La empresa norteamericana cuestionada universalmente por los daños ambientales
que provoca en los países que opera comercialmente ha logrado el gran objetivo
de empezar a explorar el yacimiento neuquino Vaca Muerta gracias a un decreto
que firmó el gobierno que administra Cristina Fernández de Kirchner. La
multinacional norteamericana en su estrategia de limpiar su imagen usa al
deporte como pantalla.
El pasado 7 de julio “Toxic Sport”, una organización ambientalista que condena actividades deportivas impulsadas por multinacionales que contaminan al planeta, repudió la realización de la 52º edición de la Chevron Manhattan Beach Grand Prix 2013, una de las carreras ciclísticas más antiguas y tradicionales de Estados Unidos que lleva el nombre de la multinacional que auspicia la competencia.
Muy lejos de Estados Unidos, en el momento que “Toxic Sport” hacía su denuncia ante la empresa que comete devastadores daños contra el medio ambiente, el gobierno argentino, a través de YPF, profundizaba sus negociaciones con la corporación que preside John Watson. El acuerdo se cerró el 16 de julio, una semana después de la protesta en Manhattan. La historia es conocida: otra empresa del imperio que llega a Latinoamérica para desbastar y dañar nuestro suelo.
Una de las formas que tiene Chevron de desviar la atención de sus grandes daños ambientales es aferrándose a la edulcorada Responsabilidad Social Empresaria (RSE), esa cuestionada estrategia que utilizan las empresas más poderosas del planeta para maquillar la realidad. En esos métodos casi siempre aparece el deporte y la vuelta ciclística es uno de los tantos ejemplos.
La empresa descendiente del imperio Standard Oil, creado por el magnate John D. Rockefeller en 1870, además de Estados Unidos, tiene presencia en treinta y siete países, y en esos lugares desarrolla una política comercial y social para imponer su marca. Chevron es la segunda petrolera del mundo detrás de Exxon Mobile, también heredera del emporio Rockefeller, y la revista Fortune la calificó como la quinta empresa con mayor caudal monetario del mundo.
Dispone de importantes yacimientos petrolíferos y de gas natural, refinerías de petróleo y buques petroleros. Pero principalmente posee un inmenso poder que influye en las decisiones políticas de los países en los que opera comercialmente. Pero a pesar de sus estrategias no puede ocultar el rótulo que la dictamina como una de las multinacionales que mayor daño le ocasiona al planeta.
Uno de los casos paradigmáticos de contaminación la produjo Chevron-Texaco en Ecuador. 103 millones de litros de crudo derramado (650 mil barriles), 63.000 millones de litros de agua tóxica arrojada a ríos y la contaminación de dos millones de hectáreas. Territorios contaminados, pérdida de cultivos y muertes de animales padecieron pueblos indígenas y campesinos. Todos hechos aberrantes por lo que la Justicia de Ecuador condenó pagar a la petrolera norteamericana 19.000 millones de dólares.
A pesar que el 7 de noviembre de 2012, en Argentina, el juez civil Adrián Elcuj Miranda aceptó el pedido de los tribunales ecuatorianos para establecer un embargo preventivo sobre los bienes de la petrolera Chevron Argentina S.R.L, a principios de junio de 2013 la Corte Suprema de Justicia dio marcha atrás con dicho embargo y cumplió los deseos de la corporación norteamericana y del CEO de YPF, Miguel Galuccio, para que Chevrón pueda explotar en Vaca Muerta, una formación de hidrocarburos no convencionales emplazada sobre el territorio de las comunidades mapuche Kaxipayiñ y Paynemil.
Ignorando los reclamos de la Confederación Mapuche y las comunidades originarias asentadas en la zona, verdaderos dueños de esas tierras, dejando de lado la política de nacionalización petrolera (hace poco más de un año se rompió en vínculo comercial con la española Repsol) y desoyendo los reclamos de organismo ambientalistas que cuestionan la contaminación que produce la petrolera estadounidense, el gobierno argentino firmó el decreto 929/13, que instrumenta el Régimen de Promoción de Inversión para la Explotación de Hidrocarburos.
Con esta medida, la política energética del país se aleja de los avances plasmados en la Ley de Soberanía Hidrocarburífera. Sin embargo, el Viceministro de Economía, Axel Kicillof, manifestó que el convenio entre YPF y Chevron “va a permitir un carnaval de actividad petrolera y es una enorme muestra de soberanía”.
El acuerdo está enfocado en la explotación con la cuestionada técnica de fractura hidráulica (fracking), lo que significa la adopción por parte de Argentina de la tecnología y la forma de explotación que quieren las grandes corporaciones petroleras norteamericanas.
