El empresario
cubanoamericano Demetrio Pérez Jr. invitó a su programa a Santiago Álvarez
Magriñá, connotado terrorista e íntimo amigo de Luis Posada Carriles, para
promocionar una Parada Martiana, en Miami, la que se efectuará el 28 de enero,
en horas de la mañana.
Descaradamente,
y sin el menor de los escrúpulos, Álvarez Magriñá dijo: “Nuestro Apóstol
José Martí es celebrado por todos los cubanos, los de aquí y los de allá, que
lo han convertido en comunista. Tenemos que enseñarles a los cubanos que están
llegando que Martí no es un socialista. Como estás haciendo tú, tenemos que
enseñarles que fue ante todo un demócrata.” ¿Qué puede conocer de Martí
quien protege a terroristas, planifica ataques contra sus propios conciudadanos
y usa el terror como única arma política?
Y haciendo galas de la vana utopía de los que aún
sueñan con derrotar a la Revolución –sazonada con un arribismo enfermizo-,
puntualizó: “Tenemos que recordar siempre a Martí y cuando tengamos después responsabilidades en Cuba, tenemos que
preguntarnos qué hubiera hecho Martí en cada momento.” ¿Quién le dijo
a este señor que él gobernará alguna vez en Cuba? ¿Pensará, acaso, restaurar y
dirigir a un renacido Buró de Represión de Actividades Comunistas, para
perseguir a casi todo nuestro pueblo? ¿Aprobaría Martí la venganza y ansias de
exterminio contra los mejores hijos de nuestro pueblo, albergada en los
corazones pútridos de estos asesinos?
Un capítulo de mi libro, “Luis Posada Carriles, un
engendro incondicional de la CIA”, del que extraigo algunos fragmentos, sirve
para ilustrar el hecho de que este personaje carece totalmente de espíritu
martiano:
“Santiago Álvarez Fernández-Magriñá,
quien por obra y gracia delas alianzas entre terroristas, hermanados
ideológicamente y por una cruel competitividad basada en acumular la mayor
cantidad de crímenes, inició su carrera de violencia desde muy temprano, tal
como lo hizo su protegido Luis Posada Carriles. No tuvo reparo alguno en atacar
al buque soviético Bakú mientras éste transportaba mercancías para la Isla;
tampoco le sonrojó disparar sus armas de muerte contra poblados costeros en la
zona sur de Cuba, tales como Cienfuegos y Trinidad. Fue, sin mostrar un poco de
piedad, uno de los ejecutores contra el caserío de Boca de Samá, en Holguín, el
12 de octubre de 1971. Formado por la CIA, emparentado con la FNCA, enriquecido
con negocios cuestionables y asentado con relativo prestigio ante sus
congéneres de Miami, Álvarez se destacó por su odio acérrimo a la Revolución y
su preferencia por la realización de actos terroristas en gran escala.
Refugiado en los Estados Unidos,
protegido por sus autoridades y por la confabulación entre sus socios poderosos
de Miami, se alió a la FNCA para acrecentar su criminal prontuario. Sabía que
para descollar allí era necesario vincularse a aquellos bien apuntalados dentro
de las esferas de poder local, asociados a las autoridades policiales y
federales y, a qué negarlo, hizo un buen uso adecuado de estas influencias para
moverse alrededor de la línea evidente de la impunidad. Su plan estrella,
elaborado con la FNCA y Luis Posada Carriles, fue el intento de asesinato del
Comandante Jefe en Panamá, en noviembre de 2000, durante la celebración de la X
Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado.
Para la realización del magnicidio,
Santiago Álvarez se entrevistó en varias oportunidades con Posada Carriles en
Centroamérica y en una de las visitas que éste hiciera a los Estados Unidos. Ya
estaba previsto por los complotados cómo se ejecutaría el atentado: mediante la
colocación de una poderosa bomba en el Paraninfo de la Universidad de Panamá o
en otro lugar que visitara Fidel. Los ejecutores directos serían el propio
Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo, Guillermo Novo Sampoll y Pedro
Crispín Remón. Para ejecutarlo, contaron con miembros de la célula terrorista
centroamericana desplegados en Panamá, Honduras, Costa Rica, Nicaragua y El
Salvador.
Al ser capturados los implicados en
noviembre de 2000, Santiago Álvarez iniciaría una poderosa campaña para
adquirir fondos para su defensa. Hizo múltiples esfuerzos para lograr su
liberación, más por evitar verse complicado en el complot que por una natural
solidaridad.
