Antes, los medios de comunicación hablaban, comentaban e informaban
sobre la política. Hoy hacen política, lo cual en sí no está mal si no lo harían
solapada e hipócritamente bajo un ropaje de independencia, imparcialidad y
supuesto apego a la democracia.
Este activismo político no es casual ni surge por iniciativa espontánea de los empresarios mediáticos, sino responde a una estructura que va más allá de nuestras fronteras y que representa no sólo los intereses de una oligarquía desplazada del poder, sino más bien forma parte de una estrategia de supervivencia del imperialismo.
Tal como sucedió en la década de los setenta, ante el ascenso de gobiernos democráticos y populares en América Latina, el imperialismo estructuró una estrategia de debilitamiento a partir de la utilización del poder militar y del terrorismo de Estado; ahora, para enfrentar un nuevo, más fuerte y consolidado ascenso popular, ha definido la labor de los medios como un elemento importante de su accionar político.
No es casual que los gobiernos progresistas de América Latina hayan encontrado en la oposición mediática el más fuerte bastión de defensa de los intereses antinacionales y proimperialistas.
No es casual, por tanto, que Clarín en la Argentina, ABC en el Paraguay, el Universal en el Ecuador, entre otros, junto a redes de televisión y radios de propiedad de antiguos políticos conservadores, de empresarios corruptos o de instituciones clericales católicas y evangélicas, u otras publicaciones descalificadas como la revista Veja del Brasil estén utilizando el mismo lenguaje, el mismo discurso y los mismos recursos comunicacionales, de manera coincidente, respondiendo a una estrategia de manipulación política del mensaje.
Todo esto responde a un accionar coordinado, encabezado en lo mediático por varias agencias noticiosas transnacionales y, desde luego, por la cadena estrella de la televisión imperial para Latinoamérica, la CNN. Este plan, localmente en cada uno de nuestros países, está siendo ejecutado de manera sumisa por los medios denominados independientes.
Todo ello funciona de manera similar a lo que sucedió hace cuarenta años atrás con la implementación del Plan Cóndor, pensado, diseñado, instruido y supervisado desde la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, y ejecutado por unas Fuerzas Armadas proimperialistas, formadas dentro de la doctrina de la seguridad nacional.
Este Plan Cóndor mediático ha sido denunciado en varias oportunidades por los presidentes Chávez, Correa, Morales y por numerosos intelectuales y organizaciones sociales, y ha sido reconocido por los propios agentes imperiales.
Desde luego, debe obligar también a nuestras autoridades al fortalecimiento de los medios estatales y comunitarios, a fin de contar con las condiciones indispensables para responder a esta agresión mediática.
Hasta ahora la lucha en el escenario mediático ha sido totalmente desigual, por un lado unos colosos tecnológica y económicamente encargados de la agresión contra nuestros pueblos; y en nuestra defensa, pocos medios, con escasos recursos económicos y limitada tecnología. Es hora de empezar a revertir este estado de cosas y enfrentar en mejores condiciones esta conjura imperial, antidemocrática y antipopular.
Por Oscar Silva, periodista y abogado
Este activismo político no es casual ni surge por iniciativa espontánea de los empresarios mediáticos, sino responde a una estructura que va más allá de nuestras fronteras y que representa no sólo los intereses de una oligarquía desplazada del poder, sino más bien forma parte de una estrategia de supervivencia del imperialismo.
Tal como sucedió en la década de los setenta, ante el ascenso de gobiernos democráticos y populares en América Latina, el imperialismo estructuró una estrategia de debilitamiento a partir de la utilización del poder militar y del terrorismo de Estado; ahora, para enfrentar un nuevo, más fuerte y consolidado ascenso popular, ha definido la labor de los medios como un elemento importante de su accionar político.
No es casual que los gobiernos progresistas de América Latina hayan encontrado en la oposición mediática el más fuerte bastión de defensa de los intereses antinacionales y proimperialistas.
No es casual, por tanto, que Clarín en la Argentina, ABC en el Paraguay, el Universal en el Ecuador, entre otros, junto a redes de televisión y radios de propiedad de antiguos políticos conservadores, de empresarios corruptos o de instituciones clericales católicas y evangélicas, u otras publicaciones descalificadas como la revista Veja del Brasil estén utilizando el mismo lenguaje, el mismo discurso y los mismos recursos comunicacionales, de manera coincidente, respondiendo a una estrategia de manipulación política del mensaje.
Todo esto responde a un accionar coordinado, encabezado en lo mediático por varias agencias noticiosas transnacionales y, desde luego, por la cadena estrella de la televisión imperial para Latinoamérica, la CNN. Este plan, localmente en cada uno de nuestros países, está siendo ejecutado de manera sumisa por los medios denominados independientes.
Todo ello funciona de manera similar a lo que sucedió hace cuarenta años atrás con la implementación del Plan Cóndor, pensado, diseñado, instruido y supervisado desde la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, y ejecutado por unas Fuerzas Armadas proimperialistas, formadas dentro de la doctrina de la seguridad nacional.
Este Plan Cóndor mediático ha sido denunciado en varias oportunidades por los presidentes Chávez, Correa, Morales y por numerosos intelectuales y organizaciones sociales, y ha sido reconocido por los propios agentes imperiales.
Hace unos días en La Paz, los
representantes de las agencias latinoamericanas de noticias reiteraron la
advertencia sobre la existencia de este funesto plan de conspiración a partir de
los medios y acerca de los mecanismos operativos que éstos están utilizando,
desinformando, mintiendo, manipulando, pretendiendo desorientar a la ciudadanía,
buscando dividirla y enfrentarla con sus Gobiernos. Esta denuncia se suma a
muchas otras anteriores y debe necesariamente obligarnos a reflexionar sobre
esta situación y definir, desde el Estado y desde nuestras organizaciones de
base, con urgencia, mecanismos legales que permitan enfrentar esta arremetida
conspirativa.
Desde luego, debe obligar también a nuestras autoridades al fortalecimiento de los medios estatales y comunitarios, a fin de contar con las condiciones indispensables para responder a esta agresión mediática.
Hasta ahora la lucha en el escenario mediático ha sido totalmente desigual, por un lado unos colosos tecnológica y económicamente encargados de la agresión contra nuestros pueblos; y en nuestra defensa, pocos medios, con escasos recursos económicos y limitada tecnología. Es hora de empezar a revertir este estado de cosas y enfrentar en mejores condiciones esta conjura imperial, antidemocrática y antipopular.
Por Oscar Silva, periodista y abogado
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