“Es la megaminería de los hidrocarburos” dijo Diego Di Risio, integrante del Observatorio Petrolero Sur, al referirse al fracking. Por la contaminación ambiental que produce, las enfermedades que trae aparejadas y la inmensa cantidad de agua que insume, este método ha sido prohibido por completo en Francia y Bélgica y en algunos estados de Sudáfrica, Canadá, Estados Unidos, Australia y Suiza.
El deporte como pantalla
Con sus millones de dólares obtenidos por el negocio petrolero, Chevron utiliza al deporte para acompañar causas y también para impregnarle prestigio social a su marca. Es en su país natal en donde Chevron acompaña comercialmente a diversas franquicias en su andar deportivo. La petrolera patrocina oficialmente a los Seattle Seahawks, equipo que compite en la Liga Nacional de Football (LNF), y a los Hornets de New Orleans, conjunto de básquet que milita en la NBA. En ambos equipos la presencia de Chevron intenta ir más allá de lo comercial e impulsa actividades de carácter social.
La petrolera también acompañó durante un par de temporadas al piloto Juan Pablo Montoya en Nascar, una de las competencias automovilísticas más importante de Estados Unidos. Pero los magros resultados influyeron para que el colombiano deje de lucir en su automóvil el azul y rojo de Chevron.
Pero al prestigio Chevron lo buscó y lo encontró con el World Challenge, el torneo de golf que organiza la Fundación Tiger Woods. El certamen que impulsa la organización que encabeza uno de los mejores jugadores de golf de la historia tiene un fin benéfico y durante cuatro años tuvo el auspicio de la multinacional estadounidense.
Pero también ha dicho presente en eventos deportivos fuera de Estados Unidos. Uno de esos casos es el Torneo de Golf de la Amistad de Venezuela que organiza la Asociación Venezolana Americana de Amistad y lleva como Copa Chevron. El hecho es fácil de entender al ser el país caribeño uno de los lugares estratégicos de la exploración petrolera por parte de la empresa que conduce Watson. Chevron explota ese suelo desde 1920 y desde el 2006 se fusionó con Petróleos de Venezuela (PDVSA) para crear la sociedad mixta Petroboscán que explora el campo de Boscán, en donde producen 107.000 barriles de crudo por día. Otro claro ejemplo de cómo las garras del imperio sigue perforando el suelo latinoamericano.
El pasado 7 de julio “Toxic Sport”, una organización ambientalista que condena actividades deportivas impulsadas por multinacionales que contaminan al planeta, repudió la realización de la 52º edición de la Chevron Manhattan Beach Grand Prix 2013, una de las carreras ciclísticas más antiguas y tradicionales de Estados Unidos que lleva el nombre de la multinacional que auspicia la competencia.
Muy lejos de Estados Unidos, en el momento que “Toxic Sport” hacía su denuncia ante la empresa que comete devastadores daños contra el medio ambiente, el gobierno argentino, a través de YPF, profundizaba sus negociaciones con la corporación que preside John Watson. El acuerdo se cerró el 16 de julio, una semana después de la protesta en Manhattan. La historia es conocida: otra empresa del imperio que llega a Latinoamérica para desbastar y dañar nuestro suelo.
Una de las formas que tiene Chevron de desviar la atención de sus grandes daños ambientales es aferrándose a la edulcorada Responsabilidad Social Empresaria (RSE), esa cuestionada estrategia que utilizan las empresas más poderosas del planeta para maquillar la realidad. En esos métodos casi siempre aparece el deporte y la vuelta ciclística es uno de los tantos ejemplos.
La empresa descendiente del imperio Standard Oil, creado por el magnate John D. Rockefeller en 1870, además de Estados Unidos, tiene presencia en treinta y siete países, y en esos lugares desarrolla una política comercial y social para imponer su marca. Chevron es la segunda petrolera del mundo detrás de Exxon Mobile, también heredera del emporio Rockefeller, y la revista Fortune la calificó como la quinta empresa con mayor caudal monetario del mundo.
Dispone de importantes yacimientos petrolíferos y de gas natural, refinerías de petróleo y buques petroleros. Pero principalmente posee un inmenso poder que influye en las decisiones políticas de los países en los que opera comercialmente. Pero a pesar de sus estrategias no puede ocultar el rótulo que la dictamina como una de las multinacionales que mayor daño le ocasiona al planeta.
