaje a su valiente servicio a la patria y a nuestra
amistad inmortal. En lo que me queda de vida mi corazón sangrará por su
muerte”, escribía Kyle en el prólogo.
Un mono con el rifle
Chris Kyle en múltiples ocasiones fue comparado con un personaje
legendario de la guerra de Vietnam, el francotirador Carlos Hathcock. El
“Hathcock de nuestros días”, como le llamaban a Kyle los profesionales,
no pretendía superar a su predecesor legendario que causó en el bando
enemigo 96 bajas confirmadas. Se daba cuenta perfectamente de que las
armas de exterminio ha evolucionado muchísimo desde los años setenta. O
sea, ahora es mucho más fácil matar.
“Estuve utilizando una computadora de balística que me decía todo lo
que tenía que hacer. Era un simple mono con el rifle en las manos”,
anotó modestamente el héroe en sus memorias.
Le admiraban. “Un valiente soldado y patriota, Chris Kyle habla sin
reservas de su misión, sus problemas personales y de una elección
difícil que tiene que afrontar a diario un francotirador de la unidad
de elite de la Marina estadounidense”, dijo de su libro uno de sus
antiguos comandantes. Los admiradores del héroe le llamaban “un ejemplo
del servicio a la patria”.
Pero hay ciudadanos de EEUU, y muchos, que están en contra de la guerra.
Uno de ellos escribió un comentario
del 'American Sniper' en Amazon.com: “Es un uruk-hai de 'El Señor de
los Anillos': una máquina para matar”.
Chris aseguraba en sus memorias que su único objetivo eran los
insurgentes, ya que por matar a un civil en Irak sería juzgado de
inmediato por un tribunal militar: “Un disparo injustificado y te acusan
del asesinato”. Creía que la misión de EEUU en Irak era absolutamente
necesaria. Una vez incluso se peleó con un ex compañero de armas que
había puesto en entredicho las causas de aquella guerra. El valiente
francotirador luchó por la libertad y la democracia aunque reconocía que
lo que vio en el Oriente Medio no tenía nada en común con la imagen que
tienen de aquello sus compatriotas.
Síndrome de Vietnam
El regreso a la vida normal fue muy duro. Las primeras palabras de
agradecimiento en el libro 'American Sniper' de Chris Kyle son para su
mujer y dos hijos que “le ayudaron a superar todo esto”.
El ex militar sabía lo que significa volver de una guerra, por eso
tras dejar la Marina de EEUU, Kyle fundó Craft International, una
empresa de formación militar y se dedicó a ayudar a los veteranos a
superar el síndrome de estrés postraumático (PTSD). Pensaba que la mejor
manera de hacerlo es reunirse con los compañeros de armas y volver a
mirar el mundo a través de la mirilla, jugar a la guerra. No había
inventado esta metodología, en un hospital neoyorquino para los
veteranos es un tratamiento reconocido para la depresión. Allí a los
antiguos soldados les hacen jugar a un videojuego que recrea el campo de
batalla, donde la guerra es virtual y el jugador puede volver a empezar
de cero sin caer en las trampas, escapar de la emboscada enemiga y
triunfar. Un método de la psicoterapia moderna.
Chris Kyle se reunió por primera vez con su supuesto asesino, Eddie
Ray Routh, de 25 años, también veterano de Irak, a petición de la madre
de éste. La mujer no sabía cómo ayudar al hijo, sumido en una profunda
depresión.“Es posible que Routh padezca enfermedades mentales tras sus
experiencias de combate”, comentó Tommy Bryant, shérif del condado de
Erath.
Según los datos oficiales del Pentágono, uno de cada cinco militares
estadounidenses que participaron en las misiones de Irak y Afganistán,
sufre de PTSD. En los últimos seis años, el número de personas a las que
se les había diagnosticado oficialmente este síndrome ascendió a más de
300.000.
De momento Routh, que ya intentó atacar a los guardias carcelarios, se encuentra atado a la silla en una celda individual. Hasta ahora el joven no se arrepintió ni explicó el porqué había disparado contra Kyle. Si le declaran culpable, su suerte está echada: la ley de Texas prevé la pena capital por el asesinato.
Tal vez Eddie Routh también hubiera podido convertirse en el héroe
nacional. Tal vez lo hubiera sido en aquella guerra cuyos motivos
seguramente no comprendía. Al regresar a casa, como otros miles de ex
combatientes en Irak y Afganistán, no pudo encontrar ningún trabajo. No
sabía cómo seguir. Sólo sabía matar, como miles de soldados
estadounidenses en esa guerra. Una guerra que quizás fuera una especie
de psicoterapia para una nación que ya había vivido el 11 de septiembre
de 2011.
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