Si no fuera porque el número
de los refugiados fallecidos en la costa italiana ha superado el techo de la
“normalidad” que ronda sobre 60-70 personas, la tragedia de los tripulantes de
esta patera hubiera pasado desapercibida. Hace dos años 61 refugiados
–incluidos varios niños-, naufragaron en este mismo lugar al quedarse sin
alimentos y combustible, mientras un portaaviones de la OTAN les miraba sin
pestañear.
Sin nombre, ni historias de
amor o de intriga, ninguna canción eternizará su viaje a la muerte, ni nadie
hará una película de esos hombres y mujeres valientes capaces de arriesgar su
vida no solo para cumplir su sueño, sino para ayudar a su familia y empujar de
paso el carro de la civilización humana.
“Deshumanizar al otro” es una
estrategia política que legitima el trato que se le da; el mismo que han
recibido decenas de miles de asesinados bajo los bombardeos en Irak, en
Afganistán o en Pakistán: mientras ellos carecen de identidad, nos enseñan en
la tele la foto de la boda y de la esposa embarazada de aquel soldado de
ocupación muerto a manos de un nativo “bárbaro y despiadado”.
¡Cómo esos cuerpos en el mar
han puesto a prueba, una vez más, nuestra capacidad de no sentir vergüenza de
votar a individuos que aprueban leyes antinaturales como la de castigar a quien
ayuda al prójimo! Aún así, varios pescadores italianos siguiendo su instinto
salvaron la vida de decenas de aquellas personas desesperadas, escupiendo a la
cara de demonios disfrazados que hemos colocado en los sofás de los palacios.
Vidas no contadas
Entre las historias de vida
de miles de personas, campeones olímpicos sin medallas que saltan las vallas de
púas más altas con manos ensangrentadas, que se lanzan a los mares indomables
huyendo de guerras, hambrunas, persecuciones políticas, étnicas, religiosas, de
género, víctimas de políticas de sus gobiernos o del pulso de las grandes
potencias mundiales por expolio de sus inmensos recursos naturales, podemos
conocer las siguientes:
-Fátima, mujer somalí de 26
años que viajaba junto con su hijo Ahmed de 5 años. Su país, ubicado sobre un
lago de petróleo no explotado, ha sido declarado por Occidente como
“Estado fallido” – contraseña del “país poseedor de recursos naturales o ruta
de su tránsito, ya apto para ser dominado”-, desfallece de hambre sobre
inmensas reservas de uranio, oro, petróleo, gas, bauxita y cobre. El escándalo
fabricado sobre los “piratas” de pocamonta en 2009, -si bien estaba al servicio
de militarizar el Cuerno de África y el Golfo de Adén, uno de los corredores
más estratégicos del planeta que conecta el Golfo Pérsico, el Mar rojo y el
Canal de Suez y por donde pasa el 30% del petróleo del mundo-, revelaba además
que el pescado y el marisco de sus caladeros –lo poco sustento que les
quedaba-, acababan en las mesas de los hoteles españoles y franceses, y que los
verdaderos “bandidos del mar” de guantes y tez blancos, de paso vertían
toneladas de desechos tóxicos en sus costas.
- Ahmed, niño de ojos grandes
de 10 años, otra víctima, era huérfano al igual que varios millones de pequeños
somalíes. No quería convertirse en uno de los 500.000 niños que viven en las
calles del país, o verse obligado a trabajar jornadas interminables a cambio de
un plato de comida, con palizas y abusos sexuales de postre, o convertirse en
soldado o esclavo en el “mercado libre” del capitalismo global que ofrece “niño
a la carta” a las empresas de todo tipo. Ahmed, que al embarcarse pensó que se
había librado de tal destino, se encuentra ahora en el fondo del mar.
De Etiopia y Libia
- Abeba, mujer de la tierra
del café, Etiopía, había conseguido junto con otras activistas que la
Constitución prohibiera la ablación. Todo un logro. Para la luchadora de las
batallas imposibles era más difícil, sin embargo, derrotar el sistema
económico, político y social capitalista que bendice una violencia patriarcal
estructurada. Su espalda, destrozada por llevar cargas pesadas durante horas de
camino, ya no aguantaba. Se echó a esta aventura llevando consigo a su sobrina
Hakima, de 7 años, una de los cuatro millones de niños huérfanos etíopes. El
sueño de Abeba era salvarle de la desnutrición severa que mata a miles de
pequeños en este país, que un día de 1974 se declaró socialista tras derrocar
al dictador zombie Haile Selassie, gobernante de una población literalmente
moribunda, enferma y analfabeta. El Gobierno militar de Haile Mariam, con el
apoyo de la Unión Soviética y Cuba realizó reforma agraria, declaró universal y
gratuitas la educación y la sanidad, y miró por los derechos de la mujer y de
las minorías étnicas. Sus recursos como el oro, gas natural, tantalio, y
mármol, por fin iban a servir al rescate de sus propietarios. Los errores del
Gobierno, las terribles sequías de los años 80 que mataron a cientos de miles
de personas, junto con las provocaciones de EEUU desde Eritrea que armaba a los
rebeldes (quienes destinaban las ayudas internacionales contra el hambre a la
compra de armas) ralentizaron este avance hasta ser paralizado con la caída de
la URSS. Una situación parecida a la de Afganistán, país del que han huido unas
6 millones de personas en las últimos tres décadas.