Uno de los casos paradigmáticos de contaminación la produjo Chevron-Texaco en Ecuador. 103 millones de litros de crudo derramado (650 mil barriles), 63.000 millones de litros de agua tóxica arrojada a ríos y la contaminación de dos millones de hectáreas. Territorios contaminados, pérdida de cultivos y muertes de animales padecieron pueblos indígenas y campesinos. Todos hechos aberrantes por lo que la Justicia de Ecuador condenó pagar a la petrolera norteamericana 19.000 millones de dólares.
A pesar que el 7 de noviembre de 2012, en Argentina, el juez civil Adrián Elcuj Miranda aceptó el pedido de los tribunales ecuatorianos para establecer un embargo preventivo sobre los bienes de la petrolera Chevron Argentina S.R.L, a principios de junio de 2013 la Corte Suprema de Justicia dio marcha atrás con dicho embargo y cumplió los deseos de la corporación norteamericana y del CEO de YPF, Miguel Galuccio, para que Chevrón pueda explotar en Vaca Muerta, una formación de hidrocarburos no convencionales emplazada sobre el territorio de las comunidades mapuche Kaxipayiñ y Paynemil.
Ignorando los reclamos de la Confederación Mapuche y las comunidades originarias asentadas en la zona, verdaderos dueños de esas tierras, dejando de lado la política de nacionalización petrolera (hace poco más de un año se rompió en vínculo comercial con la española Repsol) y desoyendo los reclamos de organismo ambientalistas que cuestionan la contaminación que produce la petrolera estadounidense, el gobierno argentino firmó el decreto 929/13, que instrumenta el Régimen de Promoción de Inversión para la Explotación de Hidrocarburos.
Con esta medida, la política energética del país se aleja de los avances plasmados en la Ley de Soberanía Hidrocarburífera. Sin embargo, el Viceministro de Economía, Axel Kicillof, manifestó que el convenio entre YPF y Chevron “va a permitir un carnaval de actividad petrolera y es una enorme muestra de soberanía”.
El acuerdo está enfocado en la explotación con la cuestionada técnica de fractura hidráulica (fracking), lo que significa la adopción por parte de Argentina de la tecnología y la forma de explotación que quieren las grandes corporaciones petroleras norteamericanas.
“Es la megaminería de los hidrocarburos” dijo Diego Di Risio, integrante del Observatorio Petrolero Sur, al referirse al fracking. Por la contaminación ambiental que produce, las enfermedades que trae aparejadas y la inmensa cantidad de agua que insume, este método ha sido prohibido por completo en Francia y Bélgica y en algunos estados de Sudáfrica, Canadá, Estados Unidos, Australia y Suiza.
El deporte como pantalla
Con sus millones de dólares obtenidos por el negocio petrolero, Chevron utiliza al deporte para acompañar causas y también para impregnarle prestigio social a su marca. Es en su país natal en donde Chevron acompaña comercialmente a diversas franquicias en su andar deportivo. La petrolera patrocina oficialmente a los Seattle Seahawks, equipo que compite en la Liga Nacional de Football (LNF), y a los Hornets de New Orleans, conjunto de básquet que milita en la NBA. En ambos equipos la presencia de Chevron intenta ir más allá de lo comercial e impulsa actividades de carácter social.
La petrolera también acompañó durante un par de temporadas al piloto Juan Pablo Montoya en Nascar, una de las competencias automovilísticas más importante de Estados Unidos. Pero los magros resultados influyeron para que el colombiano deje de lucir en su automóvil el azul y rojo de Chevron.
Pero al prestigio Chevron lo buscó y lo encontró con el World Challenge, el torneo de golf que organiza la Fundación Tiger Woods. El certamen que impulsa la organización que encabeza uno de los mejores jugadores de golf de la historia tiene un fin benéfico y durante cuatro años tuvo el auspicio de la multinacional estadounidense.
Pero también ha dicho presente en eventos deportivos fuera de Estados Unidos. Uno de esos casos es el Torneo de Golf de la Amistad de Venezuela que organiza la Asociación Venezolana Americana de Amistad y lleva como Copa Chevron. El hecho es fácil de entender al ser el país caribeño uno de los lugares estratégicos de la exploración petrolera por parte de la empresa que conduce Watson. Chevron explota ese suelo desde 1920 y desde el 2006 se fusionó con Petróleos de Venezuela (PDVSA) para crear la sociedad mixta Petroboscán que explora el campo de Boscán, en donde producen 107.000 barriles de crudo por día. Otro claro ejemplo de cómo las garras del imperio sigue perforando el suelo latinoamericano.
por Marcelino Gasseuy
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