Estos últimos días Egipto está viviendo una pesadilla, una 'primavera
árabe' a la inversa. La semana pasada el Ejército egipcio desplegó
varios tanques delante del Palacio Presidencial en El Cairo tras los
fuertes enfrentamientos entre los opositores y los leales a Mursi y al
partido gobernante Hermanos Musulmanes.
La policía ya no logra controlar los choques que ocurren en
diferentes partes de la capital egipcia y dejaron ya al menos siete
muertos y más de seiscientos heridos.
Todo el país estaba aguardando que el presidente se dirigiera a la
nación en un momento tan dramático. La oposición acusó a Mursi de
inacción y recordó que para anunciar su triunfo electoral convocó una
rueda de prensa a las 4 de la mañana, mientras que durante varios días
tan difíciles no halló un momento para tranquilizar a los ciudadanos.
¿Qué es mejor: la estabilidad estancada o cataclismos
revolucionarios? Ahora, pasados casi dos años desde el inicio de la
revolución egipcia, en las calles otra vez se está derramando sangre y
continúan las confrontaciones entre los partidarios y los detractores
del presidente Mohamed Mursi, y la sociedad egipcia seguramente elegiría
lo primero.
¿Otro dictador?
El pasado 2 de junio Hosni Mubarak, expresidente de Egipto que había
gobernado durante 20 años, fue condenado a cadena perpetua por la
represión de las protestas durante la 'primavera árabe' a principios de
2011. Entonces los egipcios, que exigían acaloradamente la destitución
de Mubarak por “despotismo”, difícilmente podían pensar que sustituirían
a un dictador por otro.
Además, todo empezaba bien: tras la retirada de Hosni Mubarak se
convocaron unas elecciones presidenciales que fueron ganadas, de manera
democrática, por el representante de los Hermanos Musulmanes, Mohamed
Mursi.
Aunque los sectores laicos y liberales de la sociedad egipcia
expresaron su preocupación con respecto a la llegada al poder de los
radicales, parecía que la democracia en Egipto sería posible. Sin
embargo, apenas medio año más tarde, se hizo evidente que el país está
gobernado por un dictador incluso más peligroso que el anterior por ser
un dictador islamista.
En vísperas de las presidenciales Mursi no se cansó de asegurar a la
nación que conservarían todos sus derechos y libertades. Pero unos meses
más tarde el gobierno islamista de Egipto empezó a “apretar la cuerda”,
entre otras cosas ejerciendo presión sobre los medios de comunicación.
La gota que colmó el vaso fue la declaración constitucional
promulgada por el líder egipcio el pasado 20 de noviembre, que sitúa por
encima de la ley las resoluciones del presidente.
El documento otorga a Mursi, ya bautizado por la oposición como
“nuevo faraón”, poderes extraordinarios en materia legislativa y sustrae
del control judicial la elaboración de la carta magna. Esto, según los
representantes de los sectores laicos de Egipto, es el principio de una
auténtica dictadura.
Constitución, ley islámica
Los egipcios tampoco estaban contentos con el proyecto de la nueva
carta magna del país que debe ser sometido al referendo el próximo 15 de
diciembre.
Para su elaboración fue creada una comisión especial integrada por
representantes de diferentes partidos del país. Pero los liberales y los
de izquierda no tardaron en abandonar la comisión indignados por la
hegemonía de los radicales islámicos.
Antes de que la comisión empezara a trabajar, los Hermanos Musulmanes
dieron a entender que la nueva constitución prevería un sistema
parlamentario con las funciones muy reducidas del jefe de Estado,
mientras que el parlamento -de mayoría islamista- obtendría derecho a
formar el gobierno.
Mientras la oposición exigía disolver la comisión, sus miembros en un
plazo muy breve concluyeron su trabajo y consiguieron la aprobación de
su proyecto.
