PASAJES
DEL TERRORISMO CONTRA CUBA.
No les importaron sus
dieciséis años ni la infancia aún latente en sus pupilas. Sus jefes de la CIA
les habían ordenado detener la Campaña de Alfabetización y acabar de una sola
vez con aquellos jóvenes que habían invadido la montaña, cargados de libros y
esperanza, enfrascados en la noble misión de llevar la enseñanza al
campesino humilde y abrirle el destino de forma promisoria.
No
les importó, pues, la niñez de Manolo
cuando fueron a buscarlo aquella noche
en la pequeña casita de la finca Palmarito, ubicada en barrio rural de
Río Ay, en Trinidad. Amparados en la oscuridad, varios miembros de la banda de
Julio Emilio Carretero, entre los que se encontraban Pedro González y Braulio
Amador Quesada, llegaron hasta el bohío del campesino Pedro Lantigua, movidos
por malas intenciones.
— ¡Pedro, Pedro, abre la
puerta! — conminaron
al morador de la vivienda—,
somos
tus compañeros.
El
campesino no abrió de inmediato. Recelaba de esta visita y sólo cuando pudo
verlos vestidos de milicianos se decidió a hacerlo. Como fieras se abalanzaron
sobre él y le arrebataron el fusil. El niño alfabetizador salió entonces del
cuarto y encaró a los bandidos a pesar de los ruegos de Mariana, la esposa de Pedro, quien dijo que
era un hijo de ellos.
— ¡Yo soy el maestro!—exclamó sin temor en la
mirada.
Fue
tal vez aquel asomo de hombría en el gesto del niño lo que ofendió a los
criminales o el hecho de que ya habían decidido asesinarlo, pero eso fue
suficiente para que descargaran sobre él todo el odio acumulado contra la
Revolución.
— ¿Conque tú eres el maestro
comunista?—dijo
uno de los bandidos mientras golpeaba a Manolito sin consideración. Pedro y el
joven trataron de defenderse, pero fueron arrastrados a la noche oscura,
cargada de dolorosos y amenazadores presagios.
La
muerte entonces acabó con la vida del joven maestro y de su alumno campesino. Los
bandidos les torturaron sin piedad y luego los colgaron de un árbol en Limones Cantero. Nadie sabe si Manuel Ascunce
Domenech tuvo tiempo para pensar en su madre, Evelia, antes de morir. Atrás
quedaron las cartas enviadas a ella, escritas con trazos pequeños y firmes, en
las que le hablaba de su pasión por la obra que realizaba y del amor que le
profesaba. Atrás quedaron también los momentos en que, con diligencia
admirable, ayudaba a los Lantigua en las tareas de la casa y del campo. Atrás
quedaron también sus sueños de adolescente, el amor tempranero y la vida misma.
Cuando
llegó gente amiga al lugar, encontraron los cuerpos torturados y sin vida
colgando de aquel árbol avergonzado. Rubén Darío Zayas, juez instructor,
describió la dantesca escena del crimen:
“Cuando
llegamos al árbol, miré a Manuel; pelo
negro, algo caído hacia la frente; los labios ennegrecidos, la lengua con un
intenso color violáceo, con coágulos en sus bordes. Me llama la atención que no
estuvieran sus globos oculares fuera de las órbitas, como sucede siempre en los
ahorcados; ello me convenció que lo habían colgado casi muerto. Tenía también
un profundo surco en el cuello, fractura del cartílago laríngeo, perceptible a
la palpitación del forense.”
“Examinados sus
órganos genitales, se observan contusiones, indicativos de haber sido sometidos
a compresión y distorsión. Catorce heridas punzantes de distintos grados de
profundidad.”
“A
su lado estaba Pedro Lantigua: cabellos castaños, algo rojizos; hombre fuerte,
el rostro cubierto de manchas, todo rígido, muestras visibles de haber luchado
contra sus asesinos y señales de haberlo arrastrado muchos hombres, golpes, un
surco equitómico en el cuello.”
