Según
varios reportes de las agencias internacionales, el presidente norteamericano,
Barack Obama, ha anunciado hoy la suspensión del programa de espionaje masivo
implementado desde hace mucho tiempo por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), particularmente
la terminación de las cuestionadas prácticas de espionaje contra mandatarios
extranjeros, incluso sus propios cercanos aliados y, en consecuencia, la
implementación de mecanismos de control sobre la actividad de sus agencias de
inteligencia.
Obama lo dijo
de la siguiente manera: "He
dejado claro que, a menos que medie una situación extraordinaria de seguridad
nacional, no supervisaremos las comunicaciones de los jefes de Estado y de
Gobierno de nuestros países aliados".
Como
a buen entendedor, pocas palabras bastan, la realidad es que Obama no ha descartado
el cese del espionaje masivo por parte de la CIA y la NSA, particularmente
sobre aquellos a los que –según su apreciación-, pudieran
constituir un peligro para EE UU. Todo
esto, como es obvio, levanta dudas por doquier y abre la posibilidad de que la
gente siga siendo espiada bajo el prisma de una concepción parcializada y
viciada por las suspicacias del acontecer internacional. Las preguntas saltan a
un primer plano: ¿Quién es realmente bueno para Obama? ¿Cómo sabrá él que se es
bueno con EE UU y, por tanto, evitar ser espiado? Con el mayor desenfado, Obama
lo dejó entrever: “Estados Unidos no va a
espiar a aquella gente normal y corriente que no amenace nuestra seguridad
nacional, y tendremos muy en cuenta las preocupaciones que puedan albergar
sobre su privacidad. Lo mismo va por los líderes extranjeros".
Demás
está decir que esa promesa de no espiar a sus aliados nadie se la cree
realmente, pues el monitoreo de sus actividades parece ser un vicio arraigado
en el establishment de los servicios estadounidenses, sobre todo para evitar
que se descarríen de sus apetencias hegemónicas en el mundo de hoy. Palabras salidas de un mentiroso
siempre son caldo de cultivo para las dudas y aún la confianza se siente
vulnerada. Por ello, poco vale que Obama prometa lo siguiente: "Los jefes de Estado y de Gobierno con
los que trabajamos estrechamente, y de cuya cooperación dependemos, deberían
contar con la garantía de que les estamos tratando como verdaderos socios. Y
los cambios que he ordenado están orientados precisamente a eso".
Es
por ello que la vigencia de la sección 215 de la Ley USA Patriot nunca será realmente desmontada por Obama, ni
tampoco podrá evitar la costumbre de sus agencias de realizar espionaje y
operaciones secretas contra otras naciones. La consulta presidencial para
autorizar acciones de espionaje es poco creíble y no seré respetada, pues nunca
lo ha sido en la historia norteamericana, plagada de escandalosos hechos que
casi a diario destapan algunos periodistas, asqueados miembros de esos
servicios u otros medios.
A
pesar de las promesas de Obama, los analistas de la CIA, la NSA, el FBI y otras
agencias, seguirán espiando los flujos de llamadas y mensajes telefónicos.
Tampoco funcionará el par de supervisores del Departamento de Estado y la Casa
Blanca para controlar el manejo de la inteligencia y la salvaguarda de la
privacidad de los ciudadanos en el mundo.
Sus
socios del Congreso tienen bien claro
que EE UU seguirá espiando a diestra y siniestra, usando a las compañías
telefónicas descaradamente, pues más que una cuestión de seguridad nacional, el
asunto trata de mantener la hegemonía norteamericana en el planeta.
La
promesa de Obama de desclasificar los dictámenes del Tribunal de Vigilancia de
Inteligencia Extranjera de Estados Unidos, el FISA, es otra forma dilatoria de
contentar al mundo luego del destape hecho por Snowden. Lo cierto es que, tanto
el presidente como el Congreso, tratan de salir de un atolladero de
credibilidad y desconfianza que será difícil de dejar atrás.
Obama
salió en defensa de la NSA como era de esperar. Nadie lo duda, al menos él sí
sabía sobre el desmadre realizado por la misma. Mientras tanto, la procesa
diariamente cerca de 200 millones de SMS
en el mundo, obteniendo amplia información sobre la gente. No lo digo yo, lo
dicen el diario británico The Guardian y
el canal de televisión Channel 4.
Parafraseando
un viejo refrán, podría decirse: “Si te espían una vez, eres negligente. Si te
espían más veces, eres estúpido”.
Percy
Francisco Alvarado Godoy.
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