Fueron varias las ocasiones en que se le
vio moviéndose entre Panamá y Miami, visitando a los detenidos en los inicios
del proceso judicial que se seguía contra estos, hasta que por las denuncias
cubanas a la Interpol, le aconsejaron a no acudir más a la nación istmeña.
Las autoridades cubanas conocen
sobradamente que fue él, junto a Alfredo Domingo Otero y otros jerarcas de la
Fundación, quien organizó el tercer intento conocido contra el famoso cabaret
habanero Tropicana. Para ello, envió a Cuba a un team de infiltración integrado por Ihosvany Suris de la Torre,
Máximo Pradera y Santiago Padrón, vinculados algunos a los terroristas de
Comandos F 4 y otros a Alpha 66, cuyo propósito fue, además del plan contra el
mencionado cabaret, el asesinato de Fidel Castro, según lo confesaría en 2005
uno de sus socios, José Hilario Pujos, quien lo acompañaría mucho después en la
aventura de El Santrina.
La captura de estos terroristas y la
ulterior apertura del Expediente Nº 10 del año 2001 del Órgano de Instrucción
del Departamento de Seguridad del Estado de la República de Cuba, así como la
presentación televisiva de los mismos, permitió comprobar que Santiago Álvarez
fue uno de los organizadores de este hecho terrorista, ejecutado el 26 de abril
de 2001 y cuyos daños para Cuba serían incalculables.
Unos días antes de la infiltración, el
sábado 10 de marzo de 2001, Santiago Álvarez y Ihosvany Suris de la Torre, se
presentaron en un evento de venta de armas, permitido en La Florida, en el
Centro de Convenciones de Coconut Grove, ubicado en 2700 South, Bay Shore Drive,
en Miami. Allí adquirieron, sin dificultad, en el puesto de venta de Miami
Police Supply, ocho fusiles AK-47, ocho pistolas Makarov y una cuantiosa
cantidad de municiones para estas armas.
Mientras se entretejían los pormenores
de este nuevo plan, el agente especial Héctor Pesquera y sus socios del FBI en
Miami se hicieron la vista gorda ante esta abultada compra de pertrechos de guerra
realizada por un reconocido terrorista, pues estaban entretenidos con sus
socios de la FNCA, la Fiscalía y los representantes de La Florida ante el
Congreso, en preparar las acusaciones contra los Cinco e endilgarles
bochornosas e inmerecidas sanciones.
Ihosvani Suris de la Torre recogió las
armas compradas doce días después y se las entregó a Santiago Álvarez frente a
una cafetería situada en la esquina de la 135 Street y la 5th. Avenue, en el
North West de Miami. El complot parecía marchar sobre ruedas sin dificultad alguna.
Luego realizarían otras compras de diversos equipamientos, tales como
uniformes, botas, hachas, cuchillos y otras municiones.
Todo este arsenal de guerra, adquirido
en Miami con total impunidad, fue capturado en la tarde del 26 de abril de 2001
por las tropas guardafonteras que detectaron y neutralizaron la infiltración.
Además de las armas mencionadas, fueron decomisados una subametralladora M-3
con silenciador, visores nocturnos y otros medios de guerra.
De izquierda a derecha Máximo Pradera Valdés, Ihosvani Surís de la Torre y Santiago Padrón Quintero |
Entre los años 2000 y 2005, Santiago
Álvarez realizaría incontables esfuerzos por lograr la excarcelación de Posada
Carriles y sus socios.
Llegó a realizar la famosa cena del
Renaissance Ball de West Miami, a 100 dólares el cubierto, a la que asistieron
Pepe Hernández, Ninoska Pérez Castellón, Luis Zúñiga Rey y muchos terroristas
más.
Paralelamente a la recaudación de fondos
para el sostén de los terroristas en prisión y para pagar las grandes sumas de
dinero reclamadas por los abogados de la defensa, entre los que se encontraban el
narco leguleyo Rogelio Cruz y el terrorista Joaquín Chaffardet.
Santiago Álvarez se involucró en
diferentes planes para liberar a los detenidos de la prisión El Renacer.
Inicialmente, se pensó excarcelarlos mediante una fuga de su vulnerable
encarcelamiento, a través del pago de sobornos o logrando durante sus
internamientos en los hospitales de San Fernando y Santo Tomás. Sin embargo,
las denuncias de las autoridades cubanas los hicieron desistir de sus planes.