Ese triste 26 de noviembre de
1961, día en fueron asesinados el maestro casi niño y su alumno campesino, el
terror se ensañó en la inocencia y en el futuro de la Patria. Ambos pasaron a
integrar la vergonzosa cifra de los 549 asesinados por los bandidos terroristas
en el campo cubano. Junto a esos muertos, también hubo 200 incapacitados. Ese
crimen fue parte del rosario de actos terroristas promovidas por los bandidos
financiados por el gobierno norteamericano.
Detener
a la Revolución y el proceso transformador que la misma desarrollaba en el
campo, fue tarea asignada por la CIA y
el gobierno norteamericano a los 3 999
bandidos agrupados en 299 bandas armadas. Ellos sumieron de dolor a muchas
familias cubanas, dejando viudas y huérfanos a lo largo del país. Las armas con
las que asesinaron y mutilaron les fueron enviadas desde Estados Unidos; las
órdenes también venían de allá.
Noviembre
supo, pues, de las muertes de Manuel Ascunce Domenech y de Pedro Lantigua, pero
conoció también de otros crímenes y atrocidades perpetrados contra los cubanos.
La historia de tanto noviembre lleno de muerte y desolación no difiere de los
otros meses transcurridos durante cuatro décadas. Ha sido la lucha sin cuartel
del terrorismo contra un pueblo cuyo único delito ha sido aspirar a una vida
mejor. Basta conocer, por tanto, algunos hechos que atestiguan este criminal
accionar de los terroristas financiados por Estados Unidos, de cuyas acciones
jamás se ha dignado la prensa norteamericana a hacer alusión alguna.
● El 10 de noviembre de 1959 fue saboteada una
planta de bombeo de agua potable en Matanzas.
● El 14 de noviembre de 1960 fue colocada una
bomba en un comercio del barrio habanero de Marianao.
● Tres días después, el 17 del mismo mes,
estalló una bomba en la tienda habanera
“Los Precios Fijos”.
● El 21 de noviembre de 1960 fue asesinado por
elementos contrarrevolucionarios el administrador de una finca situada en
Trinidad, Sancti Spíritus.
● El 23 de ese mismo mes estalló una bomba en
uno de los salones del Banco de Seguros Sociales (BANSESCU), en el Capitolio
Nacional de la Habana.
● El 25 de noviembre ocurrió un incendio
provocado en el frigorífico de Jovellanos, en Matanzas.
● El 10 de noviembre de 1961 fue asesinado un
campesino en Pinar del Río por bandas contrarrevolucionarias.
● El 13 de noviembre de ese mismo año se
produjo un ataque terrorista contra la refinería “Ñico López”, situada en la
Habana. Esta acción provocó la muerte
del miliciano Eliseo Arias Hernández y heridas a Julio Castellanos y a José
Gómez Conde.
● El 15 de noviembre fue asesinado un obrero
por disparos realizados por elementos terroristas.
● El día 17 fueron atacadas dos tiendas
rurales en Matanzas, así como una escuela.
● El 23 de noviembre de 1961 fue herido un
miliciano cuando fue asaltada una mina de asfalto en Ciego de Ávila.
● Dos días después, el 25 de noviembre, fue
asesinado el campesino Ricardo Días Rodríguez en Trinidad. Los asesinos lo
ultimaron en presencia de su esposa y de tres pequeños hijos.
● Un día después del asesinato del joven
alfabetizador Manuel Ascunce Domenech y de su alumno, el campesino Pedro
Lantigua, fue asesinado en Matanzas el miliciano Eleno Carralero Torrejón.
● El 2 de noviembre de 1962 fue asesinado un
trabajador forestal de Cienfuegos, cuando un grupo terrorista atacó y saqueó
una granja de la zona, incendiándola y provocando otros significativos daños en
campos de caña.
● El 11 de noviembre de 1963 fue asesinado el
maestro Roberto Gutiérrez Rodríguez por bandidos terroristas.
