Acorralado
por las acusaciones de Dilma sobre el espionaje masivo de la NSA, la que no
será la única interpelación ante la ONU que reciba el mandatario
norteamericano, todas sus agencias de inteligencia y contraespionaje han sido
ridiculizadas por la participación de ciudadanos norteamericanos, provenientes
de Minnesota en el criminal ataque
terrorista contra el Westgate de Nairobi, en Kenia.
Al
parecer, el FBI y las otras agencias como la CIA, la DIA, etc., han buscado
terroristas por el mundo con binoculares, sin darse cuenta que les hubiera sido
mejor usar una lupa. Esa sensación de enojo expresada por la ministra de Exteriores keniana, Amina
Mohamed, levanta serias suspicacias sobre la efectividad de la lucha
norteamericana contra el terrorismo.
La vigilancia
del FBI sobre las comunidades somalíes, ascendentes a las 100 mil personas,
acaban de mostrar una brecha, sobre todo en la zona metropolitana de
Minneapolis-Saint Paul, en Minesota, donde se encuentran concentrados
ciudadanos cuyo origen somalí ha sido vulnerado por la labor de zapa del grupo Al
Shabab, directamente involucrado en la acción terrorista en el país
africano. Es un secreto a voces que
cerca de un centenar de personas de esta comunidad se encuentra entrenando en
campamentos de Al Shabab en Somalia.
Una
vez neutralizado el ataque en Nairobi, comenzaron a aparecer los inesperados
vínculos entre Al Shabab y residentes somalíes en EE UU. Fue todo un escándalo.
Otro tanto ocurría con las autoridades del Reino Unido.
Abdisalam
Adam, líder de la Sociedad Civil Islámica de América, hizo un llamado a los
jóvenes de la comunidad a hacer caso omiso a las convocatorias guerreristas de
los representantes de Al Shabab, con el pleno conocimiento de que varios de
ellos han sido reclutados en la mezquita de Abubakar As Saddique.
La
dura verdad es que estos terroristas son ciudadanos norteamericanos, algunos de
ellos con vasta experiencia militar.
¿A
quién culpar ahora? Lo cierto es que el FBI se encuentra en una carrera contra
reloj tratando de remediar su mal trabajo anterior, dedicando a decenas de
agentes especiales, en coordinación con otras agencias federales, para
establecer un mínimo de luz sobre el asunto.
Al
igual que ocurrió con el ataque al World Trade Center, no cabe la menor de las
dudas de que los terroristas perseguían, además de causar daño, afianzar la
posición de Al Shabab dentro de los
grupos terroristas radicados en el Medio Oriente y en el Cuerno Africano. Paradójicamente,
esto le representaría más ayuda económica de las grandes potencias de la Unión
Europea, las dinastías árabes, y de las partidas secretas de la CIA y el
Mossad, con vistas a vincularlos más en la lucha contra Siria y otras naciones.
Al Shabab es, primero que todo, una organización lista para ser usada por el
mejor postor y permeada con una ideología muy peculiar, típica para ser usada
como bandera falsa o detonador de conflictos y planes desestabilizadores.
El
resultado final de este perro escapado de sus dueños ha sido el doloroso saldo
de 69 fallecidos y más de dos centenares de heridos.
Lo
absurdo de este hecho es que el ejército de Kenia lleva desgastándose desde el
2011 en su lucha contra este grupo terrorista, mientras el mismo recibe ayuda
militar, entrenamiento, armamentos y dinero sucio de los servicios de inteligencia occidentales.
¿Quién es entonces el verdadero autor intelectual de esta masacre?
No
cabe la menor de las dudas de que en complejo entarimado de la guerra sucia
patrocinada por Obama, las potencias europeas y sus socios árabes, han despertado
un Frankestein ya difícil de controlar, como lo fue Al Qaeda en sus tiempos.
Como
el cinismo ha estado siempre de moda en la Casa Blanca, Obama no tuvo reparos
en decir con total hipocresía: “Quiero
expresar personalmente mis condolencias al presidente (Uhuru) Kenyatta quien
perdió a miembros de su familia en el ataque, sino también a los kenianos,
somos solidarios con ellos".
El
atolladero de Obama corre el peligro de hacerse mayor en la medida en que los
reclamos en la Asamblea General de la ONU vayan en aumento y cuando sus “muchachos”
de Al Shabab se decidan por virarle la tortilla.
Si
Obama tuviera tan solo un ápice de honor, bien le valdría, al menos, reconocerse
en esta frase de Fiodor Dostoievski: “Es
culpa mía, culpa mía personal, si el mundo va mal.”
Percy
Francisco Alvarado Godoy
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