A partir de ese momento, se inició una
gran conspiración que involucraría al Departamento de Estado de los Estados
Unidos, al Departamento de Seguridad de la Patria norteamericano, a los
servicios especiales de ese país, como la CIA y el FBI, a los Gobiernos de Panamá
y Honduras, a algunas autoridades mejicanas, a congresistas como Lincoln Díaz
Balart e Ileana Ros Lehtinen, así como a la FNCA y a las autoridades del
condado de Miami Dade.
Esta conspiración se desarrolló en dos
etapas. La primera se originó con el indulto anticonstitucional de los
terroristas por parte de la ex presidenta Mireya Moscoso y su ulterior traslado
a Miami, en unos casos, y hacia Honduras, en el caso de Posada Carriles. La segunda
parte comprendía el ingreso del terrorista en un periplo que contemplaba su
traslado desde Honduras, Belice e isla Mujeres, en México, y su posterior
rescate por el Santrina.
Esta embarcación, cuyo dueño es Santiago
Álvarez, partió del puerto de Miami el 8 de marzo del 2005, y luego de pasar
por las Bahamas, arribó a Islas mujeres el día 14 de del mismo mes. Luego, al
día siguiente, embarcaría con un pasajero más. La tripulación, compuesta por el
propio Santiago Álvarez, José Hilario Pujol y los “marineros” José y Rubén
López Castro, Gilberto Abascal y Osvaldo Mitat, se incrementaría de forma
solapada con Luis Posada Carriles.
Los hechos posteriores son harto
conocidos, aunque el Gobierno norteamericano trató de echar una cortina de humo
sobre los mismos. Posada Carriles ingresó a Miami con la anuencia de sus autoridades.
Días después, el 1o de abril de 2005, se
dieron a conocer unas declaraciones del Canal 42-América TV, que señalaban que
Luis Posada Carriles se encontraba en
Miami, bajo el amparo de varios amigos.
El abogado Eduardo Soto, contratado por
Santiago Álvarez, declaró el 11 de abril, El Nuevo Herald, que su cliente, Luis Posada Carriles, pensaba
pedir asilo político en Estados Unidos y un parolee, para poder vivir en ese país sin temor a la
extradición.
Con desfachatez y sacándolo de las
sombras, Santiago Álvarez presentó a su socio de correrías en una conferencia
de prensa el 17 de mayo de 2005. A las 11:40 de la mañana, Posada Carriles
comenzó la conferencia de prensa ante una docena de periodistas en un almacén del
North West de Miami. Casi dos horas después, sobre la 1:30 de la tarde, fue
detenido por agentes del Departamento de la Seguridad de la Patria (DHS) en un
operativo mediático.
Las mentiras de Posada Carriles ante la
corte de inmigración de El Paso, Texas, pusieron en evidencia la participación de
Santiago Álvarez en su ingreso ilegal a territorio norteamericano. Mientras continuaba
apoyando abiertamente al detenido socio de correrías, era investigado por las
autoridades federales durante varios meses de 2005.
El 18 de noviembre de 2005 fue allanada
su oficina de la Caribe Foundation, en Hialeah, por agentes del FBI, en busca
de documentos que lo implicaran con el ingreso de Posada Carriles a Estados Unidos.
La presencia de una innumerable cantidad de armas en su centro laboral, así
como en otros lugares, conllevó a su inmediata detención. Junto al alijo, el
FBI encontró un pasaporte guatemalteco a nombre de Manuel Enrique Castillo
López con la foto de Posada.
Ésta sería una poderosa prueba
inculpatoria contra él, quien siempre había negado su participación en el
ingreso ilegal de Posada Carriles en Estados Unidos.
La Fiscalía Federal de los Estados
Unidos inició el proceso contra Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat ante la sala
presidida por el juez James Cohn, en el tribunal de Fort Lauderdale. De
inmediato, el 2 de diciembre de ese año, su abogado abogó para que el juicio se
celebrara en Miami, evitando, según él, se aumentara la posibilidad de que un jurado
lo condenara.
Lo absurdo de esta petición de la
defensa es que el propio Kendall Coffe abogaba en este caso por el cambio de
sede hacia Miami, reconociendo tácitamente que sólo allí podría hacerse un
proceso justo a su cliente. La Fiscalía se opuso, el 6 de diciembre,
argumentando que Miami es una ciudad intoxicada por los prejuicios anticubanos.
No se pensó así, por supuesto, cuando el propio Coffe, ex fiscal en el juicio
de los Cinco, argumentó que en Miami podrían recibir un juicio justo.
Luego de varias demoras legales de la
defensa de Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat, con la pretensión de obtener un
cambio de sede, el juicio quedó señalado para el 8 de mayo de 2006, en el
Tribunal Federal de Fort Lauderdale.
