Desde 2002 hasta 2012, en el Reino de España han muerto asesinadas
más de 700 mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas. La media anual
de asesinatos de mujeres desde que se contabilizan hasta 2013, son 70
feminicidios por año. Desde 1968 hasta hoy, han muerto asesinadas por
hombres unas 2.700 mujeres. Una cifra escalofriante. Comparándola con
las muertes por otra gran causa de asesinatos, el terrorismo, desde 1968
hasta 2004, cuando dejó de matar, ETA asesinó a 829 personas. Pero esos
asesinatos han armado mucho más ruido y han recibido mayor atención
mediática y política. Y también las víctimas y familiares han sido mejor
atendidas, sobre todo a partir de 1999, cuando, con toda justicia, se
promulgó la ley de solidaridad con las víctimas del terrorismo.
La comparación no es gratuita, pues es deseable que las
muertes violentas de mujeres a manos de parejas o ex-parejas provoquen
el mismo rechazo que las de las víctimas del terrorismo. Y la misma
atención política y del gobierno. Los execrables crímenes de ETA
cesaron. Pero no los feminicidios. Continuaron desde 2004 y en 2013, por
ejemplo, 48 mujeres han sido asesinadas, aunque según las cuentas de la
Asociación de Separadas y Divorciadas, fueron 56.
Hace unas semanas, volvió el ruido mediático protagonizado por
algunas asociaciones de víctimas del terrorismo y unos cuantos políticos
profesionales. La causa fue la sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos de Estrasburgo que obliga a prescindir en España de la
llamada doctrina Parot, que hace cumplir toda la condena a los
terroristas encarcelados sin tener nunca en cuenta condiciones y
circunstancias de la ley penitenciaria. Doctrina Parot sancionada por el
Tribunal Supremo del Reino, ignorante por cierto de la legislación
europea de derechos, que España ha firmado y aceptado, así como la
propia constitución española.
Sin embargo no hay respuesta mediática acorde a la brutal e
incesante enormidad de los asesinatos de mujeres por sus parejas o
ex-parejas.
Pero hay más. Además de los repulsivos feminicidios, cientos de
miles de mujeres sufren la violencia de los malos tratos a manos de
parejas o ex-parejas. Más de 600.000 según el Centro de Investigaciones
Sociológicas. Mujeres inmigrantes, campesinas, obreras, discapacitadas,
amas de casa, tituladas superiores, estudiantes, empresarias... No hay
distinción de clases en la cobarde y repugnante lacra de los malos
tratos a mujeres.
Según el Consejo General del Poder Judicial, en España cada año
se denuncian unos 140.000 delitos o faltas de violencia machista,
denuncias que casi siempre acaban en sentencias condenatorias. Y malos
tratos a mujeres y feminicidios están muy relacionados. No todas las
situaciones de malos tratos acaban en asesinato, pero casi todos los
asesinatos de mujeres son el escabroso final de una feroz situación de
malos tratos.
Del total de cientos de miles de situaciones de malos tratos en
España, más de 16.000 mujeres maltratadas se encuentran en situación de
riesgo de muerte, aunque no todas con la misma gravedad. Pero riesgo
real al fin, que evalúan funcionarios de policía tras las denuncias de
malos tratos y la indagación de la situación real de la mujer
maltratada.
Pero aún hay más. Los malos tratos machistas y los feminicidios
no son solo problema de España o países cálidos. Es una lacra universal.
Situaciones iguales o análogas se dan en todo el mundo. En los
civilizados países escandinavos, tienen los niveles más altos de
violencia machista de Europa. Más de un 40% de mujeres nórdicas han sido
víctimas de violencia machista. Y en Finlandia, por ejemplo, apenas se
hace nada contra las violaciones sexuales, que suelen quedar impunes.
Los malos tratos a mujeres y feminicidios conforman una asquerosa
realidad que relega a las cavernas a los países, por más civilizados
que sean o digan ser. Y, aunque se responda al gravísimo problema, como
ha sido la promulgación de la ley integral contra la violencia de
género en España, en absoluto es suficiente. A los hechos me remito.
Porque en el fondo, el origen de la violencia machista es la
sojuzgación milenaria de la mujer por el hombre. Y una causa innegable
es la discriminación que continúa relegando a la mujer social, cultural,
económica y políticamente, por muchos espacios de libertad y autonomía
que haya recuperado, que no son tantos.
Realmente, este mundo no será justo ni democrático hasta que la
mujer ocupe su lugar en igualdad con el hombre. Y que la violencia
machista sistemática sea solo un mal recuerdo.
Xavier Caño Tamayo
Tomado de http://www.jornadanet.com
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