Al final el Mar “rojo” no
hizo gala de su nombre y Washington consiguió apoderarse del control del país y
su privilegiada ubicación. Hoy, a pesar de ser una economía en bancarrota, y
con medio millón de niños en riesgo inminente de morir, el Gobierno gasta 100 millones
de dólares en la compra de 200 tanques a Ucrania.
- Ebrahim fue un
arquitecto libio que dejó a su esposa y los dos hijos, y siguió la ruta del
transporte que lleva los recursos de su tierra y se dirigió a Italia. Pensaba
hacerse con un sitio allí y luego solicitar la reagrupación familiar. La
situación tras el asesinato de Gadafi es caótica y deja en nada la promesa de
la OTAN de democratizar el país. Es la misma Alianza militar que descargó
toneladas de bombas sobre la población civil, sepultando miles de vidas y
destruyendo las infraestructuras, para luego reconstruirlas con el dinero de
las propias damnificadas (Libia: un negocio de guerra redondo). Se equivocó
Ibrahim si pensó que los gobiernos occidentales beneficiarios de aquella infame
agresión, a cambio, atenderían a los ciudadanos libios en Europa. ¡Había 65.000
millones de dólares líquidos libios en los bancos italianos! Por su parte, la
Fiscalía de París investiga la posible financiación de la campaña electoral de
Sarkozy en 2007 por parte de Gadafi. Los juegos sucios alcanzan puntos
insospechados: Sarkozy luego pactó con los rebeldes del Consejo Nacional de
Transición el derrocar al Coronel a cambio de que las empresas galas obtuvieran
el 35% de las participaciones en el negocio de fuel. Hoy, el desgobierno, una
cruenta lucha entre grupos armados por hacerse con el control de lo que es la
mayor reserva petrolífera de África (la doble que las de EEUU), y una huelga
intermitente de los trabajadores del petróleo han paralizado la economía. El colapso
del Estado libio y la baja productividad de su industria petrolífera son parte
de los motivos que impiden a los europeos apuntarse a la guerra de EEUU contra
Siria.
Política de empobrecimiento
Condenar a los países ricos
al subdesarrollo es una estrategia política que se ejecuta con la complicidad
de las oligarquías y regímenes locales neopatrimonialistas ligados a negocios
de todo tipo. Es la esencia de las recetas cocinadas por las instituciones financieras
que obligan a los Estados a realizar reajustes estructurales y privatizar sus
recursos naturales (¡como bosques de Tanzania!), con el fin de facilitar
inversiones extranjeras. Una parte de la liquidez de los bancos occidentales (
Banco de Crédito y Comercio Internacional, por ejemplo) proviene del
contrabando de piedras preciosas, tráfico de drogas y de armas de un África que
mueve dinero dentro y fuera pero no deja nada para su desarrollo.
En nuestro cayuco imaginario
también estaban gente de Malí, país invadido por la OTAN , tierra de petróleo,
oro y uranio, donde la esperanza de vida es sólo de 37 años, o de Nigeria, el
séptimo productor mundial del petróleo…
Es la misma historia de los
iraquíes: atacados y masacrados por EEUU y sus aliados, unos 5 millones de los
habitantes de la antigua babilonia, se han refugiado en los países vecinos,
donde empiezan otras guerras (la de Siria) y deben volver a recoger sus
bártulos huyendo hacia ninguna parte.
En 2012 se contabilizaron
unos 230 millones de inmigrantes.
Ninguna vigilancia aérea y
marítima, ni siquiera hundir las pateras en el mar a cañonazos, como proponía
el ultraderechista italiano Umberto Bossi , podrá detener a millones de seres
humanos a que huyan a de su tierra.
Ya no funciona relacionar la
inmigración con la delincuencia: ¡que miren los juzgados en España! Tampoco es
tarde que los ciudadanos corrijan su mirada hacia los refugiados e inmigrantes
cuando tienen hijos que con dos títulos universitarios, viven en un piso patera
en Londres o Berlín, y limpian los WC. Aun así, España desde el 2013 ha
deportado a 6.056 inmigrantes, y seguía deteniendo al desgraciado transportista
de una patera o de un camión, quizás para desviar la atención a los verdaderos
causantes del tráfico de seres humanos o quizás para que nadie ponga en
entredicho su idea brillante de pagar a los gobiernos, como al senegalés, para
que admitan la repatriación de los refugiados detenidos, pisando las leyes
internacionales. No nos dicen que las autoridades corruptas de éste mismo país
conceden licencias especiales de pescar a empresas extranjeras, elevan las
tasas de estos permisos para los nativos, forzándoles a lanzarse al mar para
llegar a España.
De África se están llevando
el oro, el coltán, el hidrocarburo y otros recursos, y a cambio se les envía
aviones cargados de armas y muchos misioneros para que les invite a paciencia y
vivir el sueño de tener una vida mejor en el “otro mundo”.
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