Alegato de Percy Alvarado, en nombre de
Cuba, ante el Tribunal Antiimperialista en el XVI Festival de la Juventud y los
Estudiantes.
Compañeras
y compañeros miembros del Tribunal:
Como
señalara Noam Chomsky, encumbrado lingüista y politólogo norteamericano, Cuba
ha sido la nación más afectada por el
terrorismo en los últimos tiempos. Este flagelo, condenable no sólo por sus
métodos, sino también por sus propósitos, fue instrumentado, organizado y
planificado por las administraciones norteamericanas desde el momento mismo del
advenimiento de la Revolución Cubana
aquel inolvidable Primero de Enero de 1959. Para llevarlo a cabo, hallaron en
la burguesía cubana derrotada, en el esbirro aún sediento de sangre, en el
torturador batistiano, en el lumpen y en el criminal amasador de fortunas, al
Frankestein idóneo. No importó entonces cuánta muerte se ocasionaría, cuánto
daño físico y psicológico se provocaría, cuánta lágrima y dolor se causarían en
un pueblo inocente cuyo único delito fue desear una vida mejor para todos y
apostar por un cambio profundo de su realidad. Todo lo que se hizo, pues,
estaba dirigido al objetivo de derrocar por la violencia a la Revolución naciente,
desafío bochornoso para el gigante del Norte y para sus apetencias
geopolíticas.
Más
de 560 hechos de terrorismo se llevaron a cabo contra el pueblo cubano en estas
últimas cuatro décadas. Desde la planificación de cerca de 600 planes de
atentado contra el líder incuestionable de esas transformaciones, el compañero
Fidel Castro, y el intento de asesinar a otros líderes de la Revolución, así como el
asesinato de milicianos, jóvenes guarda fronteras, maestros alfabetizadores y
familias campesinas; desde los secuestros de naves aéreas y embarcaciones, los ataques piratas, la guerra bacteriológica, la colocación de
bombas en instalaciones económicas, escuelas, hoteles y fábricas, hasta el ametrallamiento de
poblados de pescadores, Cuba ha visto morir a sus mejores hijos de una forma
indiscriminada y criminal por malhechores
que partieron de la Florida,
Estados Unidos, bajo la mirada complaciente y encubridora de las autoridades
norteamericanas. 3478 asesinados y 2099 heridos ha sido el penoso costo de la
hostilidad estadounidense hacia Cuba y del odio irracional de las
organizaciones terroristas radicadas en Miami. A ello se suman cifras
millonarias por las afectaciones materiales producidas.
Bastaría
examinar brevemente la década de los noventa para entender la envergadura de la
violencia desatada contra la Isla
de la Libertad
por parte de sus enconados e históricos enemigos:
En
esa década se organizaron 16 planes de atentado contra el Comandante en Jefe,
coincidentes todos con las visitas efectuadas por el mandatario para participar
en Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y otros eventos internacionales.
En
ese mismo tiempo se organizaron 8 atentados contra otros dirigentes cubanos.
Al
mismo tiempo, se llevaron a cabo 108 acciones terroristas contra objetivos en
Cuba y representaciones cubanas en el exterior.
Cuba
también ha sufrido la agresión a su espacio radioeléctrico por 25 emisoras radiales
y la mal llamada TV Martí, cuya señal parte de Estados Unidos, en franca
violación de las leyes internacionales de comunicación. Desde esa época, dichas
emisoras transmiten cerca de 2000 horas semanales, profiriendo constantes
ataques contra el orden institucional y llamando a la subversión. Sólo en un
mes, por ejemplo, entre el 26 de enero y el 25 de febrero de 1993, desde estas emisoras se realizaron:
20
llamamientos a atentar contra Fidel.
100
exhortaciones para realizar sabotajes contra instalaciones económicas y
sociales del país.
124
llamamientos a miembros del Ministerio del Interior y de las Fuerzas Armadas
para insubordinarse contra el gobierno revolucionario.
471
incitaciones a realizar propaganda contra la dirección del país y el sistema
socialista democráticamente establecido.
