martes, 11 de diciembre de 2012

El difícil camino de Egipto hacia la democracia

Estos últimos días Egipto está viviendo una pesadilla, una 'primavera árabe' a la inversa. La semana pasada el Ejército egipcio desplegó varios tanques delante del Palacio Presidencial en El Cairo tras los fuertes enfrentamientos entre los opositores y los leales a Mursi y al partido gobernante Hermanos Musulmanes.

La policía ya no logra controlar los choques que ocurren en diferentes partes de la capital egipcia y dejaron ya al menos siete muertos y más de seiscientos heridos.

Todo el país estaba aguardando que el presidente se dirigiera a la nación en un momento tan dramático. La oposición acusó a Mursi de inacción y recordó que para anunciar su triunfo electoral convocó una rueda de prensa a las 4 de la mañana, mientras que durante varios días tan difíciles no halló un momento para tranquilizar a los ciudadanos.

¿Qué es mejor: la estabilidad estancada o cataclismos revolucionarios? Ahora, pasados casi dos años desde el inicio de la revolución egipcia, en las calles otra vez se está derramando sangre y continúan las confrontaciones entre los partidarios y los detractores del presidente Mohamed Mursi, y la sociedad egipcia seguramente elegiría lo primero.

¿Otro dictador?

El pasado 2 de junio Hosni Mubarak, expresidente de Egipto que había gobernado durante 20 años, fue condenado a cadena perpetua por la represión de las protestas durante la 'primavera árabe' a principios de 2011. Entonces los egipcios, que exigían acaloradamente la destitución de Mubarak por “despotismo”, difícilmente podían pensar que sustituirían a un dictador por otro.

Además, todo empezaba bien: tras la retirada de Hosni Mubarak se convocaron unas elecciones presidenciales que fueron ganadas, de manera democrática, por el representante de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi.

Aunque los sectores laicos y liberales de la sociedad egipcia expresaron su preocupación con respecto a la llegada al poder de los radicales, parecía que la democracia en Egipto sería posible. Sin embargo, apenas medio año más tarde, se hizo evidente que el país está gobernado por un dictador incluso más peligroso que el anterior por ser un dictador islamista.

En vísperas de las presidenciales Mursi no se cansó de asegurar a la nación que conservarían todos sus derechos y libertades. Pero unos meses más tarde el gobierno islamista de Egipto empezó a “apretar la cuerda”, entre otras cosas ejerciendo presión sobre los medios de comunicación.

La gota que colmó el vaso fue la declaración constitucional promulgada por el líder egipcio el pasado 20 de noviembre, que sitúa por encima de la ley las resoluciones del presidente.

El documento otorga a Mursi, ya bautizado por la oposición como “nuevo faraón”, poderes extraordinarios en materia legislativa y sustrae del control judicial la elaboración de la carta magna. Esto, según los representantes de los sectores laicos de Egipto, es el principio de una auténtica dictadura.

Constitución, ley islámica

Los egipcios tampoco estaban contentos con el proyecto de la nueva carta magna del país que debe ser sometido al referendo el próximo 15 de diciembre.

Para su elaboración fue creada una comisión especial integrada por representantes de diferentes partidos del país. Pero los liberales y los de izquierda no tardaron en abandonar la comisión indignados por la hegemonía de los radicales islámicos.

Antes de que la comisión empezara a trabajar, los Hermanos Musulmanes dieron a entender que la nueva constitución prevería un sistema parlamentario con las funciones muy reducidas del jefe de Estado, mientras que el parlamento -de mayoría islamista- obtendría derecho a formar el gobierno. 

Mientras la oposición exigía disolver la comisión, sus miembros en un plazo muy breve concluyeron su trabajo y consiguieron la aprobación de su proyecto.
El nuevo texto constitucional corresponde en gran medida a los intereses de los Hermanos Musulmanes, aunque el documento, según sus autores, “abarca tantos derechos y libertades como ninguna otra Constitución egipcia”. El borrador se basa en la carta magna aprobada durante el gobierno de Mubarak, mientras una de las novedades es la prohibición a los líderes del Partido Nacional Democrático de participar en la vida política y postularse como candidatos a jefe de Estado en los próximos diez años.

El debate más encarnizado se produjo en torno al artículo 2, que establece que "los principios de la 'Sharia'(legislación islámica) son la fuente principal de legislación". El siguiente artículo del borrador, que otorga a cristianos y judíos el derecho a regular sus asuntos religiosos y liderazgo espiritual no resultó suficiente para calmar las discrepancias al respecto.

El Tribunal Constitucional egipcio anunció el pasado 2 de diciembre un paro después de que varios miles de islamistas rodearan la corte en apoyo al presidente Mohamed Mursi, que impidió a los jueces examinar el caso de la Comisión Constituyente. En un comunicado, el Constitucional anunció su decisión de suspender las audiencias hasta que cesen "las presiones psicológicas y materiales". Según los jueces, el 2 de diciembre se convirtió en un “día negro en la historia de la justicia egipcia”.

¿Al borde de una guerra civil?

iles. Los enfrentamientos se saldaron con víctimas mortales y múltiples heridos. La oposición liberal sigue intentando impedir que la votación del proyecto de la Constitución se celebrara el 15 de diciembre. Pero los Hermanos Musulmanes no piensan ceder y están dispuestos a conseguir a cualquier precio que el borrador de la Carta Magna se apruebe.

El 5 de diciembre los representantes de la oposición liberal declararon que estarían dispuestos a iniciar un diálogo con las autoridades pero con la condición de que Mursi aplazara el referendo y revocara la declaración constitucional. Mohamed Mursi, en el esperado discurso del 6 de diciembre llamó al diálogo pero no cedió ni un milímetro. Mantiene el referéndum constitucional del próximo 15 de diciembre y anima a la oposición a demostrar su fuerza en las urnas.

Es evidente que los frutos de la revolución no resultaron tan dulces como se esperaba: no hay consenso ciudadano, la economía sigue cayendo, el gobierno es incapaz de controlar la situación en el país.

Sector más próspero

La depresión general afectó el sector más próspero de la economía nacional: el turismo. A pesar de que el gobierno central se esfuerza en mantener orden público en las zonas turísticas, allí también se hace sentir la crisis. Los turistas que vuelven de Egipto cuentan que las zonas comunes de los hoteles ya no están tan bien cuidadas, por las calles hay mucha gente con aspecto sospechoso y no se ven casi policías.

Los vendedores de los puestos y pequeñas tiendas, antaño alegres y bondadosos, no regatean más explicando que cada vez llegan al país menos turistas y hace falta más dinero para mantener la familia a causa de la inflación.

¿Nuevo punto caliente?

Si la situación en Egipto no se arregla en un futuro próximo, en el convulsionado Oriente próximo habrá un nuevo “punto caliente”. Egipto, un pilar de estabilidad en la región, se convertirá en un estado con un futuro imprevisible. Los acontecimientos en este país árabe podrían tomar un cariz totalmente diferente de lo que sucedió en Libia o está sucediendo en Siria, donde los desordenes internos se alimentaron desde el exterior.

No se puede descartar que la 'primavera árabe' en Egipto hubiera sido preparada en Occidente. Pero es improbable que la situación actual sea consecuencia de un plan elaborado en el exterior. Más bien representa una reacción desde dentro, y por eso la amenaza es mayor. Sólo nos queda esperar que se pueda arreglar y uno de los países clave de la región evite una guerra civil, cruel y absurda.

Oxana Polischuk, RIA Novosti

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