Hace
53 años se produjo el sorpresivo y criminal ataque contra Ciudad Libertad,
amenazando con su aviso de muerte no solo al personal militar de la base sino
también a miles de cubanos residentes en las zonas aledañas. La metralla
enemiga no respetó al inocente, no distinguió entre niños y mujeres indefensas,
descargando el odio irracional sobre ellos.
Poco
duró la confusión. De inmediato, todos se dirigieron a cumplir sus misiones.
Unos fueron directo a asumir su puesto en las antiaéreas, otros corrieron a
apagar el fuego y, los más, a proteger los aviones que no habían sido dañados
en tierra. El heroísmo se vistió de gala en cada cubano y la decisión de
responder al ataque se hizo firme compromiso.
El
criminal engaño de aquellos aviones con insignias cubanas duró poco. Todos
dispararon al unísono sus fusiles, cañones y ametralladoras, sin importarles estar
semidesnudos o la falta de calzado en sus pies. Tampoco hubo miedo que
atormentara sus rostros jóvenes, ni temor que doblegara su resolución de imitar
a Fidel y serles dignos.
Muchos
murieron ese día y, entre las víctimas se encontraba aquel joven que, al verse
herido de muerte, solo atinó a escribir “Fidel” como muestra de respeto y
compromiso. Se llamaba Eduardo García Delgado y su cuerpo yacía recostado a la
puerta de la nave central. Entraba, de lleno, en el más hermoso martirologio de
la Patria junto a otras tres víctimas mortales. Hubo 40 heridos.
La
verdad fue conociéndose al transcurrir las horas. Al igual que Ciudad Libertad,
los 8 aviones B-26 salidos del aeropuerto de Puerto Cabeza, en Nicaragua, también
habían atacado la base aérea de San Antonio de los Baños y el aeropuerto de Santiago
de Cuba. No podía imaginarse, entonces, que este criminal ataque sería el preludio
de un acto de guerra aún mayor; la invasión de la brigada 2506 a Playa Girón.
Esta criminal agresión había sido planeada desde el 17 de marzo de 1960 por el
entonces presidente Ike Eisenhower y la encargada de ejecutarla era la CIA,
encargada no solo de entrenar a los mercenarios en sus bases secretas en
Centroamérica, crear distracciones sobre el terreno, así como coordinar con la
contrarrevolución interna la facilitación de la invasión mercenaria. Tono fue
una manipulación de la CIA pues la misma sabía que nunca existiría un
levantamiento popular en Cuba.
Los
daños fueron cuantiosos, por cuanto se destruyeron 5 aviones y se causó la
muerte de varios cubanos, pero la mayoría de las naves cubanas no fueron
dañadas: cuatro aviones a reacción T-33, siete aviones B-26 y cuatro cazas Sea
Fury.
La
CIA montó un poco creíble show para legitimar la agresión y desvirtuar ante el
mundo su propia implicación en los hechos. Un supuesto piloto cubano, a cargo
de un A-26, aterrizó en Key West, procedente de Nicaragua, reivindicando la
criminal acción y fingiendo ser parte de un alzamiento dentro de la fuerza
aérea cubana. Su nombre era Mario Zúñiga. Luego del circo, regresó para
incorporarse a los planes de invasión.
En
la ONU se desarrolló otra batalla ese mismo día. El Canciller de la Dignidad,
Raúl Roa, acusó directamente a EE UU de estar involucrado en el ataque, mientras
el representante norteamericano, Adlai Stevenson, usó el falso montaje de la
CIA que implicaba a las declaraciones de Mario Zúñiga. Fue tal el peso de la
denuncia, que Kennedy se vio obligado a suspender otros ataques aéreos contemplados
en el plan.
Cuba
estaba preparada a enfrentar a la agresión imperialista y así lo demostró en
las arenas de Girón y Playa Larga, donde el pueblo le propinó una aplastante
derrota a la brigada mercenaria y a la CIA.
Al día
siguiente, acompañado por un mar de pueblo, allá en 23 y 12, en el barrio
capitalino de El Vedado, Fidel daría justa respuesta a la agresión:
"Porque lo que no pueden perdonarnos
los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los
imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el
espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba. Eso es
lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, ¡y que hayamos
hecho una Revolución socialista en las propia narices de los Estados Unidos!...”
La
épica revolucionaria alcanzó su parangón en el gesto del joven Eduardo García
Delgado, quien resumió el compromiso de las nuevas generaciones con la naciente
Revolución. Su martirologio demostró que cada joven tiene su momento de ser
héroe cuando la patria lo requiere.
Nicolás
Guillén resumió esta entrega a la patria y a Fidel en el siguiente e
inolvidable poema, titulado “La sangre numerosa”:
Cuando con sangre escribe
Fidel este soldado que por la Patria
muere, no digáis miserere:
esa sangre es el símbolo de la
Patria que vive.
Cuando su voz en pena,
lengua para expresarse parece que
no halla,
no digáis que se calla,
pues en la pura lengua de la Patria
resuena.
Cuando su cuerpo baja
exánime a la tierra que lo cubre
ambiciosa,
no digáis que reposa,
pues por la Patria en pie
resplandece y trabaja.
Ya nadie habrá que pueda
parar su corazón unido y repartido.
No digáis que se ha ido:
su sangre numerosa junto a la Patria
queda.
¡Aprenda
el agresor, el provocador y el conspirador estas importantes lecciones de la
historia! Cuba no será tomada jamás por invasor alguno, ni traicionaremos nunca
el gesto heroico y la memoria de aquel joven cubano que escribió “Fidel” antes
de morir.
Percy
Francisco Alvarado Godoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario