El
gobierno de Barack Obama insiste en señalar a Al Qaeda como la mayor
amenaza y principal enemigo de EEUU y no ha escatimado recursos humanos y
financieros para acabar con esta organización. ¿Por qué ahora que el
grupo tiene más poder y más territorio bajo su control que nunca
—incluso ha conseguido hacerse con dos ciudades claves del colonizado
Irak— EEUU no quiere intervenir y tacha el conflicto de “inter-iraquí”,
mientras envía tropas a Somalia para acabar con los alqaedistas de Al
Sahanb? El pasado agosto, en un acto sin precedentes, cerró 19 de sus
embajadas en la región por alarma terrorista.
“Misión
cumplida”, dijo un Bush eufórico en 2003, presumiendo de acabar con el
nido de los malhechores y de llevar la democracia al país que acababa de
destruir. Sin embargo, la prensa estadounidense afirma que, hace unos
días, la “mayor red internacional del terrorismo” ha conquistado las
ciudades de Ramadi y Faluya (el My Lai de Irak, 2004) y lo cuenta con
tres connotaciones nuevas:
1. Que dicho conflicto es de naturaleza sectaria, disculpando así a EEUU y a sus socios de haber implantado allí un régimen dictatorial, corrupto, criminal y religioso.
2.
Que es un asunto entre los propios iraquíes y deben resolverlo ellos
mismos. ¿Por qué no aplicaron esa misma lógica a Yugoslavia, Libia,
Somalia o Malí?
3.
Que este conflicto sucede después de la retirada de sus tropas,
ocultando así la verdad, además de ensalzar las bondades de tener tropas
extranjeras (y con impunidad) en estratégicas tierras ajenas: pues
ahora presiona a Afganistán para que firme el Acuerdo Bilateral de
Seguridad.
Todo
empezó cuando el primer ministro, Nuri Al-Maliki, de extrema derecha y
de fe chiita, envió al ejército a Faluya y Ramadi para aplastar las
protestas de los vecinos sunitas, que llevan dos años reclamando no ser
tratados como “aquellos camellos que transportan oro pero comen
hierbajos”. Ellos, al igual que el resto de la población, son excluidos
del reparto de la renta de los 2.081 millones de barriles de petróleo
diarios: la élite gobernante saca del país 800 millones de dólares a la
semana, afirma Transparencia Internacional, mientras miles de mujeres
mendigan o se prostituyen para alimentar a su familia, venden a sus
hijos por miseria y niños desnutridos abandonan el colegio para ser
explotados. Sin duda, la responsabilidad última de esta tragedia cae
sobre EEUU, sus aliados y sus siervos locales por desmontar todo un
estado.
En
la primera colonización de Irak, en 1920, los británicos entregaron el
poder a los sunitas, mientras que en la segunda, hecha por EEUU en 2003,
Washington instaló a los chiitas en el trono, provocando el
resentimiento de los excluidos, entre los cuales se encontraban los
300.000 militares que, tras la disolución del ejército, se buscaron la
vida entre las fuerzas paramilitares y la delincuencia organizada,
impidiendo que el conflicto interno terminase.
El
régimen de Al-Maliki se presenta como víctima de los ataques
terroristas del “Estado Islámico de Irak y el Levante” (Daesh), la
filial de Al Qaeda. Sin embargo, está compuesto por señores de la
guerra, mangantes profesionales, varias milicias armadas (Hizbolá de
Irak, Asa’ib Ahl al-Haq, los ejércitos Mokhtar y Mahdi, la brigada Badr y
las Fuerzas Especiales adiestradas por el siniestro John Negroponte,
artífice de los escuadrones de muerte en Latinoamérica en los ochenta) y
una casta clerical que lo legitima. En el fuego cruzado entre los
grupos terroristas y un gobierno que también lo es, murieron el año
pasado cerca de 8.000 civiles. A pesar de tanto poder, a pesar de ser
el primer ministro, ostentar la cartera del Interior y Defensa y ser
director de la inteligencia y también de la seguridad, Al-Maliki ha sido
incapaz de suministrar seguridad y los servicios más elementales a la
población, cuyas protestas son respondidas con la represión, la cárcel,
la tortura y la horca.
La
legislación “democrática” de la República Islámica de Irak prevé la
ejecución para unos 45 delitos; sus cárceles públicas (las hay
secretas) albergan a 30.000 personas. Muchas, sin ser juzgadas, son
torturadas con las técnicas aprendidas por los antiguos gerentes rubios
de Abu Graib.
Al Baghdadi de Al Qaeda, es un actor
Se
sabe que EEUU, antes de retirar parte de sus tropas en 2011, dejó allí a
decenas de miles de efectivos como agentes de la CIA, mercenarios,
contratistas, asesores, consejeros militares, empresarios, etc.,
organizados por su embajada de 42 hectáreas y apoyados por cerca de
400.000 militares y agentes de seguridad iraquíes, previamente
entrenados por el Pentágono. Difícil de comprender el cómo, de repente,
aparece un tal Abu Bakr al Baghdadi, el Bin Laden iraquí como jefe de
Daesh. Lo curioso es que el general estadounidense Kevin Bergner ya en
2007 dijo que este personaje no existe, sino que un actor llamado Abu
Abdullah al Naima juega su papel y aseguró que el Estado Islámico de
Irak es una entidad ficticia (VerMilitary Plays Up Role of Zarqawi).
