Eliécer Ávila en Cubadebate |
El informático Eliécer Ávila, un desempleado cubano, ha
salido desde Cuba el pasado 4 de febrero, emprendiendo una gira por Europa
(Suecia, Alemania, República Checa y España, hasta la fecha). Sin embargo, el
económicamente inexplicable viaje no ha suscitado grandes clamores mediáticos comparables con los que ha generado su colega Yoani Sánchez,
excepto unos intentos iniciales, y su gira se está prácticamente quedando en el
olvido del viejo continente.
Un poco del interés que Eliécer Ávila suscita en
los medios se debe quizás a lo que sucedió en el lejano 2008, cuando él
estudiaba en la
Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) de La Habana. En una (inusual para
las democracias occidentales) reunión de jóvenes universitarios con el entonces
presidente de la Asamblea Nacional
del Poder Popular Ricardo Alarcón -quien se prestó a un debate franco y
abierto
con los estudiantes- el joven Ávila se destacó por las preguntas
inteligentes y críticas que hizo al presidente sobre aspectos esenciales
de la realidad
diaria de los cubanos: reforma migratoria y problemas de poder
adquisitivo
consecuentes a la existencia -en Cuba- de una doble moneda, entre otros.
La larga y exhaustiva respuesta de Alarcón
(que duró más de media hora), sobre las razones históricas que han causado el
bajo valor del peso cubano, el derecho de todo el mundo a viajar libremente y
la necesidad de ajustar las imperfecciones, fueron completamente silenciadas
por los grandes medios internacionales que, de este extenso debate, sólo
reprodujeron -desconectándola del contexto central- una frase conclusiva que
Alarcón dijo -con ironía- para explicar que en realidad los que en el mundo
viajan habitualmente son una minoría de la población mundial, consecuencia de la desigual distribución de la riqueza: “Si todo el mundo, los 6 mil millónes de
habitantes, pudieran viajar adonde quisieran la trabazón que habría en los
aires del planeta sería enorme”.
Desde entonces, sobre esta frase, se ha
intentado construir, con evidente fracaso, un personaje más de la ‘disidencia
cubana’. En los últimos años Ávila se ha convertido -para los medios de todo el
mundo- en el joven que cuestionó a
Alarcón, sin preguntarse -dichos medios- cómo es posible que en una
supuesta dictadura, como la de Cuba, un grupo de estudiantes pueda tener un
debate abierto y libre con alguien que ocupe uno de los más altos cargos del Estado,
algo inaceptable en las llamadas democracias occidentales, y sin cuestionar
cómo fue que este joven cubano -quien deseaba viajar a Bolivia para visitar el
lugar donde caió el Che y hablaba de perfeccionar el socialismo- se haya
convertido -en tres años- en un admirador del modelo económico occidental y un
modernista convencido.
A pesar de ese incial respaldo mediático y de
una reconocida habilidad oratoria que prometía mucho, Ávila no ha sido capaz de
crear un personaje mediáticamente exitoso, y sólo ha coleccionado una serie de
fracasos periodísticos (su blog desaparecido, el programa video un cubano más que duró solamente dos
semanas, entre otros) quizás debidos a su incapacidad de analizar y contextualizar los hechos.
En ese sentido, sólo para dar un ejemplo,
durante las últimas semanas, desde Europa, lo único que ha hecho Ávila -y que
no requiere largos comentarios al respecto- ha sido comparar los estándares de
vida en países como Suecia y Alemania, es decir, naciones entre las más ricas del planeta,
lo que él define el mundo en
funcionamiento, con la vida en Cuba, una nación pobre, bloqueada y
con un
pasado colonial e imperial que aún produce sus trágicas consecuencias.
Es
suficiente la consideración de esa atrasada matriz modernista para
desacreditar
todo su pensamiento, sus criterios hacia los problemas de Cuba y el
inexistente rol que ese joven inmaduro pretende jugar en la sociedad
civil cubana.
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