Nunca es tarde para tomar medidas drásticas en cuanto a esa pandemia que corroe los principios, de quienes los abanderan por oportunismo y se suman al carro de Revolución en busca de malsano protagonismo y beneficios personales.
La noticia, lo aseguro, me llenó de contravertidas sensaciones. En primer lugar, sentí alegría por la Revolución Bolivariana, por sus deseos sanos de purificarse de los lastres que la dañan internamente. En segundo lugar, experimente dolor al pensar que muchos, o algunos mejor dicho, son capaces de usarla a su antojo y libre albedrío para cometer desmanes. Y, por último, confirmé mis sospechas de que, realmente en Venezuela, muchas quejas del pueblo no han estado equivocadas.
La confirmación por parte de ministro venezolano del Interior, Miguel Rodríguez, sobre
la detención del Alcalde de Valencia, Edgardo Parra, así como de varios de sus cómplices, demuestra que queda mucho esfuerzo a la dirección del país por sacudir el árbol, para que caigan las manzanas podridas que abundan en él. No importa, por supuesto, que el enemigo se sirva de estos hechos para satanizarnos, cuando el daño que hacen estas personas nos ponen en la mira de la crítica pública, la que muchas veces nos acusa no sin razón. Un verdadero cuadro del PSUV que se corrompe no es tan solo un daño de imagen, pero mayor es el peligro de ignorar estos males entre nosotros. Mucha más dañina es la complacencia, el compadrazgo y la complicidad con los corruptos y desleales. Hacerlo es traicionar a Chávez y a nuestros mártires.
No es la primera vez que llamo desde mi blog, en sincera alerta, sobre cómo la corrupción, el desalinearse del pueblo, el cohecho y otros vicios burgueses, subyacen en varios cuadros de la dirección en la Venezuela Bolivariana.
Reconozco que toda investigación requiere de tiempo, pero a veces tenemos los males ante nuestros ojos y no los vemos o no actuamos con prontitud. La lucha contra la corrupción en la administración pública y en las esferas políticas existe, no podemos negarlo. La víctima principal, el pueblo, debe ser atendido en sus denuncias y dárseles las explicaciones detalladas y necesarias. Sé, de antemano, que el caso Parra no es el único y todavía se requiere limpiar con mayor profundidad y empeño.
La derecha siempre tratará de sacar provecho de estas situaciones. Mejor es que nos tilden de actuar con rigor contra los corruptos, que de tener mano suave con ellos. Otra vez más, también, se pone en entredicho la confiabilidad de nuestros controles. Hay que confiar en los cuadros, es cierto, pero hay que controlar su desempeño acuciosamente. Esta es la mejor manera de garantizar que asuman sus responsabilidades.
A diario vemos noticias sobre ministros, alcaldes y otros funcionarios públicos detenidos por actos de corrupción en otras naciones del mundo. En estos casos no se levanta la alharaca que cuando sucede en Cuba, Ecuador, Brasil o Venezuela. Todo se hace vergonzosamente manipulable por quienes mantienen la más descarnada guerra ideológica contra los procesos revolucionarios. Hay que demostrarles, sin tapujos y secretismo, que nuestra lucha contra la corrupción es sincera, profunda y comprometida con la verdad. Solo así les quitamos las banderas al enemigo.
El quintacoluminismo oportunista, los falsos chavistas y los aliados ideológicos del enemigo, potencialmente comprometidos por sus ambiciones personales, ansias de protagonismo y debilidad ideológica burguesa, abunda por doquier. Soy partidario de darle al Presidente todo el poder necesario para combatir este flagelo, pero también partidario de que actúe con transparencia, sin favoritismos, exclusiones, amiguismo y otros vicios enquistados ya en las filas de nuestros dirigentes. Ante él está el reto de merecer el prestigio de depurar a la dirección político-militar o de hundirse ante la inquisición popular.
Las revoluciones no son perfectas y esos vicios de oportunismo pequeño burgués aparecen en ellas. Aún en Cuba los sufrimos y los combatimos, aunque creo yo que debe hacerse con mayor rigor. Larga ha sido la lista de corruptelas que hemos neutralizado y que aún quedan por hacer desaparecer. En el caso de Venezuela, la nueva clase pseudo burguesa que se ha formado durante estos años ha de ser erradicada sin contemplaciones. La fragilidad ética de muchos que se auto proclaman chavistas, su falta de honestidad y sus dañinas actuaciones, son día a día sacadas a la luz por el descontento popular. Allí está nuestro objetivo si queremos adecentar a la Patria.
No temamos, repito, al cuestionamiento y malabares de la derecha. Es al pueblo al que le respondemos y no podemos dejarlo sin la explicaciones que dignamente merece.
¡A la carga, Maduro! ¡Sin contemplaciones que te comprometan ante el pueblo! ¡Eres hijo de Chávez y, como tal, haz de actuar! Todavía hay muchos por detener. 278 canallas son solo parte de los miles que se han corrompido en las diferentes instancias gubernamentales, tanto administrativas como políticas. Tu pueblo espera.
Percy Francisco Alvarado Godoy
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