● El 13 de noviembre de 1965, una lancha
artillada procedente de los Estados Unidos atacó el litoral habanero de
Miramar, empleando armas de grueso calibre. Esta acción, reivindicada por
elementos terroristas radicados en Miami
y pertenecientes a las agrupaciones RECE, Comandos-L y Movimiento 13 de
Noviembre, provocó heridas a una ciudadana y cuantiosos daños materiales.
● El 13 de noviembre de 1966 fueron lanzadas
varias bombas desde un avión procedente de Estados Unidos contra objetivos
económicos situados en la bahía de Matanzas.
● El 10 de noviembre de 1974 se intentó
asesinar al embajador cubano en México mediante el empleo de un artefacto
explosivo. Esta acción formó parte de la guerra implementada por grupos
terroristas contra intereses y objetivos cubanos en el exterior.
● El 7 de noviembre de 1976 fue colocada una
carga explosiva que detonó frente a las oficinas de Cubana de Aviación en
Madrid, España. El estallido ocasionó cuantiosos daños materiales en casas y edificaciones
colindantes.
● Cinco días después, el 12, explotó una bomba
en la embajada cubana en Colombia.
● El 9 de noviembre de 1978 explotó una bomba
en las afueras de la Misión cubana ante la ONU, en Nueva York.
Como
puede apreciarse al relacionar estos hechos,
noviembre trae para muchos cubanos graves recuerdos y una sensación de
pérdida que nunca sanará del todo. Los hogares de los hombres asesinados por
criminales terroristas jamás volverán a ser los mismos. Los hijos crecieron
añorando la caricia del padre ultimado por la mano artera de hombres sin piedad
y con la convicción de que nunca pagarán sus culpas mientras vivan en Estados
Unidos.
Pero
con noviembre nos viene también no sólo la tristeza por los maestros matados a
mansalva, por los campesinos ultimados y
por los milicianos asesinados a traición mientras protegían los bienes
del pueblo. Noviembre también nos trae la certeza de que la contrarrevolución y
el terrorismo se equivocaron
completamente con sus acciones criminales. El pueblo sufrió, es cierto, pero
continuó el camino abonado por la sangre de sus muertos.
Al
asesinar a Manolo quisieron acabar con el joven José Martí que había en él,
dispuesto a dar por los otros lo mejor de sí mismo. Si uno guardó a los dieciséis años prisión injusta por sus
ideas un siglo atrás, el joven alfabetizador entregó su vida en aras de validar
los principios martianos sobre la necesidad de educar a otros hombres a costa
de cualquier sacrificio. Hoy ambos viven en el pueblo y en sus obras.
Manuel
Ascunce Domenech se multiplicó y muchos jóvenes se hicieron maestros,
agrupándose en el Contingente Pedagógico que lleva su nombre y del que
surgieron miles de educadores. Dentro de ese grupo de jóvenes descolló un
adolescente que, años después, ocuparía la digna trinchera de combatir, en las
propias entrañas del monstruo, a quienes promovieron y ejecutaron crueles actos
terroristas como el que acabó con la vida de Manuel Ascunce. Me refiero a René
González Sehwerert, uno de los cinco cubanos antiterroristas prisioneros
injustamente en cárceles
norteamericanas, quien en 1973 ingresó en el segundo contingente del destacamento "Manuel Ascunce
Domenech", estudiando en el curso especial como trabajador y comenzando a
impartir clases entre 1973 y 1974 en la ESBEC República Socialista de Rumania,
en Alquízar. Hoy ya se encuentra entre nosotros.
Noviembre conoce estas cosas y sabe que, a pesar de todo, vendrán
otros meses de lucha para los cubanos, tan capaces de ofrecer lo mejor de sí
para hacer realidad la utopía magnífica de un provenir seguro y tangible.
Esa es la única verdad. No hay otra.
Percy Francisco Alvarado Godoy
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