Compañeras
y compañeros integrantes del Tribunal:
Para
todos es harto conocido que, con el derrumbe del campo socialista europeo, la
mafia terrorista de Miami y los propios Estados Unidos albergaron la infundada
idea de que las horas de la Revolución
Cubana estaban contadas. Muchos ilusos, incapaces de valorar
la resistencia del pueblo cubano, prepararon apresuradamente las maletas para
regresar a la Isla
y acabar de un solo manotazo con la obra de la Revolución, sumiendo al
país en un baño de sangre y descargando sobre todos nosotros su odio irracional
y la impotencia acumulada. Sin lugar a dudas, Cuba atravesó en esos momentos
una situación verdaderamente difícil:
Cuba
perdió el 59.9 % de sus exportaciones al exterior, con la consecuente pérdida
de sus mercados tradicionales y la imposibilidad de colocar sus productos en
otros países como consecuencia del férreo bloqueo establecido por los Estados
Unidos contra la Isla.
Cuba
también perdió el 68 % de sus importaciones,
lo que provocó la rápida carencia de materias primas y combustible, y la
inmediata paralización de las inversiones, así como la semiparalización de la
industria nacional reducida a un 10-15 %
en 1993. En esos momentos, la producción decreció, pues, en un 54,3 % y,
en consecuencia, el consumo total de la población bajó en un 27 %
aproximadamente.
Ante
este difícil panorama, la
Revolución y el pueblo cubano decidieron sobrevivir a toda
costa. Se adoptaron urgentes, pero bien pensadas medidas encaminadas a reducir
los desequilibrios económicos existentes,
de ajuste y estabilización económica, así como para lograr la eficiencia
económica. Tales medidas fueron, en sentido general, la apertura al capital
extranjero para estimular el desarrollo inversionista, la búsqueda de nuevos
mercados y el desarrollo del turismo como motor impulsor del desarrollo
económico ulterior.
¿Qué
hicieron entonces las organizaciones terroristas radicadas en Miami y las
administraciones estadounidenses para contrarrestar la estrategia cubana? Sin
lugar a dudas, incrementar las acciones de terror para dar el golpe de gracia
al gobierno y fortalecer las medidas para propiciar su aislamiento
internacional. Para ellos, sus objetivos más precisos fueron:
1) Atentar contra instalaciones turísticas con
el doble propósito de desalentar el naciente flujo de turistas a la Isla y dañar esta alternativa
económica escogida por la Revolución. En esa
década fueron colocadas 30 bombas en hoteles y otras instalaciones del turismo,
de las que hicieron explosión once de ellas. Los daños ocasionados fueron
cuantiosos, a lo que se sumó la muerte del joven turista italiano Favio di
Celmo y diez ciudadanos cubanos heridos. En ese período se planificaron otras
acciones que fueron descubiertas a tiempo y debidamente neutralizadas.
2) Atentar contra instalaciones económicas de
importancia vital para mantener la deteriorada producción industrial, tales
como termoeléctricas, refinerías, centrales azucareros y otras instalaciones
fabriles.
3) Búsqueda de información sobre empresas
extranjeras que invertían en Cuba, no sólo para ejercer presiones contra sus
dueños sino para preparar también acciones terroristas contra las mismas.
4) Estudios sobre las fuentes de abastecimiento
de piezas de repuesto para la industria azucarera, la industria básica y otras
ramas de la economía para cortarlas o atentar contra los suministradores.
5) Estudios sobre la vulnerabilidad de las
principales industrias cubanas e instalaciones hoteleras, que consistieron en
filmaciones, fotografiado, marcajes con GPS, elaboración de mapas y croquis
sobre sus dependencias y vías de acceso, con vistas a sabotearlas después usando
medios explosivos e incendiarios.
Compañeras
y compañeros del Tribunal:
Yo
fui un testigo excepcional de estos planes terroristas y criminales
maquinaciones planificadas y organizadas contra Cuba. Durante 22 años permanecí
infiltrado dentro de las filas de los enemigos de la Revolución y tuve el
magnífico privilegio de luchar en las sombras, al igual que una valiosa pléyade
de hombres, entre los que se encuentran los 5 Héroes cubanos injustamente
presos en cárceles norteamericanas, para salvaguardar la vida de este heroico
pueblo, mantener intactas sus conquistas y detener la amenaza terrorista.