Hoy,
la reaparición del actor del largometraje de la tragedia de Irak le
sirve a Al-Maliki para ocultar su incompetencia y crímenes, acallar las
protestas ciudadanas y presentarse como salvador de la nación en la
víspera de las elecciones parlamentarias de abril. Necesita recuperar su
papel de liderazgo ante los chiitas y atraer más apoyo de EEUU e Irán
ahora que está tan debilitado.
Así
se hace: luchar contra los molinos de viento, dejando atrás miles de
cuerpos. Decía el general Ivashov sobre Al Qaeda y los atentados del
11-S, que “el terrorismo internacional no existe”, sino que lo que hay
es un terrorismo manipulado por las grandes potencias que sin ellas no
existiría.
Más
que difícil, es imposible que en el mundo de la posguerra fría y sobre
todo con la actual tecnología capaz de localizar una mosca con zapatos
azules por el globo, puedan existir grupos guerrilleros o terroristas
que operen más allá de sus países de origen. Incluso entonces grupos
como IRA, ETA, Sendero Luminoso, PKK, Brigadas rojas, etc. eran locales
y si podían funcionar era gracias al respaldo de algún país extranjero.
Al
Qaeda fue una criatura nacida en los laboratorios de EEUU, Reino Unido,
Pakistán y Arabia Saudita, con la misión de eliminar las fuerzas
progresistas, provocar terror y caos en un país determinado para
justificar la invasión militar de los imperialistas y llevar a cabo
“guerras perpetuas”, ofreciendo pretextos perpetuos para aumentar los
gastos militares sin importarles las pérdidas perpetuas de las vidas
humanas.
La vigilancia a los ciudadanos era por la lucha antiterrorista o ¿es que Angela Merkel o Dilma Rousseff son sospechosas?
“Misión cumplida”: Irak ya está balcanizado
El
complejo industrial-militar fabricó un Coco y varios Hombres del Saco,
tras el fin de la lucha contra los rojos, con un diseño casi perfecto:
un terrorismo sin fronteras, con su “internacional” solidaria, bandera
negra e himno incluido, aportando en 2012 un crecimiento del 12% en las
inversiones de las compañías de seguridad de EEUU.
Negocio
perpetuo que secuestra a los políticos y al propio sistema democrático
(las famosas puertas giratorias). Obama dijo: “Los talibanes no son
nuestros enemigos”. Y, a la vez, proponía el envío de 30.000 soldados
más a Afganistán para luchar contra ellos y así mantener una economía de
guerra cuya una única partida, el “presupuesto negro”, destinado a los
programas secretos de las 16 agencias de espionaje, alcanzó los 52.600
millones de dólares en 2013. Sin comentario la situación de la pobreza
de casi la mitad de los neoyorquinos o que los multimillonarios del
Congreso recortasen miles de millones de dólares de los programas
sociales fundamentales.
De
hecho, acaba de entregar 75 misiles a Irak y promete venderle otras
armas y drones, engrasando las máquinas de matar. Poco importa que el
gobierno iraquí haya perdido el control sobre muchas ciudades del país,
descontando que la zona kurda es prácticamente independiente.
Existe
en los oscuros cajones del Pentágono el plan del cambio del mapa
geográfico de varios países de la región, incluidos Irak, Siria y
Líbano. El 11 de octubre de 2005 dos militares británicos vestidos de
árabes, fueron detenidos por el intento de atentar contra una mezquita
chiita de Basora (Ver: ¿Quién pone las bombas en Irak?). Luego
se intensificaron los conflictos chiitas-sunitas, los inter-chiitas (las
milicias de Moqtada al-Sadr contra el gobierno), y los intersunitas
(las tribus contra los extremistas wahabies), sin olvidar los
árabe-kurdos.
La
región va a la deriva y la lucha entre bandas religiosas, apoyadas por
los gobiernos regionales y mundiales facilita la ejecución del complot.
La postura de John Kerry de armar y fortalecer al régimen
antidemocrático de Al-Maliki atizará el fuego del conflicto, ya que
detrás de estos grupos salafistas no está nadie más que Arabia Saudí,
con la firme decisión de acabar definitivamente con el llamado “arco
chiita”, compuesto por Siria, Irak, Hizbolah e Iran.
Para
no convertirse en un “Estado fallido” y desgarrado, Irak necesita una
reforma política, una gobierno federal de salvación nacional, con la
participación de todas las fuerzas democráticas, de todos los credos y
etnias, y no una teocracia basada en la discriminación de los ciudadanos
por su fe y sexo, y estar supeditado a los intereses extranjeros.
Nazanín Armanian
Escritora, periodista y profesora iraní de la Universidad de Barcelona, residente en España
Tomado de http://redsop.org
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