“…lo que nos corresponde es levantar el ánimo y el espíritu de combate y enfocarnos en la gigantesca y paciente tarea de revertir la situación creada”.(Raúl Castro Ruz, 7 de julio de 2013) |
Cambiar la
mentalidad es un proceso largo y trabajoso que el cubano debe recorrer,
si quiere hacer un país que se parezca a sus reales intereses. La
pregunta que todo isleño encerrado en su caracol nocturno se formula es:
¿cambiaremos la mentalidad realmente?
Para responderla me auxilio de algunas ideas del pedagogo Paulo Freire: “…sólo quien piensa acertadamente puede enseñar a pensar acertadamente, aún cuando, a veces, piense de manera errada, y una de las condiciones para pensar acertadamente es que no estemos demasiado seguros de nuestras certezas”.
No imagino un resultado a corto plazo sobre el cambio de mentalidad que estamos necesitando en Cuba, pues en la práctica, la mayoría nos comportamos sobre la base de certezas fundamentadas en la experiencia y no damos margen a cambios necesarios que transformen rutinas y modos de hacer las cosas.
Otro aspecto necesario es cómo conducir esos procesos para despertar cambios de mentalidad a mediano y largo plazo. ¿Quiénes los llevan adelante? ¿Son los tipos ideales para hacerlo? En sus modelos, jefes e instituciones admiten “rebeldías éticas” que denuncien lo negativo y propongan soluciones. Me pregunto, siguiendo al educador brasilero mencionado: ¿Existe una curiosidad crítica formada en el cubano para rearticularse subjetivamente y llegar a niveles óptimos de inversión y despliegue de sus capacidades? Aquí utilizo argumentos tomados de mi experiencia como profesor durante años. Nuestra pedagogía es estrictamente formalista, trasmite esquemas de pensamiento que los alumnos reproducen mecánicamente. No hay facilidades para construir “rebeldes”. En la letra dice acogerse al paradigma histórico cultural, pero en la práctica funciona de modo verticalista, sin margen a la creación vinculada a los problemas latentes, donde los sujetos construyen la personalidad.
También me preocupa el giro de 90 grados que viene registrándose en el sistema de educación, al priorizar la formación técnica, sin los necesarios soportes humanísticos para ayudar al ser humano a ejercer una profesión u oficio con una calidad moral y ética. Nuestros hijos cada vez funcionan más como máquinas; de las 24 horas del día, la mayor parte la dedican a videos juegos, muy poco tiempo a la lectura silenciosa, principal artífice del pensamiento crítico, del “rebelde con causa”. Los buenos libros son una ausencia en los hogares cubanos.
Nuestra sociedad tiene muchos problemas morales, el propio presidente Raúl Castro con absoluta claridad lo informó en un discurso, que sembró muchas perplejidades en ortodoxos encartonados, sin la capacidad crítica de mirarse y encontrar las barreras que le impiden marchar al ritmo de los tiempos.
¿Es posible una “rabia justa y metódica” en la sociedad actual? ¿Qué puede venir para el sujeto crítico dispuesto a llevarla con dignidad? Muchos son los resortes que se activan para limitar el oxígeno al que se atreva a hacerlo, y no estoy hablando de los poderes élites, sino de los poderes locales, cargados de viejas rutinas y prejuicios, enquistados en dogmas y consignas, que no propician espacios al diálogo fecundo. Si un sujeto protesta contra los desaciertos de la administración, inmediatamente se articulan formas de anulación que lo sacan del juego, entonces es mejor acogerse al comodín, como dice el hombre mayoría, de no buscarse problemas y seguir la corriente.
Con este tipo de sociedad acostumbrada a desiciones verticales, sobre todo las que emanan de los poderes centrales del Estado: ¿se pueden dar pasos seguros hacia una mentalidad cambiante, que permita hacer efectivos los procesos en marcha para actualizar nuestro modelo económico? ¿Tenemos el reservorio indispensable para crear ese sujeto crítico que reclama la sociedad actual? ¿Es posible la irreverencia lúcida para mejorar métodos y hacer posible soluciones a corto plazo? ¿O hay que decretar esa necesidad para que jefes e instituciones construyan un sujeto crítico probeta? De suceder esto último, todo el engranaje que ha comenzado a moverse en términos económicos y sociales no llegará a ningún lado.
Pienso, siguiendo al Che Guevara, que “hay que conversar con todo el mundo, investigar los males que hay, promover las discusiones abiertas, libres, sin ninguna clase de coacción; críticas absolutamente. Recoger con toda honradez todas las críticas.” De hacerlo a tiempo, las personas desencadenarán una dialéctica de valoraciones revolucionarias y ayudarán a la construcción del “rebelde con causa”, para llevar oxígeno a los procesos de ese motor, ya en despegue.