El nuevo texto constitucional corresponde en gran medida a los
intereses de los Hermanos Musulmanes, aunque el documento, según sus
autores, “abarca tantos derechos y libertades como ninguna otra
Constitución egipcia”. El borrador se basa en la carta magna aprobada
durante el gobierno de Mubarak, mientras una de las novedades es la
prohibición a los líderes del Partido Nacional Democrático de participar
en la vida política y postularse como candidatos a jefe de Estado en
los próximos diez años.
El debate más encarnizado se produjo en torno al artículo 2, que
establece que "los principios de la 'Sharia'(legislación islámica) son
la fuente principal de legislación". El siguiente artículo del borrador,
que otorga a cristianos y judíos el derecho a regular sus asuntos
religiosos y liderazgo espiritual no resultó suficiente para calmar las
discrepancias al respecto.
El Tribunal Constitucional egipcio anunció el pasado 2 de diciembre
un paro después de que varios miles de islamistas rodearan la corte en
apoyo al presidente Mohamed Mursi, que impidió a los jueces examinar el
caso de la Comisión Constituyente. En un comunicado, el Constitucional
anunció su decisión de suspender las audiencias hasta que cesen "las
presiones psicológicas y materiales". Según los jueces, el 2 de
diciembre se convirtió en un “día negro en la historia de la justicia
egipcia”.
¿Al borde de una guerra civil?
iles. Los enfrentamientos se saldaron con víctimas mortales y
múltiples heridos. La oposición liberal sigue intentando impedir que la
votación del proyecto de la Constitución se celebrara el 15 de
diciembre. Pero los Hermanos Musulmanes no piensan ceder y están
dispuestos a conseguir a cualquier precio que el borrador de la Carta
Magna se apruebe.
El 5 de diciembre los representantes de la oposición liberal
declararon que estarían dispuestos a iniciar un diálogo con las
autoridades pero con la condición de que Mursi aplazara el referendo y
revocara la declaración constitucional. Mohamed Mursi, en el esperado
discurso del 6 de diciembre llamó al diálogo pero no cedió ni un
milímetro. Mantiene el referéndum constitucional del próximo 15 de
diciembre y anima a la oposición a demostrar su fuerza en las urnas.
Es evidente que los frutos de la revolución no resultaron tan dulces
como se esperaba: no hay consenso ciudadano, la economía sigue cayendo,
el gobierno es incapaz de controlar la situación en el país.
Sector más próspero
La depresión general afectó el sector más próspero de la economía
nacional: el turismo. A pesar de que el gobierno central se esfuerza en
mantener orden público en las zonas turísticas, allí también se hace
sentir la crisis. Los turistas que vuelven de Egipto cuentan que las
zonas comunes de los hoteles ya no están tan bien cuidadas, por las
calles hay mucha gente con aspecto sospechoso y no se ven casi policías.
Los vendedores de los puestos y pequeñas tiendas, antaño alegres y
bondadosos, no regatean más explicando que cada vez llegan al país menos
turistas y hace falta más dinero para mantener la familia a causa de la
inflación.
¿Nuevo punto caliente?
Si la situación en Egipto no se arregla en un futuro próximo, en el
convulsionado Oriente próximo habrá un nuevo “punto caliente”. Egipto,
un pilar de estabilidad en la región, se convertirá en un estado con un
futuro imprevisible. Los acontecimientos en este país árabe podrían
tomar un cariz totalmente diferente de lo que sucedió en Libia o está
sucediendo en Siria, donde los desordenes internos se alimentaron desde
el exterior.
No se puede descartar que la 'primavera árabe' en Egipto hubiera sido
preparada en Occidente. Pero es improbable que la situación actual sea
consecuencia de un plan elaborado en el exterior. Más bien representa
una reacción desde dentro, y por eso la amenaza es mayor. Sólo nos queda
esperar que se pueda arreglar y uno de los países clave de la región
evite una guerra civil, cruel y absurda.
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