El juez James I. Cohn emitió una orden
sellada el 21 de enero de 2006, mediante la cual ordenaba un desarrollo del
caso sin divulgación ni acceso público. Una apelación de los abogados de la
defensa al 11o Circuito de Apelaciones de Atlanta para trasladar la sede a
Miami fue desestimada por los jueces el 14 de abril de 2006.
Además de seis cargos por posesión
ilegal de armas, la Fiscalía reconoció, el 27 de abril de 2006, la
participación de ambos acusados en el operativo para introducir ilegalmente en
Miami el barco Santrina.
Sin embargo, una nueva maniobra dilatoria
hizo que el juicio se pospusiera hasta el 15 de mayo.
Ante la solicitud de la Fiscalía para
que Posada Carriles asistiera como testigo al juicio contra Álvarez y Mitat, su
abogado presentó una moción legal, planteando que el terrorista se “niega
respetuosamente” a declarar en el mismo y llegó incluso a invocar la Quinta Enmienda
de la Constitución para evitar hacerlo.
Mientras el testigo principal de la
Fiscalía en el juicio versus Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat fue baleado por
desconocidos en una carretera al noroeste de Miami Dade, el juicio fue
nuevamente remitido al 11 de septiembre de 2006. Más adelante, se colocaría una
bomba en su automóvil.
El 6 de septiembre de 2006, Lincoln
Díaz-Balart dio un público espaldarazo a Álvarez y a Mitat cuando declaró al
Canal 41 de Miami que siente profundo respeto y afecto por ellos, y que él y
los republicanos Mario Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen estaban realizando gestiones
para lograr su excarcelación.
En una nueva maniobra por viciar el
juicio, los defensores trataron de incluir en el jurado a residentes en Miami,
a lo que el juez James I. Cohn se opuso el 5 de septiembre de 2006. Finalmente,
fueron encontrados culpables del delito de conspiración por poseer un arsenal
de armas de guerra, con lo que se evadía el delito de posesión. La irrisoria
sanción de cuatro años de cárcel para Santiago Álvarez y de tres para Mitat
demostró que una vez más se burló a la justicia en los Estados Unidos. Para
colmo, el 6 de junio de 2007, el juez Cohn reduciría la condena a Álvarez y a
su compinche en 16 meses para el cabecilla y en 13 meses para Osvaldo Mitat. La
benevolencia del juez excedió a la propia petición fiscal de disminución de
pena, a causa de un burdo arreglo entre los fiscales y la mafia de Miami que se
logró cuando fueron entregados al Gobierno 90,7 kilogramos de dinamita; 6,3
kilos de explosivos plásticos tipo C-4; treinta pistolas automáticas o semiautomáticas,
un lanzagranadas y granadas, y 1.219 metros (4.000 pies) de cordel para
detonación.
Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat fueron
acusados, en enero de 2007, en el proceso contra Posada Carriles en El Paso,
Texas. Sin embargo, ambos se declararon
inocentes del cargo de desacato el 6 de enero de 2007.
Santiago Álvarez, el protector de Luis
Posada Carriles, ya cumplió la irrisoria condena que recibió. Una vez más la justicia
amparó a los terroristas de origen cubano, demostrando el doble rasero de su
interpretación de la lucha contra el terrorismo.” También logró la excarcelación de su protegido, Posada Carilles.
Santiago
Álvarez ha estado involucrado directamente en el financiamiento a la
contrarrevolución interna en Cuba con vistas a la realización de actos
provocadores y planes desestabilizadores. En enero de 2012 se vio involucrado
en dos acciones de corte violento, junto a Luis Posada Carriles y varios de sus
socios de correrías: realizar actos de sabotaje durante la celebración de la
Feria Internacional del Libro de la Habana en ese año y durante la homilía del
entonces Papa Benedicto XVI en la Plaza de la Revolución. Miles de cubanos
hubieran muerto de haberse cumplido sus macabros planes.
Como
pueden apreciar, amigos lectores, hombres como éste no pueden –ni tienen la
catadura moral-, para honrar a Martí. Simplemente, Santiago Álvarez es de los
que no ponen la cara para cometer sus crímenes, usan a otros para ello, carecen
de patriotismo y viven de sucias ambiciones. Como dijo Martí: "De altar se
ha de tomar a la patria para ofrendarle nuestras vidas; no
de pedestal para levantarnos sobre ella. "
Percy
Francisco Alvarado Godoy.
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