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En enero de 1958 un misterioso paquete llegó al cuartel general de la CIA remitido por la Inteligencia británica. En el interior había dos rollos de fotografías de las páginas de una novela titulada «Doctor Zhivago». El libro, obra del autor ruso Boris Pasternak (1890-1960), había sido prohibido en la Unión Soviética y con tan misterioso envío los británicos estaban poniendo en bandeja a sus aliados estadounidenses la que sería la mayor arma cultural contra el comunismo durante la Guerra Fría. Y es que, según el libro «The Zhivago Affair», escrito por los periodistas Peter Finn y Petra Couvée y que será publicado en Estados Unidos el próximo 17 de junio, la Inteligencia estadounidense desempeñó un papel fundamental a la hora de hacer llegar la obra a los ciudadanos soviéticos.
En los más de 130 documentos que la CIA ha desclasificado
a petición de los autores del libro, se detallan los entresijos de una
operación que comenzó aquel día de enero y culminó con la publicación de
«Doctor Zhivago» en ruso y la concesión del Premio Nobel de Literatura a Boris Pasternak. «Este libro tiene un gran valor propagandístico,
no solo porque su mensaje y su naturaleza invitan a la reflexión, sino
por las circunstancias de su publicación: tenemos la oportunidad de que
los ciudadanos soviéticos se planteen que algo malo pasa con su Gobierno
cuando una obra literaria escrita por el autor ruso vivo más conocido
no puede ser leída en su propio país», asegura un mensaje de la CIA a
los jefes de la División Soviética
de la agencia, encargada de dirigir la operación. La «mano del gobierno
de Estados Unidos» no podía «mostrarse de ninguna forma forma», según
los archivos desclasificados.
El objetivo de la CIA
«El objetivo de la CIA era que el libro llegara a manos de
ciudadanos soviéticos para que reflexionaran sobre el retrato que
Pasternak hizo de la revolución de octubre de 1917
y fueran conscientes de la censura del Gobierno», explica el periodista
Peter Finn en conversación vía e-mail con este periódico. Como
principal punto de distribución del libro, la CIA escogió la Exposición Universal que se celebró en Bruselas en 1958, donde participaron 45 países.
El problema era cómo y dónde imprimir el libro en ruso
sin levantar sospechas de la implicación estadounidense. Para ello y
después de un infructuoso intento con un editor neoyorquino, la CIA
contó con la ayuda de la Agencia de Inteligencia holandesa (BVD, en sus siglas en inglés).
«En La Haya había una editorial muy buena especializada en cirílico.
Los holandeses escogieron a un intermediario, un famoso anticomunista,
para que organizara la impresión», cuenta Finn. El 6 de septiembre de
1958, la primera edición en ruso de «Doctor Zhivago» salió de la
imprenta de Mouton Publishers.
Se enviaron 200 libros al cuartel de la Agencia en Washington y los
restantes a sedes en Europa occidental (Londres, Múnich, Fráncfort,
Berlín y París). El paquete más grande, compuesto por 365 libros, llegó a
Bruselas.
El libro se distribuyó en el pabellón del Vaticano de la Expo de Bruselas de 1958
Era el lugar perfecto para que la CIA colocara «Doctor Zhivago»,
que empezó a circular entre los ciudadanos soviéticos. La Agencia había
logrado su propósito. «Esta fase puede considerarse completada con
éxito», reza un mensaje emitido el 10 de septiembre de 1958. Sin
embargo, la editorial holandesa no había firmado contrato con Giangiacomo Feltrinelli,
que en noviembre de 1957 había publicado una edición en italiano y
poseía los derechos, por lo que la edición impresa en La Haya era
ilegal.
La polémica con Feltrinelli, los ataques al escritor ruso
en su país (se vio obligado a rechazar el Nobel «voluntariamente») y la
presión internacional hicieron que la CIA se plantease la posibilidad de
imprimir, en su propio cuartel general,
una edición limitada, clandestina y de bolsillo de «Doctor Zhivago».
Posibilidad que se hizo realidad en julio de 1959, cuando unas 9.000
copias salieron de la sede.
Operaciones culturales
Según los archivos de la CIA, buena parte de esas copias
fueron repartidas por «agentes que tenían contacto con turistas y
funcionarios soviéticos en Occidente». Además, unos 2.000 ejemplares
fueron distribuidos entre estudiantes soviéticos en el Festival Mundial de Juventud por la Paz y la Amistad, celebrado en Viena en 1959. La semilla de «Doctor Zhivago» comenzaba a crecer. La fase final de la operación había concluido.
Para Peter Finn, «es muy difícil evaluar cómo influyó la novela en quienes pudieron leerla,
así como los efectos del programa cultural creado en Estados Unidos en
la década de 1950 y que duró hasta la caída de la Unión Soviética. Es
evidente que la CIA consideró que valía la pena y gastó millones cada
año en la traducción y publicación de todo tipo de obras, no solo
literarias, sino también de historia, economía e historia del arte,
entre otros temas».
Como apunta el periodista de «The Washington Post», «las ideas son importantes y este fue un momento histórico en el que la literatura fue de vital importancia.
La Unión Soviética creía que las novelas, las obras de teatro y la
poesía podían desempeñar un papel crucial en la construcción del hombre y
de la sociedad soviética. La CIA, por su parte, confiaba en que
distribuyendo la literatura rusa prohibida y la occidental entre los
ciudadanos soviético podía sembrar dudas sobre el sistema y, con el
tiempo, este esfuerzo iría corroyendo el poder soviético»
Hoy en día es imposible saber si esos esfuerzos
«culturales» tuvieron éxito. Hasta el punto de que, como recuerda Peter
Finn, «muchos han cuestionado la validez de este tipo de maniobras
encubiertas en sociedades democráticas,
ya que carecen de principios y son corruptas, incluso si la operación
consiste en algo tan benigno como la publicación de libros».
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