Los españoles
buenos son cubanos, dijo José Martí en noviembre de 1890 en carta escrita en
Nueva York a su gran amigo y colaborador Rafael Serra, un educador
negro.
Y el Apóstol de la
independencia de Cuba reconoció también, en medio del fragor de la lucha contra
la metrópoli europea, que hay muchos españoles que aman la libertad, y aseguró
entonces que el español bueno y útil tendrá menos que temer de la pasión de sus
hijos –cubanos—que la codicia y desdén de los
norteamericanos.
Un año antes de
caer en el Oriente cubano como él había pedido, de cara al sol, José Martí
escribió en el periódico “Patria” que se editaba en la ciudad de Nueva York, que
“mucho menos tendrán los españoles que temer de los cubanos piadosos que de los
norteamericanos arrolladores y rapaces, quienes echan sobre la presa fácil de
los pueblos débiles la codicia y mala distribución de la riqueza, que vienen de
su reparto desigual en la tierra propia”.
De esas palabras
del más universal de los cubanos me acordé cuando en la sede de la Asociación
Cubana de las Naciones Unidas, esa organización no gubernamental decidió
otorgar su Distinción Sesenta Aniversario al español José Juan Ortiz, quien
durante seis años representó en Cuba al UNICEF, el Fondo de la ONU para la
Infancia.
Fue un acto muy
cálido amenizado por un coro de niños cubanos, en el cual el funcionario de
UNICEF recibió también un recuerdo de la Organización de Pioneros “José Martí”,
también de Cuba.
Fue tal la emoción
que el español bueno y útil, radicalmente diferente a otro que en días recientes
vino a Cuba con malsanas intenciones, que a José Juan Ortiz se le hizo un nudo
en la garganta, y apenas pudo agradecer aquel gesto en el cual dos instituciones
cubanas cumplían el apotegma martiano que se expresa en dos palabras: honrar,
honra.
En diálogo con
Radio Habana Cuba, Ortiz comentó que todo había sido una gran sorpresa para él.
Sorpresa porque no sabía que el acto se convertiría en un homenaje personal, que
él estimó inmerecido, porque todo lo que había hecho en Cuba era cumplir con el
deber elemental de trabajar con el gobierno del único país del mundo donde no
hay un solo niño excluido.
Mire, me dijo José
Juan Ortiz, la de Cuba ha sido en toda mi vida profesional la experiencia más
rica porque más que trabajar lo que he hecho es aprender y disfrutar.
He aprendido del modelo de desarrollo cubano –agregó el representante de UNICEF-- la esencia de una Revolución como la de Cuba, que está permanentemente orientada hacia el disfrute del derecho de los niños y los adolescentes. Yo he colaborado modestamente en proyectos maravillosos sin que me embargue la tristeza y el dolor de trabajar por los excluidos, porque he visto enterrar a muchos niños a lo largo de mi vida, y aquí, en Cuba, he pasado seis años jugando, disfrutando y viendo la felicidad de niños y adolescentes, y comprobando la garantía de la protección de todos sus derechos.
He aprendido del modelo de desarrollo cubano –agregó el representante de UNICEF-- la esencia de una Revolución como la de Cuba, que está permanentemente orientada hacia el disfrute del derecho de los niños y los adolescentes. Yo he colaborado modestamente en proyectos maravillosos sin que me embargue la tristeza y el dolor de trabajar por los excluidos, porque he visto enterrar a muchos niños a lo largo de mi vida, y aquí, en Cuba, he pasado seis años jugando, disfrutando y viendo la felicidad de niños y adolescentes, y comprobando la garantía de la protección de todos sus derechos.
Con Cuba en el
corazón, según me dijo, y con la más rica de sus experiencias profesionales, se
va este español bueno y útil, dejando ante el pueblo y las autoridades una
estela de afectos y respeto, para compensar con creces a aquellos españoles que
movidos por el dinero y la maldad del imperio trajeron el dolor y la muerte al
archipiélago cubano, como hicieron otros hace quinientos
años.
La Habana, 08 de
agosto de 2012
Por
Pedro Martínez Pírez
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