Para responderla me auxilio de algunas ideas del pedagogo Paulo Freire: “…sólo quien piensa acertadamente puede enseñar a pensar acertadamente, aún cuando, a veces, piense de manera errada, y una de las condiciones para pensar acertadamente es que no estemos demasiado seguros de nuestras certezas”.
No imagino un resultado a corto plazo sobre el cambio de mentalidad que estamos necesitando en Cuba, pues en la práctica, la mayoría nos comportamos sobre la base de certezas fundamentadas en la experiencia y no damos margen a cambios necesarios que transformen rutinas y modos de hacer las cosas.
Otro aspecto necesario es cómo conducir esos procesos para despertar cambios de mentalidad a mediano y largo plazo. ¿Quiénes los llevan adelante? ¿Son los tipos ideales para hacerlo? En sus modelos, jefes e instituciones admiten “rebeldías éticas” que denuncien lo negativo y propongan soluciones. Me pregunto, siguiendo al educador brasilero mencionado: ¿Existe una curiosidad crítica formada en el cubano para rearticularse subjetivamente y llegar a niveles óptimos de inversión y despliegue de sus capacidades? Aquí utilizo argumentos tomados de mi experiencia como profesor durante años. Nuestra pedagogía es estrictamente formalista, trasmite esquemas de pensamiento que los alumnos reproducen mecánicamente. No hay facilidades para construir “rebeldes”. En la letra dice acogerse al paradigma histórico cultural, pero en la práctica funciona de modo verticalista, sin margen a la creación vinculada a los problemas latentes, donde los sujetos construyen la personalidad.
También me preocupa el giro de 90 grados que viene registrándose en el sistema de educación, al priorizar la formación técnica, sin los necesarios soportes humanísticos para ayudar al ser humano a ejercer una profesión u oficio con una calidad moral y ética. Nuestros hijos cada vez funcionan más como máquinas; de las 24 horas del día, la mayor parte la dedican a videos juegos, muy poco tiempo a la lectura silenciosa, principal artífice del pensamiento crítico, del “rebelde con causa”. Los buenos libros son una ausencia en los hogares cubanos.
Nuestra sociedad tiene muchos problemas morales, el propio presidente Raúl Castro con absoluta claridad lo informó en un discurso, que sembró muchas perplejidades en ortodoxos encartonados, sin la capacidad crítica de mirarse y encontrar las barreras que le impiden marchar al ritmo de los tiempos.
¿Es posible una “rabia justa y metódica” en la sociedad actual? ¿Qué puede venir para el sujeto crítico dispuesto a llevarla con dignidad? Muchos son los resortes que se activan para limitar el oxígeno al que se atreva a hacerlo, y no estoy hablando de los poderes élites, sino de los poderes locales, cargados de viejas rutinas y prejuicios, enquistados en dogmas y consignas, que no propician espacios al diálogo fecundo. Si un sujeto protesta contra los desaciertos de la administración, inmediatamente se articulan formas de anulación que lo sacan del juego, entonces es mejor acogerse al comodín, como dice el hombre mayoría, de no buscarse problemas y seguir la corriente.
Con este tipo de sociedad acostumbrada a desiciones verticales, sobre todo las que emanan de los poderes centrales del Estado: ¿se pueden dar pasos seguros hacia una mentalidad cambiante, que permita hacer efectivos los procesos en marcha para actualizar nuestro modelo económico? ¿Tenemos el reservorio indispensable para crear ese sujeto crítico que reclama la sociedad actual? ¿Es posible la irreverencia lúcida para mejorar métodos y hacer posible soluciones a corto plazo? ¿O hay que decretar esa necesidad para que jefes e instituciones construyan un sujeto crítico probeta? De suceder esto último, todo el engranaje que ha comenzado a moverse en términos económicos y sociales no llegará a ningún lado.
Pienso, siguiendo al Che Guevara, que “hay que conversar con todo el mundo, investigar los males que hay, promover las discusiones abiertas, libres, sin ninguna clase de coacción; críticas absolutamente. Recoger con toda honradez todas las críticas.” De hacerlo a tiempo, las personas desencadenarán una dialéctica de valoraciones revolucionarias y ayudarán a la construcción del “rebelde con causa”, para llevar oxígeno a los procesos de ese motor, ya en despegue.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Tomado de http://caracoldeagua-arnoldo.blogspot.com
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