Durante
los años noventa pude infiltrar tres poderosas organizaciones terroristas entre
las que se encontraba la Fundación Nacional
Cubano Americana. Lo hice yo, y lo hicieron mis compañeros, ante la negativa
del gobierno norteamericano de detener a esos terroristas, ante su complicidad
con ellos y ante la apatía de las naciones desarrolladas del planeta, incapaces
de levantar un solo dedo para condenar ese criminal terrorismo desplegado
contra Cuba. Un general retirado norteamericano, Edgard Atkeson, ex vice jefe
del Estado Mayor del ejército norteamericano para la inteligencia, reconoció en
el injusto y amañado juicio impuesto de mis hermanos en Miami, que a Cuba le
asiste el derecho de defenderse cuando no representa un peligro para los
Estados Unidos y, sin embargo, se siente amenazada por su vecino del Norte. “Cuba necesita de ojos y oídos en la Florida que la alerten
ante una posible agresión”, aseguró este general. Y es cierto, nosotros fuimos los ojos y oídos de Cuba en Miami,
los que la defendimos del terror y evitamos tanta muerte injustificada para
nuestro pueblo.
Muchos
fueron los planes que mis hermanos antiterroristas evitaron y descubrieron. Le
cabe a ellos -a René González, a Fernando González, a Ramón Labañino, a
Gerardo Hernández y a Antonio Guerrero-, el mérito de haber impedido la consumación de más de
setenta actos terroristas contra Cuba. En mi caso particular, quisiera
referirme a algunos ejemplos para demostrar la calaña asesina de los líderes de
la Fundación Nacional
Cubano Americana y de otras organizaciones terroristas, que se pasean con total
impunidad por las calles de ciudades norteamericanas y han llegado incluso a
retratarse con presidentes como Ronald
Regan. George Bush padre, Bill Clinton y con el actual ocupante de la
Casa Blanca.
El
día 23 de diciembre de 1993 tuve la tarea de organizar, a solicitud de los
jefes de la FNCA,
la colocación de cuatro bombas en hoteles de la Habana y de ocho cápsulas de fósforo vivo en cines y
teatros de la Capital.
¿Cuánta gente inocente, me pregunto hoy, debería morir ese día para satisfacer
el odio irracional contra Cuba de la mafia miamense y su incontrolable sed de
poder?
Entre
los meses de enero y septiembre de 1994, se me encargó por el propio Presidente
de la Fundación,
Francisco José Hernández Calvo, y otros directivos de la criminal organización, realizar estudios en
cinco termoeléctricas cubanas para preparar condiciones para su voladura
mediante explosivos. También me orientaron preparar condiciones para atentar
contra varias refinerías del país, dos hospitales, otras instalaciones
económicas, la sede del Comité Central del Partido, el Ministerio del Interior
y el Palacio de Convenciones, visitado por muchos de ustedes en alguna ocasión.
También se me encargó la planificación de un posible atentado contra Fidel y la
introducción de abundante dinero falso para caotizar la economía cubana.
En
noviembre de ese mismo año se me orientó volar el famoso cabaret Tropicana, de la Habana, al que asisten
diariamente 1050 personas entre turistas extranjeros y ciudadanos cubanos. Para
tal propósito fui entrenado en el manejo de los explosivos, en un hotel de Guatemala, nada menos que por
Luís Posada Carriles y Gaspar Jiménez Escobedo. Esos dos terroristas de
amplio historial criminal, liberados bochornosamente por la expresidenta
panameña Mireya Moscoso, me entregaron dos poderosas bombas que supuestamente
yo colocaría en ese cabaret la noche del 29 de noviembre de 1994. ¿Cuántas
madres, esposas e hijos norteamericanas, canadienses, italianas, mejicanas,
venezolanas, francesas y de otros países, incluidos cubanos, me pregunto hoy, hubieran llorado esa vez la
muerte de sus seres queridos? ¿Cuántos hogares de todo mundo no habrían sufrido
un penoso luto en esa oportunidad? ¿Cuánto dolor y pena se hubiera causado en
nombre del terror y el odio irracional de bestias como Posada Carriles y sus
jefes de la FNCA?
Muchas
otras detestables tareas me dieron los enemigos de la patria cubana y me
satisface hondamente haber puesto mi vida en peligro por neutralizarlas. ¿Qué
otra cosa no puede merecer que se haga por él el glorioso pueblo cubano por parte de este hermano guatemalteco que
siente, como todos ustedes, la admiración por esa gente noble y laboriosa, solidaria
y amiga de las causas más justas?
Permítanme
entonces, ante tanta indignación acumulada, ante la certeza de haber vivido una
página de horror y ser testigo de ella, sin odios, pero con la convicción de la
necesaria justicia, parafrasear a aquel ilustre chileno universal, Pablo
Neruda, en su Canto General:
Para los que un día asesinaron a un
joven alfabetizador cubano, Manuel Ascunce Doménech, de apenas 16 años de edad
por haber cometido el delito de enseñar a
humildes campesinos, sin darle la oportunidad de crecer en un mundo
mejor y conocer alguna vez el amor de mujer, pero sí conocedor del amor grande
a los hombres de su tierra, PIDO CASTIGO.
