A principios de esta semana se supo que la Agencia de Seguridad Nacional estuvo escuchando las conversaciones telefónicas de la canciller de Alemania desde 2002, hasta enero de este año. Es más, según informen medios de difusión alemanes, Obama estaba perfectamente al tanto de ello. La Casa Blanca lo niega, obviamente. Resultaría entonces que el presidente no tiene idea de lo que hace su servicio de inteligencia.

A Washington viaja un grupo de expertos del Ministerio del Interior y del Servicio de Seguridad de Alemania BND, además de sus colegas de Francia. Ellos se proponen conocer a fondo la envergadura del espionaje y recibir garantías de que, en adelante, no serán víctimas de ello. Los europeos quisieran firmar con Washington un cierto acuerdo de no espionaje, un no-spy agreement. Nadie sabe lo que puede resultar de aquello. Y es que, EEUU no ha dado nunca hasta ahora garantías por escrito que aten de alguna manera las manos de su servicio de espionaje.

En tanto, en Berlín, París y Bruselas han comenzado a hablar ya de la revisión de acuerdos en materia de intercambio de informaciones con EEUU y, del aplazamiento de la firma de nuevos. Primero es necesario “restablecer la confianza”, subrayaba Ángela Merkel.

La confianza en Europa está deteriorada hasta tal punto el propio continente que algunos periódicos de Alemania y de Francia escriben, no sin sorna, que la personalidad de Obama se aproxima impetuosamente al mismo grado de rechazo que el Viejo Mundo experimentara en sus días por su predecesor, George Bush hijo. Y en realidad, ni siquiera este último tuvo que escuchar reprensiones de tan grueso calibre contra el espionaje de la Casa Blanca.

Es realidad los expertos rusos aconsejan no extender el agravamiento de las relaciones de Europa con la Administración Obama, propiamente, a las bases de las relaciones de Europa-EEUU, en general.

Vladímir Kozin, analista del Instituto de Investigaciones Estratégicas considera que estas relaciones son demasiado sólidas como para hablar de una pérdida irreversible de confianza. Pero va a tomar largo tiempo su restablecimiento:

-Pienso que los aliados europeos de EEUU van a plantear que deje de desplegarse el espionaje total, la vigilancia de los líderes de los países europeos por EEUU o con la ayuda de EEUU. Aquel fue un golpe moral muy serio para los europeos, como un puñetazo en la cara. Por cierto que esto es desagradable. Pero, difícilmente opten por el repliegue del intercambio de informaciones con EEUU.

El escándalo estalló no causa de que los servicios secretos de EEUU espiaban a Europa, lo que hace tiempo es archiconocido, apunta Vladímir Slatinov, experto del Instituto de Investigaciones Humanitario-políticas. Europa quedó perpleja por el descaro y la envergadura del espionaje:

-Es cierto que los hechos revelados fueron un golpe patente para la Administración estadounidense, la que tendrá que atenuar el escándalo, y en primer lugar, expiar su reputación. Y lo principal, tendrá que estructurar un nuevo mecanismo de cooperación de los servicios secretos en esta esfera. Habrá que asentar ciertas restricciones a un tratamiento tan relajado de los servicios secretos estadounidenses con sus aliados más cercanos.

Slatinov considera también que difícilmente cambien en lo fundamental las relaciones de Europa y de EEUU, y está descartada la ruptura de ellas. Europa va a insistir simplemente en la organización de relaciones transparentes entre los servicios secretos del Viejo y del Nuevo Mundo:

-Será el intento de los aliados de EEUU de restringir, con nuevas reglas y mecanismos, la actividad demasiado voluntariosa de los servicios secretos norteamericanos. Ello significa que una serie de acuerdos serán, si no revisados, transformados. No está descartado el surgimiento de ciertas nuevas normas del derecho internacional. En la colaboración de Europa y EEUU comenzará ahora una nueva etapa: la etapa de la limitación del subjetivismo estadounidense y del voluntarismo en la obtención de datos de la inteligencia.

La Casa Blanca ha asumido una defensa cerrada y repele como puede a los indignados europeos. Lo peor es que de la Casa Blanca se conocen justificaciones cada vez más absurdas.

Un alto personero de la Administración declaró que los objetivos de la vigilancia de Merkel y de Hollande “no estaban consignados en el radar de la Casa Blanca”. Y la Agencia de Seguridad Nacional misma, después de una tanda más de denuncias de periódicos alemanes emitió una declaración en la que señalaba que su titular, el general Keith Alexander “no había debatido” con Obama la vigilancia de Merkel y “no lo había informado” de ello. Extraño, por decir lo menos. Y es que en EEUU, todas las grandes operaciones de espionaje son autorizadas por “las directivas ejecutivas” del presidente. Resulta imposible creer que la vigilancia de Merkel y Hollande, aliados por excelencia de Washington, fuera considerado un asunto tan rutinario que no fue a dar a la pantalla de los radares de la Casa Blanca.

Cuando el presidente del país que sea no sabe lo que hace su servicio de espionaje, es alarmante. La historia enseña que tal, llamémoslo, desconocimiento entraña golpes de Estado. Este no amenaza, obviamente, a EEUU. Pero, si el presidente no sabe que sus servicios secretos espían a los aliados más fieles, algo dice de Obama como jefe de Estado (no del todo idóneo). Ahora bien, si lo sabe, pero no lo reconoce, ello dista de hablar bien de su persona.

 
Andréi Fediashin
 
La Voz de Rusia