Para los que asesinaron a tantas
familias campesinas en Cuba, incluidos decenas de niños y niñas, les hirieron y
dejaron inválidos, por el único delito de labrar la tierra que les entregó la Revolución, sentirse
dignos por vez primera y convertirse al
fin en privilegiados dueños de su
destino, PIDO CASTIGO.
Para los que planearon y ejecutaron el
criminal atentado contra el avión cubano en Barbados, en el que murieron 73
inocentes, segándole de tajo sus más hermosos sueños; laceraron la vida de
jóvenes atletas orgullosos a traer a la Patria sus triunfos y les quebraron la ternura,
PIDO CASTIGO.
Para los que han asesinado a
diplomáticos cubanos como Félix García Rodríguez y Adriana Corcho, con total
impunidad y criminal saña, ante los ojos indolentes de los gobiernos ante los
que estaban acreditados, hundiendo a sus
familias en el luto y la desheredad, PIDO CASTIGO.
Para los que han asesinado a 101 niños
cubanos, víctimas de la más detestable guerra biológica, privándoles del
sagrado derecho a la vida, cercenando sus vidas tempranas y llenas de
esperanza, PIDO CASTIGO.
Para los que sembraron de luto las
calles cubanas, sus cines y granjas; han diseminado su odio sobre víctimas
inocentes y han asesinado a mansalva, asesinando y malhiriendo, PIDO CASTIGO.
Para los que desde la
Casa Blanca y Langley, han azuzado el odio
irracional contra los cubanos, imponiéndoles una guerra sucia y un criminal bloqueo;
que son capaces, a la vez, de hablar
hipócritamente de cruzadas antiterroristas mientras siembran de terror en el
mundo entero. Para los que mienten y
distorsionan la verdad y endilgan falsas acusaciones a los justos, amenazando
sin piedad como procónsules del mundo, PIDO CASTIGO.
Para esos mismos que han fabricado
criminales y los han entrenado para matar y torturar empleando manuales made in
USA y CIA; para los que los usado para reprimir y desaparecer gente progresista
en América Latina; para los que los han empleado para el trabajo sucio como el
asesinato de Kennedy, los escándalos Watergate e Irán Contras, el asesinato de
Letelier, Carlos Prats y otros, PIDO CASTIGO.
Para los que se pasean impunemente por
las ciudades norteamericanas, pavoneándose de sus crímenes, como Orlando Bosch
y Luís Posada Carriles; para sus
cómplices menos afamados pero peligrosos como ellos, enfrascados en preparar
atentados contra Cuba siempre y hoy
contra la hermana Venezuela, PIDO CASTIGO.
Para los que han ignorado a nuestros
muertos y sólo se han sentido consternados ante las muertes de seres inocentes
en Nueva York, Madrid y Londres, víctimas del mismo terrorismo que ellos han
estimulado, discriminando inexplicablemente a las víctimas cubanas con un
bochornoso silencio, PIDO CASTIGO.
Para
los cómplices y bárbaros,
para
los criminales redomados,
para los asesinos sin escrúpulos,
para los victimarios indolentes,
para sus cómplices y amigos,
para sus socios de tantas correrías,
para los que prefieren callar y no
comprometerse,
para los apáticos e indiferentes,
PIDO CASTIGO
Por
nuestros muertos, por los que nos
ha arrebatado la mano criminal, privándonos de su compañía, de su caricia, de
su sonrisa y de su afecto; por los que no tuvieron la oportunidad de despedirse
de nosotros y aún reclaman justicia; por los que diariamente nos contemplan
desde una vieja foto, arrugada de tanto ser acariciada por nosotros, EXIJO
JUSTICIA.
Por nuestros hermanos, hacinados en
cárceles por defender a su gente del terror y el crimen; burdamente difamados e
injustamente condenados por los propios asesinos que combatieron; por la falta
de justicia, EXIJO JUSTICIA.
Por los que vamos a morir si se atreven
a atacarnos; por los que a diario los combatimos y combatiremos, por los que no
entregaremos nuestras conquistas y preferimos perecer por defenderlas, EXIJO
JUSTICIA.
Con El Comandante Supremo |
Conversando con Hugo Chávez |
Con Daniel Ortega y otros miembros de la delagación cubana |
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